El destino de los desertores en el Tercer Reich
Las fuerzas armadas alemanas fueron implacables con los desertores durante la Segunda Guerra Mundial. ¿A qué respondía tanto ensañamiento?
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“Quien combate en el frente puede morir; quien deserta, debe morir”. Esta máxima formulada por Hitler en Mi lucha se aplicó prácticamente al pie de la letra en los tribunales militares alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que unos treinta mil soldados de la Wehrmacht fueron sentenciados a muerte, la mayoría por deserción. De ellos, 23.000 fueron ejecutados.
Esta elevadísima cifra, sin parangón en la historia de los conflictos bélicos, es aún más reveladora si la comparamos con la del bando angloestadounidense, que solo ejecutó a un desertor (el americano Eddie Slovik), o la del propio ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial, que ejecutó a 48. ¿Por qué se emplearon los tribunales de la Wehrmacht con tanta severidad?
Bajo la lupa del nazismo
Según señala el historiador Wolfram Wette en su recomendable La Wehrmacht: los crímenes del ejército alemán (Crítica, 2010), las causas fueron principalmente tres. La primera está relacionada con la reputación que arrastraban las fuerzas armadas germanas desde la Primera Guerra Mundial.
La extrema derecha acusó al Ejército de indulgencia con las deserciones en la Primera Guerra Mundial
Como parte de la leyenda de la “puñalada por la espalda” , según la cual Alemania no fue derrotada en el frente de batalla, sino traicionada en la retaguardia por los políticos de izquierda, la extrema derecha acusó al Ejército de haber sido excesivamente indulgente con los casos de sedición y deserciones ocurridos al final de la contienda.
Para evitar nuevos reproches, los tribunales militares se aplicaron con enorme dureza en la persecución de estos delitos en la siguiente confrontación.
La segunda razón tiene que ver con la consideración nacionalsocialista de la guerra. La glorificación del militarismo durante el nazismo, donde se ensalzó la figura del soldado hasta extremos casi mitológicos, conllevó inevitablemente el repudio y la criminalización de quienes no estaban (o no querían estar) a la altura de ese ideal.
Aunque todos los ejércitos consideraban la deserción un delito grave, para la Wehrmacht fue una traición imperdonable. Siguiendo la máxima dictada por Hitler, los desertores, independientemente de los motivos que les hubieran llevado a abandonar el Ejército, “debían morir”.
Las penas de muerte infundían terror y servían para contrarrestar el creciente número de deserciones
La tercera razón es de índole disciplinaria. La extraordinaria severidad con la que se persiguió este tipo de delitos fue utilizada por el Ejército como arma disuasoria contra sus tropas. Las penas de muerte, muchas veces aplicadas en juicios rápidos y poco reglamentarios, servían para infundir terror entre los soldados y contrarrestar el creciente número de deserciones y la menor disposición a la lucha durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial.
Traidores de por vida
Cuando terminó la contienda, los cientos de desertores que habían logrado escapar de la muerte confiaron en que sus condenas serían derogadas. No fue así. Tuvieron que esperar más de medio siglo, hasta 2002, para ver limpios sus expedientes. Obviamente, la mayoría de ellos no vivió para verlo.
¿Por qué se esperó tanto? La amnistía a los desertores del nazismo encontró siempre una oposición muy fuerte por parte de los sectores más conservadores de Alemania.
Esta resistencia tiene su origen en un mito difundido al término de la guerra según el cual el ejército alemán no se implicó ni ideológica ni activamente con los nazis.
Siguiendo este argumento, los opositores a la amnistía defendían que, si se rehabilitaba a los desertores de la Wehrmacht considerándolos resistentes y víctimas del nazismo, se estaría cometiendo una injusticia con los demás soldados, menospreciando su valor patriótico y sugiriendo su implicación en los crímenes de guerra.
A medida que este mito se fue desmontando y los historiadores demostraron la participación de la Wehrmacht en la guerra de exterminio impulsada por las SS contra los pueblos considerados inferiores, los argumentos de los opositores fueron cambiando. Los partidos conservadores aceptaron que se revisaran las sentencias, pero no su anulación generalizada. El proceso debía realizarse caso por caso para evitar rehabilitar a quien no lo mereciera.
La falta de registros hizo que las amnistías se demoraran durante décadas
La imposibilidad de realizar esta tarea por la falta de registros –perdidos durante los bombardeos o eliminados por los propios jueces militares– hizo que la amnistía se demorara durante décadas.
La presión de las fuerzas progresistas y de la Federación de las Víctimas de la Justicia Militar Nacionalsocialista, que desde 1990 estaba luchando para conseguir la rehabilitación de los desertores, pudo finalmente con la resistencia de la oposición. En mayo de 2002 se aprobó en el Parlamento alemán el levantamiento de todas las sentencias.