Calvo Sotelo anticipó el golpe militar y su asesinato en el Congreso
El Gobierno del Frente Popular no reaccionó ante un El contexto 16 de junio de 1936. Justo un mes antes de los primeros movimientos del golpe militar contra el Gobierno
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16 de junio de 1936. Justo un mes antes de los primeros movimientos del golpe militar contra el gobierno de la República en el Protectorado de Marruecos, el diputado de la tradicionalista Renovación Española José Calvo Sotelo pronuncia este histórico discurso en el Congreso de Diputados que ofrecemos ligeramente extractado. En él ya anticipa un levantamiento castrense del que tanto el presidente de la República, Manuel Azaña, como el presidente del Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga, estaban al corriente por informes de carácter reservado.
Lo novedoso es que lo que era un secreto a voces en el seno del gobierno del Frente Popular llegase de forma abierta a las Cortes para entrar en el debate político y encrespar aún más la tensión que se vivía en la calle. Hasta el punto de alentar numerosos altercados que se sumaban a una ola incesante, e incluso el asesinato del propio Calvo Sotelo apenas unos días después, la madrugada del 13 de julio, a manos de un grupo armado socialista. Su verdugo habría sido, según diversos historiadores, el guardaespaldas del entonces diputado y exministro del PSOE Indalecio Prieto.
El grupo buscaba venganza por el asesinato, el día antes, de José del Castillo, teniente de la Guardia de Asalto y militante socialista, y tras buscar en vano a diversos representantes de las fuerzas derechistas fueron a dar con el autor de la polémica intervención. Que su muerte fuese el detonante del alzamiento es un extremo que descartan los últimos estudios sobre el inicio de la Guerra Civil.
En aquella encendida sesión en las Cortes, Calvo Sotelo completó el discurso que ya había realizado desde la tribuna de oradores José María Gil-Robles, líder de la también derechista CEDA, ofreciendo cifras sobre las acciones de milicias comunistas y anarquistas, quemas y saqueos de iglesias y conventos y todo tipo de pillajes desde la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. Unos episodios que ya se habían cobrado cerca de 300 vidas.
El portavoz de Renovación Española quiso incidir en la inacción del gobierno y en su desprecio a los estamentos militares. Entre ellos, la Guardia Civil. En medio de esa anarquía, consideraba normal que el Ejército se sublevase para restituir la ley. La realidad era que numerosos generales agrupados en torno a la Unión Militar Española ya habían acordado el camino de la asonada en Madrid a principios de marzo, justo antes de que el depuesto jefe del Estado Mayor, el general Francisco Franco, emprendiese el camino a su nuevo destino en Canarias.
En mayo, Azaña y Casares Quiroga ya contaban con un listado con medio millar de implicados en el levantamiento, todos del ámbito castrense, fruto de una investigación mediante escuchas telefónicas. En los planes elaborados por el general Emilio Mola se confiaba el éxito de la operación a una Junta Militar presidida por el también general en la reserva José Sanjurjo, condenado, amnistiado y huido a Portugal por una primera intentona golpista en 1932, la Sanjurjada. Eso parecía alejar la operación del terreno político. Hasta que Calvo Sotelo la llevó al Congreso.
En las actas de esa sesión no figura, como recogió la historia oficiosa durante el franquismo, que Dolores Ibárruri, Pasionaria, que intervino en el debate, asegurase que aquel era el último discurso que iba a pronunciar Calvo Sotelo. Él mismo, sin embargo, sí llegó a afirmar, tras negarse a retirar unas palabras que para el presidente de la Cámara, Diego Martínez Barrio, podrían ser “mal traducidas”, que se sentía señalado por Casares Quiroga y aceptaba un destino que, efectivamente, acabó siendo trágico.
Así informó La Vanguardia de la sesión plenaria (1), (2), (3), (4), (5), (y 6)
Así informó La Vanguardia del asesinato de Calvo Sotelo y José del Castillo (número censurado) (1), (y 2)
El discurso
“Señor presidente, señores diputados, es ésta la cuarta vez que en el transcurso de tres meses me levanto a hablar sobre el problema del orden público.
”Lo hago sin fe y sin ilusión, pero en aras de un deber espinoso, para cuyo cumplimiento me siento con autoridad reforzada al percibir de día en día cómo al propio tiempo que se agrava y extiende esa llaga viva que constituye el desorden público, arraigada en la entraña española, se extiende también el sector de la opinión nacional de que yo puedo considerarme aquí como vocero, a juzgar por las reiteradas expresiones de conformidad con que me honra una y otra vez.
”España vive sobrecogida con esa espantosa úlcera que el señor Gil Robles describía en palabras elocuentes, con estadísticas tan compendiosas como expresivas; España, en esa atmósfera letal, revolcándose todos en las angustias de la incertidumbre, se siente caminar a la deriva, bajo las manos, o en las manos -como queráis decirlo- de unos ministros que son reos de su propia culpa, esclavos, más exactamente dicho, de su propia culpa. Vosotros, vuestros partidos o vuestras propagandas insensatas, han provocado el 60% del problema de desorden público, y de ahí que carezcáis de autoridad. Ese problema está ahí en pie, como el 19 de febrero, es decir, agravado a través de los cuatro meses transcurridos, por las múltiples claudicaciones, fracasos y perversión del sentido de autoridad desde entonces producidos en España entera.
Vosotros, vuestros partidos o vuestras propagandas insensatas, han provocado el 60% del problema de desorden público, y de ahí que carezcáis de autoridad”
”España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas, diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el 16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde os lleva a todos el Frente Popular.
”La vida de España no está aquí, en esta mixtificación. Está en la calle, está en el taller, está en todos los sitios donde se insulta, donde se veja, donde se mata, donde se escarnece; y el Parlamento únicamente interesa cuando nosotros traemos la voz auténtica de la opinión.
”La República, el Estado español, dispone hoy de agentes de la autoridad en número que equivale casi a la mitad de las fuerzas que constituyen el Ejército en tiempo de paz. Porcentaje abrumador, escandaloso casi, no conocido en país alguno normal, si queréis en ningún país democrático europeo. Por consiguiente, no se puede decir que la República, frente a estos problemas del desorden público, haya carecido de los medios precisos para contenerlo.
”¿Cuál es, pues, la causa? La causa es de más hondura, es una causa de fondo, no una causa de forma. La causa es que el problema del desorden público es superior, no ya al Gobierno y al Frente Popular, sino al sistema democrático-parlamentario y a la Constitución del 31.
La vida de España no está aquí, en esta mixtificación. Está en la calle, está en el taller, está en todos los sitios donde se insulta, donde se veja, donde se mata”
”España padece el fetichismo de la turbamulta, que no es el pueblo, sino que es la contrafigura caricaturesca del pueblo. Son muchos los que con énfasis salen por ahí gritando: ‘¡Somos los más!’. Grito de tribu, pienso yo, porque el de la civilización solo daría derecho al énfasis cuando se pudiera gritar: ‘¡Somos los mejores! Y los mejores, casi siempre, son los menos.
”La turbamulta impera en la vida española de una manera sarcástica, en pugna con nuestras supuestas condiciones democráticas y, desde luego, con los intereses nacionales.
”¿Qué es la turbamulta? La minoría vestida de mayoría. La ley de la democracia es la ley del número absoluto, de la mayoría absoluta, sea equivalente a la ley de la razón o de la justicia, porque, como decía Anatole France, ‘una tontería, no por repetida por miles de voces deja de ser tontería’.
”Pero la ley de la turbamulta es la ley de la minoría disfrazada con el ademán soez y vociferante, y eso es lo que está imperando ahora en España; toda la vida española en estas últimas semanas es un pugilato constante entre la horda y el individuo, entre la cantidad y la calidad, entre la apetencia material y los resortes espirituales, entre la avalancha hostil del número y el impulso selecto de la personificación jerárquica, sea cual fuere la virtud, la herencia, la propiedad, el trabajo, el mando; lo que fuere; la horda contra el individuo.
España padece el fetichismo de la turbamulta, que no es el pueblo, sino que es la contrafigura caricaturesca del pueblo”
”Y la horda triunfa porque el Gobierno no puede rebelarse contra ella o no quiere rebelarse contra ella, y la horda no hace nunca la historia, señor Casares Quiroga, la historia es obra del individuo. La horda destruye o interrumpe la historia y sus señorías son víctimas de la horda; por eso sus señorías no pueden imprimir en España un sello autoritario.
”Y el más lamentable de los choques, sin aludir ahora al habido entre la turba y el principio espiritual religioso, se ha producido entre la turba y el principio de autoridad, cuya más augusta encarnación es el Ejército. Vaya por delante un concepto en mí arraigado: el de la convicción de que España necesita un Ejército fuerte, por muchos motivos que no voy a desmenuzar.
”Sobre el caso me agradaría hacer un levísimo comentario. Cuando se habla por ahí del peligro de militares monarquizantes yo sonrío un poco, porque no creo -y no me negaréis una cierta autoridad moral para formular este aserto- que exista actualmente en el Ejército español, cualesquiera que sean las ideas políticas individuales, que la Constitución respeta, un solo militar dispuesto a sublevarse en favor de la Monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera, sería un loco, lo digo con toda claridad, aunque considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y en contra de la anarquía.
Sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y en contra de la anarquía”
”Quiero decir al señor presidente del Consejo de Ministros que, puesto que existe la censura, que puesto que su señoría defiende y utiliza los plenos poderes que supone el estado de alarma, es menester que su señoría transmita a la censura instrucciones inspiradas en el respeto debido a los prestigios militares.
”Hay casos bochornosos de desigualdad que probablemente desconoce su señoría, y por si los desconoce, y para que los corrija y evite en lo futuro, alguno quiero citar. Porque, ¿es lícito insultar a la Guardia Civil (y aquí tengo un artículo de Euzkadi Rojo, en que dice que la Guardia Civil asesina a las masas y que es homicida) y, sin embargo, no consentir la censura que se divulgue algún episodio, como el ocurrido en Palenciana, pueblo de la provincia de Córdoba, donde un guardia civil, separado de la pareja que acompañaba, es encerrado en la Casa del Pueblo y decapitado con una navaja cabritera?
”Para que el Consejo de Ministros elabore unos propósitos de mantenimiento del orden han sido precisos 250 o 300 cadáveres, 1.000 o 2.000 heridos y centenares de huelgas. Por todas partes, desorden, pillaje, saqueo, destrucción. Pues bien, a mí me toca decir, señor presidente del Consejo, que España no os cree. Esos propósitos podrán ser sinceros, pero os falta fuerza moral para convertirlos en hechos.
Para que el Consejo de Ministros elabore unos propósitos de mantenimiento del orden han sido precisos 250 o 300 cadáveres, 1.000 o 2.000 heridos y centenares de huelgas”
”¿Qué habéis realizado en cumplimiento de esos propósitos? Un telegrama circular y una combinación fantasmagórica de gobernadores, reducida a la destitución de uno, ciertamente digno de tal medida, pero no digno ahora, sino hace tres meses. Y quedan otros muchos que están presidiendo el caos, que parecen nacidos para esa triste misión, y entre ellos y al frente de ellos un anarquista con fajín, y he nombrado al gobernador civil de Asturias, que no parece una provincia española, sino una provincia rusa.
”Anteayer ha pronunciado el señor Largo Caballero un nuevo discurso y en él ha dicho que esta política, la política del Gobierno del Frente Popular, solo es admisible para ellos en tanto en cuanto sirva el programa de la Revolución de Octubre, en tanto en cuanto se inspire en la Revolución de Octubre. Pues basta, señor presidente del Consejo; si es cierto eso, si es cierto que su señoría, atado umbilicalmente a esos grupos, según dijo aquí en ocasión reciente, ha de inspirar su política en la Revolución de Octubre, sobran notas, sobran discursos, sobran planes, sobran propósitos, sobra todo; en España no puede haber más que una cosa: la anarquía.
”Yo tengo, señor Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese banco azul, y en todos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, señor Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de su señoría. Me ha convertido su señoría en sujeto, y por tanto no solo activo, sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos.
Señor Casares Quiroga, me doy por notificado de la amenaza de su señoría. Me ha convertido su señoría en sujeto no solo activo”
”Lo repito, mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi patria y para gloria de mi España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: ‘Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis’.
”Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio. Pero a mi vez invito al señor Casares Quiroga a que mida sus responsabilidades estrechamente, si no ante Dios, puesto que es laico, ante su conciencia, puesto que es hombre de honor; estrechamente, día a día, hora a hora, por lo que hace, por lo que dice, por lo que calla. Piense que en sus manos están los destinos de España, y yo pido a Dios que no sean trágicos.”
Origen: Calvo Sotelo anticipó el golpe militar y su asesinato en el Congreso