A las órdenes de Hitler: el turbio pasado nazi de algunas famosas empresas actuales
s órdenes de Hitler: el turbio pasado nazi de algunas famosas empresas actuales
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En la actualidad es imposible no haber visto un anuncio de Adidas en la televisión. Otro tanto sucede con Hugo Boss, una marca conocida en toda el mundo por la calidad y el diseño que ofrecen sus prendas. No obstante, tan cierto como esto es que estas dos empresas trabajaron, entre 1939 y 1945, para el régimen nazi de Adolf Hitler. La primera (conocida entonces como Geda) tuvo que ceder sus instalaciones al Tercer Reich para la fabricación de «Panzerschrecks» (lanzacohetes). La segunda, por su parte, tejió los uniformes de las tropas germanas.
Adidas y Puma
El caso de Adidas es uno de los más llamativos de toda la Segunda Guerra Mundial. A nivel oficial, la empresa nació en 1949. Sin embargo, su historia comenzó mucho antes. Más concretamente en los años 20, época en la que dos hermanos –Adolf («Adi») y Rudolf Dassler– empezaron a fabricar calzado en su pueblo natal: Herzogenaurach. Debían ser buenos ya que, al poco tiempo, la marca Geda (que bebía de «Gebrüder Schuhfabrik» -el nombre original- y «Dassler») ya era utilizada por los atletas de élite germanos. En la década de los 30 su fama ya era internacional y sus zapatillas (especiales para deportistas) las calzaban hasta en los Estados Unidos.
«En los Juegos Olímpicos de 1936, celebrados en Berlín, las zapatillas Geda adquirieron un protagonismo insospechado. Un atleta norteamericano de raza negra rompería el mito de la superioridad de la raza blanca, promovido por los nazis. Era Jesse Owens, quien calzaba unas zapatillas de clavos obra de Adi Dassler cuando consiguió sus cuatro medallas de oro. Paradójicamente, la técnica alemana había servido precisamente para dejar en evidencia a los dirigentes nazis», explica el historiador y periodista Jesús Hernández (autor del blog « ¡Es la guerra!» y de dos decenas de obras sobre la contienda como «Grandes atrocidades de la Segunda Guerra Mundial»).
En todo caso, y más allá de la afinidad ideológica, la realidad es que en la fábrica de Geda se crearon, en palabras de Hernández, «miles de unidades de lanzacohetes de 88 milímetros». «Sus proyectiles de tres kilos eran capaces de perforar una coraza de más de diez centímetros de espesor desde una distancia de 150 metros». Tal y como confirma el experto historiador español, de las instalaciones de los Dassler «saldrían unidades del Panzerschreck hasta los últimos días de la guerra».
El poco cariño que mantenían nuestros protagonistas se esfumó cuando los aliados conquistaron Berlín y Hitler se suicidó. Después de la Segunda Guerra Mundial,. Los ganadores sometieron a juicio a «Adi» y a Rudolf para establecer si habían colaborado o no con el nazismo. El primero tuvo suerte y salió airoso a pesar de haber dirigido la creación de los mencionados lanzacohetes. El segundo, por el contrario, tuvo que huir tras ser denunciado por su propio hermano. El revanchismo hizo que cada uno creara su propia marca de zapatillas: Adidas («Adi») y Puma (Rudol).
Los comienzos de Hugo Boss
La historia de Hugo Boss comienza en 1923, año en que el modista fundó un pequeño taller de sastrería en Metzingen, un pueblo al sur de Stuttgart. Allí, como afirma el historiador y periodista Jesús Hernández en su libro « 100 Historias secretas de la Segunda Guerra Mundial», «el sastre se dio cuenta de que el negocio era vestir a las tropas hitlerianas».
Corría el año 1931 y Alemania vivía asolada por las duras condiciones que le habían impuesto los aliados por ser la nación que, de forma «oficial», había iniciado la Primera Guerra Mundial. Concretamente, este país se veía ahora en la ruina ya que estaba obligado a pagar grandes impuestos al bando vencedor (denominados como «reparaciones de guerra»). Esto, unido a la gran crisis económica de 1929, había dejado a Alemania en el ostracismo.
En esa época, un joven Adolf Hitler había tomado ya las riendas del Partido Nazi y su discurso comenzaba a convencer a muchos alemanes. Y, al parecer, uno a los que persuadió fue Hugo Boss. «En abril de 1931, cuando aún Hitler no había llegado al poder, Boss, que entonces tenía 46 años, decidió alistarse en el Partido Nazi. Su número de afiliado sería el 508.889» afirma Hernández.
En 1933, dos años después de comenzar su aventura textil, y tras pasar multitud de calamidades económicas, Hugo Boss ya había decidido que su futuro sería proporcionar la indumentaria a las «Waffen SS», las SA (una organización paramilitar del partido nacionalsocialista), y las Juventudes Hitlerianas, según explica el historiador.
Ese mismo año, las ventas comenzaron a incrementarse, y, en términos del historiador, Hugo Boss incluyó un anuncio en un diario local afirmando lo siguiente: «Uniformes de las SS, las SA y las HJ. Ropa de trabajo, de deporte y de lluvia. La hacemos nosotros mismos, con calidad buena y reconocida y a buenos precios. Boss. Ropa mecánica y de trabajo, en Metzingen. Firma homologada por las SA y las SS. Uniformes con la licencia del Reich». Su futuro acababa de quedar sellado.
Desde ese momento los pedidos del ínfimo taller se multiplicaron. «Años más tarde, en 1935, Boss decidió abandonar la fabricación de ropa civil y dedicarse exclusivamente a la confección de uniformes. Seguramente, a Boss no le pasó desapercibido el dato de que entre miembros de las SS, SA y Juventudes Hitlerianas sumaban un total de tres millones y medio de uniformes, y que alguien debía de fabricarlos» sentencia Hernández.
Hugo Boss acertó de lleno, como explica el historiador: «La diversidad del vestuario del Tercer Reich debía ser atendida. Por ejemplo, el vestuario tipo del militar alemán podía tener hasta ocho uniformes distintos: el de campaña, el de servicio o diario, el de guardia, el de parada, el de presentación, el de paseo, el de trabajo, el deportivo y el de sociedad, este último solo para los oficiales».
El negocio progresa
Los pedidos llegaron a cientos hasta Metzingen, lo que provocó que Boss se planteara comprar en 1939 una fábrica de telas para ahorrar costes en el proceso de creación de las prendas. El mercado era sin duda favorable para la marca.
Ese año sucedió además un hecho que convertiría a Hugo Boss en una de las marcas con más beneficios en Alemania: la invasión de Polonia por parte de las tropas nazis el 1 de septiembre de 1939. La maquinaria militar de Hitler se puso en marcha y alguien tenía que proporcionar la vestimenta a todos aquellos soldados que recorrerían medio mundo. El elegido, como no podía ser de otra forma, fue aquel sastre que trabajaba en Metzingen.
Además, y según explica Hernández, la guerra amplió el mercado del modista, que ahora recibía multitud de nuevos pedidos, algunos incluso de la Wehrmacht (el grueso de las fuerzas de tierra, mar y aire del ejército alemán). «En el taller de Metzingen llegaron también pedidos de la Sección de Vestuario (Bekleidung) y del Estado Mayor (Stab), perteneciente a la Oficina de Asuntos Generales del Ejército (Allgemeines Heeresamt)» determina.
Boss era en ese momento un empresario acaudalado cuyo producto era conocido en toda Alemania. «El pequeño taller de Metzingen se convertía así en la segunda compañía textil más importante de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial» sentencia el historiador.
Escasez de materiales
Aunque la guerra significó el aumento de los pedidos para Boss, le provocó también una serie de problemas. El primero de ellos tuvo que ver con la disminución de la entrada de productos a través del comercio, lo que provocó la escasez de materias primas para confeccionar los trajes. A esta dificultad se unió además el recorte en el presupuesto destinado a los uniformes que hizo el Gobierno Alemán, ya que necesitaba el dinero para la investigación armamentística.
Sin embargo, Boss ideó una solución sencilla. «Si en los años treinta los uniformes de las SS, la SA, las HJ y la Wehrmacht estaban fabricados con una mezcla de fibras y lana, durante la guerra la lana reciclada pasaría a ser el elemento básico de los uniformes» afirma Hernández.
A su vez, los alemanes discurrieron otras formas de conseguir materias primas, requisárselas a sus enemigos. «Las necesidades de vestuario del Ejército alemán nunca se pudieron cubrir completamente debido a la escasez de materias primas. Por tanto, las tropas germanas se vieron forzadas a requisar toneladas de ropa en los países ocupados» destaca el historiador.
Otro problema que se le planteó a Boss fue la falta de trabajadores. Sin embargo, en su ayuda acudieron de nuevo las tropas de Hitler: «Hugo Boss no dudó en utilizar mano de obra de trabajadores esclavos procedentes de los países ocupados, sobre todo mujeres polacas. Entre 1940 y 1941, trabajaron treinta prisioneros franceses. Además las SS facilitaron a Boss la incorporación de una veintena de trabajadores polacos procedentes de campos de concentración», informa Hernández.
Después de la guerra
Después de la guerra, aproximadamente en 1945, las cosas cambiarían radicalmente para Hugo Boss, que pasó de ser un empresario reconocido a ser acusado por el nuevo Gobierno de colaborar con el nazismo. «Hugo Boss fue declarado por las autoridades aliadas ‘beneficiario’ del régimen nazi y su empresa fue calificada de ‘importante’ en el entramado económico del régimen de Hitler, dos condiciones que comportaron que Boss perdiera el derecho al voto y una multa de 80.000 marcos» destaca en su libro el periodista.
A pesar de la gran cantidad de la multa, en un principio el dinero no era un problema para el sastre. «Este importe lo pagó con el dinero obtenido gracias a la venta de grandes cantidades de seda de la que utilizaba para confeccionar paracaídas que Boss había comprado en el mercado negro durante la contienda» explica Hernández.
Después de ser multado, Hugo Boss decidió cambiar los trajes militares que confeccionaba por uniformes de trabajo. «A la vez, presentó un recurso ante los tribunales de justicia para limpiar su nombre. Sin embargo, Hugo Boss nunca obtuvo el perdón del Gobierno de la nueva República Federal de Alemania. Murió en 1948» sentencia el experto. Hace poco, la empresa ha pedido disculpas por su pasado.
Origen: A las órdenes de Hitler: el turbio pasado nazi de algunas famosas empresas actuales