El Duque de Berwick, el «bastardo» inglés que odia el nacionalismo catalán por asediar Barcelona
Frente a los intransigentes ministros del Rey Felipe V, Berwick criticó la abolición de los fueros y abogó por rebajar las amenazas hacia los defensores
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En la batalla de Almansa un general inglés al frente de un ejército español defendió los derechos de un candidato francés, Felipe V, frente a un ejército combinado de ingleses, holandeses y portugueses dirigidos por un francés, Henri de Massue, que defendía los derechos dinásticos de un austriaco. Un galimatías que define a la perfección el periodo en el que se desarrolló la Guerra de Sucesión española, donde los nobles renegados ponían su talento al servicio de naciones rivales más por religión que por nacionalidad.
Retrato de Arabella Churchill
El Duque de Berwick, James Fitz James, fue el hombre que condujo a las tropas de Felipe V en Almansa. Hijo ilegítimo del Duque de York y de Arabella Churchill, James Fitz James nació por casualidades de la vida en la región francesa de Moulins y recibió una educación católica en este país. El cabeza de familia se había refugiado en Francia después de tomar partido en Inglaterra por el Catolicismo, perseguido desde tiempos de los Tudor en las Islas británicas. No obstante, en 1685 el Duque de York se convirtió en Rey de Gran Bretaña con el nombre de Jacobo II y la suerte de James Fitz James pareció cambiar. No duró mucho su suerte, una revolución de aristócratas derrocó a Jacobo II en cuestión de tres años y le obligó a huir junto a su familia a Francia.
En 1686, el hijo bastardo del entonces rey tuvo en Hungría su primera experiencia militar. Budapest fue conquistada a los turcos tras un asedio en el que James Fitz James actuó con «notable gallardía». Y cuando su padre perdió el trono, el joven noble le acompañó en 1689 en una campaña en Irlanda para intentar recuperar sin éxito su corona.
Gran Bretaña se perdía en la lejanía. A partir de 1691 el hijo de Jacobo II comenzó a servir a Luis XIV de Francia, que lo nombró teniente general y promocionó su carrera militar en Flandes e Italia. Cuando el nieto de Luis XIV, Felipe V, se enzarzó en una guerra internacional para convertirse en el sucesor del último Rey de la dinastía Habsburgo, Carlos II; las tropas franceses se dirigieron a España a apoyar al borbón. En 1704 el Duque de Berwick, nombrado capitán general de todos los ejércitos, acudió a España al frente de un numeroso ejército de infantería y caballería. Ese mismo año Berwick invadió junto al propio monarca Portugal y mostró que pocos generales estaban tan preparados como él en Europa.
«¡Es un maldito inglés más seco que el polvo»
Su espectacular racha de victorias despertó envidias en la Corte. María Luisa, la primera esposa de Felipe V, era una férrea partidaria de que James Fitz James volviese cuanto antes a Francia. «¡Es un maldito inglés más seco que el polvo y siempre se sale con la suya», manifestó la Reina en voz alta. Y si bien no fue por culpa de ella, abandonó la Península poco después para combatir a los rebeldes protestantes en el sur de Francia.
La Guerra de Sucesión había adquirido una dimensión internacional que trasladó el conflicto también a las costas francesas. El noble inglés defendió el litoral francés de los ataques ingleses y en noviembre de 1705 capturó Niza, lo que le valió el título de Mariscal de Francia.
En una operación con tantos éxitos como fracasos, Berwick terminó por enfrentarse en la llanura de Almansa, una pequeña ciudad coronada por un castillo medieval
Mientras el Duque de Berwick estaba ausente en España, Felipe V vivió uno de sus momentos más comprometidos. Como explica Henry Kamen en «Poder y gloria: los héroes de la España imperial» (Austral), la superioridad naval de Gran Bretaña le permitió capturar el fuerte de Gibraltar y, a finales de 1705, las tropas austracistas desembarcaron en la zona de Levante para avanzar hacia Barcelona y Valencia. Al siguiente año las cosas estaban tan difíciles para los intereses de Felipe como para que los portugueses entraran sin oposición en Madrid. Y en Flandes e Italia, donde la Monarquía hispánica mantenía aún territorios, tampoco iban las cosas mucho mejor.
Todas estas circunstancias adversas llevaron a Luis XIV a mandar a Berwick de vuelta a la península, como quien arroja un misil guiado en el epicentro del conflicto. Durante la campaña de 1707, las tropas franco españolas avanzaron desde el sudeste hacia Valencia, en torno a donde actuaban las tropas británicas y portuguesas del Conde de Galway y del Marqués Das Minas. En una operación con tantos éxitos como fracasos, Berwick terminó por enfrentarse en la llanura de Almansa, una pequeña ciudad coronada por un castillo medieval, al ejército rival formado por holandeses, hugonotes, alemanes, portugueses, ingleses pero ningún solo español.
El general inglés naturalizado francés contaba con más efectivos que su rival y causó a los aliados más de 4.000 muertos y 3.000 prisioneros, lo que dejó al bando austracista en una situación desesperada en la Península. Por culpa de aquella derrota perdieron Valencia y meses después Lérida. Y aunque la mayoría de bajas aquel día fueron inglesas, Berwick tuvo la consideración de invitar a los oficiales capturados a un enorme banquete en Almansa. Ganar batallas y ser leal a sus tres nacionalidades (francesa, inglesa y española) no era un plato sencillo.
A partir de entonces la guerra se encaminó a su final lentamente. Berwick fue recompensado por sus servicios, entre ellos fue premiado con el Toisón de Oro (también pertenecía a las otras dos órdenes más importantes de Europa: el Espíritu Santo y la Jarretera) y varios títulos nobiliarios, si bien Francia ordenó su vuelta antes de que terminara el conflicto. De nuevo en este país, defendió las fronteras con los Países Bajos y en 1710 fue uno de los comandantes franceses desplegados en Italia.
No obstante, otro pésimo año para los intereses borbónicos en España obligaron a que, tras mucho insistir, el Rey Sol cediera a su mejor general una vez más. El noble inglés acudió a finales de 1712 a socorrer Gerona, asediada por los austracistas. En marzo de 1713, Gran Bretaña y Holanda se retiraron de la guerra y cedieron al bando borbónico los territorios bajo su control, puesto que no pretendían contribuir a aumentar el poder del recientemente nombrado Emperador del Sacro Imperio germánico, Carlos VI, hasta ese momento el candidato preferido por media Europa para que reinara en España. El Archiduque Carlos ya no gustaba en Europa…
Tras esta súbita pérdida de aliados, los austracistas mantenían su presencia únicamente en una parte de Cataluña y se prepararon para una defensa desesperada en Barcelona. Felipe V rogó a su abuelo que fuera James Fitz James quien dirigiera el asedio final. Y es que salvo Almansa, su única batalla campal, el resto de las 29 campañas en las que participó a lo largo de su vida fueron asedios. Era la mejor opción para terminar rápido con la guerra.
Frente a los intransigentes ministros del Rey, Berwick criticó la abolición de los fueros y abogó por rebajar las amenazas hacia los defensores, de modo que fueran más permeables a una posible capitulación. Eso mientras 35.000 soldados iniciaron la última fase de un cerco por tierra y mar que todavía se alargaría más de un año. «La obstinación de esa gente no tiene parangón», afirmaría en su correspondencia sobre la resistencia catalana.
No le faltaba razón. El conseller en cap, Rafael Casanova, y otros líderes políticos radicalizados habían tomado la determinación de resistir a toda costa, lo que llevó al general Villarroel a dimitir el día 5 de septiembre. En consecuencia cuando tres diputados catalanes se presentaron ante Berwick el 11 de septiembre pidiendo capitular, el general inglés les respondió que habían perdido la oportunidad: «Estábamos ya en la ciudad, en posición de pasarles a todos a cuchillo, así que no escucharía más propuestas aparte de la de no ponerse a merced de Su Majestad».
Así y todo, Berwick aceptó la rendición al día siguiente y trató de evitar los saqueos, no así el baño de sangre que había provocado la defensa suicida de los barceloneses: más de 6.000 defensores murieron durante el asedio, según estudios contemporáneos.
Luchando contra sus viejos amigos
Por orden suya fue suprimido el concejo municipal y el gobierno del principado, siendo la principal razón por la que el nacionalismo catalán sigue teniendo a Berwick como uno de los villanos de su relato alternativo. No obstante, el experimentado general apenas participó de la política represiva de Felipe V, pues abandonó España en cuestión de meses debido a su mala salud.
En Francia nunca olvidó que era, ante todo, leal al rey de este país, como demostró cuando combatió a su amigo Felipe V en los siguientes años. De tal modo, cuando los españoles tomaron Sicilia y Cerdeña en 1718, Berwick cruzó la frontera con un ejército de 20.000 hombres y puso sitio a Fuenterrabía y San Sebastián. En cuestión de un mes, el francés, que representaba los interés de Francia, Gran Bretaña, el Sacro Imperio Germánico y Saboya, se hizo con las principales ciudades vascas y causó el pánico en la corte madrileña.
Su trato hacia los españoles fue cortés. Liberó a los prisioneros en varias ocasiones y evitó siempre que pudo la confrontación directa con los soldados españoles
Felipe V se veía atacado por su pueblo de nacimiento, los franceses, y por un amigo personal al que le debía su Corona. «Si los españoles caen derrotados no hagáis prisionero al Rey», pidió a sus hombres. Su trato hacia los españoles fue en todo momento cortés. Liberó a los prisioneros en varias ocasiones y evitó siempre que pudo la confrontación directa con los soldados españoles. Eso sin olvidar que a su propio hijo, el Duque de Liria, miembro del ejército español, le recomendó ser fiel a Felipe V: «Ocurra lo que ocurra, recuerda que eres español, obligado por el honor y la conciencia a ser fiel al Rey de España».
Tras hacer y deshacer por el norte de la península, Berwick al fin regresó a Francia en noviembre de 1719. Retirado a ratos, James Fitz James ejerció en los siguientes años como miembro del Consejo de Regencia. Sirviendo a un nuevo Rey de Francia, Luis XV, el Duque de Berwick perdió la vida durante el asedio del fuerte de Philippsburg (hoy, Alemania) en 1734. Una bala de cañón le voló la cabeza por estar en un sitio inadeacuado. A él. A uno de los grandes maestros en asedios de aquel siglo.
Origen: El Duque de Berwick, el «bastardo» inglés que odia el nacionalismo catalán por asediar Barcelona