16 abril, 2024

El extraño comando nazi que llegó a Nueva York en plena IIGM para sembrar el pánico en Estados Unidos

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Dasch y el resto del comanzo nazi que llegó a Nueva York en 1942 para llevar a cabo la Operación Pastorius

En junio de 1942, un grupo de alemanes desembarcó llegó a la Gran Manzana ocultó en un submarino U 202 e intentó provocar el caos en la ciudad mediante una serie de atentados, pero la misión acabó por los innumerables despropósitos que cometieron sus protagonistas

¿Se imaginan a un submarino tripulado por un comando nazi entrando en la costa de Nueva York, en plena Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de sembrar el caos mediante una serie de atentados devastadores? Como si fuera la batalla de Stalingrado, el desembarco de Normandía o el ataque de Pearl Harbor, pero en Estados Unidos. ¿No se lo imaginan? Pues ocurrió en junio de 1942, en una curiosa operación llena de despropósitos que no conocimos hasta 70 años después, cuando fueron desclasificados varios documentos del el MI5 británico y publicados por «The Times».

La idea de llevar el conflicto hasta el territorio enemigo fue del propio Adolf Hitler, quien transfirió la orden a la organización de inteligencia militar alemana, la Abwehr, cuatro días después de declarar formalmente la guerra a Estados Unidos. Fue entonces cuando ordenó la Operación Pastorius, llamada así en homenaje a un famoso colono germano de mediados del siglo XVII. Un ambicioso plan que contemplaba volar por los aires centrales eléctricas, fábricas de aluminio, estaciones de ferrocarril, puentes, canales y hasta el sistema de provisión de agua de toda la ciudad de nueva York.

La misión fue encomendada a Walter Kappe, un teniente alemán que había vivido 12 de sus 37 años en Estados Unidos. Había emigrado allí en los años 20 y fundó con sus hermanos la Asociación Nacional Socialista en Detroit. Hizo después campaña para apoyar a Hitler entre los inmigrantes germanos y creó un periódico en el que atribuía todos los males de Alemania y el extranjero a los judíos. Tras el ascenso de Hitler al poder, en 1933, fue elegido portavoz del Tercer Reich en su país de acogida. Y en 1936 regresó finalmente a Berlín ocupando diferentes cargos del régimen nazi, hasta que fue reclutado por la Wehrmacht al inicio de la Segunda Guerra Mundial y, en 1941, transferido al servicio de inteligencia.

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La planificación

En la planificación, Kappe imaginó una serie de desembarcos semestrales en la Gran Manzana. Para organizarlos, estableció su base de operaciones en un chalet de los bosques aledaños a Brandenburgo. Allí estaba establecida una escuela de sabotaje y operaciones especiales. Buscó después a sus hombres en el Instituto Ausland, la institución que había financiado el retorno a la patria de los inmigrantes alemanes cuando empezó la guerra.

Kappe buscaba a aquellos que habían vivido en Estados Unidos y seleccionó a los 12 más capacitados, enérgicos y leales a la causa nazi. La mayoría eran obreros y dos estaban afiliados al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP, según las siglas en alemán). De este equipo descartó rápidamente a cuatro y a los ocho restantes los dividió en dos equipos. En abril de 1942, nombró al frente del primero al más veterano, George John Dasch, de 39 años. Este era el comando que debía desembarcar con el submarino U 202 en la costa de Nueva York, Long island para ser más exactos, el 13 de junio de 1942.

Dasch era un veterano del Ejército germano. Un hombre afable y charlatán que había trabajado en Chicago como camarero. Conocía a la perfección el slang de los obreros norteamericanos y hablaba inglés sin el acento alemán. En una arranque de patriotismo había regresado a Alemania tan pronto estalló la guerra, en 1939, para afiliarse al NSDAP. Como segundo, kappe nombró a otro alemán que había sido nazi tanto tiempo como el propio «Führer», puesto que había participado en el Putsch de Munich, el fallido golpe de Estado protagonizado en 1923 por Hitler y Rudolf Hess. En 1927, sin embargo, huyó a Estados Unidos para evitar la cárcel y trabajó durante años como mecánico, hasta que los nazis alcanzaron el poder y retornó a su país como lugartenientes de Ernst Röhm, el temido jefe de la SA.

Los objetivos

Veamos: un alto cargo de las milicias que ayudaron a Hitler a ganar las elecciones y un nazi convencido que podía hacerse pasar sin ningún problema por estadounidense y mezclarse con los ciudadanos sin levantar la más mínima sospecha. Ambos, al mando de otros alemanes que habían residido en Nueva York, Detroit o Chicago, con un submarino para penetrar escondidos en una ciudad a la que la Casa Blanca pensaba que el enemigo no podía llegar. En resumen: nada podía salir mal… o eso pensaban al principio.

Después de un periodo de instrucción a orillas del lago Quentz, a la afueras de Berlín, Kappe detalló la misión a los dos equipos en mayo de 1942. Según enumeran Carlos De Nápoli y Juan Salinas en «Ultramar Sur: La última operación secreta del Tercer Reich» (House Grupo Editorial, 2018), el primer grupo debía volar nada menos que la planta hidroeléctrica de las cataratas del Niágara, las fábricas de aluminio de Illinois, Tennessee y Nueva York, una planta de criolita en Filadelfia y una remesa en Ohio. Si esta fase salía bien, el segundo comando reduciría a escombros y cenizas la estación de ferrocarril de Pensilvania, puntos estratégicos de la vía que unía Chesapeake y Ohio, un puente en Nueva York, las esclusas y los complejos de canales de Saint Louis, Cincinnati y Ohio y el suministro de agua de la Gran Manzana al completo, la ciudad donde entonces vivían ya 13 millones de habitantes.

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Ambos equipos atentarían también contra comercios judíos y terminales ferroviarias de la costa Este. El objetivo era desatar una ola de pánico entre la población, en un momento crucial en el que las autoridades tenían ya los ojos puestos en las otras partes del mundo donde se libraban las grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial.

El equipo de Dasch llegó a la playa de Amagansett, en Long Island, a las 12 de la medianoche del día previsto. Cuatro hombres salieron del submarino y se subieron a un bote de remos. Nada más poner el pie en tierra, fueron descubiertos por un oficial. «El guardacostas llamado John C. Cullen no podía dar crédito a la escena: cuatro individuos que salen del agua y se desprenden de sus uniformes militares (no pudo identificar que eran uniformes de la Wehrmacht) para vestirse de paisano como si nada. Tampoco acabó de comprender que le intentaran sobornar con un fajo de billetes y, a continuación, le amenazaran para que se olvidara de lo que había visto», contaba el historiador José Luis Caballero en su libro «Misiones Imposibles: Anécdotas y secretos de acciones extraordinarias de audacia y coraje» (Historia Bélica, 2017).

El FBI

Este guardacostas, como era de esperar, informó del surrealista suceso y el operativo del FBI se puso inmediatamente en marcha. El «brillante» plan de Hitler ideado por Kappe pronto empezó a hacer aguas. En primer lugar, porque uno de los miembros del comando, Herbert Haupt, tenía una afición desmedida por el alcohol y pronto desveló, en una cena en el Hôtel des Deux Mondes con antiguos compañeros de batallas de Estados Unidos, borracho perdido, que era un espía. Lo de no llamar la atención parecía que no estaba en el manual que le había entregado.

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El principal problema, sin embargo, fue el jefe del primer equipo, el bueno de George John Dasch, que estaba más interesado en pasarse a las filas del enemigo que en el éxito del sabotaje. Su fidelidad con el Tercer Reich había flaqueado desde hacía un tiempo y quería establecer su residencia en Estados Unidos para cumplir con su propio sueño americano. ¿Y qué hizo? Pidió una cita con el director del FBI en Washington. Al interlocutor que le cogió el teléfono le dijo que era el jefe de un comando nazi con la misión de atentar en su país y que quería hablar con el todopoderoso John Edgar Hoover. Este, sin embargo, no puso mucho interés en aquel soplo, pues debía tratarse de un chiflado, y le transfirió la entrevista a su segundo, D. M. Ladd.

Cuando le detalló la Operación Pastorius a este, no dio crédito a lo que acababa de escuchar. Para persuadirlo de que hablaba en serio, el alemán se vio obligado a abrir su maletín y mostrar los 84.000 dólares que había recibido del Tercer Reich para llevar a buen puerto los atentados que le habían encomendado. Cuando Ladd se convenció, ordenó detener a todos, incluido al soplón, que además informó de cuándo iba a desembarcar el segundo equipo en las costas de Florida. No se lo puso muy difícil al FBI.

Poco después fueron detenidos todos y el plan archivado bajo secreto de sumario, para no mostrar al mundo que Estados Unidos podía ser vulnerable en su propio territorio. A continuación fueron juzgados, declarados culpables y condenados a muerte. A Dasch, sin embargo, le ingresaron en la cárcel con una condena de treinta años por lo servicios cumplidos, pero al final solo cumplió seis y le dejaron regresar a Alemania cuando la guerra ya había terminado y no podían tomar represalias contra él.

Origen: El extraño comando nazi que llegó a Nueva York en plena IIGM para sembrar el pánico en Estados Unidos

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