El judío que utilizaron los nazis para iniciar el Holocausto: su olvidada historia
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!El 7 de noviembre de 1938 Herschel Grynszpan entró en la embajada alemana en París para matar a los nazis que deportaron a su familia.
En 1933, cuando Adolf Hitler se convirtió en canciller, Herschel Grynszpan tenía 11 años. Dos años después se promulgaron las leyes antisemitas de Nuremberg. En 1937 la vida para los judíos era una agonía en Alemania y Herschel fue enviado a París, lejos de su familia, para alejarse asimismo de las opresivas leyes nacionalsocialistas. Nadie se imaginaba que un joven débil y con raquitismo se convertiría en el primer hombre que atentaría contra la Alemania de Hitler.
«Tenía unos ojos grandes, expresivos y oscuros, y llevaba el pelo negro peinado hacia atrás con gomina, al estilo de los adolescentes de los años treinta del siglo XX», le describe Stephen Koch, quien ha escrito El chivo expiatorio de Hitler (Galaxia Gutenberg) y arroja luz a una historia poco conocida y olvidada por la mayoría.
El hecho es que pese a que Europa se encontraba en una época de incertidumbre, pocos como Herschel hacían algo al respecto. El Acuerdo de Múnich había sido aprobado y firmado durante la noche del 30 de septiembre de 1938 por los jefes de gobierno de Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, con el objeto de solucionar la Crisis de los Sudetes. Tal y como explica el catedrático Thomas Childers, «la República de Checoslovaquia había sido desmantelada sin haber tenido voz ni voto en el asunto«.
Curiosamente, tanto en París como en Londres, la población salió a la calle a festejar la paz. «En las muchas décadas transcurridas desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se ha dicho que el Pacto de Múnich fue uno de los errores más vergonzosos de la historia diplomática moderna. Se dice que fue un ejemplo de cobardía y traición, que ahora se ve con un desprecio tan unánime que al principio es difícil captar el entusiasmo masivo con que se recibió en su momento», relata Koch.
Pero el joven alemán conocía a la perfección que el führer no iba a detener su ambición férrea. Además, Herschel era conocedor de las políticas que el nacionalsocialismo estaba llevando a cabo: habían deportado a más de 12.000 judíos polacos que vivían en Alemania, entre ellos a su familia.
Nunca había cogido un arma
Era un mero estudiante, tímido y al que le gustaba frecuentar el cine. Jamás había cogido un arma. Sin embargo, al enterarse de que habían deportado a su familia decidió lo que tenía que hacer y adquirió una pistola. El libro de Koch narra paso por paso todo lo que Herschel sintió y pensó en todo momento. Los nervios y el caos se habían apoderado de él. No tenía un plan fijado.
«Mis queridos padres, no podía hacer otra cosa, que Dios me perdone. Me duele el corazón cuando oigo hablar de vuestra tragedia y la de 12.000 judíos. Debo protestar para que el mundo entero me oiga y es lo que voy a hacer. Perdonadme», escribió antes de acudir a su misión.
Debo protestar para que el mundo entero me oiga y es lo que voy a hacer. Perdonadme
Así, el 7 de noviembre de 1938, tomó el metro hasta la Embajada alemana y, sin haber utilizado un arma en su vida, disparó al primer diplomático alemán que se cruzó en su camino. Realmente no sabía con quién hablar ni quién era el objetivo más importante. Había sido conducido hasta el despacho de Ernst vom Rath, un secretario de la embajada. De hecho, según indican las últimas investigaciones, el diplomático llevaba un tiempo enfurecido con el gobierno nacionalsocialista.
Aquello no impidió para que Hitler y la cúpula nazi utilizara la muerte de vom Rath políticamente y con fines propagandísticos. «Cuando el funcionario herido murió dos días después, Adolf Hitler y Joseph Goebbels usaron esta muerte como pretexto para la gran ola de violencia y terror antisemita patrocinada por el Estado, que se conocería más tarde como Kristallnacht (Noche de los cristales rotos), el pogromo que muchos consideran el detonante del Holocausto».
En definitiva, la acción de Herschel solo adelantó lo que ya se tenía previsto. Durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 y llevado a cabo contra ciudadanos judíos por las tropas de asalto de las SA junto con la población civil, se llevó a cabo un linchamiento mientras las autoridades alemanas observaban sin intervenir.
Se destruyeron tiendas judías, se quemaron sinagogas y se asesinaron civiles solo por su religión. Por su parte, Herschel había sido detenido en París. «Ser judío no es un crimen. No soy un perro. Tengo derecho a vivir y los judíos tienen un derecho a existir en la tierra. Dondequiera que he estado, me han perseguido como a un perro», afirmó a las autoridades francesas.
Desaparecido en Alemania
Para el revuelo internacional que generó el atentado contra Ernst vom Rath, hoy en día ha sido casi olvidada, tapada por la propia insignificancia del chico y distorsionada por mitos y fantasías conspirativas —se llegó a decir que era homosexual y que mantuvo una relación con el diplomático alemán—.
Cuando la guerra estalló definitivamente y Alemania ocupó Francia, Herschel pasó a ser cautivo de los nazis. Es en septiembre de 1942 en la cárcel de Magdeburgo donde se le pierde la pista definitivamente a Herschel Grynszpan. Algunos rumores dicen que en 1945 todavía seguía con vida en la misma prisión. Otros dicen que incluso sobrevivió a la guerra y vivió bajo otro nombre en París.
Al final, tras la diligente e infructuosa búsqueda del desaparecido Herschel después de la guerra, fue oficialmente declarado muerto el 1 de junio de 1960. Como cuestión de forma, el tribunal tuvo que proporcionar una fecha oficial de la muerte, pero como no había pruebas de cuándo o cómo Herschel había llegado a su fin, los jueces se vieron obligados a elegir la fecha de forma arbitraria: eligieron el 8 de mayo de 1945, el último día de la guerra mundial, como fecha simbólica de la muerte de un hombre que se adelantó a la fecha inicial de la guerra para actuar.
Origen: El judío que utilizaron los nazis para iniciar el Holocausto: su olvidada historia