28 marzo, 2024

El Batallón de la Muerte

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El Batallón de la Muerte

El llamado Batallón de la Muerte ha sido de las unidades anarquistas de la Guerra Civil española una de las que más atención ha recibido en las últimas décadas. Esto se debe a las fotografías con las que se dio a conocer esta unidad tenida por internacional. Este artículo intentará aclarar algunas concepciones erróneas y rebatir los mitos, ya que flaco se favor hace para comprender los hechos históricos. Se han encontrado documentos más que suficientes como para que cada cual saque sus propias conclusiones.

La Columna Italiana

En primer lugar, nos tenemos que remontar a los inicios de la guerra. El 19 de julio de 1936 estaba programado el comienzo de la llamada Olimpiada Popular en Barcelona. Días antes habían llegado numerosas delegaciones de atletas extranjeros vinculados a las organizaciones obreras y antifascistas de sus países. En este aspecto hay que destacar la capacidad organizativa del Komintern, que nunca desaprovechaba este tipo de grandes eventos para hacer propaganda del comunismo pro-soviético. Lo cierto es que se juntaron unas 5.000 personas de todo el mundo que habían llegado para competir en una Olimpiada planteada como boicot de la que tendría lugar en aquellas semanas en Berlín, aprovechada por los nazis para propagar sus ideas por todo el mundo.

Volviendo a Barcelona, desde el mismo 19 de julio hubo no pocos militantes internacionales que tomaron las armas apoyando el movimiento insurreccional de las masas obreras que combatían el levantamiento militar. Así que cuando, el día 23, comenzaron a partir las columnas de milicianos hacia Aragón, en medio de gigantescas despedidas con multitudes enfervorizadas, bastantes internacionales decidieron unirse al movimiento. Algunos países europeos formaron incluso sus grupos, centurias y columnas.

La Columna Italiana tiene su origen en una reunión en el domicilio de Camillo Berneri en la que estaban Gilioli Revoluzio, Romagno Castangoli y Antonio Cieri. Este grupo elaboró un programa para constituir una columna italiana anarquista. Sin embargo, también se celebraron otras reuniones en las que la composición política ya era más heterogénea. Por ejemplo, el 2 de agosto se reunieron Berneri, Barbieri, Perisici, Falaschi y otros. Y en algún momento dado se unieron a estas reuniones Carlo Rosselli (líder del movimiento Giustizia e Libertà) y el leonés Diego Abad de Santillán. Queda clara la intencionalidad unitaria en su declaración de aquella asamblea del día 2:

“Los anarquistas italianos enrolados en la milicia de la CNT y de la FAI saludan fraternalmente a los voluntarios antifascistas italianos de Giustizia e Libertà, del Partido Socialista Maximalista, del Partido Republicano y de Acción Republicana Socialista, que han preferido, reconociendo el gran rol del anarquismo español en la lucha contra el fascismo, la nuestra a las demás milicias”.

Sea como fuera, la Columna Italiana se creó el 17 de agosto y se componía de unos 150 voluntarios comandados por Mario Angeloni. La compañía estaba dividida en dos mitades, una de infantería y otra de ametralladoras. En tanto a su nombre, lo cierto es que tuvo varios. Se la conoció indistintamente como Columna ItalianaColumna Italiana Francisco Ascaso o Columna Roselli. Entre sus componentes estaban los republicanos Mario Angeloni y Bruno Lugli, “gielistas” (es decir, militantes del movimiento antifascista Giustizia e Libertà) Libero Batistelli y Valerio Zuddas, comunistas como Vittorio Cerretelli y Anacleto Sartori o anarquistas como Michele Centroni y Fosco Falaschi.

Esta columna tuvo su bautismo de fuego en la Batalla de Monte Pelado, en las inmediaciones de Huesca. En lo alto del monte se encontraba el 39º Regimiento del teniente Carlos Sáez. El 28 de agosto la Columna Ascaso, sumando unos 1.200 milicianos y milicianas atacaron la posición. Tras un gran despliegue de fuerzas logaron tomar el monte, a costa de fuertes pérdidas, que también padeció la Columna Italiana. Esta pequeña victoria no culminaba la misión, puesto que la columna también participaría en el ataque contra Huesca que tuvo lugar en los últimos días del mes y a comienzos de septiembre.

A pesar de las bajas, no hubo desánimo alguno. Al contrario, se consideraba como un lance normal en una guerra y la columna fue reforzada, creciendo hasta superar los 300 componentes en el mes de septiembre. En esos momentos también se la conoció como Batallaglione Giustizia e Libertà, y esto presta a confusión. En octubre estuvo defendiendo Tardienta, en noviembre Almudévar. Fue militarizada en abril de 1937. Para entonces esta columna era el 19º Regimiento de la 126ª Brigada Mixta de la 28 División. Así que más o menos siempre combatió bajo la Columna Ascaso.

Pero según otras fuentes, ya en septiembre de 1936 se hablaba de un Batallón de la Muerte dirigido por el anarquista abruzzano Nicola Menna, que llevaba en Barcelona desde 1931. Era exactamente la misma unidad mencionada. Es posible que existiera una confusión terminológica, debido a que en una guerra decir “batallón de la muerte” implica por lógica decir “batallón de choque” o unidad de primera línea, como la Columna Italiana. Menna, fue detenido por robo meses más tarde, ya entraremos en detalle. En su defensa decía haber sido fundador de un “batallón de la muerte” que por entonces (abril de 1937) estaba combatiendo en Andalucía. Sin embargo, en Catalunya nadie había oído hablar de ello.

Otro error difundido habitualmente, es que Menna dirigía la Columna o Centuria Malatesta. Esta fue una columna compuesta por tres centurias que salió de Mataró en agosto formada por militantes y voluntarios del Maresme. Nada que ver con Italia, entonces. Si acaso puede entenderse que haya una confusión aquí, podría ser porque en Barcelona la sede del anarquismo italiano recibió el nombre de Circolo Malatesta. De todas formas, lo que nos puede interesar por ahora es saber que Menna estaba preso cuando apareció Testa en escena, y que éste intercedió para que lo liberasen y se uniese al nuevo batallón que preparaba. Todo esto al respecto de la Columna Italiana.

Columna Italiana en Aragón. Origen desconocido.

Mientras se combatía en Huesca en agosto de 1936, se constituía en Barcelona una unidad italiana compuesta por comunistas de aquel país. Fue la Gastone Sozzi. Esta unidad se convirtió en la 22ª Compañía de la Columna Libertad del PSUC y fue enviada a Madrid junto con el resto de la columna. A mediados de octubre fue enviada a Albacete en donde se la unió con otras centurias italianas para formar el Batallón Garibaldi de las Brigadas Internacionales.

El Batallón Garibaldi, por su parte, se componía de republicanos, socialistas y comunistas producto de un pacto que hicieron estos partidos el 27 de octubre en París. También fue conocido como la Legión Italiana. Al frente estuvo el republicano Randolfo Pacciardi, secundado por los comisarios políticos comunistas Luigi Longo y Antonio Roasio, así como por el comisario socialista Amedeo Azzi. Este batallón formó parte de la XII Brigada Internacional junto con el batallón Thälmann (Alemán) y André Marty (franco-belga). En noviembre participó en la Batalla de Madrid y tuvo numerosas bajas.

En el Frente de Aragón y en Catalunya se formó otro batallón italiano, que tomó el nombre de Matteotti. También era una unidad que aglutinaba todo el contingente humano italiano, más allá de su ideología. Lo conformaban personalidades afines a Giustizia e Libertà como Libero Battistelli, Angelo Monti y Orlandini y el conocido Carlo Rosselli, que al poco tiempo renunció. Su fundación tuvo lugar el 6 de diciembre y fue adherido a la 120 Brigada Mixta de la 26 División (ex Columna Durruti). Tuvo a Enrico Brighetti como comandante, hasta que se descubrió que era un infiltrado fascista italiano. Podemos ver que había un problema real de confianza con el voluntariado italiano. El 30 de abril se fusionó con el Batallón Garibaldi y esta unidad Garibaldi creció debido a un aporte de reclutas españoles y nuevos voluntarios extranjeros y se reconstruyó como brigada (es decir, una unidad de cuatro batallones) que tomaron como base las compañías. El primer batallón de esta nueva brigada fue comandado por el mencionado Libero Battistelli.

El Batallón de la Muerte

A mediados de octubre apareció por Barcelona un italo-argentino que se hacía llamar Cándido Testa (que era un alias, ya que su nombre verdadero era Mario Weber). Era periodista del diario de Buenos Aires L’Italia del Popolo, de carácter antifascista. Testa, oriundo genovés, logró entrevistar a diversas personalidades, tales como a Manuel Azaña, Indalecio Prieto y otros ministros de la República. En Barcelona hizo buenas migas con Diego Abad de Santillán, que quedó fascinado con el verbo de Testa.

Convenció a Santillán para formar una unidad de auténticos “Arditi”, es decir, una tropa de choque como las que tuvo el ejército italiano en la Primera Guerra Mundial. Estos arditi (traducido como “los valientes” o “los osados”) no eran unidades que formasen parte de las divisiones de infantería, sino que tenían la misión de romper el frente a base de bombas de mano y colocarse tras las líneas enemigas por todos los medios posibles, incluyendo la lucha cuerpo a cuerpo, para la que llevaban un puñal. Ganaron mucha fama en los ambientes militares italianos. La palabra arditi tenía connotaciones tanto fascistas como antifascistas, ya que en 1921 se constituyeron los Arditi del Popolo, como fuerzas de choque antifascistas ante el auge que estaba tomando el Partido Fascista de Mussolini. Y a su vez, el primer fascismo recibió no pocos integrantes surgidos de entre aquella tropa de choque de la guerra.

Abad de Santillán intercedió ante el President de la Generalitat y se les asignó el castillo Francisco Ascaso de Santa Perpetua de Moguda para formar la nueva unidad. Aquí volvemos a rebatir el mito, puesto que se piensa comúnmente que esta era una unidad de mayoría italiana y no es así. Basta un vistazo a las fichas de los milicianos para ver que el 90% eran españoles (la mayoría afincados en Cataluña, además). Una acusación que pesa como una losa, es que había exconvictos en el Batallón. Sin embargo, esto no quiere decir nada, puesto que muchas unidades republicanas también contaban en sus filas con personas recién salidas de la cárcel sin tener el menor problema por ello. El gran problema de los exconvictos estaría más bien relacionado con sus dirigentes, como veremos más adelante. Otros argumentaban que la unidad contaba con bastantes voluntarios que no habían ido al frente en los primeros compases de la guerra y ahora buscaban desquitarse.

“Innegablemente al anunciarse la constitución de un Batallón de choque que llevaría por nombre el de la Muerte, muchos de los combatientes inquietos y audaces cuyo temperamento se avenía mal con las largas estancias en las trincheras inactivas, vieron en él un medio de encauzar su ardor de lucha, movimiento y aventuras, ante la perspectiva de una actuación que el nombre y la condición, permitían suponer, sería constante y dura .”

Milicianos entrando al Castillo Ascaso. Fondo Generalitat de Catalunya (Segona República). Arxiu Nacional de Catalunya, documento ANC1-42-N-34507

A finales de diciembre el Batallón ya está acantonado en el Castillo Ascaso. Desde allí escribe Testa una breve nota para su periódico italo-argentino: “Nombrado por el Consejo de Defensa comandante del “Batallón de la Muerte” envío mis primeros pensamientos y el más afectuoso saludo a L’Italia del Popolo y a todos mis amigos de la Argentina. ¡Viva la Libertad!”. El día 28 da un discurso radiofónico en Madrid. Se presenta como el ideólogo del Batallón.

Quien les habla ahora mismo está a punto de entrar en la lucha con una formación que concibió y creó; el Batallón de la Muerte reserva para mí el mayor honor de llevarlo al asalto. Este batallón contiene en sus filas de combate todas las nacionalidades; todos los caminos de la vida; todas las corrientes políticas antifascistas: es una fusión perfecta de espíritu y de acción. Es una realización positiva del verdadero frente unido de la Libertad contra la reacción y que solo tiene un objetivo: ¡luchar y morir por la gran causa de la libertad humana!

Foto publicada por La Vanguardia, 09/03/1937. De izquierda a derecha, Testa, Abad de Santillán y Strafelini. Fondo Generalitat de Catalunya (Segona República). Arxiu Nacional de Catalunya, documento ANC1-1-N-1936

Hay que tener en cuenta que el espionaje italiano conocía perfectamente la existencia de este batallón. En un informe del 28 de diciembre ya se informa de un batallón organizado según el sistema de los Arditi italianos de la Gran Guerra, destinados a tomar posiciones que el mando considera difíciles. Decía el informe que no existirían divisiones partidistas dentro, ya que su único programa era “la guerra contra el fascio”. Para inscribirse en el batallón había que ir al cuartel 19 de Julio, situado en la calle Enrique Granados, 19, de Barcelona. Además, el informe de la inteligencia italiana indica que este no era el primer batallón formado así, sino el segundo. El primero había sido organizado por el coronel Vagliasindi en el Frente de Madrid.

Saliéndonos de tema, lo cierto es que la figura de Petro Paolo Vagliasindi es sumamente fascinante. Podría haber sido un personaje más de las historias de Corto Maltés. De familiar militar, fue uno de los fundadores de los Arditi en la Gran Guerra. Después de la contienda bélica, también fue uno de los primeros adherentes al fascismo. Estuvo entre los firmantes del Programa del Sansepolcro de 1919. Al año siguiente acompañó a Gabriele D’Annunzio en su aventura de la conquista de Fiume. Más tarde se interesaría por la aviación, intentando cruzar el Atlántico en 1925. Sin embargo, a nivel político rompió con el fascismo, tal vez porque no estaba de acuerdo con su deriva burocrática y anquilosada. Así que abandonó Italia y se puso a vender armas a los independentistas del Yemen, y luego a vivir gran vida aristocrática y bohemia entre Montecarlo, París y Sitges. Nada más estallar la Guerra Civil española se presentó en el centro de reclutamiento de la CNT-FAI y se alistó en la Columna Durruti, donde participaría de asesor militar. Unos meses después, bajo la sospecha de Camilo Berneri, sus pertenencias son registradas y se le encuentra una foto del Rey de Italia firmada nada menos que por el mismo monarca. Están a punto de fusilarlo por ser un espía fascista. Sin embargo, sus compañeros hablaron en su favor. Había estado en el Frente de Aragón y en los duros combates de la Ciudad Universitaria de Madrid y siempre cumplió a ojos de todo el mundo. En 1938 vuelve a ser detenido por el SIM y es acusado de fascista infiltrado. Ni corto ni perezoso les propone formar una unidad de Arditi para el ejército.

Volviendo a nuestro asunto, Testa y su Estado Mayor, formado por Emilio Strafelini, habían conseguido reunir y encuadrar unos 600 voluntarios. Era una de las últimas unidades milicianas y solamente fue autorizada por la Generalitat bajo la promesa de que sería plenamente militarizada y disciplinada. Testa se encargó de convencer a todo el mundo de que esta unidad, aunque formada por anarquistas, estaría plenamente a disposición de la Generalitat. Por tanto, no iba a obedecer a los intereses de las milicias confederales, CNT-FAI.

Abad de Santillán intercedió para que se les concedieran 2.000 francos al mes para adquirir armas en Francia. Uno de los casos más llamativos fue la compra de 14 lanzallamas y unos 500 mosquetes por parte de Francesco Fausto Nitti, que fue quien los llevó a la unidad. Pero en las pruebas estos lanzallamas no dieron el resultado que esperaban y fueron desechados, con la consiguiente queja de quienes ponían el dinero. Hay unas curiosas fotos en las que Testa le obsequia con un puñal del Batallón a Santillán, un gran “honor” que le concede el siempre ceremonioso italo-argentino.

Testa hace entrega del puñal a Abad de Santillán. Fondo Generalitat de Catalunya (Segona República). Arxiu Nacional de Catalunya, doc. ANC1-1-N-1937

Hacia febrero de 1937 el batallón recibió la visita de Santillán y Vicente Guarner, que acababa de ser nombrado Comandante en Jefe del Frente de Aragón. Santillán le había convencido de la utilidad de estos arditi. Así pues, ambos presenciaron unos ejercicios de lucha, que por carecer de armas de fuego los hacían con puñales. Los italianos se lanzaban al asalto gritando “a noi!” o “¡a nosotros!”. Si esto impresionó bien poco a Guarner, el desfile empeoró su impresión, puesto que la tropa saludó al Consejero con un estruendoso y exagerado “¡viva el general Santillán!”. Pero Guarner publicó sus recuerdos de la guerra en 1975 y tiene errores de bulto como que la sede del batallón estaba en una masía de Sant Adrià del Besós, o que su comandante era Camilo Berneri.

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Para reforzar esta imagen de marcialidad, se equipó la tropa con un uniforme propio, bien distinto de los improvisados entre las milicias. Vestían pulcramente unas boinas negras ladeadas, un jersey negro de cuello alto, camisa blanca y corbata negra, tenían unas insignias propias, una bandera, los puñales, etc.

El 14 de marzo esta tropa desfiló por las calles de Barcelona. Así lo recoge La Vanguardia:

El itinerario que seguirá será el siguiente: Cruce la Avenida del 14 de Abril con el Paseo de Pi y Margall, Paseo de Pi y Margall, Plaza de Cataluña, Ramillas, Fivaller, Plaza de la República. Ante el edificio de la Generalidad de Cataluña y en presencia del Gobierno y del presidente Luis Companys, prestarán juramento de luchar hasta morir. Estarán también presentes en este acto, además de todos los consejeros que se encuentren en Barcelona y de una manera especial el de Economía, Diego A. Santillan, vestido con el uniforme de miliciano honorario del batallón, representantes de la Consejería de Defensa y del Estado Mayor.

El desfile fue hecho ante miles de personas, que se agolpaban para ver este batallón y otras unidades del PSUC que también formaban. El Batallón de la Muerte iba precedido por dos banderas. Una con los colores republicanos marcada con las letras UHP. La otra negra, la conocida del Batallón con una calavera blanca y dos tibias. Detrás iba la banda de cornetas y tambores de la unidad, seguida por las cuatro centurias desfilando en columnas bien perfiladas. Cerraba la comitiva el Estado Mayor que portaba otra bandera.

El desfile a su paso por el Paseo de Gracia. Fondo Generalitat de Catalunya (Segona República). Arxiu Nacional de Catalunya, doc. ANC1-42-N-34581

Cuando estaban en la Plaza de la República, Lluís Companys les dirigió unas palabras en catalán desde el balcón del edificio de la Generalitat:

—Saludo al Batallón de la Muerte, que hoy se presenta dispuesto a partir hacia los frentes de batalla con el brazo dispuesto para la lucha y el corazón henchido de entusiasmo. En nombre del Gobierno, voy ahora a recoger vuestra promesa, valientes soldados del pueblo. ¿Prometéis luchar hasta vencer o morir, a luchar y vencer al enemigo hasta el sacrificio de vuestras vidas si es necesario?

Los soldados respondieron unánimemente: —¡Sí!

—¿Prometéis proseguir en la lucha hasta aplastar el fascismo y dar la máxima gloria y el mayor honor a vuestra bandera?

De nuevo se oyó un atronador: —¡Sí!

Yo os doy un abrazo, componentes del Batallón de la Muerte, en nombre del pueblo» —dijo el presidente, y abrazó al comandante Cándido Testa, jefe del repetido batallón.

Mientras afirmaban estar dispuestos a morir liquidando el fascismo, de forma teatral, los soldados habían empuñado sus dagas alzándolas hacia el cielo, de modo desafiante. El público recompensó la escena con aplausos atronadores. A continuación, el batallón se dirigió hacia la Plaza de Cataluña para hacer acto de presencia en la inauguración del monumento al Soldado del Pueblo. Estos golpes de moral eran bien recibidos tras largos meses de guerra.

El juramento. Fondo Generalitat de Catalunya (Segona República). Arxiu Nacional de Catalunya, doc. ANC1-1-N-3441
Testa da un discurso ante el monumento al Soldado del Pueblo. Fondo Generalitat de Catalunya (Segona República). Arxiu Nacional de Catalunya, doc. ANC1-1-N-3445

Esta puesta en escena no debió de encajar bien esta puesta en escena en la comunidad italiana presente en Barcelona, puesto que en diversos relatos se critica esta estética como propia de los Camisas Negras del primer fascismo.

Pero no todo eran buenas sensaciones, muy pocos días antes de esta presentación en sociedad, si el batallón apareció en la prensa republicana fue debido a un acto execrable. Tres integrantes del Batallón, de permiso en Mollet del Vallés, se embriagaron en un hotel del pueblo y abusaron sexualmente de una joven sirvienta de ese establecimiento. Los tres reclutas fueron detenidos y entregados al Tribunal Popular de Granollers.

Ciertamente, la espera debía exasperar a los responsables del Batallón viendo como en cualquier momento toda la supuesta disciplina de la que hacían gala en público saltaría por los aires. El 23 de marzo, Testa le envía una carta al entonces consejero de Defensa, el cenetista Francesc Isgleas, pidiéndole armas de forma inmediata para partir al frente. La carta indica que llevaban tres meses pidiéndolas y que aún no habían recibido ni una bala .

El 5 de abril volvían a pedir armas. Esta vez daban algún detalle del Batallón. Decían ser 700, que ya habían luchado en Aragón y en Mallorca. Es decir, que se trataba de antiguos milicianos que habían vuelto a retaguardia tras unas semanas en el frente. Cabe indicar que Strafellini figura como baja del Batallón desde el día 31. Ignoramos si participó en él los meses posteriores, pero todo indica que no.

El 6 y 7 de abril se iniciaron nuevos combates en el Frente de Huesca. La misma columna italiana de la División Ascaso, antes descrita, tomó parte en el asalto de la posición fortificada de Carrascal. Y por fin, el Batallón de la Muerte es conducido al frente. Llegó a Albalate Luchador, y de allí fue a Quinto y Belchite, en donde tomó parte de una refriega. Uno de los relatos, hecho por un italiano de la División Ascaso, es tajante:

Apenas había abandonado la línea de frente con mi columna, cuando una extraña unidad llamada Batallón de la Muerte llegó al frente. Había unos anarquistas problemáticos y fanáticos; venían de Barcelona y venían a nuestro sector para conquistar Huesca. Enfadados ante nuestro consejo de tener prudencia, nos dijeron de forma despectiva que nos enseñarían a hacer la guerra. Salieron con sus camiones hasta una fortificación fortificada de Huesca. Desencadenaron una tormenta de fuego, pero no pasaron muchas horas hasta que tomaron los camiones y volvieron a la retaguardia.

En realidad, está describiendo lo que se esperaba del Batallón. Sin embargo, la idea era que esa “tormenta de fuego” abriese una brecha que pudiesen aprovechar otras tropas. Parece que nadie pudo hacerlo.

De nuevo, según la versión de Vicente Guarner, el Batallón fue a conquistar una posición estratégica y bien fortificada delante de Almudévar. Guarner los acusa de haber fracasado y de “cobardía manifiesta”. Detengámonos un momento en esta batalla.

Defendiendo una trinchera en el Frente de Aragón. Fondo Generalitat de Catalunya (Segona República). Arxiu Nacional de Catalunya, doc. ANC1-1-N-1941

El Estado Mayor republicano había decidido la toma de la posición estratégica de la Ermita de Santa Quiteria (sector de Tardienta), que dominaba la carretera que entraba por el sur de Huesca. La encargada de esta misión fue la antigua Columna Ortiz, ahora llamada División Jubert. También participó la Compañía Internacional de la División Durruti y el Batallón Rojo de Choque, de la Columna del Barrio, del PSUC Uno de los destacamentos de apoyo fue el Batallón de la Muerte. El ataque se les ordenó a estas unidades, la mayoría de tendencia libertaria.

Así que el 11 de abril, de noche, los soldados republicanos fueron enviados en oleadas a tomar esta posición fortificada y bien pertrechada de ametralladoras. Tras horas de costoso avance, se tomó la Ermita y se rindió una compañía entera de los franquistas. No obstante, al alba aparecieron en el cielo unos cazas enemigos. Para desgracia de los atacantes, aquel día no despegaron los aviones “chatos” rusos. Al parecer los aparatos tenían lo que se llamaba “fatiga de material” y sus motores desprendían llamaradas cuando los forzaban para despegar. Los cenetistas pensaron que esto fue una estratagema comunista.

Los cazas atacantes eran 18 aviones Heinkel-51 alemanes que pudieron ametrallar a las tropas republicanas a placer, sin interrupción durante unas tres horas. Además, había tres baterías de artillería bombardeando incesantemente la colina. Las tropas se parapetaron donde pudieron. El número de bajas superó el millar, y el núcleo atacante se deshizo por completo, cundiendo el pánico. La posición fue recuperada por el Tercio Sanjurjo tras diez horas de resistencia desesperada y los Nacionales ya no la volvieron a perder en toda la guerra.

Fue la primera vez que se utilizaba en una guerra la aviación en formación de “cadena” o “carrusel”, ametrallando un avión tras otro el mismo objetivo, formando un círculo en el cielo que solo se terminaría cuando se les agotase la munición, maximizando así las bajas. Fue un buen aprendizaje para la aviación nazi. Esta masacre hizo que a Santa Quiteria la llamasen coloquialmente el “Santo Desastre”.

Lo cierto es que la derrota disparó las deserciones. Tal fue así que 400 milicianos abandonaron el frente y se dirigieron a Barcelona. Fueron desarmados por el camino, interceptados por una unidad del POUM. El libro de “Los Gimenólogos” habla sobre esta batalla desde el punto de vista personal de la Compañía Internacional, que perdió la mitad de sus componentes en esta batalla.

Este fue el bautismo de fuego del Batallón de la Muerte, que no pudo ser más desafortunado. Todos los relatos, comenzando por el de Guarner, indican que las tropas chaquetearon y se dispersaron. El Batallón sufrió numerosas bajas y fue replegado a Montalbán, en el frente de Calamocha, donde no pudo hacer gran cosa. A los pocos días tuvo que volver a Santa Perpetua de Moguda para reestructurarse bajo la amenaza de ser disuelto irremediablemente.

Se puede entender que la aviación alemana hundió la moral por completo. Era un arma de guerra novedosa y muchos soldados y oficiales tenían un miedo atávico a todo lo que les atacase desde el aire. Si el Batallón de la Muerte había entrado en combate pensando en una victoria segura y recibieron este castigo, es lógico que a partir de entonces fuesen una unidad quebrantada.

Francisco Señer resume la opinión colectiva sobre el Batallón:

Por otra parte, la macabra insignia y el pretencioso nombre, un aumento considerable en los haberes, y la vanidad de un uniforme distinto, atrajo a un buen número de combatientes de “doublé” que no conocían del Frente más que lo que habían leído en los periódicos. Y por último la perspectiva de ser los primeros en ocupar pueblos o ciudades impulsó a muchos elementos de ejercer su profesión de delincuentes de la peor especie y dedicarse al saqueo y al pillaje, o, en último término al robo entre los compañeros del Batallón.

Sea como fuese en realidad, todos los informes fueron sumamente negativos. A la unidad se le asignó como segundo al mando al oficial Francesco Fausto Nitti, socialista, que había combatido en la Primera Guerra Mundial. Nitti sustituía a Strafelini, que había presentado su dimisión. Testa seguía al frente de la unidad, pero se había desacreditado ante todo el mundo como comandante. En una de sus actuaciones teatrales se había colocado en la línea de frente, delante de la tropa, como si fuese a atacar al enemigo él solo. Francesco Nitti y su hijo Giuseppe habían colaborado con el batallón suministrándole armas de forma clandestina. Esto lo hacían numerosas unidades republicanas, que adquirían pertrechos en los mercados negros de medio mundo.

Es interesante destacar que Nitti escribió un libro de memorias, Il maggiore è un rosso, sobre su paso por la Guerra Civil española. En sus 207 páginas nunca indica que la unidad que mandaba era el Batallón de la Muerte, como queriendo tomar distancia del mal nombre que tenía esta unidad. Bajo el mando de Testa, nadie se la tomaba en serio debido a su conducta estrafalaria y a las sospechas de que estaba utilizando la unidad por puro interés personal. Las sospechas también apuntaban a derroche de dinero y abierta corrupción, como ha apunta el comisario Señer.

Pero centrémonos ahora en el aspecto militar. A finales de mayo o primeros de junio, el batallón fue enviado de nuevo al Frente de Huesca. Fue acantonado durante varios días en Sesa, esperando su destino. Nitti relata la vida del Batallón en su libro. Los nombres que ofrece nos dan ciertas pistas de la composición de la unidad: Ricard Llatger, comisario del batallón, Pedro Bosch, comandante de la primera compañía, José Pereira, de la segunda, un tal Martínez, de la tercera, y Bernardino Aguilar, de la cuarta. Francisco Doménech, comandaba la compañía de ametralladoras. Se encargaba de la sanidad un polaco llamado Turner, que debía de ser un apodo. Nombra muchas veces a un anarquista francés llamado Duval, que lo deja como un bocazas. Lo indicativo, como vemos aquí, es que el cuadro de mando de la unidad no tiene extranjeros, exceptuando al mismo Nitti. El comunista Luigi Longo confirma esta percepción.

Es en esta ubicación, en Sesa, es donde debieron de sacarse la famosa foto sacrílega y burlesca, en la que los milicianos aparecían con los objetos sagrados de la iglesia. Uno de los milicianos lleva la bandera del Batallón.

Posando con objetos religiosos. Foto: agenteprovocador.es

Con éstas, participaron en la Ofensiva contra Huesca, los días 16 a 19 de junio. Les fue adjudicado el sector de la carretera de Ayerbe, que comunicaba la capital oscense con la retaguardia franquista. El objetivo republicano era cortar esta vía de comunicación para aislar la ciudad. El Batallón de la Muerte estaba encuadrado en la XII Brigada Internacional compuesta por el Batallón Dabrowski, el Batallón Garibaldi y otros dos más, mezcla de internacionales y reclutas españoles. Tenían una batería de artillería llamada Gramsci.

Se atacaba Huesca con la esperanza de desviar tropas franquistas del Frente Norte, ante la inminente caída de Bilbao. Otro factor a tener en cuenta era el ambiente derrotista que había entre las tropas tras los Hechos de Mayo. El general Sebastián Pozas, comandante de todo el Frente del Este, planteaba esta batalla como una forma de ganar moral.

Pero la ofensiva estaba condenada desde sus inicios. Como ejemplo, el mismo general Lukács, que comandaba la Brigada, había muerto el 11 de junio a las afueras de Huesca, cuando su coche fue alcanzado por un obús. La Brigada estuvo dirigida por Pacciardi. Continuamente se daban órdenes contradictorias.

Con estos precedentes, a la brigada le tocó tomar los pequeños pueblos de Alerre y Chimillas. El Batallón de la Muerte atacaría por el centro de la línea. El frente era totalmente llano y estaba desprovisto de vegetación. Al Batallón se acompañaban seis carros de combate y tres baterías de artillería, entre ellas la Gramsci. En un flanco tenían al Batallón Garibaldi y al otro la Brigada Roja y Negra, ya adscrita a la División Ascaso, o 28ª División.

El resultado fue otro desastre republicano. El suelo quedó sembrado de cadáveres, sufriendo unas mil bajas en total. El general comunista Walter escribió que “el rendimiento de la XII Brigada Internacional no tiene nada que ver con el que han conseguido durante otras batallas”. Así pues, se consideró otro fracaso. De hecho, la batalla finalizó el 19 de junio, tras el anuncio de la caída de Bilbao.

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En esta batalla también murió Libero Batistelli, que comandaba el Batallón Garibaldi. A su entierro acudió todo el antifascismo italiano. Decía la crónica que “El cadáver había sido depositado en el local de la Liga Italiana de los Derechos del Hombre, de donde partió la fúnebre comitiva, dando escolta al coche fúnebre un piquete de milicianos de la Brigada Internacional que han regado ya con su sangre el suelo español”. Habría que mencionar que el secretario de la sección del sudoeste francés de la Liga en 1933 había sido Emilio Strafelini, uno de los líderes del Batallón de la Muerte. Por supuesto, el Batallón estuvo representado formalmente en este funeral. También cabe mencionar que Batistelli y Nitti se conocían desde hacía años.

En cambio, Cándido Testa no participó en la batalla de la carretera de Huesca. Se retiró antes a Barcelona por enfermedad. A partir de estos momentos desapareció de circulación del Batallón y el mando pasó a Nitti definitivamente. Nitti se desquitó en sus memorias con el revolucionario francés Duval, que desertó vestido de civil.

Señer confirmaba estas opiniones negativas:

Uno de los factores que más influyeron en la marcha casi catastrófica, en lo que a moral se refiere, ha sido la incomprensión y la mala actuación de los mandos, principalmente los extranjeros, ya sea por desconocimiento de la psicología de nuestro pueblo, ya por apetencias de mando y egoísmos personales.

En estos días [se refiere al mes de julio de 1937] hemos puesto toda nuestra atención a dicho batallón, pudiendo observar en el trato individual y colectivo una moral muy parecida al antiguo Tercio Extranjero con todos sus defectos y ninguna de sus virtudes. La iconoclasta inscripción impresa en su carnet y que dice “Ni Dios ni Amo” la han interpretado la mayoría tan torcidamente que no han respetado ni a aquellos escasos jefes que, guiados por su buena fe, y convencidos de la justicia de nuestra causa, les reprochaban los actos de pillaje, embriaguez, etc.

Señer fue en el verano y otoño de 1937 el comisario de la 153ª Brigada Mixta, compuesta por los batallones derivados de la militarización de la Columna Tierra y LibertadCenturia Los Ciervos y Batallón Espartaco (aunque solamente salieron unos pocos milicianos de esta última). A primeros de julio, el Batallón de la Muerte se dirigió a Binéfar y se le asignó como tercer batallón de esta brigada. Según el informe, tenía 380 integrantes. Un aspecto que destaca Señer, era la tirantez entre el comisario del Batallón y el teniente ayudante. También indicaba que las cuentas eran sumamente confusas, en especial las anteriores al ingreso en la 153 Brigada.

El relato que hace Nitti de Binéfar es como si estuviesen de vacaciones. Y resulta creíble que los milicianos incurrieran en actos de pillaje. Aun así, la composición del batallón estaba variando, dada la incorporación de nuevos reclutas. Tal fue el cambio de personal que en septiembre de 1937 se contaban 207 los soldados con carnet de la UGT frente a 174 de la CNT. Entre las diferentes afiliaciones habría que mencionar una treintena de comunistas, con carnets del PSUC, PCE o JSU. En estos momentos todo el batallón solamente contaba diez extranjeros.

Con la 153 Brigada Mixta el batallón tomará parte en la Batalla de Belchite, a finales de agosto y principios de septiembre de 1937. El Tercer Batallón se centró en el ataque de Codos y Quinto, tomando la primera población. Se enfrentaron al Tercio de Montserrat. El Batallón tuvo 38 bajas, entre las que había 10 muertes. En todo caso, a partir de este momento el relato de los hechos ya corresponde a lo que le ocurrió a la 153 Brigada. Y eso es otra historia.

Hay que indicar que Carlos Engel, en su historia de las brigadas mixtas del Ejército Republicano, dice que el Batallón de la Muerte pasó a la 142ª Brigada Mixta, de la 32ª División . Esta unidad estaba dirigida por el italiano Alessandro Contini, y su comisario era Guillermo García. Engel da por hecho que Contini era el comandante del Batallón de la Muerte, cosa que hemos visto que no es cierta.

Repasando la documentación de los archivos, se han hallado 100 fichas con los datos de cada uno de ese centenar de milicianos, así como sus fotos. No hay ninguna mujer en las fichas. Sin embargo, en las fotos del desfile aparece claramente una mujer con el atuendo del Batallón. Podemos hacer un desglose de los datos y obtendremos una idea aproximada de quienes componían este batallón.

En esas fichas, tenemos 62 milicianos con carnet de la CNT por 18 de la UGT. De este centenar, había 20 que abandonaron la unidad antes de junio de 1936. De hecho, hay varias bajas por enfermedad y una muerte. A la vez, aparecen 13 fichas de nuevos milicianos reclutados en junio, que o bien fueron a la Batalla de Huesca, o bien se alistaron después y estaban haciendo instrucción en el castillo Ascaso. Las 14 bajas de junio son todas bien a consecuencia de la batalla, o bien por enfermedad. Si extrapolásemos este 14% tendríamos unas 84 bajas en la Batalla de Huesca, que no tiene por qué ser una estimación correcta, pero es una referencia.

Por último, de extranjeros, tenemos 4 franceses (alguno de apellidos españoles), 5 italianos, 1 austriaco, 1 cubano, 1 hispano-argelino y dos hispano-marroquíes. Es decir, que podemos intuir que el batallón tuvo aproximadamente un 10% de personal extranjero, lo cual podrían ser unas 60 personas. Aparecen 65 personas domiciliadas en Cataluña.

Y para terminar cabe añadir que haciendo búsquedas de imágenes en internet del Batallón se encuentran insignias que tienen una bandera italiana y una inscripción que pone “Bataglione de la Morte” y nombran a Malatesta. Según parece esta insignia es falsa y fue fabricada décadas después de la guerra dando origen a muchas confusiones.

Personajes clave

A continuación, nos detendremos en las biografías de los cinco hombres más determinantes del Batallón y obtendremos una buena perspectiva de su evolución política y sus actividades. La mayoría de esta información sale de la obra de Saverio Pechar sobre el Batallón de la Muerte. Se trata de una descripción muy detallada que contiene muchos elementos valiosos originarios de los archivos italianos a los que no se ha tenido acceso desde el estado español. Para adentrarse más en las vicisitudes descritas es recomendable su lectura completa en italiano. Esta obra amplía lo que se recoge en este artículo y sus citas son más completas. Está disponible online en pdf.

Cándido di Felice Testa (Mario Weber)

Nacido en Cicagna, Génova, el 13 de octubre de 1900. Tuvo una juventud problemática. Se unió al movimiento fascista, pero en 1924 fue expulsado por “indignidad”. Entonces se unió a un movimiento fascista disidente, poco conocido, dirigido por Massimo Rocca. No aguantó mucho y en 1926 se fue a Francia y después emigró a Brasil y Argentina, donde ingresó en la masonería. Y de allí se integró en el movimiento antifascista de los emigrados.

El 15 de septiembre de 1936 se embarcó hacia España como corresponsal del diario bonaerense L’Italia del Popolo. Entre el 22 de octubre (fecha de su llegada) y el 24 de diciembre (cuando se hace cargo del Batallón) realizó diversas entrevistas a personalidades importantes de la República.

La masonería le abrió las puertas de muchos lugares. Hacia 1938 la Secretaría de Estadística CNT-FAI (eufemismo para referirse al servicio de inteligencia Confederal dirigido por Manuel Escorza) recibió un detallado informe de París, escrito por un agente. Por desgracia, este agente no indica su nombre, aunque parece muy familiarizado con las cuestiones italianas. En este informe se comienza repasando su biografía. Indica que la primera impresión de Francesco Nitti y Augusto Mione, agregados italianos para la compra de armas en el extranjero, fue decepcionante, puesto que veían que Testa había venido a España en busca de aventuras. Siempre se presentaba como oficial del Estado Mayor del Ejército Republicano, dándose aires de grandeza, y mintiendo, puesto que no era más que un comandante de batallón.

Lo que queda claro es que Testa se aprovechó de Santillán para conseguir fondos sin control que utilizaba a voluntad. El antes mencionado asunto de los lanzallamas ya debió hacer saltar las alarmas, puesto que Testa cobró una comisión. Además, el italo-argentino se las había arreglado para conseguir un pase de circulación para salir de España e ir a París. Mediante subterfugios había logrado que el consejero de la Generalitat Jaume Miravitges le certificase un pasaporte para él y su amante, una mujer que era esposa de un oficial fascista que desapareció de la retaguardia. El informe carga contra Miravitges a quien acusan de proporcionar pasaportes a todo tipo de personas sin importar sus antecedentes.

El asunto del dinero no es menor, puesto que Testa decía que iba a Francia para recibir unos honorarios por su trabajo para L’Italia del Popolo. Este supuesto fue negado por el director del periódico, Vittorio Mosca, que reconoció que el periódico no le podía pagar ninguna cantidad a Testa, puesto que era un medio muy pobre. Y es que el informe decía que Testa estaba cobrando 2.000 francos al mes, así que la CNT trataba de averiguar de dónde salía ese dinero, porque este asunto olía mal.

El informe también indica que Strafelini y Mario Poecker, viendo las comisiones que cobraba Testa, también quisieron participar en los negocios. Sin embargo, Testa no lo permitió, temiendo que los otros dos quisieran sustituirlo. De hecho, por un tiempo, quizás a finales de abril, fueron nombrados comandante e intendente del Batallón, respectivamente. Como sabemos, esto duró poco, puesto que finalmente se encargaría Nitti.

Lo importante era que en París se estaba rodeando de personas bastante dudosas. La misma amante de Testa no simpatizaba en absoluto con la causa republicana. Decía que no sabía dónde estaba su esposo. Éste había salido de los cuarteles de Barcelona el 19 de julio, levantándose contra la República, pero ante la derrota huyó de la ciudad, abandonando a su mujer.

A los pocos meses Testa fue expulsado formalmente de España por estos asuntos turbios. Así que se estableció en París. Los servicios de inteligencia de la CNT-FAI nuevamente vuelven a informar el 25 de octubre de 1938. Indica que Testa, el hijo de Nitti, y otros exmiembros del Batallón están en relación con un grupo mafioso llamado Hispanos Libres, con sede en Italia. Tienen una sociedad para lucrarse con la guerra de España.

Pero lo más importante es que el 16 de marzo de 1938, la embajada italiana en París había enviado a Roma un comunicado indicando que Testa estaba profundamente disgustado con lo visto y vivido en España y que se quería pasar a las filas fascistas. Informaba de un golpe que iban a dar un grupo de italianos en Francia bajo la supervisión y la financiación de Abad de Santillán – que puso 50.000 pesetas. Dijo que se presentaba ante las autoridades italianas por que el proyecto de Santillán lo había dejado consternado.

El proyecto consistía en atacar una nave trasatlántica italiana, llamada Conte Grande, que navegaría hasta el puerto de Niza, en Francia. El ataque fue planeado por Santillán y Mario Carletti, secretario de la sección socialista italiana de Barcelona. También contaban con un aviador, Carlo Negri, entre otros agentes. Santillán pretendía “extender el incendio a toda Europa”. Se da la circunstancia que Carletti había sido el oficial pagador del Batallón de la Muerte. Entre la correspondencia de la embajada italiana se desprende que Carletti había sido uno de sus informadores y ahora los cogía por sorpresa que estuviese implicado en este proyecto de atentado a gran escala. Este proyecto, como es de observar, nunca pudo llevarse a cabo, puesto que fue conocido por los italianos desde el principio. Podemos especular sobre qué habría pasado si este proyecto de Santillán hubiese salido bien.

Según Mimmo Franzinelli, Testa era un agente encubierto de la OVRA (los servicios secretos italianos) que actuaba con el nombre en clave de “Argentino”. Es probable que a partir de 1938 proveyera de todo tipo de información a los fascistas.

Al caer Francia ante los alemanes, Testa fue internado en el campo de Vernet d’Ariège, en julio de 1940. Fue deportado a Italia y detenido en San Remo. Pero allí lo exoneraron, entendiendo que se había arrepentido. Los fascistas genoveses celebraron este cambio de chaqueta y Testa pudo vivir tranquilamente en Génova. Tras la guerra, tuvo problemas legales lógicos de su comportamiento.

Emilio Strafelini

Ficha de Strafelini para el Batallón. CDMH (Archivo de Salamanca), Politico-Social-Aragón Carp. 47 exp. 2, pág. 0193

Nacido en Rovereto el 5 de febrero de 1897 (por entonces parte de Austria-Hungría), combatió en la Primera Guerra Mundial con el ejército autrohúngaro, con el que llegó a oficial. Estaba vinculado al movimiento anarquista, con algunos escarceos en el socialismo. Fue detenido en 1925 por ser sospechoso de querer atentar contra Mussolini. Por ello fue recluido en la isla de Lipari hasta la amnistía de 1932. Aprovechando esta situación, se exilió a Francia, en donde entró en contacto con otros exiliados como Francesco Nitti. En 1933 fue nombrado secretario de la Liga Italiana de Derechos del Hombre del suroeste de Francia (de la cual Augusto Mione era el presidente). En España se enroló en la Columna Italiana y fue ascendido a capitán. Se dice que comandaba tres centurias en el Frente de Aragón cuando fue transferido al Batallón de la Muerte como segundo comandante.

En la primavera de 1937 Strafelini abandonó el Batallón, según Mario Puecker, por una mujer. Aun así, obtuvo una nómina de Mayor del Ejército Popular, que rechazó por estar en contra de la militarización. Se quedó en España hasta la caída de Catalunya, en 1939, siguiendo el destino de la oleada de refugiados. Fue internado en el campo de Argelès-sur-Mer y se enroló en una compañía de trabajo para construir fortificaciones en la frontera franco-belga. Allí lo cogió la embestida alemana de 1940. Tras intentar escapar hacia Suiza, fue detenido por los italianos y enviado a la cárcel de Trento y más tarde enviado al temible presidio de la isla de Ventotene. Cuando este campo de concentración fue liberado por los antifascistas en 1943 se unió a la Resistencia en Livorno y fue fundador del Comité de Resistencia Nacional de Zambana. Tras la guerra fue secretario de la Camera local del Lavoro y fue candidato por el Frente Democrático Popular a las elecciones de 1948. Murió en 1964.

Nicola Menna

Nació en Patras (Grecia) el 3 de mayo de 1901. Su familia era de Chieti, Abruzzo. Profesaba ideas anarquistas. Su historial delictivo en Italia consta de 9 detenciones por diversos delitos de lesiones, disturbios, coacciones y tráfico de estupefacientes. Aun así, nunca pasó más de 3 meses seguidos en prisión. De su última condena, por narcotráfico, fue extraditado a Egipto en 1930. Llegó a Barcelona en 1933 y al poco tiempo fue también detenido bajo la acusación de homicidio de un joyero. Sin embargo, en el juicio, celebrado a finales de 1935, fue condenado a otro italiano, un anarquista llamado Mario Bordoni, y Menna y Maria Segni fueron absueltos y expulsados del país. Era considerado un elemento peligroso no por sus ideas políticas sino por ser un delincuente. Cabe matizar que esta era la opinión de las autoridades.

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Nada más estallar la guerra, Menna volvió a Barcelona para enrolarse en las milicias. Camilo Berneri advirtió a la Sección Italiana de la Columna Ascaso sobre Menna, diciendo que era un elemento “equívoco”, procedente de la mala vida. En septiembre fue detenido por robo y saqueo. Por tanto, fue apartado de la columna. Testa intercedió por él y logró integrarlo en el Batallón de la Muerte. Al parecer Pietro Ramella en su obra dedicada a F. Fausto Nitti concluyó que el Batallón de la Muerte fue organizado por Menna, origen de diversos errores historiográficos. Aunque podría ser que Menna tuviese la idea original y Testa la llevase a cabo.

Parecía que Menna estaba restituido, pero volvió a reincidir. El 9 de abril de 1937 se notificó su condena a muerte por un hurto “ingente”. Estaba acusado de haberse quedado con muebles, joyas y acciones de distintas empresas de Santa Perpetua de Moguda. Cuando se le ordenó restituir todo siguió quedándose un reloj de oro, una pluma estilográfica y otras cosas más. Además, se le acusaba de utilizar vehículos del Batallón en beneficio propio o de quedarse con una máquina de escribir. Para su ejecución fue conducido al Castillo de Montjuïc. En la resolución en su contra se dice que:

Nicolás Menna, pertenece a esa categoría de delincuentes comunes que, aprovechando la revuelta vinieron a España, no para luchar contra la reacción, sino para dar rienda suelta a sus instintos sedientos de sangre y sus ansias de lucro. La prueba de la idiosincrasia del condenado la ofrecen los siguientes hechos: que antes de agosto de 1936, no formaba parte de ninguna agrupación política; que los grupos anarquistas italianos de Marsella no lo aceptaron como socio porque era morfinómano y explotador de mujeres; que fue cómplice en un asesinato y robo cometido contra un joyero en la calle Salmerón, de Barcelona, ​​por lo que fue condenado a tres años de prisión seguidos de expulsión del territorio español. Sorprende la buena fe de los co- directores del Batallón de la Muerte, del camarada Cándido Testa obtuvo su nombramiento como Intendente de dicho Batallón, haciendo [Menna] uso de este nombramiento para cometer los abusos mencionados anteriormente. La corte del Batallón, aún no ha podido comprobar la existencia de un Batallón de la Muerte de Andalucía, que el convicto afirma haber fundado; pero incluso asumiendo que este Batallón existiese, el hecho de que el mando de este Batallón haga uso de un sello que no le pertenece, demuestra una inmoralidad tan grande que nos autoriza a sospechar que dicho Batallón no existe. Tanto más que el condenado, aunque lo negaba todo, admitía implícitamente de haber hecho un uso indebido del sello de este Batallón de Cataluña. El condenado negó rotundamente todos los hechos: no logrando, sin embargo, rebatir las pruebas del robo cometido en la casa de los colonos del castillo, a quienes bajo coacciones y amenazas de muerte a la una de la madrugada, se apresuró a romper un documento que indicaba la restitución total de todos los objetos robados, de hecho, faltan los [objetos] mencionados anteriormente. El comportamiento del condenado, su obstinación por negar hechos probados, demuestra que es un delincuente convicto, pero no confeso, entonces sí se trata de un individuo sin ningún sentido social o político, cuya audacia y capacidad criminal, le hace muy peligroso para la revolución. Por todas estas razones y otras cuya explicación sería más larga, el Tribunal del Batallón emite el veredicto de culpabilidad y el Consejo de Delegados Responsables se pronuncia por la sentencia sumaria.

El mismo Cándido Testa participaba en el Consejo de Delegados que condenó a Menna. Y él mismo intercedió por él ante el Tribunal Popular para liberarlo de Montjuïc. Así pues, el 18 de abril Menna publicó una nota de agradecimiento en Solidaridad Obrera en la que agradecía los esfuerzos de quienes lo ayudaron a conseguir su libertad. Daba su domicilio en Linares, Jaén. Quizá sea una pista para encontrar un posible “batallón de la muerte” andaluz.

Con la caída en desgracia de Testa, Menna abandonó el país y fue a Marsella. Intentó viajar a Grecia y Egipto, pero la embajada italiana le negó la documentación necesaria. Así que se estableció en París, donde le cogió la Segunda Guerra Mundial. Fue repatriado por los alemanes y detenido en San Remo, en 1940. Cumplió varios años de condena en Ventotene donde nunca demostró el menor arrepentimiento.

Mario di Giuseppe Poecker (también escrito como Puecker o Puecher)

Se trata de un personaje bastante oscuro. Originario de Bronzolo (Bolzano, Tirol del Sur), nació el 9 de junio de 1901. La única fuente fiable para conocer detalles de su vida es el interrogatorio policial de la cárcel de Trento, el 4 de julio de 1941. Según su declaración tuvo una juventud turbulenta, viviendo en la extrema pobreza. Fue arrestado varias veces por estafa, hurto o amenazas. Para terminar con su precariedad decidió emigrar a Francia en junio de 1936. Allí conoció a Carlo Rosselli y se afilió a su movimiento. Llegó a España y participó en la Columna Italiana, tomando parte en los combates de la Batalla de Monte Pelado. En este frente conoció a Strafelini, quien le fue presentado por Rosselli. Más tarde pasó al Batallón Matteotti. Cuando fue nombrado comandante Raimondi, Poecker dimitió y se presentó ante sus superiores en Barbastro, que lo enviaron a Barcelona. Allí fue asignado al Batallón de la Muerte. No conocemos qué relación existía entre Raimondi y Poecker, que le hizo abandonar el batallón.

El 5 de mayo de 1937, ya logró ser nombrado intendente sustituyendo a Menna. Este puesto le daba acceso a controlar los materiales y víveres que entraban, así como los pedidos. Es decir, que también tendría acceso a dinero.

Según el informe de la FAI, que describía las actividades de Testa, había perteneció al movimiento fascista italiano unos diez años, hasta que fue expulsado. En París, se unió al movimiento Giustizia e Libertà, como ya hemos visto. De hecho, las pesquisas del espía de Manuel Escorza indican que antes de esto nadie lo conocía en los ambientes antifascistas. Lo que iba diciendo en París era que había escapado de Italia para combatir el fascismo en España, así que pocas preguntas más le hicieron. El mismo informe lo tacha de pederasta, y que, por este motivo, y por hurto, se encontraba en el otoño de 1937 en una prisión francesa.

Aun así, fue liberado Poecker, fue nombrado Mayor de Milicias en mayo y participó en las batallas de Huesca, Teruel y Lleida, en esta última al mando tropas. Sufrió otra detención que lo llevó la cárcel de las Brigadas Internacionales de Castelldefells. Fue liberado poco antes de la entrada del Ejército Nacional. Pasó a Francia, donde fue internado en Argelès-sur-Mer. Se enroló en la 253 Compañía de Trabajo. Ante la caída de Francia fue deportado a Berlín, pero fue reclamado por la policía italiana. Llegó a la cárcel de Trento en junio de 1941 y condenado al presidio de Ventotene. En 1943 se unió a las fuerzas antifascistas de la Resistencia, aunque hubo algunas sospechas sobre él de colaboracionismo con los alemanes.

Poecker no parece haber sido un fascista infiltrado, sino un personaje del lumpenproletariado cargado de contradicciones y problemas. Si por un tiempo combatió en una unidad anarquista fue por pura casualidad. Aun así, demostró capacidad para progresar en los escalafones militares. En todo caso no aguantó en la unidad más allá de la Batalla de Huesca.

Francesco Fausto Nitti

Nacido el 2 de septiembre de 1899, era hijo de un pastor evangélico y bisnieto del expresidente Francesco Saverio Nitti. Se ofreció voluntario para la Gran Guerra y llegó a sargento por méritos militares. Tras la toma del poder por parte de Mussolini creó una sociedad secreta llamada Italia Joven. En 1926 fue detenido e internado en la isla de Lipari. Allí conoció a Carlo Rosselli y Emilio Lissu, con quienes escapó en una barca en 1929. Con ellos se instaló en París, y allí fundaron el movimiento Giustizia e Libertà. Más tarde se instaló en Périgueux donde se afilió al Partido Socialista Italiano.

Al estallar la guerra, Nitti se dedicó a comprar armas para las unidades antifascistas extranjeras. En marzo de 1937 se instaló definitivamente en Barcelona. Enseguida fue llamado para hacerse cargo del Batallón de la Muerte, ante la desconfianza habida sobre Testa. Lo dirigió en la Batalla de Huesca, y pasó con él a la 153ª Brigada Mixta, en la que el Batallón sería su Tercer Batallón. En el otoño fue reclutado para dirigir una de las Brigadas Internacionales.

Se quedó en España hasta la retirada y fue internado en Argelès-sur-Mer. Organizó una huelga de hambre, hasta que por presiones políticas fue liberado. Se instaló en Toulouse. Participó en la resistencia francesa en diversas operaciones, pero fue detenido en 1944 y deportado al campo de exterminio de Dachau. Sin embargo, logró escapar durante el viaje y se integró a la Resistencia de Varenne-sur-Amance. Fue condecorado en Francia. Una vez instalado en Italia fue concejal de Roma y perteneció a la masonería.

Conclusiones

Después de lo leído, todo apunta a que Cándido Testa fue el responsable de la creación del Batallón de la Muerte, si bien apoyado por Nicola Menna. Con posterioridad se integró Strafelini. Todos los asuntos del desvío de fondos recaen sobre todo en estos dos primeros personajes, que seguramente tuvieron más cómplices (por ejemplo, podríamos sospechar del pagador Mario Carletti). Si llegaron tan lejos fue por la capacidad de Testa para convencer a Diego Abad de Santillán, quizás necesitado de mayor legitimidad ante los cambios que se vivieron en el Consejo de la Generalitat en diciembre de 1936. Tener una unidad de Arditi era visto como un arma de guerra en sí misma. Quizás podría cambiar la correlación en los frentes de guerra.

Sin embargo, el Batallón no cumplió con ninguno de sus objetivos y fue destrozado en la batalla de la Ermita de Santa Quiteria. Se podría argumentar que fue mal utilizado por el alto mando al enviarlo a una operación que no era la adecuada. Quizás también se debe a la mala cualificación de sus mandos militares. El caso es que no cumplió y por ello junto a la grandilocuencia que lo rodeaba se ganó una gran antipatía.

Pero la losa que pesó sobre este batallón se debe más a la corruptela generalizada en los escalafones más altos, que se transmitía hacia abajo. Recordemos que era una unidad totalmente jerarquizada desde su formación y que los milicianos en ningún caso pudieron elegir a sus mandos. Ver que algunos de sus comandantes eran detenidos por robo, es obvio que produce una sensación desmoralizante y a la vez evidencia que, si los de arriba lo hacen, los demás también podrían hacerlo. Es este el origen de todos los escándalos y comportamientos antisociales e inmorales del Batallón.

Así pues, la apuesta de Santillán por Cándido Testa fue desastrosa dado el curso de los hechos. El paso de Testa al fascismo italiano en 1938 es otro golpe desafortunado para la credibilidad política y táctica del leonés. Se puede ver la dificultad de confiar en determinados elementos aventureros que afluyeron en España en 1936 que más bien buscaban el interés personal que combatir el fascismo. De hecho, luchar en España era entendido como un medio de ascenso social para esta gente. Aquí vemos el abismo que los separaba del idealismo desbordante de la juventud europea antifascista o revolucionaria que acudió en tropel a combatir en los frentes de España. Además, se deduce que el medio antifascista italiano afincado en el extranjero siempre estuvo infiltrado por la inteligencia fascista y que no pocas personas hacían un doble juego.

Sea como fuere, en el verano de 1937 la plantilla de la unidad fue renovada y para la Batalla de Belchite este batallón respondió adecuadamente. Se valoró la capacidad de Nitti y se lo promocionó. En cambio, personajes como Testa, Menna o Poecker siguieron en cuestión toda su vida, siempre en caminos ambivalentes, cuando no abiertamente contrarios a sus posiciones idealistas de 1936. De todos ellos, Strafelini parece haber quedado al margen de este rumbo equívoco e incluso renunció a privilegios militares por estar en contra de la militarización.

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La Vanguardia, 16/03/1937, p. 2

La Vanguardia, 13/03/1937, p. 4

Piden 400 fusiles, 100 pistolas, 10.000 granadas ofensivas, 2 ambulancias, 3 cocinas de campaña, 7 camiones para material, víveres para tres días, 10.000 m. de hilo telefónico, pilas para teléfonos, 100.000 municiones para Colt, 100.000 municiones para Mauser, 600 municiones para pistola, mantas impermeables y 600 curas individuales. Batallón de la Muerte – Mando. 23 de marzo 1937. Fondo Personal Infiesta, 70/1 Milicias antifascistas. Pavelló de la República. CRAI

Batallón de la Muerte – Mando. 5 abril de 1937. Fondo Personal Infiesta, 70/1 Milicias antifascistas. Pavelló de la República. CRAI

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Solidaridad Obrera, 18/04/1937, p.7

Pechar,Saverio W., 2016: p. 87

Datos encontrados en Pechar, Saverio W., 2016: pp. 77-78.

Servicios de Información Exterior. Sección de Estadística. ARCH00393.CP-61C.7. IISH Amsterdam. Fondo FAI.

Origen: El Batallón de la Muerte

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