El informe perdido durante 100 años del asesinato más cruel de Jack el Destripador
George Bagster Phillips estuvo presente en la escena del crimen y, una día después, examinó el cuerpo de Mary Jane Kelly; los informes que elaboró para las autoridades inglesas desaparecieron hasta 1987
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Jack el Destripador. Su nombre resuena todavía en las páginas de la historia a pesar de que ha pasado ya más de un siglo de sus atrocidades. Más que por su barbarie, porque las autoridades no consiguieron atrapar al culpable. Aunque existe controversia sobre el número de víctimas a las que segó la vida (algunos atribuyen a este asesino más de 11 crímenes en Londres) la policía únicamente pudo imputarle cinco tras las investigaciones oportunas. Todas fueron mujeres y, más concretamente, prostitutas, lo que que ha degenerado en todo tipo de elucubraciones y enigmas.
Lo que sí sabemos es que el más brutal fue el de Mary Jane Kelly, de 25 años. Así quedó atestiguado por el doctor George Bagster Phillips, que examinó el cuerpo una jornada después de lo acontecido, el 10 de noviembre de 1888: «La cara mostraba cortes en todas direcciones; el cuello se cortó hasta las vértebras; […] los senos se extrajeron mediante incisiones cuasi circulares; […] tórax visible a través de los cortes; abdomen extraído; […] la parte inferior del pulmón derecho, arrancada […]; pericardio abierto y corazón ausente». Este último dato fue uno de los más escalofriantes para el médico.
Phillips, acompañado siempre de su ayudante, sabía de lo que hablaba, pues antes había estado en la escena del crimen y había dejado por escrito la descripción de aquel triste teatro de muerte. En palabras del doctor, aquella jornada «el cuerpo yacía desnudo en mitad de la cama» después de que le hubieran extraído «toda la superficie del abdomen», hubieran «vaciado la cavidad abdominal de sus vísceras» y hubieran mutilado su cara «más allá del reconocimiento de sus rasgos».
Quizá lo que más impacto al buen médico fue ver los intestinos a lo largo de toda la habitación. «Las vísceras se encontraron en varias partes, a saber: el útero, los riñones y un seno, debajo de la cabeza; el otro seno cerca del pie derecho; el hígado entre los pies; los intestinos por el lado derecho». La ropa, en sus palabras, estaba llena de sangre en la esquina derecha de la habitación y, para terminar, la sangre cubría buena parte del suelo. «La pared del lado derecho de la cama estaba marcada por la sangre después de que esta la hubiera salpicado varias veces».
Ambos informes sobre Jack el Destripador, como bien explica el criminólogo Robin Odell en sus libros sobre el tema, desaparecieron posteriormente y no fueron devueltos a Scotland Yard hasta 1987.
Se desata el infierno
¿Cuándo se desató la barbarie de este asesino? El primer y terrorífico hallazgo sucedió el 31 de agosto de 1888. Aquel día todo parecía normal en «Whitechapel», uno de los barrios más pobres de Londres. Al menos, todo lo normal que podía ser un distrito en el que las prostitutas campaban por doquier entre las calles empapadas de lluvia y los ladrones intentaban ganarse la vida a la vez que trataban de evitar a los agentes de la ley.
Una de estas meretrices, muy famosa entre los pobladores del lugar, era Mary Ann Nichols, más conocida como Polly en su reducido grupo de amigas y entre su amplio elenco de fugaces amantes británicos. De 42 años, la mujer había pasado por mejores épocas en lo que a belleza se refiere, pero aún se jactaba de poder encandilar a cualquiera con los dólares suficientes como para pagar sus servicios. Al fin y al cabo, solía estar bastante solicitada entre los habitantes del barrio.
Aquella noche, se puso su mejor sombrero para salir a buscar sujetos que le costearan, relación sexual de por medio, el alquiler de la habitación en la que vivía. Pero la suerte fue esquiva con ella y quiso que diera con el cliente equivocado. Horas después de iniciar su jornada laboral ocurrió el desastre. Corrían las 3 y 45 de la madrugada cuando un silbato policial indicó la aparición de Polly. Estaba tirada en el suelo y con la mirada perdida. Ya había sido encontrada antes por unos mercaderes que, pensando que se había caído redonda por ir hasta la coleta de alcohol, la habían dejado donde se encontraba. Sin embargo, no habían visto que había sido asesinada con un tajo que le recorría de izquierda a derecha la garganta.
Lo que el asesino había hecho a su cuerpo no era mejor, pues había abierto su vientre en canal dejando a la vista sus entrañas. «Su cadáver, encontrado en plena acera, exhibía un amplio tajo en la garganta acompañado de profundas heridas que habían abierto su abdomen y su región genital dejando al descubierto sus vísceras», explica Gabriel Antonio Pombo en su popular libro «El monstruo de Londres». Fue la víctima que inauguró el reino del terror del que, poco tiempo después, fue llamado Jack el Destripador.
Una vez examinada -y según explica Janire Rámila (profesora de Criminología y Derecho en la UEM y experta en Criminología Clínica) en su libro «La maldición de Whitechapel»– el forense determinó las vejaciones a las que había sido sometida Polly. El diagnóstico post mortem estaba claro: alguien le había propinado múltiples cortes por todo el cuerpo. Uno de los más profundos era el que iba desde el abdomen al diafragma, aunque también se apreciaban varias incisiones similares en el costado derecho y múltiples más en sus partes íntimas. Sin embargo, una de las cosas que más llamó la atención al doctor es que los brazos del cadáver aún estaban calientes.
Después de ella le llegó el turno a Annie Chapman, una británica de 45 años a quien sus amigos conocían por el nombre de «Anniela la Morena»; Elizabeth Stride, una prostituta de 45 años de origen sueco y, a continuación, a Catherine Eddowes, de 46. El cuerpo de la última fue encontrado en la noche del 29 de septiembre. Según estableció la policía, el criminal se había sentido tan frustrado por no haber podido destripar a su anterior víctima ante el riesgo de ser descubierto, que salió en busca de una nueva meretriz a la que quitar la vida.
La noche fatídica
Durante el mes de octubre, «Whitechapel» vivió un tiempo de extraña calma en el que Jack el Destripador no perpetró (que se conozca) ningún asesinato más. Pero eso no tranquilizó a los habitantes del barrio ni a las autoridades. Estas últimas, de hecho, comenzaron una campaña de publicidad para tratar de llevar la calma hasta las calles, su mensaje era claro: no se detendrían hasta que el criminal fuese detenido (de hecho, llegaron a usar dos conocidos perros policía que, aunque famosos por su capacidad para rastrear, no tuvieron ningún éxito). Por su parte, las patrullas vecinales se intensificaron y afirmaban estar dispuestas a dar su merecido a este cruel asesino si lo encontraban vagando en plena noche usando las callejuelas como escondite.
Con todo, la llegada de la fiesta del Lord Mayor (en la que se elegía a un nuevo alcalde) terminó calmando un poco los ánimos y proporcionó un momento de evasión a los ciudadanos de «Whitechapel». La tranquilidad pareció detenerse incluso en el mugriento hogar de Mary Jane Kelly, una bella prostituta de 25 años residente en un pequeño apartamento alquilado de la calle Dorset.
Es cierto que la calma había llegado hasta este hogar en lo que se refiere a Jack el Destripador, pero las cosas eran diferentes en el resto de ámbitos. Y es que, Mary Jane debía algo más de una libra a su casero (un dinero considerable en aquella época).
En la mañana del 9 de noviembre, todo parecía normal en Miller’s Court. Las prostitutas hacían su trabajo, los carteristas trataban de sacar algo de dinero a aquellos que disfrutaban de la fiesta del Lord Mayor, y los policías se dejaban ver por la zona. Sin embargo, la felicidad era relativa para John McCarthy, quien no paraba de contar las monedas que tenía frente a sí esperando que, al final, se multiplicaran por arte de magia. Mary Jane Kelly le debía un buen dinero, y sabía que, o se ponía firme, o no se lo pagarían nunca. Por ello, envió a uno de sus empleados (un antiguo militar) a la habitación de la meretriz para que le recordara que no se libraría de sus deudas.
Muerte en las calles
El reloj marcaba las 10:45 de la mañana cuando el hombre llamó a la puerta. No hubo respuesta. Una vez más. Silencio absoluto. ¿Estaría dormida la chica? Desesperado, el enviado se acercó a una ventana de la habitación y escudriñó –por un agujero en el cristal- lo que sucedía en el interior. El panorama que halló no pudo ser más repulsivo: Mary Jane Kelly (o lo que quedaba de ella) yacía sobre el colchón de su habitación, casi nadando en sangre y suciedad. Inmediatamente, el sujeto corrió e informó a su jefe de lo sucedido. Al poco, y como cabía esperar, el lugar estaba hasta los topes de agentes. Jack el Destripador había vuelto a atacar.
«El mutilado cadáver tuvo por descubridor a Thomas Bowyer, conocido como “Indian Harry” por tratarse de un militar retirado del ejército inglés de la India que mejoraba los ingresos de su magra jubilación trabajando como empleado de comercio al servicio de Mr. JohnMc Carthy, dueño de las miserables habitaciones ocupadas en su mayoría por mujeres de la vida como la difunta Kelly. En horas de la mañana del domingo 9 de noviembre de 1888 el dependiente se apersonó al número 13 de Miller´s Court para tratar de cobrar la renta adeudada, [y se encontró con el cadáver]», destaca Gabriel Antonio Pombo.
Tras derribar la puerta y reprimir las ganas de vomitar (algo, por otro lado, normal tras la visión de aquella escena) las autoridades y el forense iniciaron su particular análisis del cadáver de la desdichada. A primera vista, el cuerpo de Mary Jane Kelly yacía tumbado en la cama, y apenas se podía distinguir que era ella debido a la violencia con la que se había cometido el asesinato. Sobre la cama empapada de sangre yacía todo lo que quedaba del cuerpo de la chica, desnuda.
Según determinó el médico encargado de la autopsia, el asesinó atacó a la joven de frente (algo que no solía hacer) propinándole un corte en la garganta que provocó su muerte. Después de ello, y demostrando una violencia brutal, le clavó en varias ocasiones el arma en la cara, provocándole heridas desde las que –como explica Janire Rámila- se podían apreciar los huesos del cráneo. Después de ello, terminó con su rostro al cortarle la nariz y las orejas.
En lo que respecta al cuerpo de Kelly, Jack no había tenido piedad y lo había destripado de arriba abajo. «Tenía el estómago rajado, completamente abierto. Le habían seccionado los pechos y fragmentos de piel arrancados de la cara y los muslos yacían junto al cuerpo despellejado. Los riñones, el hígado y otros órganos estaban esparcidos alrededor del cadáver, que tenía los ojos muy abiertos, con una mirada fija y aterrorizada en el rostro mutilado y desfigurado», finaliza Pombo.
A su vez, y por primera vez en los cinco asesinatos que se le atribuyen, el criminal había extirpado el corazón a su víctima, una operación sumamente compleja que comienza abriendo el pecho de la víctima. «Para extirpar el corazón de un cadáver hace falta cortar, en primer lugar, todos los vasos sanguíneos que entran o salen de él», explica a ABC José María Jover, Secretario General de la Asociación Española de Cirujanos.
En este sentido, el doctor también afirma a este diario que, para realizar dicha operación, es necesario contar con un conocimiento más avanzado del cuerpo humano que el común de los ciudadanos: «Para hacer esta operación en un ser vivo hace falta ser un cirujano experto. Para extirparlo en un cadáver con finalidad de hacer una autopsia también hace falta ser un anátomo patólogo experto para sacar los órganos correctamente y sin deteriorarlos. Finalmente, para extirparlo de cualquier manera hace falta solo unos conocimientos anatómicos de donde están los órganos y lo que hay que cortar para extirparlos».
Origen: El informe perdido durante 100 años del asesinato más cruel de Jack el Destripador