El misterio de la muerte de Hitler: han encontrado una nueva explicación
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Ha habido teorías de lo más peregrinas. En algún momento del ocaso del III Reich, Hitler huyó a Argentina ayudado por Estados Unidos en un submarino dirigido hasta la Patagonia donde murió 17 años más tarde. Pero antes de hacerlo, Goebbels descubrió la verdad que su líder había ocultado durante tanto tiempo: era judío. Ante tal revelación, le descerrajó un tiro en la nuca y convenció a su esposa, Magda, para que se suicidase con una cápsula de cianuro. Una vez muerta, los prendió fuego y el ministro huyó del búnker disfrazado de religioso.
Sin embargo, el pulso de Goebbels tembló antes de efectuar el disparo, tiempo en el cual la CIA urdió un plan con el almirante Richard Evelyn Byrd para llevárselo a la Antártida. Pero en el úlitmo momento y antes de que esto llegara a producirse, una raza muy violenta de extraterrestres conocidos como «Los Grises» y que envidiaban a Hitler por la obra de exterminio que había llevado a cabo, le abdujeron junto a Eva Braun para llevárselos a otra parte, allá arriba, donde nunca le podremos encontrar, en el cosmos infinito plagado de estrellas distantes.
¿Te lo has creído? En algún punto de la historia, las teorías oficiales y las menos oficiales divergen en múltiples sentidos como ríos que fluyen hacia un mismo mar. La muerte de Hitler forma parte de ese magma cultural sobre el que se han escrito ríos de tinta y acaparado minutos de metraje. A las 15:30 horas del 30 de abril de 1945, los rusos cercaban Berlín. El Führer y su mujer, recluidos en un búnker, supieron de inmediato que todo se acababa, que había llegado su hora. Él, se suicidó de un disparo y ella tomó cianuro. Sus cuerpos fueron quemados y los restos que no fueron incinerados se enterraron en la superficie. Nueve días más tarde, una unidad especial soviética encontró los restos, que fueron llevados a un cuartel en Magdeburgo. En 1970, fueron exhumados y destruidos. Esta es la teoría más respaldada por la mayoría de historiadores que estudiaron el caso a fondo para esclarecer la verdad.
Pero ahora, un nuevo libro afirma poner en cuestión todos los rumores y resolver definitivamente el misterio de lo que le sucedió al fundador del III Reich alemán. Titulado ‘La muerte de Hitler: la última palabra», se basa en los restos biológicos de un trozo del cráneo perforado por una bala y dientes arrancados de la mandíbula que supuestamente pertenecen al líder nazi almacenados en la biblioteca de los Servicios de Seguridad Federal de Rusia.
Qué había en el búnker
El periodista Jean-Christophe Brisard y la documentalista rusa Lana Parshina viajaron hasta Moscú para revisar pilas enormes de documentos y legajos históricos almacenados en archivos secretos. Tras meses de arduas negociaciones para acceder a los depósitos presididos por antiguos bibliotecarios soviéticos, al final hallaron siete millones de documentos con interrogatorios de los miembros del círculo interno de Hitler, capturados cuando las tropas de Stalin tomaron Berlín. El resultado: una crónica detallada, aunque a veces «frustrantemente contradictoria», de los últimos días del Führer, tal y como valora el periodista Reed Tucker en ‘The New York Post’.
Brisard y Parshina descubrieron en los archivos rusos que los soviéticos recopilaron infinidad de relatos de lo que pasó en los búnkeres en interrogatorios bajo coacciones extremas una vez conquistaron la capital alemana. Algunos nazis corroboraron haber oído disparos en su interior, otros no. Unos vieron una herida de bala en la cabeza de Hitler, otros no. ¿Se había pegado un tiro antes del final? ¿O tomó cianuro? Evidentemente, los rusos prefieren esta versión ya que le deja como un cobarde.
Una autopsia rusa realizada en 1945 sobre varios cadáveres quemados y recuperados cerca de la entrada al búnker respaldaba la hipótesis del cianuro. Una cápsula aplastada de vidrio fue hallada en la boca y el olor a almendra amarga era fuerte. De la exhumación y posterior incineración, solo se salvaron fragmentos de mandíbula de un cráneo descubierta por los soviéticos cerca de donde se encontraron los cuerpos quemados. Dicha pieza, almacenada en una caja fuerte del archivo soviético sin catalogar, apareció gracias a que un bibliotecario se topó con ella en 1945.
La pareja de investigadores formada por Brisard y Parshina llamaron a Philippe Charlier, un médico forense francés apodado «el Indiana Jones del cementerio» por su gran papel en la identificación de cuerpos históricos de alto perfil. Los rusos aceptaron que analizara la mandíbula, no por su amplia reputación, sino porque no era estadounidense. Todo menos estadounidenses. Así, Charlier determinó que pertenecía a un macho adulto y que había sido quemada, pero ¿era Hitler? El forense no pudo concluir. Sin embargo, también había dientes.
Charlier analizó las piezas dentales con microscopio y descubrió extrañas manchas azules. ¿Sería debido al cianuro? Una vez que Charlier regresó a Francia después de su primer examen inicial, descubrió que algunos trozos casi microscópicos de sarro dental pegados a los guantes de goma que llevaba durante el examen. Los examinó y encontró muchas más evidencias que refutaban la hipótesis de que podían pertenecer a Hitler. Dentro de la muestra, descubrió fibras vegetales pero no carne, lo que indica que los dientes pertenecían a una persona vegetariana; es decir, Adolf Hitler.
El sarro también fue escaneado en busca de rastros de elementos metálicos que podrían refutar la teoría de que se pegó un tiro en la boca, en vez de la hipótesis del cianuro. Sin embargo, no se halló ningún rastro. ¿Y el cianuro? Charlier no pudo llegar a ninguna conclusión, por lo que todavía no sabe explicar a qué se deben las manchas azules de los dientes. Mientras tanto, Rusia observa con recelo las investigaciones de Brisard, Parshina y Charlier. Los dientes fueron devueltos al archivo donde se almacenaron en su día, quizás para nunca más salir a la luz.
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Origen: El misterio de la muerte de Hitler: han encontrado una nueva explicación