El extraño atentado contra Eduardo Dato
El 8 de marzo de 1921, tres anarquistas subidos en una moto con sidecar asesinaron de veinte disparos al entonces presidente del Consejo de Ministros, Eduardo Dato, mientras se dirigía en coche sin escolta a su domicilio, en Madrid. ¿Qué falló en el dispositivo de seguridad para que con asombrosa facilidad pudieran acribillarlo? ¿Fue un ‘premio consuelo’ de los anarquistas por no poder matar a quien realmente querían eliminar? Se cumplen cien años del indulto de sus asesinos.
Una motocicleta Indian con sidecar y tres anarquistas a bordo avanzó por la madrileña calle Alcalá desde la plaza de Cibeles siguiendo de cerca el automóvil de Eduardo Dato. A la altura de la Puerta de Alcalá, el conductor de la moto, Ramón Casanellas, se colocó en la parte trasera del coche, momento en que los pistoleros Pedro Mateu y Luis Nicolau dispararon contra el presidente del Consejo de Ministros hasta acabar con su vida.
Sucedió el 8 de marzo de 1921. Por aquel entonces —en pleno periodo de la Restauración (1874-1931)— el ambiente político del país era insoportable a causa del enfrentamiento entre la patronal y las centrales sindicales. Sobre todo, en Cataluña. Años del pistolerismo, en el que sicarios, pagados por sindicatos y patronos, mataban a personas de la burguesía catalana y a varios de los más destacados líderes sindicales. Pese a abordar el problema creando el primer ministerio de Trabajo para dedicar toda la atención que el mundo laboral demandaba y apoyarse en un moderado (Francisco Bergamín García) para templar los ánimos y rebajar los conflictos desde el ministerio de Gobernación, Dato, muy presionado por la patronal catalana, acabó nombrando como gobernador civil de Barcelona al general Severiano Martínez Anido y optando, así, por la mano dura contra las revueltas sociales.
A los anarquistas que mataron a Dato poco les importaba que el político hubiera desplegado una importante legislación social e impuesto el seguro para los trabajadores
Los autores del atentado contra el jefe de Gobierno confesaron que lo habían asesinado por la Ley de fugas, aprobada por el propio Dato, que daba impunidad al terror policial: la ley habilitaba a las fuerzas de seguridad a realizar ejecuciones extrajudiciales (o paralegales) simulando la fuga de un detenido (principalmente en traslados de una prisión a otra, para así reducir la vigilancia que lo custodiaba y encubrir mejor el asesinato del preso), amparándose en el precepto legal que permite disparar contra un prófugo que no obedece al «¡Alto!» de la policía. Los anarquistas también justificaron su atentado en respuesta a la brutal represión ejercida contra los huelguistas por parte de Martínez Anido.
En una carta de 1920, Miguel Primo de Rivera escribía a Eduardo Dato: «Comprendo que el instinto de defensa busque medios extralegales… Una redada, un traslado, un intento de fuga y unos tiros comenzarán a resolver el problema». Cuatro años más tarde, en la segunda edición de su Luces de Bohemia, Ramón María del Valle-Inclán denunciaba los crímenes de la Ley de fugas añadiendo escenas en las que el personaje del anarquista catalán Mateo muere así ejecutado.
Pese a su carácter conciliador y sus buenas intenciones para aliviar las tensiones sociales en Barcelona, Dato se convirtió así en un objetivo más del extremismo anarquista. A los pistoleros que lo mataron poco les importaba que el político reformista hubiera desplegado una importante legislación social e impuesto el seguro obligatorio para los trabajadores. Algunos historiadores sostienen incluso que el principal objetivo anarquista, el enemigo a eliminar era Martínez Anido, pero que, al estar muy bien protegido, se contentaron con Dato.
Sorprende por ello que su coche oficial no estuviera blindado y que aquella noche del 8 de marzo fuera acompañado sólo por su conductor y un ayudante. El ministro de Gobernación, Gabino Bugallal y Araújo, buen amigo de Dato, no consideró necesario aumentar la seguridad pese a que en aquellos días el jefe de Gobierno estaba en el centro de la diana del anarquismo radical y se respiraba la posibilidad de que sufriera un atentado.
Los anarquistas que asesinaron a Dato llegaron a Madrid el 11 de enero —casi dos meses antes del atentado— y, sin que la Policía sospechara de ellos, comprobaron el tipo de vigilancia que custodiaba al presidente, las horas y recorridos que solía hacer. Valoraron después que la mejor opción era acribillar el coche en que Dato se movía, y el mejor lugar, cerca de la puerta de Alcalá, donde el coche disminuía la velocidad, facilitando así la balacera desde otro vehículo. Decidieron también que ese otro vehículo debía ser un sidecar, a por el cual volvieron a Barcelona. Y, una vez de regreso en Madrid, en un alarde de bravuconería, dieron vueltas en su espectacular motocicleta durante días por la zona donde iban a llevar a cabo el atentado sin que la Policía sospechara nada.
Una vez que mataron a Dato, Casanellas escapó a la Unión Soviética y Nicolau, a Alemania, aunque meses después fue devuelto a España por las autoridades germanas.
El 13 de marzo, Mateu fue apresado en Madrid. Él y Nicolau fueron condenados a cadena perpetua, pero en 1924 fueron indultados: se conmutó la pena de muerte por la cadena perpetua. Y en 1931 recibieron la amnistía del Gobierno republicano. Casanellas regresó a España, donde falleció en un accidente de moto.
Por su parte, Nicolau fue fusilado por los franquistas en Barcelona nada más terminar la Guerra Civil. El que tuvo más suerte fue Mateu, que desde su exilio en Francia concedió una entrevista al diario Pueblo en 1967 en la que se vanagloriaba de haber matado a Eduardo Dato.
HUIDA, DETENCIONES Y CONDENA
Los anarquistas Pedro Mateu, Ramón Casanellas y Luis Nicolau [en este orden, de izquierda a derecha en la imagen superior] efectuaron veinte disparos contra el vehículo en el que viajaba Eduardo Dato. Luego huyeron en la moto con sidecar que utilizaron para el atentado, un vehículo caro por el que pagaron 5100 pesetas. Dato llegó cadáver a la casa de socorro de Buenavista. A los tres días, la Policía encontró la moto y varias armas en un garaje de la calle Arturo Soria. A Mateu lograron detenerlo en Madrid y a Nicolau, en Alemania, seis meses después del atentado. Fue entregado a España, a condición de que no fuera condenado a muerte. En 1923, los condenaron a cadena perpetua; luego, en 1924, conmutaon la pena por cadena perpetua y en la Segunda República fueron amnistiados y puestos en libertad. Por su parte, Casanellas, logró huir a la Unión Soviética, donde se alistó en el Ejército Rojo y en el que llegó a comandante. En 1931, desde la clandestinidad, intentó organizar el Partido Comunista en España y se presentó, como cabeza de lista de la candidatura comunista por Barcelona, a las elecciones a las Cortes Constituyentes de junio de aquel mismo año. No obtuvo un escaño, pero sí un lugar en diversas actividades políticas del PCE. Murió en 1933, en un accidente de carretera de camino a una reunión del partido en Madrid.