Así aplastó España el navío más temible de la Royal Navy: la gesta que Inglaterra quiere que olvidemos
El combate de la isla de Flores, acaecido el 9 de septiembre de 1591, fue una de las acciones más célebres de la pugna por el dominio del Atlántico, en la que 55 navíos españoles comandados por Alonso se Bazán sorprendieron y ahuyentaron a otros 22 británicos en las Azores
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Uno de los episodios más controvertidos y célebres de la larga pugna que sostuvieron España e Inglaterra por el dominio del Atlántico, entre 1568 y 1604, es el combate de la isla de Flores acaecido el 9 de septiembre de 1591. Un total de 55 navíos españoles al mando de Alonso de Bazán sorprendieron y ahuyentaron a otros 22 británicos a cargo de Thomas Howard, conde Suffolk, que intentaba apoderarse de la gran y muy rica Flota de Indias a su paso por las Azores.
Para la Marina inglesa supuso un duro revés que le costó la vida de uno de sus navíos más célebres, el Revenge, insignia de Francis Drake, saqueador nato y eterno dolor de cabeza para la Monarquía hispánica en el siglo XVI. La valiente e infructuosa defensa del famoso galeón fue protagonizada por Richard Grenville, en un episodio polémico que ha sido valorado de muy distinta forma dependiendo de quién lo contara. Pero, ¿fue un acto heroico el del capitán inglés contra los españoles o, por el contrario, una brillante operación del marino español Alonso de Bazán que la historiografía británica ha querido arrebatar a España?
El combate de la isla de Flores ha sido, efectivamente, cantado por los poetas más importantes de Gran Bretaña, a pesar de haber acabado en derrota. Aún así, ha pasado a los anales de la Royal Navy como una de las acciones más asombrosas de su dilatada y gloriosa historia. En el manual de « Historia general de España», publicado por el historiador Modesto Lafuente en 1850, el punto de vista sobre los acontecimientos es muy diferente: «En 1591, fue enviada a las Azores una flota inglesa de cincuenta velas al mando del conde de Cumberland, con el objetivo de esperar a las naves españolas que venían de las Indias y apoderarse de ellas. Pero descubierta y embestida por los galeones de don Alonso de Bazán, que había salido de Ferrol para darle caza, varios de sus navíos fueron echados a pique, quedando otros muy maltratados y huyendo el de Cumberland a favor de un recio temporal y de las sombras de la noche».
Un enfoque muy parecido es el que mantiene hoy el escritor e historiador Víctor San Juan en su último libro « Veintidós derrotas navales de los británicos», reeditado ahora por Renacimiento y en el que recoge este y otros episodios de la todopoderosa Royal Navy. «La historiografía inglesa ha pretendido siempre devaluar la pérdida del Revenge, minorándola como un combate individual. Es decir, una excepción a la regla que se saldó con un heroico pero adverso resultado. Cuando, en realidad, no es más que la parte más llamativa de una emboscada planificada con todo cuidado por los victoriosos marinos británicos […]. Pero, en esta ocasión, los españoles y los portugueses fueron capaces de reaccionar, poniendo en fuga a sus enemigos y tomándoles el navío más importante de su escuadra. Una completa derrota inglesa que la Historia ha tratado de escamotear», defiende el autor.
El Revenge, contra España
¿Qué ocurrió realmente? ¿Se pueden mantener ambas versiones del mismo hecho? En 1591, los ingleses creían que España había perdido definitivamente su predominio en el mar. Por esta razón armaron una flota en nombre de la Reina Isabel I con la que interceptar a la flota española que transportaba el tesoro de las Indias. El Revenge era uno de los seis galeones fuertemente armados, y con un desplazamiento superior a las 500 toneladas, que enviaron. Los otros eran el Defiance, Sans Pareil, Bonaventure, Lion y Prévoyance. Y al mando de todos ellos, Howard, un viejo conocido por su participación en varios asaltos y batallas contra los españoles.
Entre sus filas se encontraba el mencionado Grenville, encargado en ese momento de capitanear el Revenge. A esas alturas, este célebre galeón inglés ya había protagonizado, durante sus 15 años de vida, las más notables campañas de la contienda anglo-española: el desembarco de Dingle en 1579, el ataque a Cádiz en 1587, la propia campaña de la Armada Invencible al año siguiente y la Contraarmada de 1589, para terminar con esta emboscada de las Azores en 1591.
Era un navío de 40 metros de eslora y casi diez de manga, que estaba armado con menos de medio centenar de cañones. Esas características le dotaban de una gran rapidez y maniobrabilidad para lo que era habitual en la época, lo que le hacía destacar del resto de barcos de guerra. Grenville, por su parte, era un veterano soldado, armador y miembro del Parlamento inglés que, veinte años antes, había peleado contra los turcos en Centroeuropa. Y que, una década antes, se había marchado al Nuevo Mundo para conocer las incipientes colonias americanas. «En 1588 aportó tres barcos a la campaña contra la Armada Invencible y ahora recogía el fruto de su generosidad, aún cuando, como marino y corsario, su única cualidad destacable fuera haber desarrollado, con los años, un odio visceral hacia los españoles que acabaría por sellar su final y el del Revenge», defiende San Juan.
El cazador cazado
Los ingleses estuvieron seis meses esperando en las Azores el paso de la Flota de Indias. Teniendo noticias de su plan, los españoles hicieron sus propios preparativos para salir a la caza de estos. Alonso de Bazán dio mandó a la armada que salió en su búsqueda. Estaba constituida por un importante núcleo de 16 galeones y cinco navíos de propiedad de la Corona que tenían un porte global de 12.490 toneladas y estaban armados con 448 piezas de artillería. A estos se sumaron otros 12 navíos, cinco pataches, seis zabras y una carabela de particulares que disponían de 274 piezas de artillería más. Y dentro de todos estos barcos, 7.200 hombres entre marineros e infantería.
El 30 de agosto de 1591, los británicos vieron aparecer un mar de velas en el horizonte que creyeron que era la esperada Flota de Indias. No se percataron de que, en realidad, era la potentísima escuadra de Alonso de Bazán que España había conseguido armar tan solo tres años después del desastre de la Armada Invencible. Pero como la desproporción de fuerzas era evidente, Howard salió con sus naves intentando ganar barlovento a la derecha de los españoles, para evitar el abordaje, y huyó a toda vela mientras era perseguido a cañonazos por las naves españolas hasta que cayó la noche. Una decisión urgente de los británicos, que sabían que el cazador tenía todas las papeletas de ser cazado.
Algo debió pasar por la cabeza de Grenville, el héroe inglés del combate de las Flores, la isla más meridional de la Azores, puesto que desoyó las órdenes de sus superiores y, en vez de poner pies en polvorosa , decidió mantener la posición y enfrentarse a los españoles él solo. Una decisión a todas luces irracional, en la que el vicealmirante inglés se erigió en algo así como el David que quería enfrentarse a Goliat. Las crónicas inglesas hablan de un «alarde de gallardía», aunque más bien parecía un kamikaze.
Grenville, solo en la batalla
Cuando comenzó el fuego del Revenge, Bazán ordenó a parte de su escuadra que se lanzara con todas sus fuerzas al ataque para acabar cuanto antes con el famoso navío. Y mientras, envió a los galeones San Pablo, San Martín, San Felipe y San Bartolomé, además de a otros ocho filibotes, a la persecución del resto de la armada británica para impedir que huyera. Grenville siguió enfrentándose solo a los españoles, incluso cuando los buques que le escoltaban también habían abandonado sus posiciones dejándole solo.
Algunas crónicas inglesas cuentan que el Reveng, al iniciar el combate, hundió un barco e inutilizó a otro. «Para que un galeón mediano de solo 50 cañones hunda fulminantemente a una embarcación –explica San Juan–, es que esta era pequeña y ligera. Cabe conjeturar que se tratara de las zabras y los pateches de vanguardia de la armada española, que entretuvieron combatiendo al ardoroso Grenville lo suficiente como para que llegaran buques mayores a hacerle frente».
Finalmente no hubo victoria para los ingleses que, asediados como estaban por todos los flancos, cayeron bajo las tropas españolas. Como era de esperar, el Revenge fue capturado al anochecer después de haber sido rodeado por tres galeones españoles. Grenville arrió la bandera y fue abordado por los navíos de la armada española. Su barco estaba completamente desarbolado, con la obra muerta desecha, el casco en muy mal estado y casi la mitad de sus defensores muertos o gravemente heridos. Entre ellos, el mismo vicealmirante «suicida» que había caído de un arcabuzazo. Fue apresado y falleció pocas horas después a bordo del San Pablo. Según se cuenta en «Veintidós derrotas navales de los británicos», sus últimas palabras fueron: «He terminado mi vida como debe hacerlo un auténtico soldado que ha luchado por su patria, su reina, su religión y su honor».
Por parte española fallecieron aproximadamente 100 soldados y marineros debido al hundimiento del galeón Ascensión y la capitana de Coutinho. No obstante, aquel día España demostró a la Reina Isabel I que no estaba dispuesta a sufrir más el pillaje de sus infames corsarios. Además, el Revenge pasó a izar el pabellón del Rey Felipe en compañía del San Juan y La Caridad. Pero, quién lo iba a decir, como si el galeón inglés no soportara servir al enemigo, a los cinco días de su captura se hundió a causa de un temporal.
Así concluye el polémico episodio de la captura del Revenge que los británicos, contándolo como un episodio asilado de la guerra anglo-española, quisieron maquillarlo como un acto heroico y puntual de Richard Grenville a lo largo de estos cuatro siglos transcurridos. Siempre quisieron que aquella acción rematara la existencia de uno de los buques importantes de la historia naval inglesa.