16 abril, 2024

El pintor llegó a la ciudad francesa, viejo y cansado tras un viaje en diligencia y allí murió sin saber que el paradero de su cabeza se convertiría en un misterio sin resolver

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Los prolíficos cuatro últimos años de su vida los pasó Francisco de Goya en la ciudad francesa de Burdeos, adonde llegó, viejo y cansado, tras un viaje de 36 horas en diligencia y donde murió como había vivido, intensamente, y dejando tras de sí el misterio irresoluto del paradero de su cráneo.

Burdeos guarda el recuerdo del genial pintor aragonés en muchos de sus rincones, y aprovechando esta circunstancia, el Instituto Cervantes de la ciudad francesa organiza visitas guiadas a los sitios que le vieron vivir y divertirse, pero también sufrir, rodeado de la extensa colonia española que había huido, como él, del absolutismo y la inquisición instaurada por Fernando VII tras la Guerra de la Independencia.

Francisco de Goya
Francisco de Goya– ABC

Era el 27 de junio de 1824 cuando Goya descendió de la diligencia en la plaza de la Comedia de Burdeos, con 78 años, anciano, sordo y sin hablar francés, como escala en el viaje que el rey le había autorizado a hacer a París para ser visitado por prestigiosos médicos y «recibir las aguas» de un balneario.

Dos meses pasó en la capital francesa y al volver a Burdeos su amigo y consuegro, Martín de Goicoechea, le esperaba con la sorpresa de un salvoconducto para quedarse a vivir en la pequeña ciudad aquitana, en la que se sentía como en casa, asegura el periodista y escritor bordelés Jacques Rouhaud, experto en la figura del pintor aragonés.

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A partir de ese momento y tras la llegada, también en diligencia, de su última compañera, Leocadia Zorrilla, y de los hijos de ésta, Guillermo y María Rosario (ésta última, aunque es algo no confirmado, podría ser hija ilegítima del pintor), Goya se instaló definitivamente en Burdeos.

Tras dos emplazamientos diferentes, la familia recaló en el 57 del Cours de l’Intendance, actual sede del Instituto Cervantes, que fue rehabilitada con la colaboración de Ibercaja.

En el tercer piso de este edificio del siglo XVIII murió el 18 de abril de 1828, después de una agonía de quince días que comenzó cuando cayó por la angosta escalera que llevaba a su casa.

Rouhaud explica que doce personas bajaron el féretro hasta la calle y lo cargaron en un coche tirado por cuatro caballos negros para llevarlo hasta laiglesia de Notre Dame, otro de los lugares goyescos emblemáticos de Burdeos, donde se celebraron unas exequias multitudinarias, con presencia de «toda la España exiliada en Burdeos».

Después, el respetuoso cortejo fúnebre se encaminó hasta el cementerio de La Chartreuse, donde Goya recibió sepultura.

Donada a la escuela de medicina

En ese momento comienza la leyenda del cráneo de Goya. En 1899, el Estado español reclamó los restos y el cónsul de España acudió al cementerio a la exhumación del cadáver pero al abrir el féretro se comprobó que al cuerpo, rodeado de pinceles y paletas, le faltaba la cabeza.

Según Rouhaud, dentro del ataúd se encontró un papel en el que se explicaba que la cabeza había sido donada a la escuela de medicina de Burdeos para que los médicos y estudiantes pudieran analizar los entresijos de este cerebro enfermo pero que había seguido creando hasta el momento de su muerte.

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La leyenda popular dice que un estudiante robó el cráneo y lo llevó al bar de un español en Burdeos, que se llamaba Sol y Sombra, donde era venerado como la cabeza de Goya hasta que en ese local tuvo lugar un crimen. La policía, al parecer, decidió clausurar el bar y liquidar todo que había en su interior, con lo que el cráneo volvió a desaparecer.

La cabeza de Goya, por tanto, sigue perdida «en algún lugar de Burdeos».

El testamento pictórico de Goya

Un episodio digno de la vida «rocambolesca» y «de novela» de un genio que en Burdeos, dice este experto en su vida, encontró un lugar en el que poner punto final a su vida artística.

Detalle de «La lechera de Burdeos»
Detalle de «La lechera de Burdeos»– ABC

En esa ciudad pintó, por ejemplo, «La lechera de Burdeos», considerado su testamento pictórico y que, al parecer, es un retrato de la pequeña María Rosario, que ella misma tuvo que vender para poder sobrevivir, ya que fue Javier, el hijo heredero, el único heredero del artista aragonés.

La ruta que ha pergeñado el Instituto Cervantes incluye, además, la academia de música donde María Rosario tomaba clases de piano; la de dibujo donde aprendía a pintar la pequeña; la chocolatería del también aragonés Braulio Poc donde se reunían los exiliados españoles, o la imprenta Gaulon, donde Goya estampó «Los toros de Burdeos».

El Gobierno de Aragón ha tomado buena nota de esta ruta y quiere «copiarla», por lo que ya impulsa en la comunidad un itinerario de los lugares donde Goya creció y se formó como artista, desde Fuendetodos hasta el Pilar, pasando por la Cartuja del Aula Dei, Remolinos o Alagón, todo ello aderazado con un menú con productos de la época y recetas sacadas de cartas y cuadros del pintor. En definitiva, se pretende utilizar a un icono artístico y cultural para crear turismo «de experiencias», más allá del turismo «de lugares» y aportar un gran valor añadido a los viajeros que recalan en Aragón

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Origen: El cráneo de Goya sigue perdido en algún lugar de Burdeos

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