Camino español: desvelan la verdad que siempre has creído tras el arma logística de los Tercios de la Monarquía hispánica
Davide Maffi, historiador e investigador, afirma a ABC que «llegaron más soldados a Flandes a través de la ‘ruta atlántica’» durante el siglo XVII
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Los Tercios están más de moda que nunca. Conocemos cómo combatieron, qué comían y hasta cómo eran reclutados en las ciudades. Sin embargo, según explica a ABC Davide Maffi, investigador en la Universidad de Pavía e historiador especializado en el pasado militar de la Lombardía de los siglos XVI y XVII, todavía se cuentan por decenas los mitos que les rodean. El primero, confirma, es la idea de que la Península era el centro neurálgico de estas unidades, y no está del todo de acuerdo: «Aunque se suele obviar, Italia fue clave en su devenir». Aunque, de entre todos los que desvela, hay uno que le escuece en especial: el Camino español. Porque, en sus palabras, «llegaron a Flandes más soldados a través de la ‘ruta atlántica’ que a través de él» durante el siglo XVII.
Hoy nos habla desde Milán. Lo hace mientras prepara los aperos para viajar a España, entonces centro del Imperio, para participar en las ‘IV Jornadas de los Tercios’; un congreso enmarcado dentro de una semana con una infinidad de actividades en honor a estas unidades que organiza la ‘Asociación 31 de Enero Tercios’. «En esta sexta edición contaremos con concursos a través de las redes sociales, conferencias, una recreación histórica…», explica a ABC Juan Víctor Carboneras, su presidente. Todo ello, con un objetivo en la mente: lograr que el 31 de enero sea el día de homenaje oficial de las legiones de la monarquía hispánica.
Semana de los Tercios
Cuenta Carboneras que el grupo es más optimista que nunca con la nueva edición del día dedicado a las legiones romanas de la monarquía hispánica. Las actividades arrancarán el 29 de enero con las ‘IV Jornadas de los Tercios’, celebradas durante cuatro días en el Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid (Paseo de Moret 3). «Para asistir es necesario inscribirse de forma previa», explica. [Siga este link para apuntarse]. Este año se centrarán en la importancia de Italia como nudo de comunicaciones, aunque no dejarán a un lado el día a día de los combatientes y otros tantos temas.
El plantel es envidiable; desde el propio Maffi, hasta grandes historiadores como Enrique Martínez Ruiz o Carlos Belloso. «La última jornada, la del 1 de febrero, la dedicaremos por primera vez a la relación de la literatura o la música con los Tercios. Eva Giménez, guía oficial del Museo del Prado, nos hablará del arte al servicio del Imperio, y, entre otros tantos, Juan Laborda nos explicará la relación del cine con estas unidades», añade. Todo ello, bajo el paraguas y la colaboración de las editoriales Edaf y Tercios Viejos.
El 31 de enero se sucederán el grueso de las actividades. «Para empezar, celebraremos el día en las redes sociales. Invitamos a todo el mundo a que comparta contenido sobre los Tercios junto al hashtag #31EneroTercios. Todos aquellos que participen entrarán en el sorteo de una serie de lotes de libros cedidos por las editoriales Desperta Ferro, Edaf y la Esfera de los Libros», completa. También organizarán un concurso de dibujo relacionado con esta materia. «El plazo es del 10 de enero al 1 de febrero, y las bases están en nuestra web», añade. Esta jornada también hay planeadas acciones en otras tantas ciudades de España como Vigo, Olivares, Valencia,. Sevilla, Valladolid… y otras tantas.
La guinda será una recreación histórica que se llevará a cabo el 3 de febrero en la Plaza de la Villa de Madrid. «Participarán decenas de recreadores llegados de toda la geografía española. Trataremos la vida cotidiana de los soldados: el reclutamiento, la comida… También habrá un desfile que recorrerá el centro de la capital», sentencia. Todo es poco para rememorar a los combatientes que dieron la vida por el Imperio. «Hemos visto un crecimiento exponencial e importante, y no vamos a fallar a los seguidores de los Tercios. Estamos logrando nuestro objetivo», finaliza. Y no podemos más que desearles suerte.
Olvido italiano
Italia fue donde se fraguaron a fuego lento estas unidades allá por el siglo XVI. Con Francia presionando para arrebatar parte de la península a Carlos I, al monarca no le quedó más remedio que reorganizar a la infantería que había en la región. Así, aprestados para la defensa, fueron alumbrados los tres primeros Tercios: el de Nápoles, el de Sicilia y el de Lombardía. Las pioneras del posterior entramado militar que dominó los campos de batalla de Europa tuvieron el honor de ser conocidas como ‘Tercios Viejos’, y cada una contaba con un mando independiente. La pregunta del millón es cuándo nacieron exactamente. Una instrucción del Tesoro habla de 1537; aunque otros tantos expertos son partidarios de una disposición imperial de 1534 que redistribuyó las fuerzas españolas destacadas en la zona.
Desde entonces, y durante dos siglos, Italia se convirtió en la segunda capital de los Tercios; un territorio que, por desgracia, ha quedado ensombrecido en los libros. Así lo explica a ABC desde el otro lado del Mediterráneo Davide Maffi; aunque él combate a sangre y fuego para darlo a conocer. «Se suele obviar, pero Italia era una suerte de gimnasio donde los bisoños españoles se adiestraban para la guerra. Llegaban sin armamento ni entrenamiento. Aquí se preparaban para combatir en frentes de guerra viva», desvela.
Es el primero de los mitos que derriba hoy, y habrá muchos más: los bisoños (novatos) reclutados en la Península solían bregarse primero al otro lado del Mediterráneo. Un destino que Maffi califica de idílico: «El servicio militar en Italia durante el siglo XVI era para ellos un período de vacaciones. Al fin y al cabo, en la mayor parte del territorio no había guerra activa. La única región fronteriza y peligrosa era Milán». En sus palabras, el país era el destino más elogiado, y con razón: «Disfrutaban de una vida de guarnición, buena comida, sol…». Ya lo decía el viejo lema repetido una y mil veces entre 1560 y finales de siglo: «España mi natura, Italia mi ventura, Flandes mi sepultura».
La pregunta es obligada: ¿cómo era el entrenamiento de los soldados bisoños en Italia? Y la respuesta esconde cierta sorna: «¡Pues no les permitían disparar con pólvora!». Normal: valía un ojo de la cara. «Se les enseñaba a escuadronar; a reconocer su bandera para no perderse en batalla; a ejecutar las órdenes de sus mandos; a prepararse en línea para el combate… También hacían pruebas con armas blancas y conocían los movimientos para recargar un arcabuz». Una vez más, nos salta la duda: ¿No les mostraban cómo combatir con la pica?.«¡Claro! La pica no se disparaba y no valía tanto dinero». A Maffi se le escapa una risotada por nuestra inocencia. Que nos perdone.
Pero Italia no era solo un almacén de armamento y munición. Maffi y Carboneras sostienen que, en parte, era también uno de los corazones del imperio. Un órgano que regaba de sangre –soldados– a través de las venas –rutas terrestres y marítimas– los diferentes territorios de la Monarquía hispánica: desde Flandes hasta el norte de África. Y, dentro de la zona, cada región tenía su importancia: «Nápoles servía para detener la ofensiva turca, y Milán era un antemuro para defenderse de Francia». En este punto, el italiano aprovecha para derribar otro mito: «Los únicos dos verdaderos ejércitos profesionales de la Monarquía eran los de Flandes y Milán. El resto eran tropas alistadas al momento, a veces poco efectivas, como las de Cataluña, o plagadas de oficiales que estaban a punto de jubilarse».
Camino español
Una de esas rutas era el archiconocido Camino español; el mismo que ha dado nombre a un buque de la Armada esta última semana. «Se inició en 1567 por la necesidad de trasladar tropas apostadas en Italia hacia Flandes. El problema es que no se podía hacer por mar porque el Canal de la Mancha estaba plagado de ingleses y franceses que deseaban atacar a las naves de la Corona», desvela Carboneras. La solución fue llevarlas a través del suelo hispano que la monarquía atesoraba entre Milán y Bruselas. «En la práctica era un recorrido de 1.200 kilómetros que se separaba en etapas. El Ejército era dividido en tres partes de manera que iban llegando de forma escalonada a las ciudades para aprovisionarse», completa el autor.
Maffi no niega la revolución logística que supuso, pero sí matiza que, durante el último tercio de existencia, no fue tan efectivo como nos han contado. Arranca fuerte: «Voy a destruir otro mito». Le escuchamos. «La mayoría de los soldados que llegaron a Flandes no lo hicieron a través de este trayecto, lo hicieron por barco. De hecho, después de 1634, no arribó ningún combatiente desde Italia por la vía terrestre. El último fue el Cardenal Infante». A lo largo de la segunda mitad del siglo, sentencia, lo idóneo era usar la llamada ‘ruta atlántica’: «Salían en barco, desde Galicia y el País Vasco, y estaban protegidos por la Armada del mar océano. El viaje era muy tranquilo, solo se perdieron 2 buques de 75».
El autor aprovecha la sorpresa y añade información. Cuenta que los centros de reclutamiento se adaptaron a esta ruta y se alzaron en regiones cercanas a las costas atlántica y cantábrica. «Reclutar tropas muy lejos de donde embarcas deja tiempo a los bisoños para replantearse su decisión y marcharse…». Y otra vez, una risotada. Solo hay una cosa que nos escama: los piratas. Pero, tal y como determina, no eran preocupante. «Atacaban buques aislados, no navíos en convoy escoltados por barcos de guerra. Sucedía lo mismo que en la Carrera de Indias: se perdieron bajeles por golpes de mano de armadas regulares inglesas y holandesas, pero no por piratas. Hay que tener en cuenta que un ladrón quiere robar, pero sin poner en riesgo su pellejo», finaliza.
Maffi no se quiere marchar sin destruir un mito más: «Ya es hora de que dejemos de calificar a los Tercios como españoles. El término correcto Tercios de la monarquía, y no de la hispánica, monarquía a secas, porque aglutinaba varios reinos». Por no hablar, el no habla ni siquiera de Tercios italianos, sino de napolitanos y lombardos. «¿Que por qué? Porque era gente que se sentían de una nación propia. Los milaneses querían luchar con otros milaneses y ser dirigidos por milaneses. Y lo mismo con los lombardos», completa. Aunque también admite que, ya en el frente, no les quedaba más remedio que fundirse con otros tantos ante la infinidad de bajas.