6 diciembre, 2024

El desprecio por la historia de España antes de la conquista de América: «Era salvaje y perezosa»

Llegada de Colón a América, según el cuadro de José Garnelo
Llegada de Colón a América, según el cuadro de José Garnelo

Algunos historiadores han situado el origen de la leyenda negra en el siglo XIV, aunque haya evolucionado y continuado hasta nuestros días

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Cuando Richard Kagan (Nueva Jersey, 1943) recibió a ABC este verano en la casa de Madrid de su amigo el escritor Fernando Marías, contaba una anécdota que refleja muy bien como la denominada leyenda negra no solo no ha desaparecido, sino que persistía en el imaginario popular cada día con más fuerza. «En un encuentro del otro día me hablaban del declive de España y yo les decía: ‘¿Declive? Bueno, España mantuvo su imperio durante tres siglos, hasta el XIX… ¡No está mal! En Cuba ganó más dinero en un siglo gracias a la esclavitud y el azúcar que todos los beneficios de la plata de Potosí en México en los siglos anteriores».

Intentado zanjar una cuestión que se ha repetido a lo largo de sus sesenta años de carrera –en los que fue investido doctor ‘honoris causa’ por la Universidad Autónoma de Madrid, junto a Paul Auster, en 2022–, insistió: «Lo que ocurrió en España no fue un desastre total, como se quiere creer». Sin embargo, no hubo manera. «Cuando empecé, todo el mundo me preguntaba extrañado por qué estudiaba la historia de España. Algunos, incluso, dudaban: ‘¿Pero qué ha hecho España por la historia de la civilización?’. Lo cierto es que ese prejuicio tenía una larga tradición», recordaba a este diario el profesor emérito de la Universidad John Hopkins.

Su origen no está del todo claro, aunque algunos investigadores se han remontado hasta el siglo XIV para establecer cuándo empezó este «odio», este relato crítico con nuestro pasado, antes incluso del descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón. Es decir, mucho antes de que comenzara la conquista del ‘nuevo’ continente en la que se ha centrado, sobre todo, la leyenda negra en los últimos siglos. Fue Julián Juderías el responsable de convertir este relato propagandístico antiespañol en un concepto histórico reconocible con su clásico estudio de 1914.

En 1960, el historiador sueco Sverker Arnoldsson, de la Universidad de Gotemburgo, publicó otra de las primeras y más rigurosas investigaciones sobre la que denominó «la mayor alucinación colectiva de Occidente», situando el origen de la leyenda negra no en los Países Bajos durante el reinado de Felipe II, como se creía, sino en ese siglo XIV y en Italia. En concreto, cuando sus ciudades-estado empiezan a verse amenazadas por la competencia comercial de los catalanes y la extensión mediterránea de Aragón, subrayó hace seis años el periodista de ABC Sevilla Jesús Morillo.

Codiciosos y crueles

Los italianos, señala Arnoldsson en aquel famoso libro que se reeditó en 2018, perfilan entonces con trazo grueso este relato en negativo del español, en aquel país entonces sinónimo de catalán, que difundirá la leyenda negra durante los siglos posteriores: codicia, astucia, crueldad, soberbia, desprecio de las artes útiles y fabriles, fanfarronería, origen impuro y semita, lujuria, fanatismo… Conceptos que, gracias en parte por el prestigio cultural italiano y en parte por el temor ante la expansión del imperio español, se extenderían por Europa, primero con el luteranismo en Alemania frente a Carlos V, y después con Guillermo de Orange en los Países Bajos frente a Felipe II.

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En el prólogo de la reedición del libro de Arnoldsson, ‘Los orígenes de la Leyenda Negra española’ (El Paseo), María Elvira Roca Barea definía al autor como «uno de los hispanistas más destacados del siglo XX» y calificaba este punto de inicio, no compartido por todo los investigadores, como «una leyenda anticatalana más que antiespañola». Principalmente, porque los italianos «vieron su predominio» marítimo «gravemente amenazado por los recién llegados catalanes, que en el comercio y la navegación eran tan hábiles» como ellos y «superiores en el terreno militar», contaba la historiadora a ABC.

A las conquistas aragonesas y el comercio, se unieron después otros factores para definir aquel primer relato de la leyenda negra: los culturales, como el sentimiento de superioridad del humanismo italiano heredero de Roma; los morales, que ponían el acento en la emigración de prostitutas y el ambiente relajado que rodeaba en Roma al papa valenciano Alejandro VI, y los raciales, que consideraban a los españoles como un pueblo inferior en el que se mezclaban genes judíos y musulmanes.

Desde los Reyes Católicos

El arsenal propagandístico de la leyenda negra se enriquecería en Italia en los años que van de los Reyes Católicos al emperador Carlos V, en el siglo XVI, dando lugar a la evolución del relato propagandístico, en el que se dejó atrás Cataluña y se identificó a España con Castilla y después con el Imperio español. Así, se pasará del enemigo comercial, pintado con rasgos de «falso y avaro», al dominador militar, al que «puso al funcionariado y al soldado en primer plano» y, sobre todo, al que cometió genocidio durante la conquista. Este último, el aspecto que más ha pervivido hasta hoy, utilizado, incluso, por los mandatarios de los principales países de Latinoamérica.

Prueba de ello es que, a principios de agosto, Claudia Sheinbaum hizo pública su exigencia de que España «pida perdón por las muchas masacres y la violencia» que ejerció durante la conquista de México. Una petición que ya hizo su predecesor en la presidencia. «Lo he dicho en varias ocasiones, no es la primera vez que lo digo. Además, ya lo hizo el Papa Francisco», subrayó la nueva mandataria, recordando a continuación los ataques a Cholula, en 1519, y a Tóxcatl, un año después, por parte de Hernán Cortes.

Sheinbaum advirtió que, cuando asumiera la presidencia el 1 de octubre, seguiría insistiendo en las disculpas por lo acontecido hace más de medio milenio. Una política de enfrentamiento que, al igual que otros mandatarios americanos como Nicolás Maduro, en Venezuela, ya inició en su mandato como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México entre 2018 y 2023, cuando cambió los nombres de algunas calles «para que se reconociera al México-Tenochtitlán y no a la Conquista».

Documentos originales

Toda esta visión sobre el pasado español se fue repitiendo hasta el siglo XIX. Hasta que William Prescott inauguró la historiografía sobre España en Estados Unidos, en 1826, lo cierto es que ningún estudioso norteamericano había utilizado documentos originales para escribir algo nuevo sobre la historia de cualquier otra nación que no fuera la estadounidense. «Fue el primero que intentó no caer en polémicas ni copiar las opiniones de sus colegas. Pidió copias de muchos manuscritos originales al Archivo de Simancas y al Archivo General de Indias, entre otros. Y sus libros sobre los Reyes Católicos y las conquistas de Perú y México tuvieron un gran éxito», explicó Kagan a ABC en junio.

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Aún así, hubo que esperar hasta finales del siglo XIX para que otros compatriotas de Prescott se interesaran por estos documentos originales, lo que siguió perpetuando la leyenda negra. Y aunque esto ocurrió después, durante un tiempo no libró de prejuicios a los historiadores anglosajones al estudiar la historia de España. «Prescott protagonizó el primer intento de comprender y no condenar a España, pero debajo de sus tesis también había cierta moral inherente a la época. Defendió que, tras aquel momento de grandes hazañas en la conquista de América a principios del siglo XVI, España desaprovechó la oportunidad de modernizarse como nación, gracias a la monarquía absoluta de Carlos V y a la intolerancia de la Inquisición», apuntó Kagan.

Estas ideas de Prescott sobre la correspondencia entre la decadencia de España y el progreso de América –que el mismo Kagan bautizó como «el paradigma de Prescott»– ejercieron una gran influencia entre los hispanistas durante casi dos siglos. Prueba de ello es que, a principios del siglo XIX, la idea que se tenía en Norteamérica de las gestas de los españoles estaba impregnada por la leyenda negra que habían popularizado también los protestantes holandeses e ingleses durante el siglo XVI.

La «decadencia» de España

Según explica Kagan en su artículo ‘El paradigma de Prescott: la historiografía norteamericana y la decadencia de España’, una variante de esta leyenda describe a los españoles como bárbaros fanáticos con una codicia insaciable de oro. Otra variante pintaba a la sociedad española hundida en la decadencia: «Una nación que despilfarraba en monasterios y guerras religiosas la plata extraída en las minas de las Indias, sin preocuparse de invertir productivamente en el comercio». La antipatía del joven Estados Unidos hacia España, a pesar de la ayuda que había recibido de los españoles para lograr su independencia, debía mucho a los británicos. Por ejemplo, el historiador escocés John Campbell hizo un retrato bastante negativo del país en sus obras publicadas a mediados del siglo XVIII, William Robertson puso el acento en la supuesta indiferencia que los españoles sentían hacia la agricultura y el comercio.

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A continuación, los historiadores estadounidenses repitieron estas observaciones, añadiendo algunas de su propia cosecha. El libro ‘American Universal Geography’ (1793), de Jedidiah Morse, enseñó a varias generaciones de jóvenes de Estados Unidos que los españoles eran unos «fanáticos católicos» sometidos a una «monarquía despótica» y, por si no fuera suficiente, gente indolente y perezosa dada a la «práctica de todos los vicios». Otros obras de colegas suyos añadían que eran «una raza pobre, perezosa, holgazana e ignorante de gentes medio salvajes».

Siglo XIX

A principios del decenio de 1820, poco antes de que Prescott hiciera su aparición en escena, algunos escritores de la escuela romántica ayudaron a suavizar esta imagen negativa. Washington Irving y Henry Wadsworth, aunque críticos hacia España y sus instituciones, tuvieron una disposición favorable hacia nuestro país y sus habitantes, con esa visión exótica y pintoresca de la sociedad rural española todavía medieval e influenciada por los árabes. «El carácter español ha cambiado tan poco, que lo encuentras todo tal como se dice que era hace doscientos años», escribió el segundo tras una visita a Madrid y Sevilla en 1827.

La idea que el joven Prescott tenía de España debía ser, por lo tanto, parecida. La diferencia es que este primer hispanista consideraba que el pueblo español había sido valiente y próspero, pero, más adelante, se había convertido en una víctima de los desastrosos efectos del absolutismo monárquico y el catolicismo romano. En su artículo, Kagan advierte que pese a algunas simpatías, aquel otro historiador no podía eludir los prejuicios protestantes de su tiempo: «Creía que España tenía dos defectos profundos de los que Norteamérica estaba exenta. Uno era el Catolicismo, cruelmente manifestado en la Inquisición que sus venerados héroes, los Reyes Católicos, habían contribuido a crear […]. La otra enfermedad mortal de España fue el absolutismo monárquico, cuyos inherentes defectos se manifestaron menos en los Reyes Católicos que en sus sucesores Habsburgo, muy especialmente en Felipe II».

Creía que, a lo largo del siglo XVI, la monarquía de los Austrias, ayudada por la Inquisición, conspiró para aplastar las antiguas «libertades» y crear un inmenso abismo entre el continente americano y la nación que había ayudado a descubrirlo. La supuesta ausencia de esta libertad al llegar el absolutismo, había traído el atraso económico, el estancamiento intelectual, la debilidad política y la decadencia moral, todo ello mezclado con pereza y corrupción. «Doblada bajo el ala oscura de la Inquisición, España se cerró a la luz que en el siglo XVI amaneció para el resto de Europa», escribió en su ‘Historia del Reinado de Felipe II’, que dejó incompleta al fallecer en 1859. Una idea que, junto a otras variantes y aportaciones de los defensores de la leyenda negra, ha permanecido hasta el siglo XXI.

Origen: El desprecio por la historia de España antes de la conquista de América: «Era salvaje y perezosa»

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