21 noviembre, 2024

El falsificador judío que estafó a la Gestapo y se acostó con la mujer de un nazi

Cioma Schönhaus trabajó como falsificador de pasaportes durante la era nazi ABC
Cioma Schönhaus trabajó como falsificador de pasaportes durante la era nazi ABC

La nueva película de Maggie Peren, ‘El falsificador de pasaportes’, rememora la extravagante vida de Cioma Schönhaus

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La primera vez nunca se olvida. Y la de Cioma Schönhaus no fue una excepción. En 1942, este alemán se rebeló contra Adolf Hitler. Lo hizo sin fusil ni granadas, sino «con un pincel japonés fino, una lupa y pintura de acuarela», como él mismo desveló tras la Segunda Guerra Mundial. Se sentó frente a su escritorio, asió el certificado de la ‘Wehrmacht‘ que tenía escondido en el cajón, le cambió la fotografía y recreó el sello del Tercer Reich con la ayuda de un periódico viejo y húmedo. «El pobre Schwersenz no volvería a ser un judío jamás», escribió. Lo suyo era un arte, el de la falsificación, y le permitió salvaguardar la vida de cientos de represaliados y perseguidos por el nazismo.

Schönhaus ha tenido muchas vidas sobre el papel. Él mismo dio forma a un libro de memorias novelado al que tituló ‘The Forger‘ y que ha sido traducido a un sinfín de idiomas. Pero, como las acciones extraordinarias merecen actos extraordinarios, su épica historia volverá a ver la luz gracias a la directora Maggie Peren en ‘El falsificador de pasaportes‘. Y vaya si promete. Al menos, en lo que a rigor histórico se refiere, ya que el guion se sustenta en una serie de entrevistas personales que la misma Peren mantuvo con Cioma durante la última etapa de su vida, hace ya una década.

Esta historia arrancó el 28 de septiembre de 1922, cuando el pequeño Samson, apodado luego Cioma, fue alumbrado en el Berlín de entreguerras; esa ciudad renqueante todavía por las consecuencias del Tratado de Versalles. De familia pudiente, que no adinerada, vio durante sus primeras décadas de vida el ascenso del Partido Nacionalsocialista. Pero no le pudo ir peor: en 1938, en la cúspide del poder de Hitler, el nazismo expropió a sus padres la empresa de agua mineral en la que habían depositado sus esperanzas y su futuro. Para colmo, el joven Schönhaus, judío, no pudo terminar su formación como diseñador gráfico y pasó a trabajar en la construcción primero, y en una fábrica de armas después.

El destino fue amargo para el chico. El 2 de junio de 1942, después de que los nazis aprobaran la Solución Final, su familia fue deportada y asesinada en Majdanek. Cioma, en cambio, hizo una finta a la Parca gracias a su empleo. Así quedó sobre blanco en un certificado en el que se especificaba que «era un trabajador importante» por «su grado de especialización como ingeniero». Aunque ya por entonces demostró su carácter indomable cuando uno de sus superiores cargó contra él por su condición de judío: «¡Bésame el culo!».

Fue precisamente esa irreverencia indomable la que le acercó a los opositores al régimen a través de Franz Kaufmann, miembro de la Iglesia Confesora de Berlín-Dahlem y antiguo consejero de Gobierno. Este cabecilla en la sombra le encargó fabricar documentos falsos para distribuirlos entre los judíos que vivían escondidos en la clandestinidad. La idea era sacarles de las cloacas y de los viejos edificios en los que se ocultaban; que escaparan, en definitiva, del epicentro de la barbarie. El sistema era tan sencillo como eficiente: los feligreses dejaban viejos pasaportes en el cepillo de las ofrendas, y estos le eran entregados al bueno de Schönhaus para que obrara su magia. Era un ángel de veinte años.

Franz Kaufmann ABC

El problema es que su vida está rodeada de una bruma de incertidumbre. ¿Hasta dónde llega la ficción en sus memorias?, ¿qué es exageración y qué realidad palpable? Está contrastado que entregaba religiosamente sus obras a Kaufmann y que él mismo atesoraba varias identidades falsas para evadir a la Gestapo. También está probado que solía cambiar de apartamento de forma regular para escabullirse de sus perseguidores. Pero su extravagante vida en la capital despierta recelos.

Camuflado

En sus memorias afirma que se camuflaba entre los nazis con descaro y que tuvo un ‘affaire’ con la esposa de un oficial germano. Hasta sus allegados le llamaban loco por mezclarse con los hampones: «Me lo decían. ¿Cómo se te ocurre ir al Kaiserhof, el hotel que visitan Hitler, Goering o Himmler?».

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Schönhaus instaló su taller en una tienda alquilada por terceros y que compartía con dos colaboradores más de la red: Ludwig Lichtwitz y Werner Scharff. Para entonces, la producción de documentos falsos funcionaba como una rueda dentada bien engrasada por Kaufmann. «Eran tarjetas identificativas de empresas como AEG, Telefunken, Borsig o Siemens; certificados de ascendencia aria; cartillas de racionamiento de alimentos, permisos de conducir…», escribió.

Uno de los pasaportes falsificados ABC

Aquel torrente de papeles fraudulentos regó Berlín sin que la Gestapo pudiera hacer nada. Y eso, que la policía secreta andaba tras la pista de Cioma después de que este perdiera uno de sus pasaportes con identidad rusa.

Pero, al final, el cerco se estrechó y se estrechó hasta asfixiar a los falsificadores. En agosto de 1943, la Gestapo cayó cual chacal sobre la red. Arrestaron a Kaufmann, que fue ejecutado de un disparo en la cabeza, y a otro medio centenar de colaboradores. Una debacle. Cioma se movió rápido. El 6 de septiembre de 1943 llenó su mochila con documentos falsos y un libro de Joseph Goebbels para mantener su tapadera de buen alemán. Luego, asió una bicicleta y pedaleó hasta Württemberg. Desde allí, huyó a Suiza en octubre. Una vez libre completó su formación artística y estudió literatura alemana.

Atrás dejó un último misterio: el número de judíos que había salvado. Las cifras nos dicen que 1.700 de las 7.000 personas escondidas en Berlín sobrevivieron a los nazis. Cuántas de ellas lo hicieron gracias a Cioma es, todavía, un enigma.

Origen: El falsificador judío que estafó a la Gestapo y se acostó con la mujer de un nazi

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