21 noviembre, 2024
Hundimiento del barco de pasajeros británico SS Athenia.

 

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La Batalla del Atlántico librada desde el 3 de Septiembre de 1939 al 8 de Mayo de 1945 fue la campaña más larga de la Segunda Guerra Mundial. Absolutamente decisiva en el rumbo del conflicto, esta lucha de titanes sin duda supuso el enfrentamiento marítimo más complejo y sangriento protagonizado por las superpotencias en la Historia Naval.

Preludio

Originalmente el boceto de la Batalla del Atlántico se gestó en la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918 cuando la Marina Imperial Alemana (Kaiserlischemarine) llevó a cabo una campaña submarina sin restricciones contra el tráfico mercante de Gran Bretaña, Estados Unidos y demás países del bando de los Aliados. A pesar de que Alemania fracasó en su objetivo de doblegar a Inglaterra, este tipo de guerra económica estuvo a punto de matar de hambre al pueblo británico y por tanto de decantar la guerra en favor de los alemanes. Únicamente la tardía aplicación de esta doctrina a partir de 1917 y el potencial industrial de Norteamérica impidieron el desastre.

Tanto miedo causaron los submarinos al Imperio Británico que al terminar la Gran Guerra los vencedores del Tratado de Versalles firmado en 1919 quisieron asegurarse de que Alemania jamás volviera a disponer de sumergibles en sus filas, por lo que prohibió a los alemanes la construcción de este tipo de navíos a sabiendas de que eran el punto más vulnerable con el que se podía ganar a Inglaterra de cara a un futuro conflicto.

Plan de Alemania

Realmente y a pesar de que los alemanes mostraron intenciones de querer cumplir con el Tratado de Versalles, el Presidente de la República de Weimar, Paul Von Hindenburg, decidió saltarse las cláusulas de los vencedores iniciando en 1932 la construcción en secreto de algunos pequeños submarinos de 250 toneladas ante el temor de que una nueva guerra en Europa encontrase desarmados a los alemanes. Sin embargo la situación cambió a mejor en 1933 tras la victoria electoral de Adolf Hitler y la proclamación del Tercer Reich, ya que el nuevo líder alemán consiguió negociar con Inglaterra la creación de una armada que no superase las 184.000 toneladas brutas a la que bautizó como Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine).

Dos fueron las doctrinas imperantes y al mismo tiempo confrontadas entre el Alto Mando Alemán (OKW) durante la “Era Entreguerras”. La primera consistía en la vieja idea de intentar ganar la superioridad en el mar mediante una batalla naval decisiva que librarían los grandes acorazados al estilo del siglo XIX. Mientras que la segunda olvidarse de la primera ante la evidente inferioridad numérica y por tanto centrar todos los recursos en construir escurridizos y mucho más baratos submarinos con la finalidad de interrumpir las rutas comerciales del enemigo y por tanto forzarlo a rendirse por hambre. No obstante y a pesar de que ambas versiones convencieron a los mandos, finalmente se decantaron por el “Plan Z” consistente en una revisión parcial de ambas doctrinas que se centró en la construcción de flota de superficie de tamaño medio al mando del almirante Erich Raeder y otra más grande de submarinos al frente del almirante Karl Doenitz.

El Plan Z era un proyecto muy ambicioso para una industria centrada casi exclusivamente en dotar de armamento al Ejército Alemán (Wehrmacht) y a la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) en detrimento de la flota. Únicamente nueve acorazados serían puestos en servicio, a los que contando los anticuados Schleisen y Schleswig-Holstein de la Primera Guerra Mundial, se sumaron los grandes Scharnhorst y Gneisenau de la década de los años treinta, los gigantes de 50.000 toneladas Bismarck y Tirpitz, y una nueva clase de 20.000 toneladas bautizada como “acorazados de bolsillo” de los que se produjeron los Graf Spee, Deutschland y Admiral Scheer. Respecto a los cruceros se botaron un total de diez entre los que estuvieron los tres pesados Hipper, Blücher y Prinz Eugen; y los ligeros Seydlitz, Emden, Köln, Königsberg, Leipzig, Karlsruhe y Nürnberg. Por último se comenzó la construcción de un impresionante portaaviones, el Zeppelin, previsto para estar operativo al inicio del conflicto.

Plan Z:
1ª Fase = 6 Acorazados de 50.000 toneladas
2ª Fase = 8 Acorazados de 20.000 toneladas
3ª Fase = 4 Portaaviones de 20.000 toneladas
4ª Fase = Numerosos Cruceros Ligeros
5ª Fase = 233 Submarinos

Hasta Septiembre de 1935 la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine) no empezó a dotarse de sus primeros seis submarinos bautizados como “U-Boat” con la botadura de los U-1, U-2, U-3, U-4, U-5 y U-6 de 250 toneladas cada uno, cuyas tripulaciones iniciaron su instrucción en la Escuela de Defensa Submarina y a realizar sus prácticas en el Mar Báltico. Tan buenos fueron los resultados cosechados en las maniobras, que el 28 de Septiembre de aquel mismo año entraron en servicio los U-7, U-8 y U-9, los cuales sumados a los seis anteriores, constituyeron la Flotilla Submarina “Weddigen”. A estos sumergibles seguirían en Diciembre los U-10, U-11, U-12, U-13 y U-14; mientras que a comienzos de 1936 los U-15, U-16, U-16 y U-18. Fue precisamente cuando a partir de dicha fecha y hasta 1939 los submarinos ascenderían a las 63 unidades variando con tamaños de 500 a 850 toneladas y sus torpedos con mecanismos de percusión y espoleta magnética.

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Construcciones de Submarinos (1935-1939):
Año 1935————14 Submarinos
Año 1936————21 Submarinos
Año 1937————1 Submarino
Año 1938————9 Submarinos
Año 1939————18 Submarinos
Total——————-63 Submarinos

Justo momentos antes de la Segunda Guerra Mundial, la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine) tenía en servicio un total de 137 navíos de línea entre 7 acorazados, 10 cruceros, 22 destructores, 10 corbetas, 25 torpederos y 63 submarinos, sin contar con decenas de guardacostas, buques camuflados y lanchas torpederas “Schnellboote”.

Kriegsmarine (1939):
-7 Acorazados (2 pesados y 5 de bolsillo)
-10 Cruceros (3 pesados y 7 ligeros)
-22 Destructores
-63 Submarinos
-10 Corbetas
-25 Torpederos
-Total = 115 Buques

Plan de Gran Bretaña

Reino Unido había pretendido reducir el riesgo de los submarinos sobre su tráfico mercante utilizando la diplomacia desde que había terminado la Primera Guerra Mundial y el Tercer Reich se había visto liberado del Tratado de Versalles. Así lo hicieron los ingleses primeramente a través del Tratado Naval Anglo-Alemán de 1935 que limitó el tonelaje de la Kriegsmarine y posteriormente con la firma entre varias potencias del Convenio sobre Submarinos de Londres en 1936. Sin embargo toda esta serie de acuerdos y pactos no fue más que una mera formalidad, ya que ningún contendiente cumpliría con las normas establecidas, lo que irremediablemente conduciría a las Islas Británicas a una de las crisis más graves de su Historia.

Para subsistir el Imperio Británico precisaba de un total de 2.500 mercantes operativos a diario sobre cualquier punto marítimo del Planeta Tierra. Esto suponía mantener navegando a una inmensa escuadra de guerra que constituía la mayor armada del mundo superior a cualquier otra potencia (salvo Estados Unidos y Japón que la igualaban algo por encima). Sin embargo tal cantidad de buques de línea implicaba dispersarlos por todas las cuadrículas del mapa al tener que cubrir inmensas millas náuticas en el Océano Atlántico, Océano Pacífico, Océano Índico, Océano Glacial Ártico, Océano Glacial, Antártico, Mar Mediterráneo, Mar del Caribe, Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Por supuesto esto obligaría a muchos mercantes a viajar desprotegidos, algo que sin duda aprovecharían los sumergibles del Eje para efectuar su cacería.

Pocas fueron las medidas tomadas por el Almirantazgo en Londres respecto a la cuestión de los submarinos durante la “Era de Entreguerras”. Salvo la gran red de instalaciones portuarias con bases de destructores e hidroaviones situadas a lo largo de todos los dominios del Imperio Británico, tanto el Comité Defensivo de Avistamiento Submarino (Shipping Defence Advisory Commite) como la invención de un aparato de ondas sonoras bautizado como ASDIC, fueron insuficientes porque la vulnerabilidad de los mercantes frente a los submarinos era absoluta.

Instantes antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, la Marina Real Británica (Royal Navy) desplegaba una poderosa flota de 294 buques entre los que había 6 portaaviones, 17 acorazados, 46 cruceros, 168 destructores y 57 submarinos.

Royal Navy (1939):
-6 Portaaviones
-17 Acorazados
-46 Cruceros
-168 Destructores
-57 Submarinos
-Total = 294 Buques

Guerra en el Atlántico

Bastantes semanas antes de iniciarse las hostilidades en Europa con la invasión alemana de Polonia que desencadenaría en la Segunda Guerra Mundial el 1 de Septiembre de 1939, la Kriegsmarine por orden directa de Adolf Hitler había estado distribuyendo una serie de navíos en torno a las Islas Británicas y varios puntos del Océano Atlántico. Básicamente se trató de varias decenas de submarinos y los tres “acorazados de bolsillo” Graf Spee, Deustschland, Graf Spee y Scharnhorst, encargados de atacar cualquier buque enemigo en cuanto se rompiesen las relaciones diplomáticas entre Londres y Berlín.

Oficialmente a las 21:00 horas de la noche del 3 Septiembre de 1939, exactamente el mismo día en que Gran Bretaña declaró la Alemania, se inició la Batalla del Atlántico cuando el submarino alemán U-30 al mando del capitán Fritz Julius localizó al transatlántico británico SS Athenia que navegaba desde las Islas Británicas hacia Nueva York cargado con 1.103 pasajeros, entre ellos 300 civiles estadounidenses. Sin dudarlo ni un instante y tras confundir al objetivo con un navío militar debido a su capa de pintura negra, el sumergible germano disparó dos torpedos que impactaron el buque hiriéndole de muerte y después de producirse fuertes explosiones. Con lentitud la nave fue escorándose y la tripulación fue siendo evacuada en su gran totalidad hasta que a medianoche el transatlántico SS Athenia se convirtió en el primer barco hundido de la Segunda Guerra Mundial con la muerte de 112 pasajeros (84 británicos y 28 estadounidenses) y la pérdida de 13.465 toneladas brutas.

Como represalia por el hundimiento del SS Athenia, al día siguiente, el 4 de Septiembre de 1939, un total de 29 bombarderos de la Fuerza Aérea Real Británica (Royal Air Force o RAF) realizaron el primer ataque aéreo del conflicto sobre Alemania atacando la base naval de Wilhelmshaven. Sin embargo el almirante Erich Raeder que había previsto el movimiento, retiró a sus buques con horas de antelación hacia la seguridad del Mar Báltico y tendió una emboscada a los aviones británicos con las piezas de artillería antiaérea del puerto que derribaron un total de 7 aparatos.

Hundimiento del barco de pasajeros británico SS Athenia.

Solamente 48 horas después del torpedeamiento del SS Athenia, el 5 de Septiembre de 1939, el submarino alemán U-48 hundió al segundo buque británico de la guerra, en este caso al mercante SS Royal Sceptre, lo que causó una profunda preocupación entre el Almirantazgo de Londres. Este alarmismo se concretó el día 7 en un decreto oficial por el cual se ordenaba a todos los cargueros organizarse en convoyes para minimizar los daños en caso de ataque. También las otras unidades navales del resto de países del bando de los Aliados se agruparon junto a la Royal Navy para dar caza a los sumergibles tal y como hicieron las flotas de Francia, Canadá, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda e incluso los navíos fugados de Polonia hacia el exilio.

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Siete marinas de guerra y mercantes (británica, francesa, australiana, neozelandesa, sudafricana y polaca) se enfrentaban a la solitaria Kriegsmarine a principios de 1939. Sin embargo y a pesar de la desigualdad numérica los submarinos no encontraron prácticamente oposición para llevar a cabo sus incursiones. A veces incluso los Aliados sufrieron fatales accidentes fruto del miedo psicológico hacia los U-Boat como por ejemplo cometió el submarino HMS Triton el 11 de Septiembre de 1939 al torpedear y hundir al otro submarino HMS Oxley con 51 marineros fallecidos (sólo dos salvaron la vida) tras confundirle con uno alemán.

Jamás ninguno de los bandos, ni los Aliados ni el Eje, cumplieron las leyes del mar fijadas por el Derecho Internacional. Por ejemplo desde aquel mismo Septiembre de 1939 los alemanes se saltaron la normativa al torpedear cargueros solitarios porque previamente la ley obligaba abordar la nave, investigarla, capturar la tripulación y posteriormente proceder a su hundimiento (salvo que estuviera escoltada por buques de guerra); algo que sin duda exponía al submarino al peligro de los destructores de superficie o aviones enemigos. Respecto a los británicos su actitud no ayudó a rebajar la agresividad de los alemanes porque usualmente incumplían la legalidad armando a los mercantes o instalándoles radares para facilitar la interceptación de submarinos. Los ingleses llegaron incluso a plantar 5.000 minas submarinas en aguas neutrales del Paso de Calais y a requisar los transatlánticos de Freetown en Sierra Leona, Kingston en Jamaica y Halifax en Canadá para emplearlos como transportes militares. Además el mismo bloqueo naval decretado por la Royal Navy para impedir el comercio a los puertos alemanes del Mar del Norte, ya era considerado un crimen de guerra según las cláusulas del Derecho Internacional, lo que demostró que la Batalla del Atlántico iba a convertirse desde sus mismos inicios en una lucha sin cuartel.

El primer submarino perdido por Alemania en la Segunda Guerra Mundial causó de baja el 14 de Septiembre de 1939. Se trató del U-39 al mando del capitán de navío Gerhard Glattes cuando localizó cerca de Irlanda al portaaviones HMS Ark Royal, contra el que lanzó varios torpedos que fallaron el blanco. Aquel fatal error llamó la atención de los destructores de escolta, los cuales en seguida interceptaron al U-39 y lo hundieron con 44 muertos.

A mediados de Septiembre de 1939 los hidroaviones de la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) se sumaron a la Batalla del Atlántico instalando minas magnéticas acústicas en el Estuario del Río Támesis con las que hundieron a 6 mercantes. Gracias a esta táctica los grandes navíos de línea se vieron forzados a tomar rutas alternativas para evitar los artefactos, lo que el 17 de Septiembre facilitó al submarino alemán U-29 al mando del capitán Otto Schuhart localizar y hundir con el impacto de dos torpedos al portaaviones inglés HMS Corageus matando a 518 marineros.

Buenas eran las expectativas para la Kriegsmarine a inicios de Octubre de 1939 porque hasta la fecha había hundido 41 buques enemigos. Sin embargo una de las mayores gestas tendría lugar la noche del 13 al 14 de Octubre de 1939 cuando el submarino U-37 al mando del capitán de fragata Günther Prien se infiltró en la base naval británica de Scapa Flow, donde disparó varios torpedos y hundió al poderoso acorazado HMS Royal Oak y dañó a su gemelo HMS Repulse, provocando la muerte de 883 marineros.

Nuevas innovaciones sacaron a la luz los alemanes desde Octubre de 1939 como la implantación de minas submarinas que discretamente los destructores, dragaminas, torpederos e hidroaviones de la Kriegsmarine dejaron caer en varios puntos claves del Mar del Norte como Loch Ewe, Clyde, Liverpool, Swansa, Bristol, Foreland, Invegordon, Dundee, Firth of Forth, Blyth, Newcastle, Hartleppol, Inner Dowsing, Newark, Cross Sand, Lowestoft, Orfordness, Dungeness, Cromarty, Great Yarmouth, Hoofden, Nordhinder, Flamborought o las Islas Orcadas con las hundieron 115 mercantes británicos que totalizaron las 394.533 toneladas brutas. También aquel mismo Octubre de 1940 los submarinos germanos echaron a pique 34 mercantes con otras 168.140 toneladas; mientras que en Noviembre a 28 cargueros más con 74.623 toneladas.

Oscuro fue el mes de Noviembre de 1939 para la Royal Navy porque las minas submarinas plantadas por los alemanes dejaron fuera de combate con graves daños al acorazado HMS Nelson en Loch Ewe, al crucero pesado HMS Belfast en Firth of Forth y al destructor HMS Kelly en el Estuario del Támesis. También resultaron hundidos por causas similares el destructor HMS Blanche con 2 muertos el 16 de Noviembre y el destructor HMS Gipsy con 20 muertos el día 21. De hecho tan grandes fueron las pérdidas que el importante puerto de Liverpool tuvo que cerrar el tráfico naval durante largo tiempo, lo que perjudicó enormemente a la economía británica.

Flota de submarinos alemana en puerto. Todo un ejemplo del Plan Z que el almirante Karl Doenitz deseaba adoptar para la Kriegsmarine.

Una de las epopeyas más épicas de los inicios de la Batalla del Atlántico fue la protagonizada por el acorazado alemán Graf Spee al mando del capitán Hans Langsdorf, cuyo buque convertido en corsario hundió a 9 mercantes británicos (SS Clement, SS Newton Beach, SS Ashela, SS Huntsman, SS Trevanion, SS Africa Shell, SS Doric Star, SS Tairoa y SS Streonshalh) realizando una travesía por el Océano Atlántico y el Océano Índico que le llevó hasta las costas de África y Sudamérica; lo que propició la movilización por parte de los británicos de la Fuerza G en las Islas Malvinas con los cruceros HMS Exeter, HMS Ajax y el HMNSZ Achilles. Estos tres buques de la Royal Navy se enfrentaron contra el Graf Spee en lo que se conoció como la Batalla del Río Plata, un duelo que terminó con el crucero pesado HMS Exeter fuera de combate y con el Graf Spee refugiándose en el puerto de Montevideo, capital de la neutral Uruguay, al interpretar sus mandos erróneamente que el enemigo era muy superior en número. Precisamente esto último siguió pensando el capitán Hans Langsdorff debido a que el espionaje británico le hizo creer que en el Estuario de la Plata le estaba esperando una poderosa escuadra de portaaviones y acorazados, cuando realmente únicamente estaban presentes navíos muy inferiores como el HMS Cumberland y los dañados HMS Ajax y HMNSZ Achilles. Sin embargo y a pesar de las evidencias, los alemanes se creyeron la mentiras de los espías, por lo que el 17 de Diciembre de 1939, la tripulación del Graf Spee colocó dinamita y destruyó su propio acorazado que se hundió ante la incredulidad de la prensa internacional. Así fue como Alemania encajó su primer revés en la Batalla del Atlántico, aunque no causado por motivos de guerra, sino de inteligencia militar.

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También a partir de Diciembre de 1939 los acorazados alemanes entraron en acción contra el tráfico mercante como por ejemplo el Deutschland que hundió a dos mercantes y el Scharnhorst que echó a pique al crucero camuflado británico HMS Rawalpindi. Simultáneamente los submarinos despacharon 37 mercantes con 100.413 toneladas y dañaron gravemente al acorazado HMS Barham. Incluso los británicos tuvieron que soportar la pérdida de navíos por culpa del “fuego amigo” a raíz de ciertas confusiones como el hundimiento cerca de Gibraltar del destructor HMS Duchess con 137 marineros muertos.

Resultado

Finalizada la I Fase de la Batalla del Atlántico en 1939, el resultado terminó con una completa victoria de Alemania y una absoluta derrota para el Reino Unido. Así fue como con unas bajas muy reducidas e insignificantes, la Kriegsmarine provocó unas pérdidas gigantescas tanto a la Royal Navy como a la marina mercante (básicamente con una cifra de 30 a 1), lo que generó un impacto muy negativo sobre la economía en las Islas Británicas que obligó al Gobierno del Primer Ministro Neville Chamberlein a reducir las raciones de alimentos y materias primas, causando hambre y miseria entre la población civil.

Estadísticamente las pérdidas de los Aliados en la Batalla del Atlántico durante 1939 se dividieron de la siguiente manera: 314 mercantes con 1.096.518 toneladas y 7 navíos de guerra con 73.724 toneladas. Respecto a los 314 mercantes un total de 199 fueron hundidos por submarinos o acorazados con 701.985 toneladas; mientras que 115 se hundieron por colisiones con minas submarinas que sumaron las 394.533 toneladas.

Los Aliados sufrieron el hundimiento de 321 buques (1 portaaviones, 1 acorazado, 1 crucero, 3 destructores, 1 submarino y 314 mercantes) con un total de 1.170.242 toneladas brutas; además de sufrir daños en 7 navíos (2 acorazados, 4 cruceros y 1 destructor).

Alemania sufrió el hundimiento de 15 navíos (1 acorazado y 14 submarinos) con un total de 20.000 toneladas brutas.

Bibliografía:

Karl Doenitz, Diez Años y Veinte Días, Altaya (1958), p.47-158
Editores de Time-Folio-Books, El III Reich y Hitler. “Guerra en alta mar. El precario debú de una flota incompleta”, Time-Folio-Books (2009), p.5-49
Winston Churchill, La II Guerra Mundial Volumen 1. El camino hacia el desastre. “XVII La Batalla del Atlántico”, Planeta DeAgostini (1959) p. 447-457
Carlos Caranci, La II Guerra Mundial como nunca se la habían contado Volumen 4. “U-Boote Armas Submarinas”, la Aventura de la Historia (2009) p.18-20
Editores de S.A.R.P.E., Crónica Política y Militar de la Segunda Guerra Mundial. “Se inicia la Batalla del Atlántico”, S.A.R.P.E. (1978), p.39
José Ángel Martos, Guerra en los mares, Revista Muy Historia Nº45 (2013), p.20-21
Michael Epkenhans, La Estrategia Alemana y el Programa de Construcción Naval, Revista Desperta Ferro Nº12 La Batalla del Atlántico (2015), p.6-12

Origen: Batalla del Atlántico (1939) | Eurasia1945

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