23 abril, 2024

El poderoso Rey español que reinó en Inglaterra y se convirtió en el ‘demonio’ más odiado por los británicos

Felipe II, retratado por Antonio Moro (1557) ABC
Felipe II, retratado por Antonio Moro (1557) ABC

El hombre que iba entrar en los libros de historia británicos por ser el capitán sin barco de la ‘Armada Invencible’ contribuyó a su propio fracaso al recomendar a su mujer que reconstruyera su flota

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Las casas reales española e inglesa están hoy en día emparentadas estrechamente tanto por los vínculos de la Reina Sofía con el fallecido Felipe de Edimburgo como por el matrimonio de la británica Victoria Eugenia con Alfonso XIII, bisabuelo del actual Rey de España. Sin embargo, hubo un tiempo no tan lejano donde los católicos Reyes españoles tenían vetado casarse con princesas procedentes de las muy protestantes Islas Británicas, y viceversa.

Las guerras de religión del siglo XVI hirieron de muerte una prometedora amistad entre España e Inglaterra. Durante la Edad Media, Aragón se había posicionado con Inglaterra en la Guerra de los 100 años, mientras que Castilla lo había hecho con Francia e incluso había atacado las costas británicas.

Las relaciones comerciales, en cualquier caso, eran muy fluidas entre castellanos y británicos, por lo que no tardaron en llegar las alianzas entre las dos casas. Enrique VII, el primer Tudor, vio en los Reyes Católicos un socio de primer nivel para sus rifirrafes con Francia y propuso el matrimonio de una de las infantas españolas, en concreto Catalina, con su heredero, el príncipe Arturo. El fundador de la dinastía británica afirmó que con que la hija se pareciera un poco a su madre Isabel entregaría gustoso la mitad de su reino.

Catalina suplicando en el juicio contra ella por parte de Enrique ABC

El 14 de noviembre de 1501, Catalina se desposó con Arturo en la catedral de San Pablo de Londres. El matrimonio duró tan solo un año. Los dos miembros de la pareja enfermaron de forma grave causando la muerte del Príncipe. Con la intención de mantener la alianza con España, y dado que todavía se adeudaba parte de la dote del anterior matrimonio, Enrique VII tomó la decisión años después de casar a la madrileña con su otro hijo, el futuro Enrique VIII . Pese a la buena sintonía inicial, la sucesión de embarazos fallidos, seis bebés de los que solo la futura María I alcanzó la mayoría de edad, enturbió la convivencia entre el Rey y la Reina.

La falta de un hijo varón y la aparición de una mujer extremadamente ambiciosa empujaron al Rey a iniciar un proceso que cambió la historia de Inglaterra

La falta de un hijo varón y la aparición de esta mujer extremadamente ambiciosa empujaron al Rey a iniciar un proceso que cambió la historia de Inglaterra. Entre las muchas relaciones extramatrimoniales de Enrique, una de ellas marcó un punto de inflexión: la que mantuvo con Ana Bolena, una seductora y ambiciosa dama de la Corte que provocó un cisma, literalmente. Enrique VIII propuso al Papa una anulación matrimonial basándose en que se había casado con la mujer de su hermano. El Papa Clemente VII, a sabiendas de que aquella no era una razón posible desde el momento en que una dispensa anterior había certificado que el matrimonio con Arturo no era válido (no se había consumado), denegó esta posibilidad.

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Enrique no aceptó un no por respuesta. No solo rompió con la Iglesia de Roma y persiguió a los católicos en reino, también privó a Catalina del derecho a cualquier título salvo al de «Princesa Viuda de Gales» y la desterró al castillo del More en el invierno de 1531. Años después, fue trasladada al castillo de Kimbolton, donde se le prohibió comunicarse de forma escrita y sus movimientos quedaron todavía más limitados. Acosada por dolores y náuseas en los últimos meses de su vida, vivió alejada de su hija y angustiada porque no tenía ni cómo pagar a sus criados de confianza. Con gran dolor fue vendiendo todas sus joyas, incluso las que le regalaron sus padres.

El marido de María I

La hija de Catalina, María I, llegó a reinar en el país y restauró el catolicismo en el país. Además, se casó con su primo Felipe II, por entonces Príncipe de Asturias, e inició una represión contra los protestantes que habían perseguido antes a los católicos. Bajo el reinado de María y Felipe, se ejecutaron a casi a trescientos hombres y mujeres por herejía entre febrero de 1555 y noviembre de 1558. No sorprende por ello que la historiografía protestante la apodara a su muerte como Bloody Mary («la sangrienta María»).

No en vano, las exigencias de la nobleza británica antes de acceder al matrimonio entre Felipe, Rey Consorte del país, y María resultaron draconianas: la Reina no podía ser obligada a salir de las islas; Inglaterra no estaba obligada a tomar parte en las guerras de los Habsburgo; el posible hijo del matrimonio heredaría Inglaterra, Irlanda y los Países Bajos; y, lo que a la postre fue capital, el monarca español perdería cualquier autoridad si María fallecía antes que él. Los españoles mostraron sus reparos en privado, pero finalmente tragaron con un acuerdo que prometía recuperar por completo a Inglaterra para la causa católica.

Enrique VIII, su hija María y su bufón Will Sommers. ABC

Felipe II apoyó en todo momento a su esposa e intentó congraciarse con sus súbditos repartiendo mercedes entre los nobles leales a la causa católica y organizando justas y torneos para el entretenimiento popular. Estas actividades, que llevaban décadas sin celebrarse en las islas británicas, fueron recordadas durante varias generaciones por su magnitud, como el hispanista Geoffrey Parker expone en su biografía definitiva sobre Felipe II editada por Planeta. Según los acompañantes del Monarca, el país estaba lleno de enemigos de la nación española. Se bebía mucha cerveza y vino y faltaba hospitalidad, se quejaban. La opinión de los españoles sobre las inglesas no era menos negativa, «pues no son nada hermosas ni airosas en danzar».

Felipe restó importancia al choque cultural y se centró en sus responsabilidades políticas. En uno de los giros más irónicos de la historia, recomendó la construcción de nuevos barcos de guerra, pues consideraba que la principal defensa de Inglaterra dependía de su marina de guerra para servir a la defensa del reino contra cualquier invasión. El hombre que iba entrar en los libros de historia por ser el capitán sin barco de la ‘Armada Invencible’ había aportado su granito de arena 30 años antes a su fracaso naval. Eso sí, pese a ser oficialmente Rey consorte de Inglaterra e Irlanda, el castellano sintió nulo interés por aprender el idioma.

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Las habilidades políticas de su esposo enamoraron a María. «Soy más feliz de lo que pueda decir; diariamente descubro en el Rey mi esposo y vuestro hijo tantas virtudes y perfecciones que constantemente pido a Dios que me conceda la gracia de agradarle», relató a su primo Carlos. No obstante, el matrimonio se tornó en una experiencia triste cuando se fueron acumulando una serie de embarazos psicológicos o fallidos que hicieron imposible que naciera un heredero.

El Monarca se ofreció sin éxito a casarse con Isabel cuando vio que Inglaterra podía alejarse de su control para siempre

Después de un año en Inglaterra, Felipe partió a reunirse en Bruselas con su padre. Carlos I había decidido abdicar y con ello legar a Felipe y al Archiduque Fernando sus reinos y también sus guerras. Asediado en diferentes frentes por Francia y el Papa Pablo IV, el Rey español reclamó a María su ayuda militar, lo cual estaba específicamente prohibido por el acuerdo matrimonial. En marzo de 1557, el Monarca regresó a Inglaterra durante unos meses y empleó su capacidad de persuasión sobre su mujer, que no era poca, para lograr su participación en una guerra que iba a desembocar en una terrible pérdida para Inglaterra. Tras solo siete días de asedio, las tropas inglesas de Calais, última posesión continental, se rindieron y entregaron la ciudad sin presentar batalla.

Según la tradición, María quedó tan destrozada por esta derrota que predijo que la palabra Calais aparecería a su muerte grabada sobre su corazón. Triste y supuestamente embarazada de nuevo, la inglesa reclamó en esos días la presencia de su marido, que recibió la noticia con «gran alegría y contentamiento» pero hizo poco por desplazarse a Londres. Tras aceptar que se trataba de un nuevo falso embarazo, la Reina cayó en un estado depresivo a mediados de 1558.

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Felipe entendió que en caso de fallecer su esposa iba a ser su hermanastra, Isabel Tudor, la hija de Ana Bolena, la persona con más apoyos para reinar, por lo que, temiéndose lo peor, comenzó un acercamiento hacia la que a la postre sería la mayor villana del imperio. El Monarca se ofreció sin éxito a casarse con Isabel cuando vio que Inglaterra podía alejarse de su control para siempre. A principios de noviembre, María hizo testamento designando sucesora a su hermana Isabel con la esperanza de que abandonase el protestantismo; unos días después falleció a los 42 años de edad.

El ascenso de Isabel, con el propio apoyo de Felipe, supuso así una victoria póstuma y completa de la decapitada Ana Bolena. La relación entre el Imperio español e Inglaterra fue de mal en peor en los siguientes años. Isabel se mostró implacable con los nobles católicos que amenazaron su poder y tomó todas las medidas posibles en pos de borrar la huella hispánica en las islas. Cualquier posibilidad de que el catolicismo volviera a ser mayoritario en Inglaterra en el futuro pereció con la muerte de María. La propaganda anglosajona convirtió a su antiguo Rey consorte en ‘el demonio del sur’, un ser cargado de maldad y fanatismo.

Origen: El poderoso Rey español que reinó en Inglaterra y se convirtió en el ‘demonio’ más odiado por los británicos

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