23 noviembre, 2024

El excombatiente de la Guerra Civil que visitaba su propia tumba – Archivo ABC

Eugenio de Azcárraga muestra su foto de alférez. Fue dado por muerto y enterrado en el Valle de los Caídos - Rober Solsona
Eugenio de Azcárraga muestra su foto de alférez. Fue dado por muerto y enterrado en el Valle de los Caídos – Rober Solsona

Eugenio de Azcárraga fue «enterrado» por error en Teruel y posteriormente en el Valle de los Caídos

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El 6 de julio de 2018 fallecía a los 102 años de edad un hombre «con una historia digna de la mejor película», como escribió Pedro Corral. Este periodista y escritor, actual diputado por el Grupo Popular en la Asamblea de Madrid, entrevistó a Eugenio de Azcárraga diez años antes, cuando el juez Baltasar Garzón trató de censar, identificar y localizar a las víctimas de la Guerra Civil del bando republicano y envió una providencia al abad del Valle de los Caídos pidiendo información sobre los nombres de las personas que estaban allí enterradas.

Entre ellos figuraba el de Azcárraga, inscrito como «Al. (Alférez) Azcárraga, Eugenio» con el número 8.273 en el libro de inhumaciones de la Basílica. Según la ficha que conserva Patrimonio Nacional, su supuesto cadáver había sido inhumado en el columbario 1.718, en el tercer piso de la cripta derecha. «El destino quiso que hace cincuenta años se convirtiera, por un error, en el único español al que se dio por sepultado en el Valle de los Caídos estando vivo y coleando», contaba Corral, que recogió después su historia en su obra «Eso no estaba en mi libro de la Guerra Civil» (Almuzara, 2019).

Eugenio de Azcárraga, en 2008+ info
Eugenio de Azcárraga, en 2008 – Rober Solsona

Nacido en Jaén en 1916, en el seno de une familia de origen guipuzcoano, Eugenio era nieto de Marcelo Azcárraga, el que fuera cuatro veces presidente del Gobierno durante la regencia de María Cristina además de ministro de la Guerra. Siempre se consideró un liberal. «Antes de la guerra mi ideología eran las chicas y la natación. Nunca he sido franquista, aunque teóricamente soy «un caído por Dios y por España». Pero entre Franco y el comunismo, opté por el primero, por eliminación, así que me pasé de Valencia, capital de la República, a la zona nacional», explicaba.

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Destinado a un regimiento de artillería, combatió en el frente de Asturias, donde resultó herido en una pierna. Después ingresó en la academia de alféreces y al término de su formación fue enviado a Teruel, poco antes de producirse el ataque republicano en diciembre de 1937. Allí participó en la defensa del último reducto del Seminario, a las órdenes del coronel Francisco Barba, y cuando el Seminario cayó, fue hecho prisionero y trasladado a Valencia y posteriormente al castillo de Montjuic, en Barcelona, junto al resto de sus compañeros.

Tras nueve meses de encierro, en enero de 1939 fue evacuado de Barcelona ante el avance de las tropas nacionales. A Azcárraga y otros prisioneros les montaron en un ferrocarril que se dirigía hacia la frontera francesa, pero logró escapar saltando del tren en marcha junto a otros doce compañeros y se refugió en Francia. Su decisión de huir resultaría providencial porque unos días después, los cautivos de Teruel, entre los que se encontraban el coronel Rey D’Harcourt y el obispo Anselmo Polanco, fueron asesinados por tropas republicanas en retirada en Pont de Molins.

Combatientes en torno al monumento de la turolense plaza del Torico en enero de 1938+ info
Combatientes en torno al monumento de la turolense plaza del Torico en enero de 1938

Eugenio desconocía entonces que ya había sido dado por muerto en Teruel. Los nacionales, que habían vuelto a entrar en la ciudad, desenterraron a los muertos en la batalla para identificarlos con la documentación que iban encontrando y volver a inhumarlos después en el cementerio. «Fue unos años después de la guerra cuando me dijeron que había una lápida con mi nombre en un nicho del cementerio: «Eugenio de Azcárraga Vela, caído por Dios y por España». Yo he sospechado siempre que me debieron de confundir con un alférez que se parecía a mí, y le debieron de enterrar con mi nombre», explicaba.

Azcárraga empezó a llevar a sus amigos, como cosa de broma, a visitar «el monumento más importante de Teruel» y aunque su madre le decía que tenía que arreglar lo de su lápida, no le hice caso y los años fueron pasando. Hasta que un día a finales de los años 50, el sepulturero del camposanto le informó de que ya no estaba allí. Los restos de los oficiales de Teruel que las familias no habían reclamado habían sido llevados al Valle de los Caídos, inaugurado por Franco el 1 de abril de 1959.

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«Yo mismo he visto mi nombre en el Valle de los Caídos, aunque ya no he vuelto por allí desde hace treinta años. Puede que hasta me hayan desahuciado por no pagar el alquiler…», afirmó en 2008.

Azcárraga contempla en 2009 un retratoen el que se le ve vestido de alférez+ info
Azcárraga contempla en 2009 un retratoen el que se le ve vestido de alférez – Mikel Ponce

Un año después, al cumplirse los 70 años del fin de la Guerra Civil, este excombatiente subrayaba en las páginas de ABC que una guerra «es una salvajada». «Reduce tus instintos a la mera supervivencia, te convierte en un fatalista, porque aceptas que te puede pasar de todo. No piensas que te van a matar, pero llega un momento en que te mueves por inercia, eres un número, pierdes tu personalidad».

El único muerto de la Guerra Civil que podía opinar resaltaba que «ambos bandos cometieron crímenes y atrocidades sin cuento y hubo desaparecidos en las dos zonas» y defendía el derecho e los familiares a enterrar dignamente a los que fueron asesinados y sepultados en las cunetas. Aunque pensaba que con su iniciativa Garzón sólo quería salir en los periódicos.

«Los que están enterrados en el Valle de los Caídos -decía- son de mi generación. Forman parte de un pasado del que no podemos sentirnos muy orgullosos. Yo, por ejemplo, que combatí con el bando franquista, siempre condené la terrible represión de posguerra, y algunos hasta me llamaban «rojo» por eso. Hoy no se puede envenenar a los jóvenes con el mismo odio y rencor».

Origen: El excombatiente de la Guerra Civil que visitaba su propia tumba – Archivo ABC

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