21 noviembre, 2024

El desastroso intento de embalsamar a Mao Zedong, el dictador de la China comunista

Sin los conocimientos rusos, que ya en 1976 mantenían relaciones tensas con Pekín, los embalsamadores chinos se las tuvieron que ingeniar para momificar el cuerpo del líder a su manera: «La cara de Mao se hinchó como una pelota y el cuello alcanzó el ancho de la cabeza»

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Hay cierta obsesión entre los líderes totalitarios, sobre todo de izquierda, por embalsamar sus cuerpos a su muerte, en lo que parece ser un último brindis en el culto a su personalidad. El ruso Lenin, el coreano Kim Il-sung, el venezolano Hugo Chávez, el vietnamita Kim Jong-il… No se ha sumado a esta tétrica lista Fidel Castro, quien ha preferido la incineración tal vez porque conocía el dantesco caso de la momia de Mao Zedong.

La fijación comunista por embalsamar empezó con Lenin. A su muerte en enero de 1924, el padre de la revolución fue embalsamado con el objetivo de mantener vivo el mito leninista y, según Stalin, porque lo pidieron decenas de miles de telegramas. Y lo hicieron probablemente en contra del deseo del propio Lenin. Su cadáver fue conservado gracias a una técnica secreta del Instituto de Investigación de Estructuras Biológicas, con tan buenos resultados que el mausoleo de la Plaza Roja se convirtió en la meca del bolchevismo. El cuerpo fue trasladado a Siberia en marzo de 1945, cuando las tropas nazis estaban a las puertas de Moscú. Bajo ningún supuesto aquel tótem del comunismo podía caer en manos enemigas.

La fórmula del éxito no se exporta

Tras el éxito propagandístico de la momia de Lenin, Stalin dejó dicho que se procediera de igual forma cuando él faltara. A pesar de la terrible agonía que sufrió Stalin, tal vez envenenado por uno de sus hombres de confianza, el trabajo de embalsamamiento y maquillaje fue todavía mejor que con los restos de Lenin. Esto fue posible gracias a que un nuevo equipo ruso había perfeccionado la técnica de los embalsamadores judíos Zbarski y Borobiev, que habían tratado los restos del padre de la revolución.

El siguiente en pasar por el rodillo de los embalsamadores comunistas fue Klement Gottwald, el presidente de Checoslovaquia. Solo cinco días después de la muerte de su admirado Stalin falleció el checo y los embalsamadores se pusieron manos a la obra. Sin la fórmula rusa, la momificación resultó un desastre. Solo unos meses después sus extremidades estaban putrefactas, lo que obligó a cambiarlas por prótesis especiales. Su cuerpo se ennegreció en menos de una década, y tuvo que ser enterrado.

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Lenin, en el Mausoleo de la Plaza Roja, en una imagen de 1997
Lenin, en el Mausoleo de la Plaza Roja, en una imagen de 1997– EPA

Algo parecido pasó con el líder chino Mao Zedong, quien iba a ser incinerado supuestamente cuando la propaganda se cruzó en el destino del cuerpo. La decisión de preservar a Mao para la posteridad fue tomada por su sucesor inmediato, Hua Guofeng, que quería valerse del mito con objetivos políticos. Sin los conocimientos rusos, que ya en 1976 mantenían relaciones tensas con Pekín, los embalsamadores chinos se las ingeniaron para momificar el cuerpo del líder con ayuda de expertos de Vietnam. Estos habían estudiado las técnicas de la URSS y las habían aplicado para la conservación de Ho Chi Minh, pero no las manejaban tan bien como presumían. Lograron mantener bien preservada la cara, a excepción de las orejas, pero el resto del cuerpo fue un desastre.

«El cadáver era grotesco»

La inexperiencia, la presión de todo un país y la tardanza a la hora de decidir embalsamarlo auspiciaron el desastre. «Teníamos que tener éxito: el fracaso no estaba permitido», recordaría en sus memorias el doctor Wu Jieping, jefe del equipo formado para preservar el cuerpo. Según el diario personal del doctor Li Zhisui, médico personal de Mao, el equipo técnico aplicó un método calcado del de los vietnamitas para limpiar el sistema vascular: inyectaron al cuerpo 22 litros de formol. Una cantidad excesiva.

Masajeando el cuerpo, los embalsamadores lograron distribuir el formol por el cuerpo, pero el cadáver quedó seriamente dañado

«El resultado fue desconcertante. La cara de Mao se hinchó como una pelota y el cuello alcanzó el ancho de la cabeza. Tenía la piel brillante y rezumaba formol por los poros como si fuera sudor. Las orejas también estaban hinchadas y asomaban de la cabeza formando un ángulo recto. El cadáver era grotesco». Masajeando el cuerpo los expertos lograron distribuir el formol por el cuerpo, pero el cadáver quedó seriamente dañado ante el contacto. Los guardias y otros asistentes quedaron horrorizados al ver el resultado final: «¿Qué habéis hecho para dejar al presidente tan terrible?».

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Más allá de las sustancias y las dosis empleadas, el fallo principal estuvo en que no se removieron los órganos vitales, las arterias y las venas dentro de las dos horas posteriores a su muerte, como se requiere para evitar la aparición de bacterias. Las dudas sobre lo que había que hacer con los restos de Mao causaron este retraso.

Mausoleo de Mao Zedong, Pekín
Mausoleo de Mao Zedong, Pekín– AFP

Dieron con una solución para salvar los restos valiéndose de un procedimiento que mezclaba «tratamiento mojado y seco». Un año después del embalsamamiento, se estableció que las partes visibles del cuerpo fueran rodeadas por una atmósfera seca, mientras que las otras partes cubiertas por ropa fueran constantemente empapadas con un líquido especial. Además, al final de cada exhibición al público se guarda el cuerpo en un contenedor húmedo a baja temperatura.

Los científicos chinos copiaron esta técnica probablemente de los métodos rusos. En 1990, Ilya Zbarsky, miembro del equipo de mantenimiento de Lenin, explicó que ellos también remojan «dos veces por semana la cara y las manos con una solución especial, y una vez al año cerrábamos el recinto para sumergir al cuerpo entero en esa solución». La humedad y la temperatura tienen que ser cuidadosamente controladas tanto en el féretro como en la habitación. En cualquier caso, la clave de la longevidad de su momia está en que se inyectaron en el momento justo grandes cantidades de alcohol, glicerol y formalina para detener la descomposición. Un tinte rosáceo se añadió a la formalina para dar al cuerpo un aspecto más realista.

Origen: El desastroso intento de embalsamar a Mao Zedong, el dictador de la China comunista

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