Así salvó la familia Primo de Rivera al juez del Frente Popular que condenó a José Antonio
Durante los años 50, el hermano del fallecido líder de Falange intercedió para que Eduardo Iglesias Portal regresase de su exilio
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!
Lo bonito de la historia, aunque sea algo repetitivo decirlo, es que ve más allá del maniqueísmo; entiende de grises y se aleja de blancos y negros. En el caso de que no lo crean basta con conocer los esfuerzos que Miguel Primo de Rivera, cónsul español en Inglaterra tras la Guerra Civil, hizo para conseguir que el juez Eduardo Iglesias Portal, al frente del tribunal del Frente Popular que condenó a muerte a su hermano José Antonio en 1936, fuese indultado y regresase de su exilio en México. Su ayuda, indispensable, surtió sus efectos y el magistrado cuya decisión llevó al paredón al líder de Falange, volvió a su hogar y disfrutó de una larga y tranquila vida durante el régimen franquista.
Iglesias Portal fue un juez brillante que pasó por el Tribunal Supremo, fue presidente del Tribunal de la Junta Depuradora de la Administración de Justicia (encargado de la represión durante la Guerra Civil) y, entre otras tantas cosas, participó en el Tribunal Central de Espionaje, Alta Traición y Derrotismo. Instruyó, además, el sumario del asesinato de Calvo Sotelo o las diligencias por el intento de golpe de Estado del general Sanjurjo en 1932. Era, en definitiva, una figura respetada, una superestrella de la magistratura de la Segunda República.
Aunque es cierto que el juicio que consiguió que atrajera todas las miradas llegó en 1924 (el crimen del tren expreso de Andalucía), su decisión más famosa la tomó el 18 de noviembre de 1936, cuando -como presidente del Tribunal Popular- dictó sentencia contra José Antonio Primo de Rivera, contra su hermano Miguel y contra la esposa de este. La resolución fue clara: muerte para el primero por rebelión militar, treinta años de prisión para el segundo y seis años y un día para la última. Lo más llamativo fue que, aquella jornada, el fundador de Falange se acercó a él después del proceso, le dio un abrazo y le pidió disculpas por el «mal rato» que acababa de pasar.
Y es que, según explica Honorio Feito en «Iglesias Portal. El juez que condenó a Primo de Rivera», ambos eran buenos amigos. Eso, a pesar de que el magistrado formaba parte de los llamados Tribunales Populares; un nuevo organismo cuyos magistrados eran seleccionados a dedo por el Frente Popular y sus partidos políticos afines. Cabe decir, en todo caso, que, a pesar de ser seleccionado por esta agrupación, Iglesias Portal siempre pudo presumir de no haberse afiliado a ningún partido.
Exilio dorado
Dos años después, el final de la Guerra Civil trajo consigo el exilio masivo de civiles y soldados republicanos hacia Francia. Tal y como explica la investigadora Evelyn Mesquida a ABC, los periódicos patrios apodaron este viaje masivo como la gran retirada. Y no era para menos, pues entre 650.000 y 1.500.000 personas (atendiendo a las fuentes) abandonaron el país que los había visto nacer por el miedo a las represalias de los vencedores. Iglesias Portal, el mismo magistrado que había juzgado a Primo de Rivera y había sido una estrella de la toga, fue uno de ellos.
El 24 de enero de 1939 caminaba tranquilo por las calles de Barcelona cuando se metió en un vehículo en el que viajaban varios amigos suyos. Su destino: Francia. Saber que las tropas nacionales se hallaban a las puertas de la Ciudad Condal y su pasado como juez durante la época del Frente Popular le empujaron a dejar todo atrás.
Pero en Francia no le esperaba la tierra prometida. Ni a él, ni al resto de republicanos. Lejos de recibir a los exiliados con los brazos abiertos, el gobierno galo internó a una buena parte de ellos en precarios campos de concentración donde reinaba el hambre y el frío. Iglesias Portal pisó dos de estos centros de confinamiento, «uno cerca de Burdeos y el otro cerca de Montpellier», según desvela en su obra Feito. Por suerte para él, pudo escapar gracias a la mediación de un amigo y, al poco, buscar una plaza en un barco de refugiados que viajaba hacia México.
Iglesias Portal arribó en solitario, sin la compañía de una familia que dejó atrás, al puerto de Veracruz el 19 de noviembre de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial. El país se convirtió a partir de ese momento en su hogar durante la friolera de dieciocho años. Dos décadas en las que su lealtad al gobierno republicano en el exilio le garantizó, por un lado, la supervivencia a través de los subsidios del JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles) y, por otro, un trabajo en la embajada que la Segunda República mantuvo en México durante lustros.
En su obra, Feito recopila una ingente cantidad de documentos que demuestran que Iglesias Portal intentó pasar desapercibido y que, para evitar miradas indiscretas desde España, se comunicó con su familia a través de un alias. Lo que queda claro es que, gracias al dinero que obtuvo del gobierno republicano en el exilio no pasó estrecheces. «Entre los trajes que yo mismo me hice y los que me regalaron, tengo vestidos para muchos años. Además, son buenos, pues aquí hay fábricas de paños excelentes», dejó sobre blanco en una ocasión.
El decreto de Franco
Iglesias Portal volvió a plantearse su vuelta a España cuando Franco firmó el decreto del 9 de octubre de 1945. Un texto en el que se invitaba a miles de exiliados a solicitar su regreso a España siempre que no hubieran sido ideólogos o grandes gerifaltes de la Segunda República:
«Se concede indulto total de la pena impuesta, o que procediera imponer, a los responsables de los delitos de rebelión militar, contra la seguridad interior del Estado o el orden público, cometidos hasta el primero de abril de mil novecientos treinta y nueve […], siempre que no conste que los referidos delincuentes hubieran tomado parte en actos de crueldad, muertes, violaciones, profanaciones, latrocinios u otros hechos que […. ] repugnen a todo hombre honrado».
Receloso, pero animado por sus tres hijas, Iglesias Portal envió una solicitud de indulto en 1954. En ella, eso sí, obviaba que había sido uno de los jueces que había condenado a José Antonio Primo de Rivera a la pena capital. Como sospechaba, aquella primera petición le fue denegada. Sin embargo, y lejos de desesperar, Dolores, Teresa y María tomaron la dura decisión de adjuntar una nueva petición a un personaje que podía interceder por su padre ante el mismísimo Francisco Franco… Miguel Primo de Rivera, hermano del fundador de Falange y entonces embajador de España en Londres.
El reto era doble ya que, además del rencor por la muerte de su hermano, Miguel también había sido juzgado por Iglesias Portal en el mismo proceso. Aunque, en su caso, eludió la pena de muerte. Así lo confirma el historiador Miguel Argaya Roca en su artículo sobre este personaje escrito para la Real Academia de la Historia: «Fue condenado a treinta años de reclusión, que no cumplió, pues pronto fue canjeado y trasladado a la zona que había quedado en manos del ejército sublevado. Una vez allí, fue nombrado por Franco consejero nacional de la nueva Falange Española Tradicionalista (FET), el partido único del régimen, y miembro de su Junta Política».
En palabras de Feito, el texto de la carta sigue sin conocerse en su totalidad. Con todo, el mismo Miguel cedió parte a su primo, José Luis Sáenz de Heredia, para que elaborara un artículo en la revista «Teresa»:
«Somos hijas del magistrado del Supremo Eduardo Iglesias Portal que, como vuestra excelencia bien sabe, […] formó parte del Tribunal en el que fue juzgado vuestro hermano […]. Su excelencia […] recordará que, al terminarse y comunicar la sentencia, su hermano subió al estrado y abrazó a nuestro padre y le dijo que sentía el mal rato que por su causa estaría pasando, pues no sé si sabrá que nuestro padre y él eran amigos».
La ayuda de Primo de Rivera
La forma en que Miguel Primo de Rivera actuó hace que la teoría del abrazo entre el magistrado y José Antonio cobre fuerza. El entonces cónsul, hombre clave para el franquismo por su relación con el fundador de Falange y por su potencia simbólica, empezó una relación epistolar con las hijas de Iglesias Portal a través de la cual insistió en que haría todo lo posible para que su padre regresase a España.
Su misiva más llamativa, escrita de su puño y letra desde la embajada de Londres, está fechada el 18 de abril de 1955 y es reproducida en su totalidad por Feito. En la misma, el diplomático afirmaba, en primer lugar, que no tenía «nada que oponer para que su padre vuelva a España» y que, «al contrario, estoy dispuesto a procurar el que esto ocurra, ayudándoles a ustedes, en todo aquello que se tenga por conveniente».
A lo largo de la carta, Miguel Primo de Rivera especificaba también que le constaba que «en circunstancias normales, y obrando según los dictados de su conciencia, el magistrado jamás hubiese sido directamente responsable de una sentencia dictada contra José Antonio, de quien no era enemigo». Por último, ofrecía aquel escrito como una declaración jurada que presentar ante las autoridades en su favor.
Según el investigador español, «es evidente que la generosidad de Miguel Primo de Rivera fue uno de los incentivos más valiosos para la repatriación del magistrado». Feito insiste también en que el cónsul intercedió por la familia hasta que, un año después, el falangista canario Blas Pérez presentó la solicitud de indulto el 27 de julio de 1956 ante el Consejo de Ministros Ese fue el día en que se aprobó su regreso, aunque nuestro protagonista no pudo arribar de nuevo a España hasta tres años después. A partir de entonces vivió la última parte de su existencia sin contratiempos hasta que dejó este mundo en 1969.
Origen: Así salvó la familia Primo de Rivera al juez del Frente Popular que condenó a José Antonio