29 marzo, 2024

¿El asesinato de José Calvo Sotelo originó la Guerra Civil Española? | El Correo de Madrid

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Por todo ello, por defender la Historia con mayúsculas, vamos a realizar este artículo, donde intentaré ser lo más imparcial posible y desarmar una de las mentiras más insidiosas del régimen franquista que aún circulan con plena vigencia en el seno de nuestra sociedad. Todo ello es un magnífico complemento al capítulo del libro MisMentiras Favoritas donde trato algunos sucesos acontecidos en la Guerra Civil.

Hace unos años Telemadrid emitió una miniserie que explicaba, bajo un punto de vista muy subjetivo, la Guerra Civil Española. El segundo capítulo, titulado “La muerte de Calvo Sotelo” llegaba a una curiosa conclusión: Fue la muerte de este personaje lo que desató el conflicto armado; una consecuencia inevitable tras el asesinato, por parte de los socialistas, de este personaje vinculado a la derecha española.

Aunque estaba medio dormido en el sofá viendo aquél documental, esa conclusión, aparentemente lógica, que intentaban introducirme en el cerebro me despejó totalmente. ¿Cómo alguien en pleno siglo XXI puede emitir tal cosa? ¿Qué será lo siguiente, justificar las cámaras de gas nazis mostrándonos a unos judíos usureros poseedores de los Protocolos de Sión para dominar el mundo?

La muerte de Calvo Sotelo existió. Se produjo el día 13 de julio de 1936. La Guerra Civil existió. Se inició el 17-18 de julio de 1936. Pero unir estos dos acontecimientos y justificar el inicio de las hostilidades a causa de él es una gran mentira. Es la justificación defendida por el régimen franquista para calmar los ánimos y apaciguar al pueblo en la posguerra. Un pueblo cansado de combatir que prefirió creer una mentira y volver a vivir en paz, aunque miserablemente, que seguir luchando por defender la verdad.

Entiendo a mis antepasados. Yo hubiera hecho lo mismo exactamente. Ahora bien, que esa mentira se convierta hoy día en verdad, por el mero hecho de repetirla, me parece, cuanto menos, intolerable. No por los sectores que la defienden, que sus razones políticas tendrán. Me parece intolerable por los Historiadores profesionales. Pues ellos tienen los medios para desarmarla. Puesto que yo soy historiador, creo que mi deber es esclarecer este confuso hecho histórico, lejos de colores y nacionalismos interesados y caducos.

El siglo XX fue el siglo de los nacionalismos y de los grandes ideales políticos. Pero tanta ideología nos llevó a enfrentarnos a las guerras más cruentas que han existido. Pasemos página y en este siglo XXI dediquémonos a convivir pacíficamente, y a entender el pasado libres de aquellos defectos que tanto mal nos trajeron. En el siglo de la información, hagamos honor a su nombre e informemos. Al menos los profesionales.

Lo primero que debemos hacer es contextualizar el asesinato de Calvo Sotelo. No fue el único que se produjo en vísperas de la Guerra Civil. De hecho, el gobierno republicano tuvo que hacer frente a un continuo incremento de la violencia social tras el inicio de su mandato. El partido fascista de la Falange Española decidió iniciar diversas actuaciones violentas contra sus enemigos e izquierda. Y éstos, los grupos radicales izquierdistas pagaron tales acciones con la misma moneda. LA República, en medio de auténticas batallas campales, poco pudo hacer para detener la situación de crispación. El 12 de marzo de 1936 tuvo lugar el primer atentado importante de los falangistas, un intento de asesinato fallido contra Luis Jiménez de Asúa, diputado socialista y “padre” de la Constitución de 1931. Ese fue, creo yo, el pistoletazo de salida a unos meses de violencia entre ideologías contrarias que el gobierno republicano no pudo contener. Según estimaciones, entre enero de 1936 y el inicio de la Guerra Civil hubo en España unas 270 muertes por rivalidades políticas. La gran mayoría fueron realizadas por pistoleros falangistas y socialistas, que atacaban y vengaban a compañeros caidos anteriormente. Y Madrid fue el lugar más castigado por estas luchas.

Sin lugar a dudas, tal situación de inestabilidad generó un ambiente propicio para el estallido del golpe de estado. Pero si finalmente éste se produjo fue debido a una conspiración militar planificada desde muchos meses antes.

En ningún caso la violencia generada puede ser excusa para el golpe de estado, otra de las excusas esgrimidas por la historiografía franquista. Como indicó Julio Aróstegui: “La desestabilización política real en la primavera de 1936 no explica en modo alguno la sublevación militar [de julio de 1936] y menos aún la justifica”. (Julio Aróstegui: La Guerra Civil. La ruptura democrática. Madrid: Historia 16.1997).

Efectivamente, como mostraba el documental citado anteriormente, el asesinato fue realizado por unos personajes relacionados con los socialistas. En concreto, el grupo fue liderado por Fernando Condés, capitán de la Guardia Civil española e instructor de las milicias socialistas.

Condés había reclutado a un grupo de compañeros y tenían la firme intención de vengarse, siguiendo la ley del ojo por ojo, del asesinato de un compañero días antes. En efecto, el día 12 de julio de 1936, grupos falangistas o carlistas (no hay consenso) asesinaron a tiros a José Castillo, teniente de la Guardia de Asalto y conocido militante socialista.

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El objetivo de este grupo de vengadores era, ni más ni menos, el líder del parido político de la CEDA, José María Gil-Robles, pero como no lo encontraron en su domicilio fueron en busca de otro personaje enemigo de sus pensamientos políticos. De rebote, el elegido fue Calvo Sotelo, líder del partido monárquico Renovación Española. Calvo Sotelo fue secuestrado en su domicilio y posteriormente asesinado con dos tiros en la cabeza.

Cuando se conoció la noticia el escándalo fue mayúsculo. Agentes de seguridad nacional del Estado habían secuestrado a un Diputado del gobierno y lo habían asesinado a sangre fría. Podemos imaginar la conmoción parlamentaria y social creada en ese momento. Imaginad que hoy día nos enteramos que agentes de la Guardia Civil secuestran a un Diputado del Congreso y lo asesinan.

Pero lo cierto es que los hechos no tienen, exactamente, esa lectura. En el grupo creado por Condés no todos eran agentes del Estado. Al contrario, cuando hablamos de compañeros, nos referimos a simpatizantes y miembros socialistas. Condés no actuó como agente del Estado, sino como un miembro afín al socialismo. Su condición de agente del Estado le sirvió para ejecutar su plan de forma más eficaz, pero no significaba que fuera un plan ideado por el gobierno republicano.

No obstante, esa idea fue la que defendió el régimen franquista. El asesinato de Calvo Sotelo había sido planeado por el gobierno republicano y, por ello, la confrontación bélica fue inevitable. De nuevo estamos ante la mentira que nos repiten constantemente, la inevitabilidad de la guerra a causa del asesinato de Calvo Sotelo.

Esta interpretación estuvo ayudada por el error político que supuso la escasa reacción gubernamental ante hechos tan graves. Su silencio, intentando calmar los ánimos, fue malinterpretado como colaboracionismo. En este sentido debemos indicar que cualquier cosa hubiera sido inútil. Las posiciones se habían radicalizado tanto que era imposible acercarlas nuevamente. Lo que está claro es la no participación gubernamental en aquél asesinato. Al menos, hasta día de hoy, no tenemos ningún documento donde aparezca una orden para realizar tal asesinato.

Si tenemos constancia, en contra, de la participación activa de miembros del PSOE (partido político que no estaba dentro del gobierno republicano entonces) en el intento de ocultación de los asesinos del parlamentario Calvo Sotelo. Y lo sabemos gracias a las memorias escritas por aquellos personajes (por ejemplo, el diputado socialista Zugazagoitia), pues la causa judicial del proceso abierto fue sustraída de los juzgados, a punta de pistola, una vez comenzada la guerra. Pero de nuevo tenemos que matizar. Una cosa era el encubrimiento y otra la orden de asesinato. Y en este sentido, el PSOE de 1936 estaba tan escindido que resulta difícil hacer culpable a todo el partido de la actuación de un grupúsculo violento simpatizante socialista.

Pero este asesinato terminó por convencer a algunos militares algo reacios a iniciar el golpe de estado. Entre ellos, parece ser, estaba Franco, quién al enterarse de la noticia del asesinato dijo lo siguiente: “Con gran indignación, mi primo afirmó que ya no se podía esperar más y que perdía por completo la esperanza de que el gobierno cambiase de conducta al realizar este crimen de Estado, asesinando alevosamente a un diputado de la nación valiéndose de la fuerza de orden público a su servicio”. (Francisco Franco Salgado-Araujo: Mi vida junto a Franco, Barcelona, Planeta, 1977, p. 150.)

La lectura interesada de la Historia por parte del régimen franquista es fácilmente desmontable dirigiéndonos a las fuentes mismas de nuestra disciplina. En ella vamos a encontrar el verdadero significado de la muerte de Calvo Sotelo: la precipitación del golpe de estado. Porque, en realidad, el golpe de estado ya estaba planificado desde hacía mucho tiempo. La muerte de Calvo Sotelo fue la chispa justificatoria necesaria para llevarlo a cabo. Es decir, en el clima de asesinatos políticos anteriores al conflicto, cualquier personaje hubiera servido de excusa. Pero Calvo Sotelo, por su relevancia, fue la excusa perfecta.

Como dijo una vez el historiador Carlos José Márquez, “La historiografía sirve para la legitimación política; cuanto más recientes los hechos, más politizada está”. Sin duda, el caso del inicio de la Guerra Civil Española es un claro ejemplo de ello. Lo sorprendente es que no se trata de un suceso “reciente”. No obstante, parece como si a la sociedad española le costara pasar página. Nada más recordar las polémicas suscitadas con la búsqueda de fosas comunes o el tema “tabú” sobre el monumento a los caídos en Madrid.

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Volviendo al tema que nos ocupa, la existencia de la preparación de un golpe de estado anterior a la muerte de Calvo Sotelo está suficientemente documentado y comprobado por los historiadores. Este plan para derrocar el gobierno republicano por parte de sectores de la derecha comenzaría tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, momento en el que se constituyó el gobierno republicano, de carácter izquierdista (Frente Popular). Y, como veremos, entre los personajes que mantuvieron contacto con los ideólogos del golpe, estuvo precisamente Calvo Sotelo.

Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 Gil-Robles, líder de la CEDA y ministro de la guerra del gobierno derrotado, intentó coaccionar al presidente en funciones del gobierno, Manuel Portela Valladares, para evitar el cambio de poderes, declarar la nulidad de los comicios y el estado de guerra. Por supuesto, en la lógica constitucional, nada de eso se hizo.

El 8 de marzo de 1936 se produjo una reunión en casa de un amigo de Gil-Robles donde participaron varios generales militares. Entre ellos estaban Mola, Franco, Orgaz y Fanjúl. A muchos los conoceréis por el callejero. Irónico que persistan los nombres de unos golpistas en nuestra trama urbana. ¿Por qué no existe el de Tejero, por ejemplo? Ah, que ese fracasó.

En aquella reunión se planeó realizar un alzamiento militar que derribara el gobierno republicano recién creado y lo sustituyera por una junta militar al mando del General Sanjurjo, exiliado en Portugal.

El general Emilio Mola fue quién, a partir de entonces, se puso al frente de las operaciones logísticas encaminadas a realizar el golpe. Desde Pamplona, comenzó a perfilar el golpe redactando una serie de “Instrucciones reservadas”. La primera de ellas, fechada el 25 de mayo de 1936, indicaba que el golpe de estado debería acompañarse de una violenta represión.

Que el golpe de estado no se realizara antes no fue por la falta de ganas de los golpistas, sino por la duda de su éxito. Los militares, expertos planificadores, no tenían el total convencimiento del triunfo del golpe de estado. Entre otras cosas, porque no contaban con el apoyo ni de la totalidad del ejército ni con la totalidad del apoyo social. Es más, según sus previsiones, las principales ciudades no se sumarían al golpe de estado y su triunfo parcial desencadenaría una revolución de las organizaciones obreras y campesinas. Debemos reconocer que sus previsiones fueron del todo acertadas.

A principios de julio de 1936 el plan golpista estaba, no obstante, bastante avanzado. El primer ejército en sublevarse sería el de África (Protectorado de Marruecos), el más curtido en batalla. Mola se dirigiría a Madrid para apoyar el levantamiento de la capital, a cargo de Fanjúl, de cuyo éxito se dudaba. Franco, desde las Islas Canarias, si no se capturaba la capital, se pondría al frente de las tropas africanas, cruzaría el estrecho y se dirigiría a Madrid desde el sur. Finalmente, como todos sabemos, fue este último preparativo el que tuvo que llevarse a cabo.

Poe ello, es posible rastrear los preparativos iniciales del golpe investigando el avión que transportó a Franco hasta el Protectorado de Marruecos, el famosoDragón Rapide.

Si sabemos cuando se puso en marcha el operativo para sacar a Franco de las Islas Canarias sabremos a partir de que momento el golpe de estado era imparable. Y, para sorpresa de muchos, ese día fue el 6 de julio de 1936, bastantes días antes del asesinato de Calvo Sotelo, e incluso de José Castillo.

Aquél día 6 de julio Luís Bolín, corresponsal en Londres del diario ABC, recibió una llamada de su director, Juan Ignacio Luca de Tena. En ella se le exhortaba a que, con total disimulo, fletara un avión desde Londres hasta las Islas Canarias. Ese avión era el Dragón Rapide. Fue elegido gracias al asesoramiento técnico de Juan de la Cierva y a la ayuda monetaria por parte de Juan March y del duque de Alba.

Para disimular el auténtico objetivo del vuelo, se ideó presentar el vuelo como turístico, incluyendo en el pasaje a un mayor inglés, a su hija y a una amiga, dos rubias inglesas muy monas que parecían desear tostarse al sol en Tenerife. Al mando del avión estaba el capitán Bebb.

El vuelo del Dragón Rapide fue bastante accidentado. Parece ser que se perdieron al cruzar los Picos de Europa y tuvieron que regresar a Biarritz a repostar. Luego, tuvieron que sobrevolar la península guiándose con un mapa de carreteras Michelín. Finalmente, el día 14, a las 14.40 H, llegaron al aeropuerto de Gando, en Gran Canaria.

Por suerte para Franco, su traslado desde Tenerife a Gran Canaria no pudo estar más disimulado. Su viaje era obligado, pues debía asistir al entierro del comandante militar de Gran Canaria, Amado Balmes, muerto el 16 de julio de 1936.

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Suelen decir que las casualidades no existen y, por ello, algunos historiadores ponen en duda la casualidad de tal evento. Entre ellos, el último en alzar la voz fue Ángel Viñas, para quién la muerte de Balmes fue el primer asesinato de Franco.

La versión oficial nos dice que Balmes murió de un accidente al manejar su arma, pegándose, sin querer, un tiro en el estómago. Ahora bien, Viñas defiende todo lo contrario. Que se trataría de una orden directa de Franco para quitarse de en medio a un importante militar fiel a la República.

Sus afirmaciones no se basan en ningún documento escrito, pero si en la investigación llevada a cabo sobre estos personajes. Parece ser que existió una reunión en mayo de 1936 donde Franco le comunicaría, presuntamente, los planes golpistas a Balmes. Éste salió muy serio de la reunión, si bien no hizo comentario alguno. Su posible respuesta negativa a unirse al golpe fue lo que, presumiblemente, definió su final.

Viñas defiende su tesis del asesinato planeado por Franco mostrándonos las irregularidades del informe judicial sobre la muerte de Balmes. Parece ser que Balmes, todo un general, estaba revisando armas aquel día. No es la labor habitual que suele realizar un alto mando, ¿verdad? La persona que realmente debía encargarse de tal tarea, el oficial al cargo de la gestión de las armas, no aparece en ningún documento militar. Su nombre está ausente y Viñas conjetura que pudo ser él el auténtico asesino de Balmes. Y la pistola del incidente, casualmente, fue extraviada por el chofer.

Para terminar con las situaciones extrañas que rodearon a Balmes tenemos la denegación de la pensión completa a su viuda por parte del Tribunal Militar, alegando que su marido no murió en acto de servicio, sino debido a una gran imprudencia, al ponerse el cañón de la pistola con la mano izquierda en el bajo vientre.

Debo reconocer que, como dice Viñas, “Al liquidar a Balmes, Franco se hace con la guarnición y deja el camino expedito, pues con Balmes en contra se trastocan todos los tiempos del golpe, y ese era un riesgo grave.”

En efecto, Franco, que ya tenía a su mando la guarnición de Tenerife donde residía, se hizo fácilmente con la de Gran Canarias tras morir Balmes. Y el acudir al entierro le permitía poder coger el Dragón Rapide, enviado a Las Palmas a propósito con el objeto de no levantar ninguna sospecha. Si lo vemos todo en su conjunto, el plan tenía una lógica manifiesta.

Aunque esta última parte de la implicación de Franco en el asesinato de Balmes son simples conjeturas (aunque con muchas trazas de ser ciertas, según mi opinión), todo lo anterior, con el accidentado viaje del Dragón Rapide desde Londres a Las Palmas no lo es y está documentado. Y puesto que este plan se realizó antes de la muerte de Calvo Sotelo, la mentira que nos intentaron hacer creer durante años no resiste más.

Tal vez, por ello, las tesis revisionistas, con Pío Moa entre los acólitos más públicos, pretenden retrotraer las causas hasta 1934, cuando el PSOE se enfrentó al gobierno de la CEDA (conservador). No obstante, en mi opinión, este es otro ejemplo de justificar lo injustificable. Para que exista un golpe de estado es necesaria el uso de la fuerza militar, y eso sólo ocurrió en 1936. Además, hechos pasados no pueden justificar atentados contra la autoridad. Al igual que es injustificable el asesinato de Calvo Sotelo como venganza de uno anterior sobre José Castillo, es moralmente cuestionable buscar excusas en el pasado para justificar un atentado contra la legalidad vigente, contra el gobierno republicano institucionalmente configurado.

Si se rompen la reglas del juego que todos hemos respetado, los culpables pueden ser varios. Pero el que se sale del juego sólo es uno. Hoy día tenemos un claro caso de lo que digo en Cataluña y sus motivaciones secesionistas. Por tanto, resulta irónico que grupúsculos afines al PP se rasguen las vestiduras por el tema catalán y, en cambio, defiendan el golpe de estado nacional contra la República.

Por tanto, como conclusión final hay que decir que las causas que llevaron a la Guerra Civil fueron muchas (imposibles de resumir aquí). Ningún acontecimiento puntual, como la muerte de Calvo Sotelo, puede utilizarse como excusa para justificar un golpe de estado. Y quienes lo realizaron e iniciaron la guerra fueron unos militares, entre los cuales estaba implicado Franco. Estos son los hechos. Lo demás, opiniones.

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