21 noviembre, 2024

El mito del linaje judío: el oscuro secreto que avergonzaba a Hitler

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William Patrick, hijo del medio hermano de Adolf, amenazó a su tío con pregonar en todos los medios de comunicación que su linaje no era ario

La familia Hitler fue una gran cesta de manzanas podridas. Una auténtica «película de horror», como explica Ron Rosenbaum en uno de sus libros sobre el tema. Desde su medio hermano Alois (un violento misógino que vivió en la bigamia durante años), hasta su padre, también llamado Alois y famoso por ser un alcohólico empedernido. Sin embargo, de entre todos estos excéntricos personajes hubo uno que realmente logró desquiciar al «Führer»: su medio sobrino William Patrick. El mismo chico que, aunque en su momento dijo idolatrar al líder nazi, cargó contra él en multitud de entrevistas concedidas a varios medios internacionales.

Lo cierto es que, de ser verdad lo que afirman divulgadores históricos como Tania Crasnianski Hijos de nazis») o el propio Rosenbaum Explicar a Hitler: Los orígenes de su Maldad») no le faltarían razones para odiar a William Patrick. Y es que, según barajan estos y otros tantos expertos, su medio sobrino llegó a amenazar al mismísimo «Führer» con desvelar a Alemania que la familia podía tener sangre judía. No obstante, ambos autores afirman también en sus obras que esta extorsión no ha sido demostrada aún. «La verdad de la intriga del chantaje debe permanecer en el reino de la suposición», completa el autor en su concienzuda obra.

Chantaje

Este controvertido chantaje salió a la luz en los años cincuenta gracias a las memorias del jerarca nazi Hans Frank. El mismo militar que fue colgado en los Juicios de Nüremberg acusado de crímenes contra la humanidad. Según dejó escrito el oficial, el propio Hitler le encargó investigar si su abuela paterna, María Schicklgruber, había mantenido relaciones sexuales con el hijo del judío para el que había trabajado como cocinera en su juventud (un tal Frankenberger).

Y es que, de ser así, todo su linaje ario podría ser una gran farsa. «Al parecer, Hans Frank encontró cartas intercambiadas entre la abuela de Adolf Hitler y la familia Frankenberger en las que se hablaba de una pensión alimenticia», desvela Crasnianski.

Frank explicó en sus memorias que Hitler no dio ninguna credibilidad a la posibilidad de que la pensión fuese para mantener a un hijo ilegitimo (Alois). Todo lo contrario. Según el «Führer», aquellas misivas significaban que su abuela había logrado sacar algo de dinero a aquella familia. Sin embargo, el jerarca nazi también dejó escrito que toda esta operación había sido orquestada después de que el propio William Patrick chantajeara a Adolf Hitler con desvelar la triste realidad sobre su sangre judía. No hizo falta más. Sea o no real todo esta compleja tela de araña, la leyenda se instauró en la sociedad como cierta.

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A vueltas con el Hitler judío

Por si fuera poco, la turbia relación entre tío y sobrino, así como la posterior huida del propio William Patrick de Alemania tras chocar con el «Führer» en múltiples ocasiones, terminó de avivar el fuego del mito y asentó todavía más la leyenda. Sin embargo, según explica a ABC el historiador y periodista Jesús Hernández (autor del blog « ¡Es la guerra!» y de dos docenas de libros sobre el conflicto tales como « Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial»), la realidad es que, aunque la relación entre ambos era pésima, es muy difícil demostrar que el chantaje se sucediera. Al menos, a nivel histórico.

«Sólo se puede especular al respecto. No se descarta que su precipitada huida de Alemania pudiera estar relacionada con un intento de chantaje. Aunque las investigaciones que se han llevado a cabo indican que es improbable que el abuelo paterno de Hitler fuera judío, es obvio que una declaración de su sobrino en sentido contrario hubiera supuesto un duro golpe para Hitler. No obstante, no creo que William Patrick tratase de chantajearlo, ya que sabía que tenía las de perder; él era un caradura que trataba de aprovecharse de su parentesco, pero no era tan tonto para arrojarse de ese modo a las garras de la Gestapo», señala Hernández a este diario.

«No creo que William Patrick tratase de chantajearlo, ya que sabía que tenía las de perder; él era un caradura que trataba de aprovecharse de su parentesco»

El mismo Hernández es partidario de que, a pesar de que esta historia causó gran revuelto tras la Segunda Guerra Mundial, en la década de 1830 no había en la zona en la que trabajaba la abuela de Hitler «ninguna familia judía que se apellidase Frankerberger». De hecho, y siempre según sus palabras, tampoco había judío alguno viviendo en aquella región. Así pues, y aunque el líder nazi llegara a creer probable que uno de sus antepasados fuese semita, a día de hoy esta es una posibilidad muy remota.

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En todo caso, las teorías sobre la posibilidad de este chantaje están ampliamente documentadas en los libros de Rosembaum y del propio Hernández (en el caso de este último, en su obra « Breve historia de Hitler»).

Hitler, junto a su sobrino
Hitler, junto a su sobrino

A su vez, la teoría se baraja también por el «United States Holocaust memorial museum». Esta institución afirma en su dossier «Primeros años de Adolf Hitler» que Alois (padre) creó un misterio sobre quién era realmente su progenitor (el abuelo de Adolf) al cambiarse el apellido: «Alois Schickelgruber cambió su nombre en 1876 por Hitler, el nombre de pila del hombre que se casó con su madre cinco años después de su nacimiento. La ilegitimidad de Alois Hitler daría lugar ya en la década de 1920 -y aún presente en la cultura popular actual- a la especulación de que el abuelo de Hitler era judío».

Con todo, la teoría de la familia Frankenberger no es más que la enésima que se adentra en la posibilidad de que Hitler tuviera un familiar semita. De hecho, a principios de los años veinte (cuando subió al poder) se generalizó otra que afirmaba que el abuelo del «Führer» tenía sangre judía en sus venas. Como era de esperar, este mito fue explotado posteriormente por los aliados. «En los años 30, la prensa sensacionalista británica recogió esos rumores, lanzando otros que situaban el origen de Hitler en una familia judía de Bucarest o afirmando que su abuela quedó embarazada mientras servía en la casa del barón Rothschild en Viena», añade Hernández.

Controvertida relación

La historia de William está íntimamente ligada a la de Alois, el padre de Adolf. Este funcionario de aduanas tuvo hasta tres esposas a lo largo de su vida, así como varios hijos de las mismas. La primera fue Anna Glasl-Hörer. Después de que esta falleciera en 1883, contrajo matrimonio con Franziska Matzelsberger (su antigua amante). De ella nació el medio-hermano del futuro «Führer», Alois -Jr-. Finalmente, y tras la muerte de la misma, subió al altar con Klara Pölzl, a quien dejó embarazada del futuro líder nazi.

William Patrick era hijo de Alois (Jr). Nació en Liverpool, pero no tardó en abandonar la región y dirigirse hacia Alemania allá por 1929. Ese mismo año, su padre le invitó a visitarle en Berlín. La fama de Adolf ya había llegado hasta Gran Bretaña, por lo que el joven albergaba gran ilusión por conocer a su tío.

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En el verano de ese año, William visitó a su padre y a la mujer con la este que se había casado. «Pasó ese verano con nosotros, aprendiendo el idioma y las historias de la familia Hitler. Tenía todo el derecho del mundo a conocerlas», dijo uno de sus parientes tras la contienda. El joven se empapó, en definitiva, de la importancia de su tío y decidió arrimarse a él cuanto más pudiera. A partir de entonces, se sucedieron los encuentros esporádicos entre ambos. Pero, para su desgracia, la relación terminó de forma más que brusca.

«Durante su primer encuentro, en 1930, Hitler se mostró amable con él, pero todo cambiaría después de que éste alcanzase el poder, en 1933. Su sobrino comenzó a alardear de su parentesco en la prensa británica, lo que no gustó nada al flamante dictador, quien temía que comenzase a desvelar las interioridades de la familia», añade Hernández a este diario.

Por si fuera poco, William Patrick hizo una petición que debería haberse ahorrado. «Reclamó a su tío un empleo bien remunerado al socaire del nuevo régimen, una petición que fue ignorada. Aun así, trataba de explotar esa notoriedad, ya fuera dándoselas de hombre importante por los bares de Berlín o posando para el “Daily Express” con un bigote hitleriano. Su tío acabó por darle un ultimátum, por lo que durante un tiempo se comportó, pero finalmente en febrero de 1939 marchó de Alemania para siempre. A partir de entonces, la relación quedó rota», completa el historiador a ABC.

«En lugar de mantenerse en un prudente segundo plano a la paciente espera de algún favor, cometió el error de exponerse públicamente»

En palabras de este experto, la razón de por qué esta relación era tan turbia va seguramente más allá del chantaje. «Hay que tener en cuenta que, una vez en el poder, Hitler trató de romper con su pasado, silenciando cualquier voz que pudiera revelar detalles incómodos». Como ejemplo pone a sus antiguos amigos. «Es curioso comprobar cómo sus compañeros de armas durante la Primera Guerra Mundial fueron acallados, ya mediante modestas prebendas o veladas amenazas. Hitler valoraba la discreción, como lo demostró con su único amigo de juventud, August Kubizek, quien nunca le pidió nada ni reveló nada de su amistad, por lo que la mantuvieron intacta», señala a ABC.

Con su medio sobrino, William Patrick, pasó todo lo contrario. «En lugar de mantenerse en un prudente segundo plano a la paciente espera de algún favor, cometió el error de exponerse públicamente y exigir una sinecura, lo que le convertía a ojos de Hitler en una bomba de relojería, de ahí el odio que le profesaba», finaliza.

Origen: El mito del linaje judío: el oscuro secreto que avergonzaba a Hitler

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