22 noviembre, 2024

Cristina de Suecia, una Minerva irreductible | Investigart

La reina Cristina de Suecia es uno de los personajes más apasionantes de la historia ya que poseyó una fortaleza y espiritualidad únicas. En un tiempo donde el papel de la mujer era el de esposa y madre y en el que los estudios de la filosofía, teología y la ciencia no estaban destinados a ellas, Cristina rompió todos los moldes, dedicándose a aumentar sus conocimientos filosóficos y científicos, convirtiéndose en una de las grandes coleccionistas del arte, negándose a casarse, abdicando de su trono y adjurando de su religión por el catolicismo. Una historia de una mujer que en pleno siglo XVII no dejó que nadie escribiera su destino y que se ganó la bien merecida fama de nueva Minerva.

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Anónimo: La reina Cristina de Suecia como Minerva, ca. 1660.

Erasmus II Quellin: La reina Cristina de Suecia como Minerva, ca. 1649-1650.

     Cristina de Suecia había nacido el 18 de diciembre de 1626 en Estocolmo, en el palacio real de Tre Kronor. Hija del rey Gustavo II Adolfo y de su esposa María Eleonora de Brandenburgo, su padre siempre creyó en la valía de su hija y así cuando éste marchó a Alemania a defender el Protestantismo en la guerra de los Treinta años se aseguró que su hija fuera la heredera al trono en caso de que él nunca regresara. Es por ello que dió ordenes para que Cristina recibiera la educación que normalmente sólo se le daban a los barones. Tras la muerte de su padre el 6 de Noviembre de 1632, en la Batalla de Lützen, Cristina sucedió a su padre en el trono con tan sólo seis años de edad.

Govert Dircksz Camphuysen: Vista del castillo de Tre Kronor en Estocolmo.

Govert Dircksz Camphuysen: Vista del castillo de Tre Kronor en Estocolmo.

     Como hemos dicho, Cristina fue educada como si se tratase de un heredero varón. El teólogo Johannes Mattiae Gothus se convirtió en tutor de la pequeña y le dió lecciones de religión, filosofía, griego y latín. Asimismo también recibió lecciones de política por parte del Canciller Oxenstierna quién cuando la reina contaba sólo 14 años de edad afirmó: “Ella no es como una mujer” y consideraba que tenía “una inteligencia brillante”. Lo cierto es que desde joven Cristina de Suecia aprendió a la perfección no sólo el sueco sino que también manejaba el alemán, holandés, danés, francés, italiano, árabe y hebreo. El primer retrato que tenemos de ella con todos los símbolos de poder de una reina le fue realizado por el pintor de la corte Jacob Henrik Elfbas cuando ella tan sólo contaba ocho años de edad. A pesar de que la reina aparece representada con la corona real, el bastón de mando y el pomo en su mano izquierda, en su derecha sujetaba un abanico de plumas, intentando así dotarla de un lado más femenino.

Jacob Henrik Elfbas: La reina Cristina de Suecia a los 8 años de edad.

Jacob Henrik Elfbas: La reina Cristina de Suecia a los 8 años de edad.

     No obstante, hasta 1644, cuando contaba ya 18 años de edad, no fue declarada adulta y su coronación tuvo que ser pospuesta hasta 1650 debido a la guerra de su país con Dinamarca. Por estos años su interés por los libros, manuscritos, pinturas y esculturas y por la religión, filosofía, matemáticas y alquímia, ya era más que evidente. En 1648 encargó 35 pinturas al artista Jacob Jordaens para decorar el techo de una de sus estancias en el castillo de Uppsala. Mientras, en 1649 fueron transportadas a Estocolmo, procedentes del castillo de Praga, 760 pinturas, 170 esculturas de mármol, 100 de bronce, 33.000 monedas y medallas, 600 piezas de cristal, 300 instrumentos científicos y un buen número de libros y manuscritos, entre ellos el Codex Argenteus y el Codex Gigas (ambos conservados aún hoy en Suecia). Todas estas posesiones habían formado parte de la cámara de las maravillas del emperador Rodolfo II y fueron capturadas como botín de guerra tras la Batalla de Praga. Cristina se había convertido ya en ese momento en una coleccionista casi compulsiva y para catalogar sus nuevas posesiones llamó a Isaac Vossius, uno de los coleccionistas de manuscritos más importantes de la época.

Anónimo: La reina Cristina de Suecia con 20 años, 1646.

Anónimo: La reina Cristina de Suecia con 20 años, 1646.

     Al mismo tiempo, Cristina comenzó a atraer a su corte a toda una serie de científicos, musicos, literatos y filósofos. Entre los más destacados estuvo René Descartes, quien llegó el 4 de octubre de 1649 bajo la petición de la reina de que creara en Suecia una Academia de las Ciencias. Descartes y la reina se vieron en unas cuatro o cinco ocasiones para discutir de filosofía y religión, pero la pronta muerte de Descartes el 11 de febrero de 1650 impidió que pudiera establecerse las bases para esa soñada Academia. No obstante, lo que quedó claro es que el deseo de Cristina era convertir Estocolomo en la “Atenas del Norte”.

Pierre Louis Dumesnil: Descartes en la corte de la reina Cristina de Suecia. Museo Nacional de Versalles.

Pierre Louis Dumesnil: Descartes en la corte de la reina Cristina de Suecia. Museo Nacional de Versalles.

     Su interés por los libros y la cultura la habían llevado con tan sólo nueve años de edad a leer sobre el celibato católico y una biografía de la reina virgen Isabel I de Inglaterra. Desde muy temprana edad Cristina había comprendido que se esperaba de ella que se casara y que diera un heredero al trono sueco, pero ella sentía “un gran desagrado por el matrimonio” y “por toda las cosas que las mujeres hablaban sobre él y hacían”. Su verdadero interés era el estudio, al que ocupaba interminables horas al día, durmiendo tan sólo tres o cuatro horas, olvidándose de peinar sus cabellos, donando sus vestidos y calzando zapatos de hombre por que resultaban más cómodos. De hecho su pelo desgreñado llegó a convertirse en una señal de identidad, como podemos ver en el retrato realizado cuando la reina tenía 16 años.

Anónimo: La reina Cristina de Suecia a los 16 años de edad, 1642.

Anónimo: La reina Cristina de Suecia a los 16 años de edad, 1642.

     El 26 de febrero de 1649, Cristina anunciaba que había decidido no casarse y nombraba como su heredero al trono a su primo el Conde Palatino Carlos Gustavo. Ya desde 1647 la reina había sido entrevistada oficialmente por el Consejo del Reino para intentar averiguar las razones por la que ésta demoraba su casamiento. Presionada se había hecho circular el rumor de que mantenía una relación íntima con el conde de Pimentel, embajador español en Suecia. La reina fue coronada el 22 de octubre de 1650 en el castillo de Jacobsdal. Pese haber dejado designado un heredero la presión de la nobleza aumentó haciendo correr rumores escandalosos sobre la reina.

David Beck, copia del retrato de: Retrato de Cristina de Suecia como Reina, ca. 1650.

David Beck, copia del retrato de: Retrato de Cristina de Suecia como Reina, ca. 1650.

Anónimo: Miniatura de Carlos X Gustavo de Suecia, designado heredero por Cristina de Suecia.

Anónimo: Miniatura de Carlos X Gustavo de Suecia, designado heredero por Cristina de Suecia.

     A partir de 1651 la reina tendrá conversaciones sobre Copernico, Bacon y Kepler con Antonio Macedo, secretario e interprete del embajador de Portugal. Macedo era un Jesuita con el que la reina cada vez compartió más intereses sobre la religión católica, la inmortalidad del alma o la libre voluntad de la razón. Alrededor de mayo de 1652 la reina decicido convertirse al catolicismo. En 1653 ordenó hacer una lista de unos 6000 libros y manuscritos y los envió a Amberes junto a valiosas pinturas, esculturas y tapices. Unos meses más tarde, en febrero de 1654, anunció al Consejo su plan de abdicar. El 6 de junio de 1654 la reina abdicaba en su sobrino Carlos Gustavo y pocos días más tarde dejaba el país y se instalaba en Amberes.

“Llegó la Reina de Suecia á Amberes, vestida de hombre, á caballo, con gran séquito de los suyos. Fuese á posar en casa de García de Illan, portugués riquísimo, que años há se huyó de Madrid con toda su hacienda por temor de la Inquisición. Fuese allí por ser su factor en aquellos Estados, donde ha sido servida y festejada de todo el país con grande estimación.

S.M. le envía ahora 30 caballos hermosísimos y ricamente aderezados, muchas cosas ricas de la India, y la Reina muchas cosas de olor. Va con este presente D. Antonio Pimentel, hermano del Conde de Benavente. Dícese hace mal á un caballo, como si fuera hombre, y que por esto le envía el Rey estos caballos, y aun se dice que es más que mujer, no porque sea hermafrodita, sino porque no es para poder ser casada”.

Avisos de Barrionuevo, 9 de septiembre de 1654.

     Se dice que como agradecimiento por el envío por parte de Felipe IV de esos 30 caballos Cristina de Suecia le mandó al monarca un cuadro suyo montando a caballo, obra que se conserva en la actualidad en el Museo Nacional del Prado.

Sébastien Bourdon: La reina Cristina de Suecia a caballo, ca. 1653-1654. Madrid, Museo Nacional del Prado.

Sébastien Bourdon: La reina Cristina de Suecia a caballo, ca. 1653-1654. Madrid, Museo Nacional del Prado.

     Alojada en los Países Bajos bajo el amparo del Archiduque Leopoldo Guillermo de Austria, la reina se convirtió al catolicismo en la capilla del Palacio de Coudenberg el 24 de diciembre de 1654, pero no pudo hacerlo público temiendo perder las asignaciones monetarias que le llegaban de Suecia. En septiembre de 1655 marchó hacía Roma, teniendo que dejar parte de sus esculturas y libros como pago por sus gastos y deudas en Bruselas.

Sebastián Bourdon: Retrato de la Reina Cristina de Suecia, ca. 1653. Madrid, Museo Nacional del Prado.

Sebastián Bourdon: Retrato de la Reina Cristina de Suecia, ca. 1653. Madrid, Museo Nacional del Prado.

     Tras hacer público el 3 de noviembre de 1655 su conversión al catolicismo, en diciembre de ese año llegaba finalmente a Italia. Su entrada oficial en Roma tuvo lugar el 20 de diciembre y fue Bernini el encargado de realizar los diseños de su entrada por la Porta Flaminia. Cristina conoció al día siguiente a Bernini y desde ese momento mantuvieron una amistad de por vida. “Dos días después la reina fue conducida a la Basílica del Vaticano, donde el papa le dió la confimación”. Fue entonces cuando Cristina recibió su segundo nombre Alexandra, el nombre feminino del papa Alejandro VII, y se le concedió su propio ala dentro del Vaticano, decorada por Bernini. Sin embargo no tardó mucho en asentarse en el Palazzo Farnese, que pertenecía al Duque de Parma. Allí todos los miércoles abría el palacio a los poetas e intelectuales para discutir y hablar y el 24 de enero de 1656 abrió una academia en el palacio llamada Academia de la Arcadia, donde los participantes podían disfrutar de musica, teatro y literatura.

Michael Dahl?: La reina Cristina de Suecia en Roma. (c) National Trust, Attingham Park.

Michael Dahl?: La reina Cristina de Suecia en Roma. (c) National Trust, Attingham Park.

David Beck: La Reina Cristina de Suecia. Sinebrichoff Art Museum.

David Beck: La Reina Cristina de Suecia. Sinebrichoff Art Museum.

     La protección e intercambio de regalos que Cristina había mantenido con el rey Felipe IV se rompió cuando la soberana comenzó a dejarse asesorar por el Cadenal Azzolino y colocó en su sala de audiencias un retrato de Luis XIV. Cristina fue entonces invitada a visitar París, ciudad a la que llegó en septiembre de 1656. Allí las damas se sintieron perturbadas por la apariencia masculina de la reina, su forma de sentarse, de cruzar las piernas, de hablar libremente… Cristina fue alojada en Fontainebleau y fue agasajada por la corte francesa, pero tras ajusticiar al marqués Monaldeschi, quien formaba parte de su corte y a quién acusó de espiarla, se convirtió en un personaje incómodo y fue invitada a salir del país. Cristina regresó a Roma en mayo de 1658, donde las noticias del ajusticiamiento del Monaldeschi habían llegado, y se encontró con un frío recibimiento y con la negativa de Alejandro VII de recibir más visitas de ella. El papa la describió entonces como “una mujer nacida de un bárbaro, barbaramente criada y viviendo con pensamientos […] bárbaros con un orgullo feroz y casi intolerable“.

Abraham Wuchters: La reina Cristina de Suecia, ca. 1661.

Abraham Wuchters: La reina Cristina de Suecia, ca. 1661.

     La reina se mudó entonces al Palacio Riario, diseñado por Bramante, y éste se convertirá en su residencia para el resto de sus días. Cristina llenó el palacio de obras de arte. Decoró las paredes con tapices de Giovanni Francesco Grimaldi y pinturas, principalmente de la Escuela veneciana y del Renacimiento. También poseyó algunas obras de los pintores del norte de Europa como Holbein, Van Dyck y Rubens. En su colección incluyó muy pocas obras de caracter religioso y por el contrario abundaron las de tema mitológico, por lo que parece que Cristina estaba más interesada en los lazos con la historia clásica de Roma que en la iglesia católica contemporánea. De hecho la opinión de Cristina sobre los gobernantes de la Iglesia en Roma no era demasiado bondadosa:

“Ciertamente la Iglesia debe ser gobernada por el Espíritu Santo, por que desde que vivo en Roma he conocido a cuatro papas y os aseguro que ninguno de ellos tenía ni una pizca de sentido común”.

Jacob Ferdinand Voet: Retrato de la reina Cristina de Suecia, ca. 1670-1675.

Jacob Ferdinand Voet: Retrato de la reina Cristina de Suecia, ca. 1670-1675.

     En 1660 tras la muerte de su sobrino Carlos Gustavo de Suecia, Cristina decidió volver a su tierra natal para revisar su posición e intereses. Su visita al reino sueco tuvo altibajos. Logró confirmar las condiciones de su título y las rentas, pero se le retiró el poder para nombrar autoridades eclesiásticas en las posesiones que generaban dichas rentas. Después de pasar algún tiempo en el castillo de Johannisborg en Norrköping, una de sus propiedades, en 1662 retornó a su palacio en Roma. No obstante, durante la década de los 60 visitó en otras dos ocasiones más Suecia para intentar arreglar sus problemas financieros. En 1668 se produjo su última visita a Suecia donde ya no volvería a regresar jamás.

Domenico Cerrni, basado en una obra del Guercino: La reina Cristina de Suecia como Diana, ca. 1660.

Domenico Cerrni, basado en una obra del Guercino: La reina Cristina de Suecia como Diana, ca. 1660.

     Tras regresar de nuevo a Roma, ciudad que ya no abandonará hasta su muerte, Cristina se centró en organizar encuentros de su Academia en el gran hall del palacio Riario. Asimismo creó una plataforma de difusión para la música y los cantantes y estableció en Roma el primer teatro público en lo que era una antigua carcel. Consiguió que el papa Clemente X levantase la prohibición a la presencia de mujeres en los espectáculos artísticos y por iniciativa de ella comenzó a desarrollarse la llamada ópera seria, incluyendo la participación de castrati.

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     La última década de su vida estuvo marcada por las dificultades económicas. Sus ingresos se vieron mermados por el estado de guerra en Suecia. La falta de recursos la obligó a terminar con algunos de sus mecenazgos, siendo el de Arcangelo Corelli, su maestro de capilla, el más notorio. Su salud comenzó a deteriorarse y pasaba la mayor parte de su tiempo escribiendo.  Antes de su muerte, un visitante francés escribió una descripción de Cristina:

“Tiene más de sesenta años de edad, decididamente pequeña, muy robusta y rechoncha. Su piel, voz y facciones son masculinos: nariz grande, grandes ojos azules, cejas rubias, una doble barba con vello y un levemente prominente labio inferior. Su cabello es castaño claro, un palmo de largo, empolvado y sin peinar. Su expresión es amistosa y sus modales muy obsequiosos. Su indumentaria se compone de una chaqueta masculina ajustada, de satín negro, que le alcanza las rodillas y abotonada en el frente. Usa una falda negra corta que muestra su calzado masculino. Una gran cinta negra ocupa el lugar del pañuelo al cuello. Un cinturón sobre su chaqueta le ajusta el vientre, haciendo más notoria su redondez.”

Anónimo: Retrato de la reina Cristina de Suecia durante sus últimos años de vida.

Anónimo: Retrato de la reina Cristina de Suecia durante sus últimos años de vida.

     En febrero de 1689, a los 62 años de edad, Cristina cayó gravemente enferma debido a una neumonía. Dos mese más tarde, el 19 de abril de 1689 fallecía en el palacio Riario. Su voluntad de ser sepultada con sencillez no fue obedecida. Se le hizo un funeral de Estado y su cuerpo fue expuesto durante tres días en su palacio para recibir los últimos respetos de numerosos visitantes. Tras esto los restos de la reina fueron llevados a la Basílica de San Pedro. Allí fue depositado su cuerpo en un ataúd de ciprés junto a su corona y cetro. En 1701, durante el papado de Clemente XI – uno de los jovenes literatos que había acudido a la Academia de la Arcadia- el arquitecto Carlo Fontana, discípulo de Bernini, realizó el monumento funerario que aún hoy es visitable en el interior de la Basílica de San Pedro.

Carlo Fontana: Monumento funerario de la Reina Cristina de Suecia. Roma, Basílica de San Pedro del Vaticano.

Carlo Fontana: Monumento funerario de la Reina Cristina de Suecia. Roma, Basílica de San Pedro del Vaticano.

Origen: Cristina de Suecia, una Minerva irreductible | Investigart

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