Contra los mitos de la barbarie y la esclavitud del Imperio: «España no explotó América, fue un intercambio bidireccional»
Esteban Mira Caballos, enemigo de los maniqueísmos, analiza el otro lado de la conquista: el de los nativos que viajaron a Europa
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Imposible no conocer la fecha, repetida hasta enroncar. El 12 de octubre de 1492, Cristóbal Colón avistó la costa americana al son de los gritos de su vigía, Rodrigo de Triana: «¡Tierra!». Lo que la historia suele dejar a un lado es que, en abril de 1493, tan solo seis meses después, los primeros indígenas llegados desde el otro lado del charco recibían sagrado bautismo en la Catedral de Barcelona bajo el paraguas de la monarquía. «Los americanos descubrieron entonces Europa. A partir de ese momento hubo un flujo colosal de personas, pero también de mercancías y cultura, desde el Nuevo Mundo hacia el Viejo».
El que habla a ABC es el doctor en Historia de América por la Universidad de Sevilla Esteban Mira Caballos. Lo hace con su característico acento andaluz y con la seguridad que le da haber investigado, durante más de tres décadas, los «puentes que se tendieron» entre ambos contienentes. Está convencido de que esa visión negrolegendaria que afirma que «España conquistó y explotó América» es absurda; más bien «fue un intercambio bidireccional» en el que ganaron unos y otros. Y así lo deja claro en su nuevo ensayo histórico: ‘El descubrimiento de Europa’ (Crítica). «Un ejemplo es que por España se pasearon miles de nobles indígenas», apostilla.
España, pionera
Mira se aleja de etiquetas y se declara a una distancia prudencial de los ‘negrolegendarios’ y los ‘rosalegendarios’. «Me debo a la Historia. España se defiende sola, con los hechos, no le hacen falta maniqueísmos», esgrime. No le duele la lengua al afirmar que, durante los primeros momentos de la conquista, la Corona prolongó la vieja tradición medieval de vender esclavos. Si hasta entonces había pasado con África y las Islas Canarias, a partir de 1492 sucedió otro tanto con los nativos arribados desde el Nuevo Mundo. «Desde la misma génesis del Descubrimiento se trajeron indígenas aprovechando el vacío legal», añade.
Lo novedoso de la Corona, según esgrime el también miembro de la Academia Dominicana de la Historia, es que fue pionera en la protección y la liberación de los cautivos. «España fue el primer país del mundo en abolir la esclavitud indígena. La suprimió de forma parcial en el 1500, ocho años después de llegar a América, y totalmente en 1542», sentencia. Fue con las llamadas Leyes Nuevas, en las que Carlos V ofreció, además, una serie de derechos a los indígenas para que vivieran en buenas condiciones. «Otras naciones como Portugal no siguieron este camino hasta el siglo XVIII. Y Gran Bretaña ni siquiera lo hizo; fueron los Estados Unidos tras la Guerra de Secesión los que acabaron con ella», completa.
En este punto hace un inciso. No puede pasar por alto la importancia en la abolición de la esclavitud de un personaje denostado en los últimos años: fray Bartolomé de las Casas, el dominico acusado de fomentar la Leyenda Negra al recoger en ‘La Brevísima relación de la destrucción de las Indias’ las barbaridades perpetradas por los conquistadores en las Américas. «Tanto él como el humanismo de la Escuela de Salamanca fueron claves. Personajes como Francisco de Vitoria o Melchor de Covarrubias ejercieron una presión muy importante en la Corona para que se generara un cuerpo legal pionero en todo el mundo», completa.
Indígenas y mestizos
Mira insiste también en que España fue la puerta de entrada a Europa para miles de indígenas y mestizos. Los que más, para hacerse un hueco en la corte. «La mayor parte venían a medrar y a conseguir prebendas del rey. Explicaban que habían colaborado con Pizarro o Cortés y se definían como conquistadores», explica. Otros tantos, los que menos, podían dejarse caer para hacer labores más curiosas y marcianas. «Hay constancia de algunos a los que enviaban como espías. Investigaban si era posible alzarse contra el Imperio y regresaban para dar parte», sentencia.
El descubrimiento de América
Había espacio hasta para los quejicas. En 1527, un indio llamado Juan Garcés cruzó el océano y pidió audiencia para informar al monarca de que su encomendero le hacía trabajar demasiado. «Se volvió con una carta que ordenaba que le tratasen bien», añade Mira. Porque sí, la Corona fue también pionera en escuchar a sus súbditos, en especial si eran de fuera de la península: «Era un privilegio que, muchas veces, no tenía el españolito de a pie. El rey recibía a los indígenas, les pensionaba y les pagaba el viaje de vuelta. Como no iba a América porque no podía arriesgarse a que el Imperio se quedara sin cabeza, daba audiencia a todos».
Y otro tanto sucedía con las damiselas, ya fueran indígenas, mestizas o criollas. «Se paseaban por España y causaban sensación por su desparpajo y su forma de vida. Mientras que aquí las chicas estaban más cohibidas, allí tenían haciendas y eran empresarias», desvela. Un ejemplo fue Francisca Pizarro. Después de contraer matrimonio con su tío por obligación, y de que este muriera, volvió a casarse en la península, pero con un noble quince años menor que ella. Todos aquellos matrimonios generaron nuevas realidades. «La genética americana se ha quedado incrustada. Llegaron muchos nativos, y otros tantos se quedaron. Hoy contamos con miles de descendientes de Moctezuma y Atahualpa», finaliza.