El hombre clave en el asesinato de Kennedy y lo que dejó grabado en vídeo antes de morir . Noticias de Alma, Corazón, Vida
El hombre clave en el asesinato de Kennedy y lo que dejó grabado en vídeo antes de morir . Noticias de Alma, Corazón, Vida. Todo el mundo sabe que el Gobierno estadounidense oculta información sobre el asesinato de su trigésimo quinto presidente, pero hay más datos disponibles de lo que creemos
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Sólo unos meses después del asesinato de John F. Kennedy, un periodista preguntó a Earl Warren, el jefe de la Corte Suprema de los Estados Unidos encargado de dirigir la primera investigación oficial del magnicidio –la famosa Comisión Warren–, si la documentación completa recabada se haría pública. Su respuesta fue contundente: “Sí, llegará un momento. Pero puede que no mientras vivas”.
Han pasado 52 años. No sabemos si el reportero que hizo aquella ingenua pero reveladora pregunta sigue vivo, pero sí que gran parte de la documentación que conservan la CIA y el FBI sobre el asesinato de Kennedy continúa siendo información clasificada. La versión oficial del enigmático magnicidio sigue siendo la del “lobo solitario”, aquella que asegura que Lee Harvey Oswald actuó por su cuenta y riesgo, pero casi nadie se la cree a pies juntillas. Todo el mundo sabe que el Gobierno estadounidense oculta información sobre el asesinato. Y es algo que nunca han desmentido las autoridades.
Un grupo especial de siete documentalistas está trabajando para procesar los 40.000 documentos que quedan por publicar sobre el asesinato de JFK
De acuerdo a la ley, en octubre de 2017 deberían publicarse todos los archivos relativos al caso, pero cada vez más historiadores temen que el ansiado día nunca llegue. Como ha revelado ‘POLITICO’, un grupo especial de siete documentalistas con acreditaciones de máxima seguridad está trabajando en el Archivo Nacional estadounidense para procesar los 40.000 documentos federales que quedan por publicar sobre el asesinato de JFK y todo el barullo que rodea al mismo. Pero, según Marta Murphy,directora de la sección de documentos clasificados del Archivo Nacional, la publicación de estos documentos no está en absoluto garantizada.
Aunque la JKF Records Act de 1992 obliga a desvelar toda la información relativa al caso pasados 25 años, las agencias gubernamentales responsables de los documentos pueden apelar directamente al presidente para que siga guardando bajo llave determinados archivos. Si, como la mayoría de los historiadores piensan, los documentos incriminan a la CIA o el FBI, lo más probable es que no vean la luz hasta quién sabe cuando. Pero eso no significa que todo permanezca oculto: cada año que pasa aparecen nuevos datos sobre el caso, y ninguno avala la versión oficial de la historia.
Tras la pista del “Gran Evento”
El secretismo que rodea al asesinato de JFK ha generado cientos de teorías de la conspiración, pero también una enorme confusión que beneficia a aquellos que quieren mantener para siempre la versión oficial del asesinato. Como explica el periodista David Talbot en su nuevo libro, ‘The Devil’s Chessboard’ (Harper Collins), muchas voces autorizadas de la vida pública americana insisten en que, de haber existido un complot para matar a Kennedy, algún implicado se habría ido ya de la lengua.
“La versión oficial del asesinato de Kennedy –a pesar de sus innumerables inverosimilitudes, que no han hecho más que crecer con el tiempo– sigue fuertemente arraigada en la consciencia de los medios de comunicación como algo tan incuestionable como la ley de la gravedad”, explica Talbot en su libro. “Pero, de hecho, mucha gente ha hablado en los últimos cincuenta años, incluidas algunas personas directamente relacionadas con el plan para matar a Kennedy”.
Para Talbot –al que entrevistó El Confidencial cuando publicó en España su anterior trabajo–, uno de los casos más interesantes es el de Howard Hunt, uno de los oficiales de inteligencia estadounidense implicados en el escándalo Watergate, por el que fue condenado a pasar 33 meses en prisión. Y, también, uno de los nombres que aparece siempre en las teorías sobre el asesinato.
Poco antes de morir, en 2007, Hunt afirmó que había estado implicado en un complot organizado por varios altos mandos de la CIA para matar a Kennedy, un plan al que se refirió como ‘the Big Event’. Y, curiosamente, entre los documentos que la administración estadounidense sigue guardando con celo hay, según ‘POLITICO’, al menos 332 páginas sobre él.
Silencio informativo
Hunt fue uno de los muchos agentes de la CIA que fue interrogado en relación al asesinato de Kennedy, pero hasta el final de sus días negó su participación en la trama. Hunt declaró al juez que el 22 de noviembre de 1963 estaba en Washington, y se enteró de la muerte del presidente por la radio, mientras compraba comida en una tienda china para hacerle la cena a su mujer. Una versión que su hijo, Saint John Hunt, nunca creyó, en parte porque recuerda perfectamente decir a su madre que su padre estaba en Dallas, en parte porque su coartada no era creíble. “Puedo decirte que esa es la mayor gilipollez del mundo”, aseveró en una entrevista con ‘Rolling Stone’ en 2007. “¿Mi padre en la cocina? ¿Picando vegetales con su mujer? Lo siento, pero eso nunca habría ocurrido. Jamás”.
Tras la muerte de Hunt, su hijo ofreció las grabaciones a los grandes medios estadounidenses, pero muy pocos se interesaron por ellas
En 2003, Saint John logró convencer a su padre para que contara todo lo que sabía sobre el asesinato de JFK, después de que este hubiera intentando vender su historia, sin éxito, a Kevin Costner, que, siempre según su hijo, le había prometido una enorme suma de dinero por el secreto que nunca aportó.
En los cuatro años que le quedaban de vida, Hunt se dejó entrevistar en vídeo por su hijo, que contó con la ayuda del escritor y especialista en el asesinato de JFK Eric Hamburg, y dejó decenas de notas manuscritas además de unas abultadas memorias. En las entrevistas, cuenta Talbot en su libro, se puede ver al viejo espía en sus horas más bajas, tratando de revelar lo que sabe sin dejar al descubierto las miserias de su familia, sus antiguas lealtades profesionales “y lo poco que quedaba de su buen nombre”.
Tras la muerte de Hunt, su hijo ofreció las grabaciones a los grandes medios estadounidenses, pero muy pocos se interesaron por ellas. Un productor de ’60 Minutes’ –el más exitoso programa informativo de la televisión estadounidense, muy similar a nuestro ‘Informe Semanal’– se pasó días estudiando el material, pero la historia fue abortada por la dirección. Al final, sólo ‘Rolling Stone’ y un puñado de medios alternativos llevaron a portada las revelaciones de Hunt. El libro que Saint John publicó sobre su padre, ‘Bond of Secrecy’ (Trine Day), no recibió apenas promoción ni atención. Para Talbot, sin embargo, las confesiones de Hunt son hasta la fecha la información más veraz sobre el complot de la CIA para matar a Kennedy. Y están a disposición de todo el mundo.
“Era gente completamente amoral”
Hunt cuenta en las entrevistas que en algún momento de 1963 fue invitado a una reunión en uno de los pisos francos de la CIA en Miami. Su anfitrión fue Frank Sturgis, otro agente que había trabajado junto a Hunt en los complots anticastristas y que, años más tarde, fue detenido junto a él en el hotel Watergate. Al encuentro acudió también David Morales, otro veterano de la campaña anti-Castro de la CIA, conocido entre sus compañeros como “El Indio” debido a su ascendencia mexicana y famoso en la agencia por ser el hombre que normalmente se encargaba del trabajo sucio.
En el encuentro, Morales le dijo a Hunt que había sido reclutado para llevar a cabo una operación secreta dirigida por Bill Harvey, otro agente que había trabajado codo con codo con “El Indio” en el proyecto ZR/Rifle, uno de los más conocidos intentos de acabar con la vida de Fidel Castro. La operación, a la que Morales y Sturgis siempre se referían como ‘the Big Event’, no era otra que acabar con la vida del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos.
Se rumoreaba que Morales era un asesino a sangre fría, el tipo al que acudia el Gobierno cuando tenía que neutralizar a alguien
Según Hunt, Harvey no acudió a la reunión, pero su nombre no dejó de sonar. Él iba a ser el encargado de contratar a los francotiradores que acabarían con la vida de Kennedy y transportar las armas necesarias a Dallas. El plan era reclutar a sicarios corsos, más difíciles de vincular con la CIA que la mafia italoamericana.
El ex-agente de la CIA explicó en sus memorias que no se fiaba ni de Morales ni de Harvey: “Los dos hombres estaban cortados por el mismo patrón. Eran bebedores empedernidos, tipos duros, posiblemente completamente amorales. Se rumoreaba que Morales era un asesino a sangre fría, el tipo al que acudir en las operaciones encubiertas en las que el Gobierno necesitaba que alguien fuera neutralizado. Intenté deshacerme rápido de cualquier contacto con él”.
Esto, según Talbot, no quiere decir que Hunt no tuviera las mismas opiniones sobre Kennedy que ellos (muy malas, claro), pero el exagente asegura que declinó unirse a la operación por razones tácticas. “Mira”, le dijo a Sturgis, “si Bill Harvey tiene algo que ver con esto, no cuentes conmigo. Es un alcohólico y un psicópata”. Su amigo se rio y le dijo: “Tienes razón, pero ese hijo de puta tiene los huevos para hacerlo”.
En el relato que Hunt trasladó a su hijo su implicación en el complot resulta confusa. Al final, jugó un papel muy periférico en el asesinato de Kennedy. Según Talbot, su versión de la historia puede estar edulcorada –sobre todo en lo que respecta a su papel en la trama– pero va en la línea de lo que apuntaron algunos de los investigadores del House Assesinations Comittee, la comisión de investigación parlamentaria que entre 1976 y 1979 estudió los asesinatos de JFK y Martin Luther King.
Los investigadores más resueltos de la comisión, cuenta Talbot, centraron sus esfuerzos en averiguar la conexión entre los agentes de la CIA que llevaron a cabo la frustrada operación de acabar con Castro –los mismos a los que apunta Hunt– y el asesinato de Kennedy. Y Bill Harvey fue uno de los principales sospechosos.
Dan Hardway, el brillante estudiante de la Escuela de Derecho de Cornell al que el Congreso encargó la dura tarea de investigar los posibles vínculos de la CIA con el asesinato, ha asegurado a Talbot que la agencia de inteligencia hizo todo lo posible para torpedear su trabajo: “Un agente de la CIA me dijo ‘así que que eres del Congreso… ¿Qué cojones es eso para nosotros? Tu harás las maletas y te largarás en un par de años y nosotros seguiremos aquí”.
Pese a esto, Hardway encontró documentos que demostraban que, al menos, la versión oficial que la CIA había dado sobre Harvey era falsa: “Encontramos papeles en los que se indicaba que Harvey había viajado mucho en las semanas previas al asesinato, y se supone que estaba dirigiendo la célula de Roma. Antes de que finalizara la investigación escribí un memorándum, argumentando mi teoría de que Harvey había sido una de las figuras principales de la trama. Lo escribí en la habitación segura del comité, en un papel amarillo con el borde morado marcado como ‘Top Secret’. No se ha vuelto a ver desde entonces”.
¿Quién fue el autor intelectual del asesinato?
Según Hunt, aunque los agentes con los que se reunió en Miami apuntaron que Harvey jugaba un papel central en “el Gran Evento”, dejaron claro que la cadena de mando llegaba hasta posiciones mucho más elevadas. Morales insistió en que el mismo vicepresidente, Lyndon B. Johnson, estaba colaborando en el complot.
El periodista cree que Hunt encubrió al que fue en realidad el autor intelectual del asesinato: Allen Dulles, el director de la CIA entre 1953 y 1961
Aquí es donde Talbot cree que el relato de Hunt deja de ser cierto. No hay ninguna prueba de que Harvey y Johnson mantuvieran ningún tipo de contacto, algo bastante improbable dado lo alejados que estaban en la jerarquía. El periodista cree que Hunt dijo esto para encubrir al que fue en realidad el autor intelectual del asesinato: Allen Dulles, el director de la CIA entre 1953 y 1961 que fue forzado a dimitir tras el fiasco de Bahía Cochinos, y que también formó parte de la Comisión Warren.
“Howard Hunt era plenamente consciente de quién manejaba los hilos del poder en Washington”, asegura Talbot en su libro. “Él sabía, de hecho, que Dulles había superado a Johnson en este terreno. Hunt, sin duda, se dio cuenta de que el vicepresidente podía ser un accesorio pasivo, o incluso un cómplice activo, en lo que sería el crimen del siglo. Pero Johnson ciertamente no fue el autor intelectual. Y, sin embargo, leal hasta el final, incluso en su lecho de muerte, Hunt no se atrevió a nombrar a Dulles, ‘el hombre extraordinario’ al que había tenido el ‘honor’ de servir”.