¡Al fin! Expertos ingleses admiten la heroicidad de la Armada española en la batalla de Trafalgar
¡Al fin! Expertos ingleses admiten la heroicidad de la Armada española en la batalla de Trafalgar
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Agustín Guimerá es mucho más que un investigador del Instituto de Historia del CSIC, y eso es decir mucho. El experto español emana ese magnetismo que solo tienen esos pocos privilegiados que estudian y escriben de aquello que adoran. En sus manos sujeta cual padre orgulloso ‘Trafalgar. Una derrota gloriosa’ (Desperta Ferro), la obra que ha coordinado y que presenta estos días. Porque analiza el antes, el durante y el después de la mayor derrota de la Armada Española en los mares; porque se adentra en ámbitos nunca tratados sobre el tema; porque ofrece una triple visión de la contienda –inglesa, hispana y gala– y, en definitiva, porque derriba mil mitos. ¿El mayor de ellos? Esa idea absurda de que la ‘Royal Navy‘ lo hizo todo perfecto.
–El libro reúne diferentes perspectivas sobre el combate y sus prolegómenos.
Sí. Desde el principio tuve claro que el libro debía dar voz a británicos y franceses. Contacté con dos profesores ingleses, Richard Harding y Michael Duffy, que están jubilados, y estuvieron de acuerdo. Y otro tanto con el contralmirante francés Rémi Monaque, que aceptó el reto e hizo un trabajo fantástico. Además de ahondar en los momentos previos, el estado de la marina y los contextos políticos, los diferentes expertos dan una triple perspectiva del combate. Duffy hace un análisis magnífico, con muchas novedades, y Monaque y Agustín Rodríguez repasan y sintetizan lo ya conocido. Después, también ahondamos en los días posteriores a la batalla: el temporal y los naufragios. Terminamos con el legado de la contienda y la memoria colectiva de las tres naciones hasta llegar al siglo XXI.
–Destruyen muchos mitos. Entre ellos, la cadena de responsabilidades que provocó el desastre. ¿Quién fue el máximo culpable?
Fue una combinación diabólica, pero Napoleón fue el primer responsable de Trafalgar porque era un ignorante en asuntos navales. Creía que sabía, pero no, y tenía locos a sus almirante dando órdenes y contraórdenes como si estuviera en una batalla terrestre. Eso fue un severo error porque, en el mar, una fragata correo tardaba semanas en llegar al Caribe para informar a Villeneuve de los cambios de programa. Además, elaboró un supuesto plan genial que consistía en concentrar a todas las fuerzas en el Canal de la Mancha para apoyar la invasión de Inglaterra con las lanchas de desembarco de su Grande Armée. Pensaba que aquello iba a ser un paseo triunfal, algo absurdo porque la ‘Royal Navy’ tenía bien custodiada esta zona.
–¿El plan era, entonces, posible?
Bueno… Para empezar, se hubiera producido un combate muy duro entre las dos armadas. Y, en el caso de que hubieran podido desembarcar el ejército en Gran Bretaña, habrían necesitado varios días para organizarse y avituallar a los hombres. Lo peor es que Napoleón estaba convencido de que los ingleses se rendirían en cuanto la Grande Armée pisara las playas británicas. El planteamiento era bastante disparatado en este sentido.
–Sigamos con la cadena de responsabilidades… ¿Quién fue el segundo en discordia en este sentido?
El segundo responsable fue Denis Decrès, el ministro de Marina francés. Para empezar, porque rechazó la dimisión de Villeneuve cuando salió de Tolón. A pesar de que conocía sus carencias, animó a su amigo y no avisó Napoleón. Fue un error porque había muchos almirantes más enérgicos y con mayor liderazgo que él; marinos que podrían haber hecho un mejor papel.
–¿Cómo era Villeneuve?
Era muy buen profesional, pero tenía dos defectos: su pasividad y la tendencia a la depresión. Sabía que se enfrentaba a la mejor marina del mundo, la inglesa, y eso acabó con su ánimo.
–Federico Gravina ha sido acusado de afrancesado por no plantar cara a Manuel Godoy ni a Napoleón…
Godoy se había puesto en manos de Napoleón para su propia supervivencia política en 1804 y había dado órdenes terminantes a Gravina de que obedeciera en todo a Villeneuve. Ha sido criticado por afrancesado y por ser demasiado obsequioso con el galo; también se ha dicho que no debió salir de Cádiz el 19 de octubre. Pero nosotros rebatimos esto arguyendo que era un militar, y que debía acatar lo que le mandaba su Primer Ministro. Si no hubiera salido de puerto a luchar, habría sido sustituido, arrestado y habría llegado otro almirante.
–También afirman que la economía no nos fue favorable en el siglo XVIII…
A partir de 1790 España entró en una crisis financiera terrible. Y, seis años después, la guerra con los británicos interrumpió el comercio de las colonias, desde donde llegaba la plata y el oro para pagar los gastos navales y garantizar la propia supervivencia de la monarquía. A eso habría que sumarle las malas cosechas, las epidemias de fiebre amarilla al sur de la península… Todo eso supuso un revés muy grande para la institución naval. Los oficiales y los marineros llevaban meses sin cobrar, y los barcos, que eran los portaaviones de la época, no tenían mantenimiento.
–¿El mito de que la marinería de la armada combinada estaba poco entrenada es real?
La marinería estaba relacionada con el comercio marítimo y la navegación. En aquella época la flota mercante española era de 100.000 toneladas. La inglesa, a cambio, sumaba 2.000.000. Eso suponía, como decían Mazarredo y Escaño, que los marineros preparados para llevar aquellos monstruos marinos eran unos 8.000, o 38.000 con muchísimos esfuerzos y valiéndose de la matrícula de mar. El resto eran de segunda categoría. Los británicos, por su parte, contaban con unos 100.000. La conclusión es que, cuando empezó la batalla de Trafalgar, había grandes carencias en tres aspectos: naval, liderazgo y político.
–En parte, Francia fue la gran culpable. ¿Cómo se recuerda esta batalla en el país?
Desde el primer día, los franceses quisieron borrar la derrota naval. Prefirieron hacer hincapié en sus victorias continentales. En parte es lógico, ya que Napoleón ganó las batallas terrestres desde Austerlitz hasta Waterloo. Entendieron que ya no podían aspirar a ser una gran potencia naval y, aunque continuaron con la fabricación de barcos, nunca recuperaron su pujanza. Y no porque les faltaran recursos materiales, que tenían de sobra, sino por problemas con la marinería y los oficiales.
–¿Y los británicos?
Los británicos exaltaron la imagen del héroe que muere en el campo de batalla. A Nelson le llamaron el dios de la guerra, le erigieron una columna en Trafalgar Square… Todavía hoy siguen alimentando el mito popular, que es uno de los pilares del nacionalismo inglés actual.
–¿Sucede lo mismo en el mundo académico?
No. En el mundo académico han hecho una revisión de las grandes virtudes y defectos de Nelson y de su segundo, Collingwood. Duffy es un gran ejemplo. En su capítulo admite que cometieron errores y que no fue un paseo militar. El ejemplo más claro es que hubo navíos de la ‘Royal Navy’ que llegaron muy tarde al combate, unos 170 minutos después del comienzo. Profesores como Duffy nos permiten poner en equilibrio el mito con la historia.
–Ya tocaba… ¿Qué más fallos recoge?
Varios. Los comandantes de la escuadra no conocían la táctica de cortar la formación enemiga porque normalmente se combatía en líneas paralelas, intentando doblar por retaguardia o vanguardia. Era muy compleja, hasta tal punto que solo se había hecho dos veces antes, y requería mucha pericia marinera. Al final, varios oficiales no estuvieron a la altura y, como he comentado, llegaron tarde al combate. Eso provocó que las cabeceras, los navíos de Nelson y Collingwood, absorbieran el fuego de la combinada y tuvieran muchos muertos y heridos. No fue un paseo triunfal. Además, se molestaron unos a otros en la refriega y no estuvieron a la altura desde el punto de vista artillero.
–¿Por qué no suelen salir a la luz estos fallos?
Cuando acabó el combate, Collingwood pasó página. Estableció que todos habían combatido bien, habían vencido a sus enemigos y no iban a entrar en detalles.
–¿Qué opina Duffy del combate de la armada combinada?
Esgrime que Nelson y Collingwood no se esperaban una resistencia tan tenaz. Hay muchos casos. El ‘Redoutable‘, un dos puentes dirigido por el francés Lucas, inmovilizó a dos tres puentes ingleses que le superaban en altura y potencia de fuego. Por el lado español destacó la resistencia del ‘Santísima Trinidad’, el ‘Santa Ana’ –que luchó de forma brava con el insignia de Collingwood–o el ‘San Juan Nepomuceno’… El ejemplo más claro de que lucharon con bravura es que, tras la batalla, el mismo Collingwood mandó un bote al ‘San Agustín’, que estaba a punto de hundirse, para interesarse por la salud del «bizarro comandante» que había dirigido ese navío. Todo esto supone una visión nueva del combate.
–¿Por qué se ha extendido esa visión negrolegendaria de Trafalgar?
Muchos beben de Benito Pérez Galdós o Manuel Marliani. Lo explica Carlos Alfaron en su capítulo. Lo bueno es que ahora todo se ha superado. A los historiadores nos toca acabar con todos esos mitos.
–¿Y dónde queda Villeneuve en todo esto?
Villeneuve cometió un error tras otro. Mientras estaba fondeada la escuadra en Cádiz debía haber puesto los barcos en orden de batalla. Así podrían haber salido de forma ordenada. El resultado fue que se tardó dos días en sacar la armada. Eso hizo que se perdiera el factor sorpresa. También debería haber hecho caso a Escaño, quien, el 8 de octubre en Cádiz, aconsejó no salir a la mar y aguardar a que llegara el temporal para huir al Mediterráneo. Pero el francés salió a combatir cuando se enteró de que Napoleón le había destituido y había enviado al almirante Rosily para sustituirle.
–Y la famosa virada por redondo…
Sí. El último gran punto fue la virada por redondo a las ocho de la mañana. No se puede virar cuatro horas antes del combate delante de un enemigo que ya está en formación de atauque. La maniobra de aparejo era difícil, había poco viento… A pesar de todo, ordenó a los capitales dar la vuelta a los navíos. Y de forma simultánea, y no sucesiva. Muchos cayeron a sotavento, y en barlovento había muchísimos huecos. A las 12, la victoria estaba en bandeja de plata para Nelson.
–A cambio, en el combate del cabo Finisterre, previo a Trafalgar, las cosas se hicieron bien.
Allí se demostró que, cuando las cosas se hacen bien, no hay problemas. En esa batalla, la flota de Robert Calder quería doblar la línea de batalla combinada por la retaguardia. Pero Villeneuve ordenó a Gravina que virara de forma sucesiva. Eso permitió al español embestir con toda la fuerza de vela contra los ingleses. El británico, al ver que si seguía el rumbo se iba a enfrentar al grueso de la armada enemiga, tuvo que virar. El resultado fue que Calder se retiró y rehuyó el combate durante varios días. Si eso no es perder…
–También dedican varios capítulos a los días después de la batalla de Trafalgar.
Sí. Poco después de la batalla estalló la tormenta que habían vaticinado los mandos españoles. Los ingleses habían capturado 17 navíos, pero en unas condiciones lamentables; estaban desarbolados, eran pontones que las olas se llevaban a la costa. En ese momento, el día 22, Escaño convocó a los comandantes que habían escapado y les dijo que iban a salir a la mar para rescatar los barcos apresados. Eso fue algo inaudito después del golpe que habían recibido. La ‘Royal Navy’ no tuvo más remedio que hundir la mayor parte de los buques capturados. También narramos la heroicidad del pueblo español a la hora de rescatar a los marineros de los navíos que habían naufragado.
Origen: ¡Al fin! Expertos ingleses admiten la heroicidad de la Armada española en la batalla de Trafalgar