Contra el mito de la batalla de Bailén: España ya había aplastado dos veces a Napoleón un mes antes
Aunque el enfrentamiento protagonizado por el general Castaños en julio de 1808 fue elevado a la categoría de mito nacional y calificado hasta hoy como la primera derrota del emperador francés, no es cierto
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La noticia de la victoria de los españoles en la batalla de Bailén, el 19 de julio de 1808, corrió como la pólvora. Un día después, el rumor ya había llegado a Sevilla. Fue confirmado el 22 por Pedro Agustín Girón, sobrino del héroe de la contienda: el general Castaños. La Junta Municipal empezó rápidamente a organizar todo tipo de celebraciones, tal y como escribió el periodista José María Blanco White: «He llegado con el tiempo justo de ser testigo de la ilimitada alegría que la derrota del ejército de Dupont ha causado en esta ciudad. Por todas partes resuenan aclamaciones y el ensordecedor repique de las campanas de la Giralda».
Se difundió después por todos los rincones de España y América: Murcia, Zaragoza, Mallorca o Badajoz, hasta Caracas y Ciudad de México.
Fue en ese mismo instante cuando se empezó a dar forma a un mito en el que no siempre ha estado clara la línea que divide la realidad y la ficción. En un primer momento se debió a la propaganda, que entonces era un arma más de los conflictos. La gesta comenzó a ser explotada por los periódicos, tanto los nacionales como los extranjeros, que reprodujeron el relato realizado por Castaños en toda Europa desde el mismo momento en que se conoció la capitulación del general Dupont.
Como afirma Ricardo García Cárcel en ‘El sueño de la nación indomable. Los mitos de la Guerra de la Independencia’ (Temas de Hoy, 2008), los mitos nacen, se desarrollan, mueren y resucitan. Eso es lo que sucedió precisamente con esta batalla en 1898, según explica también Antonio Jesús Maldonado en su artículo ‘El mito de Bailén durante la Guerra de Cuba’ (2019):
«El inicio del conflicto hispano-cubano en pos de la independencia isleña y la posterior intervención estadounidense volverán a renacer los acontecimientos ocurridos en España nueve décadas atrás. La patria volvía a estar en peligro y la prensa entendió que la principal herramienta para salir del atolladero en el que se encontraba nuestro país era la historia. De esta forma, recurrirán a los abundantes mitos militares españoles: Navas de Tolosa, Pavía, San Quintín, Zaragoza, Gerona, Vitoria y, cómo no, Bailén».
La ambición de Napoleón
En ese intento de hacer brillar nuestras gestas para subir el ánimo del país, la batalla de Bailén empezó a ser vendida como la primera que los ejércitos del gran emperador Napoleón habían sido derrotados y la primera rendición de un general francés desde la batalla de Alejandría en 1801. Una afirmación que, sin embargo, no es cierta del todo, pues el emperador francés ya había sido derrotado hasta en dos ocasiones por los españoles, aunque estas hazañas hayan caído en el olvido y no se les haya reservado ningún espacio en los libros de historia: una Cádiz y la otra Barcelona.
La primera es la batalla de la Poza de Santa Isabel y la segunda, la batalla de Bruch, ambas acaecidas un mes antes de la protagonizada por el general Castaños en la localidad jienense. A pesar de ello, todavía es fácil encontrar en Google los siguientes titulares: ‘La batalla de bailén, la primera derrota del Ejército de Napoleón’ y ‘Bailén, la primera derrota del Ejército napoleónico’, entre otros.
El emperador galo se había empeñado en conquistar Europa y derrotar al gran enemigo de su Imperio, Gran Bretaña. Para lograrlo, consiguió firmar con Manuel Godoy, primer ministro español y valido de Carlos IV, el Tratado de Fontainebleau en 1807. Con él obtuvo permiso del Rey para atravesar España con más de 100.000 soldados. El objetivo era, supuestamente, invadir Portugal, pero a su paso por la península fue conquistando casi todas las ciudades que encontró a su paso, incluida Madrid.
La batalla olvidada
Se iniciaron las famosas revueltas y España llamó a filas a sus ciudadanos. El Gobierno consiguió reunir a 30.000 hombres, la gran mayoría de ellos milicianos sin ninguna experiencia en combate. Así estaban las cosas en la primera semana de junio de 1808, un mes antes de que el general Castaños y el general Dupont se encontraran en Bailén. Hace un año, la historiadora Lourdes Márquez Carmona contaba a ABC que, aún siendo gaditana, desconocía la existencia de la batalla de la Poza de Santa Isabel entre el 9 y el 14 de junio 1808, en un antiguo fondeadero de la bahía frente al arsenal de La Carraca, en Puerto Real.
«Es extraño que no se le haya prestado la debida atención por parte de los historiadores y no sabría decirte la razón, la verdad, porque fue de alguna manera importante. Cuando se dice que la primera derrota de Napoleón en la Guerra de la Independencia fue en Bailén, en julio de 1808, no es del todo verdad. Fue aquí, un mes antes, cuando el almirante francés Rosily se rindió ante los andaluces», aseguraba.
Márquez Carmona reconocía que llegó a este episodio por casualidad, cuando el tataranieto de Michel Maffiotte –un marino francés que había participado como timonel del navío Indomptable en aquella batalla junto al jefe de la escuadra francesa, el almirante Rosily– le trajo el relato inédito de su tatarabuelo: ‘Mal designio. Memorias de Michel Maffiotte. El armero Maffiotte’. Tirando del hilo, la historiadora gaditana rescató también la historia ignorada de las cárceles flotantes que se establecieron en Cádiz, en 1808, en la que fueron hacinados los miles de prisioneros franceses de ese enfrentamiento.
«Se trata de un hecho muy desconocido. Es verdad que, en 1987, el almirante Enrique Barbudo Duarte publicó un pequeño libro sobre esta batalla, pero los documentos que usó para sacar su información se habían quemado ya en el incendio del Archivo Naval de San Fernando en agosto de 1976», recordaba Carmona, sobre aquel enfrentamiento entre los restos de la maltrecha Armada Española situada en la bahía, apoyada por los soldados de tierra, y la escuadra de Rosily ubicada frente a la costa de la Real Isla de León, en la Poza de Santa Isabel.
3.500 prisioneros
Los gaditanos estaban hartos de las noticias que llegaban desde Madrid, que era una ciudad completamente tomada por las tropas de Napoleón. Aunque el emperador había jurado a sus generales que la invasión de España sería «un juego de niños», en las Poza de Santa Isabel recibió su primera lección y su primera advertencia. «Es verdad que la batalla de Bailén fue muy fuerte, pero en la bahía de Cádiz se capturaron cinco navíos de línea y una fragata que fueron anexionados a la Armada Española y se hicieron más de 3.500 prisioneros», subrayaba la historiadora.
Tres años antes de que estallara la Guerra de Independencia, el almirante Villeneuve estaba al mando de la escuadra combinada hispano-francesa en la bahía de Cádiz, que eran en aquel momento aliados y amigos, pero cuando se enteró de que iba a ser relevado por Rosily, salió del puerto a enfrentarse con la armada británica de Nelson y sufrió una aplastante derrota. Tras la tragedia, permanecieron en la bahía solo cinco navíos de línea y la fragata con bandera francesa, así como la diezmada escuadra española al mando don Juan Ruiz de Apodaca.
Rosily llegó finalmente a Cádiz en 1805 y asumió el mando de la maltrecha flota. El desánimo reinaba en la mente de unos hombres que padecieron muchas calamidades desde que Villeneuve adoptó la equivocada decisión de salir al ataque contra Nelson a pesar de que Bonaparte le había ordenado lo contrario. Los franceses –todavía aliados– no podían abandonar la bahía debido al bloqueo inglés del almirante Purvis y sus 12 navíos. Eso obligó a la flota de Rosily a permanecer refugiada durante tres años. «En ese tiempo, salían tranquilamente de los barcos y se juntaban con los gaditanos», apuntaba la historiadora.
Al comenzar la Guerra de Independencia, de un día para otro, estos pasaron de ser amigos a enemigos. Los gaditanos no entendían cómo no rendían a los franceses tras las noticias del levantamiento de Madrid. Hubo asesinatos y encontronazos entre ellos y los galos. El gobernador de Cádiz, el Marqués de Solano, fue tachado de afrancesado y asesinado por un grupo de exaltados. A continuación, la Junta de Sevilla se sublevó y nombró al capitán general Tomás de Morla como sustituto de Solano, que se puso como objetivo destruir a la escuadra francesa.
La derrota
Rosily contaba entonces con 3.676 hombres y seis embarcaciones, además de 398 cañones. Todos los navíos de línea tenían en común ser bastante nuevos. La dotación española era de 4.219 hombres y seis embarcaciones, de ellas cinco navíos de línea y el buque insignia de 112 cañones Príncipe de Asturias, además de la fragata Flora. Eso sumaba un total de 496 cañones. Morla exigió primero a Rosily que se rindiera, pero este se negó y comenzó la ofensiva con las cañoneras.
Rosily intentó ganar tiempo escribiendo varias cartas a Morla en las que le pedía que dejasen salir a su escuadra bajo promesa de no ser atacados ni por los españoles ni por los británicos. Su único objetivo era ganar tiempo para que llegasen los refuerzos al mando de Dupont enviados por Napoleón. No se imagianaba que estos jamás harían acto de presencia, pues un mes después serían derrotados en Bailén. El gobernador gaditano, de todas formas, se negó.
«Lo importante de la ofensiva española fue la corona de fuego que estableció en tierra alrededor de la Poza de Santa Isabel, desde el Trocadero, en Puerto Real, al arsenal de la Carraca, en San Fernando. A ello se sumaron las lanchas cañoneras, esas embarcaciones menores con cañones a bordo que estuvieron disparando sin parar. Fue una especie de combate mixto y extraño, desde tierra y mar. Rosily estaba rodeado por los ingleses con el bloqueo y los españoles. No podía hacer nada. Es imposible que ganara la partida», sentencia Márquez Carmona.
El 14 de junio, los franceses se rindieron y España hizo 3.776 prisioneros, más un botín de cinco navíos de línea y una fragata, todos ellos armados con un total de 456 cañones, numerosas armas individuales, gran cantidad de pólvora, municiones y cinco meses de provisiones. El balance de esta victoria contra los hombres de Napoleón fue de 12 muertos y 51 heridos en el bando francés y de 5 muertos y 50 heridos en el lado español. Un hito que se repitió en la localidad barcelonesa de Bruch durante aquellos mismos días.
Batalla de Bruch
Esta batalla se dividió en dos enfrentamientos. El primero se produjo el 6 de junio de 1808, después de que una columna de 3.800 franceses comandada por Schwartz saliera de Barcelona en dirección a Manresa. Para llegar a este municipio tenía que pasar por Bruch, pero en el camino les sorprendió una tormenta y los españoles tuvieron tiempo de organizar la defensa. Los voluntarios y somatenes catalanes que se incorporaron a la batalla procedían de los pueblos vecinos, que fueron encabezados por el igualadino Antonio Franch y Estalella. En total juntaron a 2000 hombres, que rodearon a los galos y causaron 300 muertos en sus filas.
El segundo enfrentamiento se celebró el 14 de junio, cuando otras dos columnas de franceses llegaron a Bruch, una que avanzaba por Collbató y la otra que seguía por la carretera. De nuevo, los españoles tuvieron tiempo de fortificarse, por lo que pudieron recibir a los invasores con un nutrido fuego artillero y estos se vieron obligados a retroceder y huir una vez más.
Ninguna de estas dos gestas fue apenas cubierta por la prensa, pero fue Bailén, un mes después, la batalla que ha sido descrita como una de las más importantes de la historia moderna de Europa. No podemos olvidar que todos los soldados de Napoleón que se rindieron en la localidad jienense fueron hechos prisioneros y que esta victoria trascendió lo militar con creces, ya que desde el primer momento fue elevada a la categoría de mito nacional. Primero a través de las noticias, las proclamas, las celebraciones y la propaganda en tiempos de guerra, y después, durante el siglo XIX, mediante los reconocimientos estatales, los proyectos monumentales, los viajeros, los editoriales de prensa, los tomos de historia y las obras literarias… Y Bruch y la Poza de Santa Isabel, nada.
Origen: Contra el mito de la batalla de Bailén: España ya había aplastado dos veces a Napoleón un mes antes