El Dragon Rapide, un avión para el golpe de Franco
Luis Bolín Bidwell es un periodista de 39 años que ejerce de corresponsal en Londres del diario ABC de Madrid. Pero es algo más que eso, es alguien muy comprometido con la política española, y un conspirador activo contra el régimen republicano. Entre sus amistades más íntimas en la capital inglesa se cuentan otros dos activistas políticos importantes. Uno de ellos es Juan de la Cierva, el inventor del autogiro, con el que da frecuentes viajes en su aparato mientras el ingeniero hace pruebas para mejorar su novedoso artilugio.
El otro es Douglas Jerrold, editor de la revista English Review , de ideología ultraderechista, conocido por su simpatía hacia el régimen de Adolf Hitler, aunque su aristocrático desprecio hacia las masas y las algaradas callejeras le hacen inclinarse por un modelo autoritario para su país en la línea del implantado en España por Miguel Primo de Rivera hasta hace pocos años.
Bolín ha invitado a comer en Simpson’s, un restaurante situado en el Strand londinense, a sus dos amigos para solicitarles ayuda. Hace tres días, el 6 de julio de 1936, el director de ABC, Juan Ignacio Luca de Tena, le ha llamado desde Biarritz para solicitarle un servicio: “Necesito que contrates en Inglaterra un hidroavión capaz de volar directamente desde las Canarias a Marruecos, si es posible a Ceuta. Un español llamado Mayorga te facilitará el dinero preciso; trabaja en la City, en la banca Kleinwort. El aparato tiene que estar en Casablanca el sábado próximo, 11 de julio”.
De la Cierva y Bolín no han recibido ninguna precisión sobre qué persona será la trasladada desde Canarias hasta Ceuta, pero intuyen que se trata del hombre por el que todos los conspiradores contra la República suspiran: el general Francisco Franco Bahamonde, nombrado por el presidente Azaña capitán general de las islas para mantenerle alejado de la península.
En España, las salas de banderas de los cuarteles son un hervidero de confabuladores. El Ejército está dividido; muchos de sus miembros apoyan al régimen legal republicano, pero otros muchos son abiertamente sus enemigos. El gobierno mueve a los jefes para vigilar sus movimientos; pretende evitar el golpe que se prevé pueda iniciarse en cualquier momento.
En el territorio peninsular es posible controlar la situación, aunque sea con dificultades. Pero hay un ejército, el único realmente operativo, situado en el norte de África, que puede inclinar la balanza del lado de los golpistas si logra cruzar el Estrecho. Franco tiene en ese ejército un enorme prestigio. Su aureola de hombre arrojado en el combate y prudente en la política le señalan como el idóneo para esa misión.
El dinero lo ha puesto el financiero Juan March, cuyo odio a la República es más que evidente
Los preparativos
De la Cierva y Bolín han comenzado ya las gestiones para conseguir un avión, aunque este no sea un hidro, como le ha pedido Luca de Tena. No hay ningún aparato de ese tipo disponible en toda Europa, ni tampoco capaz de hacer un vuelo sin escalas como el que se necesita. Habrá que cambiar los planes, hacerle aterrizar en otra plaza que no sea Ceuta, donde no hay aeropuerto, y diseñar un plan de escalas con una limitación importante, la de que ninguna se produzca en territorio español.
Los conspiradores deberán conformarse con un magnífico aparato que la empresa Olley Air Service tiene en el aeropuerto de Croydon. Se trata de un De Havilland bimotor modelo Dragon Rapide de siete plazas. Al menos es fiable. Jerrold les tiene que ayudar a encontrar a alguien que acompañe a Bolín durante el viaje para enmascarar las intenciones del mismo. De la Cierva ha tenido una idea realmente buena. Tiene que ser otro hombre y dos rubias muy llamativas, para simular que se trata de un viaje de placer.
El inglés se mueve con rapidez y les pone en contacto con el comandante retirado Hugh Pollard, también de ideología derechista y muy aficionado a las armas. Las rubias acabarán siendo Diana, hija del propio Pollard, y Dorothy, una joven de aire descarado que tiene costumbres peculiares, como guardar el paquete de tabaco en el elástico de sus bragas.
El 9 de julio, Bolín recoge en el banco convenido un fajo de billetes nuevos con dos mil libras, una auténtica fortuna. Con el dinero en el bolsillo puede resolver los pagos del avión y el seguro.
El piloto será Cecil W. H. Bebb. La tripulación la completarán un mecánico y un radiotelegrafista. Nadie pide cuentas sobre el destino y la misión. El aire misterioso del viaje se diluye con fondos que cubran pólizas e, incluso, el coste íntegro del avión en caso de accidente. El duque de Alba y De la Cierva se comprometen a aportar esa última cantidad. También el duque se entusiasma con la convicción de que Franco va a acaudillar la rebelión.
La suma previa la ha puesto el gran financiero del golpe de Estado que se trama: Juan March . Su odio a la República es notorio, desde que algunos de sus negocios han sido perseguidos por la ley. El banquero, que es conocido aún como “el pirata del Mediterráneo” por sus actividades pasadas ligadas al contrabando, ha tenido que garantizar al propio jefe de los rebeldes la estabilidad económica de su familia en caso de que el golpe fracase.
Se extienden los rumores
El día 11, a las siete de la mañana, el Dragon Rapide despega del aeropuerto de Croydon y comienza un viaje lleno de incidentes, con un aterrizaje en un aeropuerto anegado por el agua, en Burdeos. Allí, Bolín incorpora a su expedición al marqués de Mérito, que desde Casablanca irá a Tánger para alquilar una avioneta (por si Franco debe trasladarse desde allí hasta el Llano Amarillo, donde un avión de pequeño tamaño puede tomar tierra).
El primer vuelo sobre España se frustra por las condiciones atmosféricas y la incompetencia del radiotelegrafista. Una segunda intentona con un mapa Michelin de carreteras sale bien. Y el grupo tiene que aterrizar, por falta de combustible, en un aeródromo militar en Oporto. Luego, Lisboa, donde Bolín consigue entrevistarse con el general Sanjurjo, quien, junto con el también general Enrique Mola y Franco, completa la tríada golpista. Sanjurjo tiene poco que decir, salvo animarle a que cumpla con su misión. Él va a presidir el golpe, pero no es su organizador.
Bolín, durante el viaje, mira con nostalgia los terrenos de Doñana, que pertenecen en parte a su amigo el marqués, y donde él ha cazado patos en muchas ocasiones.
En el hotel Carlton de Casablanca, Bolín lee en el periódico la noticia de que José Calvo Sotelo, el líder del partido ultraderechista CEDA, ha sido asesinado en Madrid en venganza por la muerte de un teniente de la Guardia de Asalto, el socialista Castillo.
La situación en España es explosiva, los rumores de alzamientos militares corren por todos los mentideros. Sin embargo, el argumento de que la rebelión franquista encuentra su base en la muerte de Calvo Sotelo no puede llegarle a Bolín, porque es de los pocos que saben que Franco ha dicho que sí hace ya bastantes días.
Franco desembarca en Las Palmas y se enfrenta al gobernador civil, que moviliza a la Guardia de Asalto
No hay tiempo
Bolín se queda en Casablanca por razones de seguridad: el avión tiene que repostar en Cabo Juby, en Ifni, antes de dirigirse a Gando, y él puede despertar las sospechas de la policía.
En el aeródromo, las rubias hacen enloquecer a los oficiales. Pero la noticia de su paso llega al Ministerio del Interior, desde donde se ordena que sea inmovilizado a su llegada a Gando, el mejor aeropuerto de Gran Canaria, el 15 por la tarde. Allí, el comandante Pollard se ve envuelto en una confusa trama de contraseñas.
El tiempo apremia. El avión ha perdido un día, y el levantamiento militar está previsto para el 18. Franco está en Tenerife, y el día 16 proclama el estado de guerra, encarcela al gobernador civil y cierra herméticamente todas las comunicaciones con la península.
Antes de salir para Gran Canaria, embarca a su mujer y a su hija en un buque francés y comunica al ministro de la Guerra que se dirige a la otra isla para asistir al entierro de un amigo. Hay otras dos mujeres que toman un barco en Las Palmas. Son Dorothy y Diana, que han concluido su misión de rubias explosivas acompañando a hombres maduros en un viaje de placer.
Mientras, el piloto del Dragon Rapide es interrogado en Las Palmas por el general Orgaz, también comprometido con el golpe, para asegurarse de que su avión es el que debe llevar a Franco al norte de Marruecos. Bebb no sabe nada de la misión, y todo se resuelve con sobreentendidos.
Orgaz y Franco deducen que sí, que se trata del aparato contratado por Luca de Tena y pagado por Juan March. El viernes 17, Franco desembarca en Las Palmas y tiene que enfrentarse al gobernador civil, que moviliza a la Guardia de Asalto contra lo que ya es evidente, la sublevación de los militares de la isla.
El combate es intenso, y se acaba decidiendo a favor de los rebeldes. Pero Franco ha perdido algo de tiempo en sofocar la resistencia. No va a poder emprender el viaje hasta el 18 por la mañana. Bolín se desespera en Casablanca. La última noticia que recibe es que, cuando el avión con Franco llegue al norte de Marruecos, deberá aterrizar en Tánger.
Más obstáculos
El 18, a las 2 de la tarde, Franco sube por fin vestido de paisano al Dragon Rapide. Lleva un pasaporte falso, cedido por el diplomático José Antonio de Sangróniz. Esta vez ni siquiera se molesta en dar las contraseñas pactadas. Con él van otros dos hombres también de paisano: su primo, el teniente coronel Francisco Franco Salgado, es uno de ellos; el otro, un oficial de Aviación. Han de hacer escala en Agadir, donde pierden más tiempo. Bolín, mientras, lee en la prensa de habla francesa que ya se ha producido la sublevación.
Franco no llega hasta entrada la noche. Quiere continuar el viaje, pero le disuaden. Es peligroso. Bolín recibe una llamada del marqués de Mérito, que le comunica que Tánger no puede ser el destino porque hay un grupo armado esperando la llegada de Franco. El destino va a ser Tetuán, donde los regulares han tomado el aeropuerto que estaba defendido por el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, primo carnal de Franco. La lucha ha sido corta pero muy cruenta. Los asaltantes le han hecho prisionero y esperan al jefe de la sublevación. En la pista puede aterrizar el aparato.
Los viajeros se acomodan en un hotel, repartidos en tres habitaciones. Bolín comparte la suya con Franco, quien le confiesa sus esperanzas y sus temores. Habla sin parar hasta las dos de la madrugada, cuando tienen que levantarse a las cuatro.
Al amanecer, el avión despega. Franco, que se ha afeitado el bigote para evitar ser reconocido durante el viaje, se pone el uniforme a bordo. No le falta el detalle del fajín rojo con las borlas doradas que denotan su autoridad. Por fin, aparece Tetuán ante los ojos de los viajeros. Y el avión da una vuelta de reconocimiento sobre el aeródromo para asegurarse de que las fuerzas que lo ocupan son rebeldes. Franco reconoce al comandante Eduardo Sáenz de Buruaga entre los que esperan, y da su orden de aterrizaje.
A su primo dejará que le fusilen tras un juicio en el que se le acusa, sin recato, de rebelión militar
Las instalaciones muestran a las claras la dureza de la lucha que se ha producido la noche anterior. Hay edificios derruidos y numerosos impactos de bala en los muros. Sobre la pista, derrengados, se ven tres aviones que el comandante De la Puente ha conseguido averiar antes de que los sublevados se pudieran hacer con ellos. Va a ser su último servicio a la República.
En pocos minutos, Buruaga y los oficiales que le acompañan ponen a su jefe al corriente de lo sucedido. No solo se ha vencido la resistencia de los leales, sino que el visir de Tetuán ha prestado una gran ayuda para impedir una sublevación de los habitantes de la ciudad.
Franco resolverá con mucho rigor ambas actitudes. A su primo dejará que le fusilen tras un juicio sumarísimo en el que se le acusa, sin ningún recato, de rebelión militar. Al visir de Tetuán le concederá la primera Cruz laureada de San Fernando que se otorgue en la guerra.
Más aviones
Bolín se despide del piloto, que ha recibido la petición de Franco de arrojar una bomba sobre un foco de resistencia. Bebb acepta encantado, pero es Bolín quien les convence de que eso está fuera del trato al que llegó con la compañía aérea.
Franco toma el mando de las fuerzas que se han rebelado en Marruecos. La acción de Bolín, de Luca de Tena y March y la colaboración de Bebb, Pollard, de Jerrold y de las rubias han sido cruciales. Pero el empeño de Bolín no ha terminado.
Franco escribe en un papel con el sello del aeropuerto de Tetuán una autorización para hacer nuevas gestiones a favor de su causa: “Autorizo a don Luis A. Bolín para gestionar en Inglaterra, Alemania o Italia la compra urgente para el Ejército español no marxista de aviones y material”. Y le escribe a mano otra nota: “12 bombarderos, 3 cazas, con bombas (y lanzabombas) de 50 a 100 kg, 1.000 de 50 y 100 de unos 500”. Bolín se irá a Italia para intentar la compra. Un modesto pedido que contradice su posterior versión de que Franco piensa en una guerra larga.
En pocos días, los aviones Fiat y Savoia italianos y los Junkers alemanes le servirán para bombardear al Ejército y las improvisadas milicias leales al gobierno. Pero, sobre todo, para poner en marcha el primer puente aéreo de la historia, que hará llegar a las tropas africanas a Sevilla, un punto clave para iniciar el largo camino a Madrid, objetivo de la estrategia de los sublevados.
El Dragon Rapide emprende el regreso a Londres. Ha sido un viaje azaroso en el que se ha demostrado su fiabilidad. Su piloto tendrá una importante participación en la Segunda Guerra Mundial, luchando contra los aliados del hombre al que acaba de facilitar la puesta en marcha de un golpe de Estado. Otros ingleses, sobre todo el futuro primer ministro Neville Chamberlain, ayudarán también a que triunfe impidiendo que la República pueda comprar armas.
Bolín, De la Cierva y el duque de Alba serán piezas decisivas en la eficaz política de Franco para conseguir la benevolencia inglesa ante su levantamiento. Douglas Jerrold, el editor pronazi, montará con Bolín una eficiente asociación para ejercer influencia sobre la opinión pública británica: The Friends of National Spain.