Alemania: Los últimos juicios al nazismo (I): la carrera a contrarreloj para condenar a los verdugos. Noticias de Mundo
Alemania: Los últimos juicios al nazismo (I): la carrera a contrarreloj para condenar a los verdugos. Noticias de Mundo. Alemania está llevando ante la justicia a los últimos nazis con vida, después de que en 2011 un fallo histórico permitiera condenar a cómplices del Holocausto
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Alemania está llevando ante la justicia a los últimos nazis con vida. Desde 2011, se han firmado tres condenas y alguna más podría producirse en los próximos meses. No se trata de altos cargos, pero su mero trabajo en los campos de concentración los hace cómplices, en ocasiones, de cientos de miles de asesinatos. Más de 70 años después del final de la II Guerra Mundial, es justicia tardía. Pero los supervivientes la aplauden.
Este reportaje aborda en dos entregas (contexto y protagonistas) el último intento de hacer justicia sobre la mayor tragedia humanitaria de la Historia.
Introducción: el caso que reavivó la llama
Debió haber sido hombre imponente hace muchos años. Más aún en uniforme. Ahora, hundido en su modesta silla de ruedas, merodea en ese terreno pantanoso en el que limitan la lástima y el rechazo. El nonagenario aparece hierático al abrirse la puerta, tratando de abstraerse ante el revuelo de fotógrafos que se aprieta a su alrededor. De entre un ajado abrigo de trazas militares y una camiseta azul surge su gran cabeza ovalada, de rasgos bastos y carnosos. Se mantiene erguida, totalmente calva. Los ojos del viejo, pequeños, oscuros, se aferran al vacío. Algún periodista le lanza al vuelo una pregunta que él masca, sin responder, dibujando una mueca de disgusto. Poco a poco, el policía que empuja su silla de ruedas consigue abrirse paso entre la multitud insatisfecha que se agolpa en el pasillo. Ahora ya no, pero aquel anciano debió haber sido imponente de joven. Más aún con su uniforme nazi.
La sentencia de John Demjanjuk fue un punto de inflexión en la persecución de los últimos criminales nazis con vida
El hombre en la silla de ruedas era el ucraniano John Demjanjuk y aquel 12 de mayo de 2011, momentos antes de atravesar ese corredor lleno de periodistas, acababa de de ser condenado a cinco añosde cárcel por su complicidad en la muerte de unos 28.000 judíos en el campo de exterminio de Sobibor. Su sentencia supuso un antes y un después para la justicia alemana. Pero también para la persecución de los últimos criminales nazis con vida y para lograr, con décadas de retraso, una cierta reparación para los millones de víctimas que dejó, a mediados del siglo pasado, la máquina de la muerte nacionalsocialista.
La Audiencia de Múnich consideró probado que Demjanjuk se desempeñó entre marzo y septiembre de 1943 como guardia voluntario, los conocidos como «trawniki», en Sobibor, un campo de exterminio situado en la actual frontera entre Polonia y Ucrania en el que se estima que fueron aniquiladas unas 250.000 personas. La sentencia explicaba que el condenado, como cientos de soldados soviéticos de origen ucraniano, fue capturado por los nazis y formado como guardia para ejecutar las tareas que los soldados de las SS no querían hacer. Entre ellas destacaba el asesinato masivo y a sangre fría de los prisioneros en las cámaras de gas de los campos de exterminio.
La Audiencia de Múnich usó como prueba clave la hoja de servicios del antiguo preso ucraniano, que le asignaba como guardia en Sobibor
Para condenar a Demjanjuk, la prueba clave no fueron los testimonios de los supervivientes, pues apenas 50 personas salieron con vida de Sobibor. Lo fundamental fue vincularle con la hoja de servicios con el número 1393 de la administración nazi, una especie de pasaporte de Iwan Demjanjuk, el nombre del condenado hasta que emigró en los años 50 a Estados Unidos. El documento, que incluía una fotografía y una descripción física, le asignaba, con fechas, como guardia en el campo de exterminio de Sobibor. La sentencia le encontró culpable de «complicidad en el Holocausto» y de «participación en la maquinaria exterminadora nazi».
El fallo de la Audiencia de Múnich fue histórico y sentó jurisprudencia. Desde ese 12 de mayo de 2011, la justicia alemana no necesitaba probar que alguien había cometido un crimen concreto en un campo de exterminio para poder condenarlo, sino simplemente demostrar que esa persona había formado parte en cualquier escalafón de la administración de los centros de la muerte. Que era parte de ese engranaje macabro y que, por tanto, era consciente de los crímenes y no hizo nada por impedirlos. Que era cómplice de la barbarie nazi.
La sentencia generó una oleada de causas judiciales sobre los últimos responsables del Holocausto, llevando a los tribunales a seis personas
Al revuelo mediático que generó la sentencia, como sal que cae en una herida que nunca cicatriza, siguió una oleada de causas judiciales en Alemania. La Oficina Central de Investigación de los Crímenes del Nacionalsocialismo, un organismo público alemán, y el centro Simon Wiesenthal, un colectivo judío que persigue a los criminales nazis, se lanzaron a la caza de los últimos responsables con vida del Holocausto. En los años siguientes, y hasta nuestros días, ambos han conseguido llevar ante los tribunales a media docena de personas a las que vinculan con el asesinato de hasta seis millones de personas, en su mayoría judíos, aunque también polacos, comunistas, prisioneros de guerra, homosexuales y gitanos, en la red de campos de concentración y exterminio del III Reich. Son los últimos juicios al nazismo.
La controversia: encarcelar a nonagenarios
Esta última oleada de juicios cuenta con un amplio apoyo en Alemania y en todo el mundo, aunque también genera dudas sobre ciertos aspectos. El retraso de décadas en la puesta en marcha de estos juicios, la pertinencia de encarcelar a personas con un estado de salud muy deteriorado y el hecho de procesar a cargos medios y bajos que, de haber desobedecido las órdenes, hubiesen corrido seguramente la misma suerte. El propio Demjanjuk, un soldado soviético capturado y forzado a convertirse en guardia, no llegó a entrar en prisión. Murió diez meses después de su sentencia en una residencia de ancianos. Ernest Tremmel, miembro de las SS y guardia en el campo de Auschwitz, falleció una semana antes del juicio.
«Estos procesos debían haberse realizado hace cuarenta o cincuenta años. Pero no es demasiado tarde para describir lo que ocurrió entonces», considera Justin Sonder, superviviente de Auschwitz. Christoph Heubner, vicepresidente ejecutivo del Comité Internacional de Auschwitz, cree que, para quienes vivieron aquella experiencia, «ver a miembros de las SS ante la justicia» puede ser «muy importante para cerrar» esa etapa, si bien es «justicia tardía».
«El paso del tiempo no hace desaparecer la culpa de los asesinos», afirma Efraim Zuroff, director de la oficina israelí del centro Simon Wiesenthal, en declaraciones a Aish. «La edad avanzada no debería otorgar protección a la gente que cometió esos crímenes horrendos. Alcanzar los 90 no convierte a una asesino en serie en un hombre justo», argumenta Zuroff, que defiende la máxima de más vale tarde que nunca: «Hemos perdido la batalla de llevar ante la justicia a todos los nazis hace décadas. Pero cada uno que podamos llevar a juicio hoy es una victoria».
La jurisprudencia: cómplices de asesinato
Sin contar los juicios de Núremberg, que los organizaron las fuerzas aliadas, y los de Auschwitz, que tuvieron lugar en Polonia tras la II Guerra Mundial, hasta Demjanjuk sólo había habido una oleada de procesos legales en Alemania por los crímenes del nacionalsocialismo. Fue a principios de los años 60, cuando se instruyó el llamado proceso de Auschwitz en Fráncfort, o segundos juicios de Auschwitz, en el que 22 mandos bajos y medios de las SS destinados en el mayor campo de concentración nazi fueron condenados siguiendo la legislación penal alemana y no las leyes internacionales.
De los cerca de 6.500 miembros de las SS que trabajaron en Auschwitz, sólo 750 han sido condenados
No obstante, de los aproximadamente 6.500 miembros de las SS que trabajaron en Auschwitz, hasta ahora sólo 750 habían sido condenados, según el historiador británico Laurence Rees. De ellos, 29 se enfrentaron a la justicia en la República Federal Alemana y otros 20 fueron juzgados en la Alemania oriental. Estas cifras han llevado a algunos a denunciar que Alemania no estaba asumiendo completamente su responsabilidad con el Holocausto. La ministra de Justicia israelí, Ajelet Schaked, aseguró en una entrevista en Die Welt el pasado mayo que «en el pasado no se buscó suficientemente a los culpables».
Por un tiempo, la justicia alemana miró hacia otro lado, y luego con el paso de las décadas las dificultades aumentaron y el interés decayó. Hasta que llegó el juicio a Demjanjuk. El fiscal jefe de la Oficina Central de Investigación de los Crímenes del Nacionalsocialismo, Jens Rommel, lo explicaba a la publicación estadounidense Esquire: «No hace falta probar un determinado acto que llevó directamente a una muerte. La mera presencia, el mero apoyo a todo el sistema del campamento es castigable». La fiscalía basó su argumento en que Demjanjuk era una especie de funcionario y que recibía un salario. Recibía además los mismos beneficios que los miembros de las SS. Los testimonios de los supervivientes, por su parte, no perseguían probar hechos concretos, sino demostrar que la conducta criminal en los miembros de las SS de los campos de concentración era algo sistemático. Y la acusación ganó.
Hasta 50 personas podrían declarar ante la justicia por su pasado nazi, si bien su avanzada edad podría truncar la mayoría de procesos
Tras ese caso, la Oficina Central Investigadora de los Crímenes del Nacionalsocialismo relanzó una serie de investigaciones y el año pasado anunció su propósito de llevar ante la Justicia a unas 50 personas por su presunta complicidad con los asesinatos en los campos del III Reich. No obstante, estos casos son difíciles de armar y, teniendo en cuenta además la avanzada edad de los acusados, muchos procesos podrían no salir adelante. Sobre la sentencia a Demjanjuk se apoyó también el Centro Simon Wiesenthal, dedicado a la caza de criminales nazis, para lanzar el año pasado su campaña «Tarde, pero no demasiado tarde», una iniciativa para intentar juzgar a los últimos criminales nazis que pudiesen seguir vivos en Alemania.
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