22 noviembre, 2024

El relato olvidado sobre el canibalismo en América de un médico sevillano que acompañó a Colón

Canibalismo en Brasil por Theodor de Bry, 1596
Canibalismo en Brasil por Theodor de Bry, 1596

Las prácticas de antropofagía entre los indígenas americanos fueron recogidos por algunos de los viajeros que acompañaron al famoso navegante en sus viajes de descubrimiento

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Durante los viajes que realizó a América a partir de 1492, Cristóbal Colón aseguró en sus diarios de a bordo que había mantenido contacto con indígenas que practicaban el canibalismo. Los llamaba «canibas», «canimas» o «caribes». Uno de los testimonios del primer viaje, el navegante contaba: «Los marineros hallaron una cabeza de hombre en una casa dentro de un cestillo colgado de un poste. De la misma manera hallaron otro en otra población». A continuación, añadía: «Dos hombres [indígenas] mostraron que les faltaban algunos pedazos de carne de su cuerpo e hicieron entender que los caníbales les habían comido a bocados».

En otros extractos de este diario defendía, convencido, que si los llevaba a España y los educaba en la religión católica, estos lograrían superar el estado de salvajismo en el que habían sido criados. Sus palabras exactas fueron: «Entre las otras islas las de los caníbales que son muy grandes y están muy pobladas, me parece acá que tomarlos a ellos y a ellas y enviarlos a Castilla no les haría más que bien, porque se quitarían de una vez por todas aquella inhumana costumbre que tienen de comer hombres».

En su segundo viaje al otro lado del mundo, tras desembarcar en las Antillas Menores en 1493, el almirante relató que se había encontrado a los nativos de la isla de Guadalupe «cociendo en una olla un pescuezo de hombre y cuatro o cinco huesos de brazos y piernas también de hombres». Sin embargo, desde hace siglos se ha creído que esos relatos sobre caníbales no eran más que una fantasía inventada o malinterpretada por el propio Colón. Por lo menos, hasta hace cuatro años en que un estudio científico publicado por la revista ‘Scientific Reports’ podría dar la razón al navegante tras analizar 103 cráneos aparecidos en la zona.

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«He pasado años tratando de demostrar que Colón estaba equivocado cuando, en realidad, tenía razón: había caribes en el norte del Caribe cuando llegó […]. Y es probable que hubiera canibalismo entre ellos. Si necesitas asustar a tus enemigos, esa es una muy buena manera de hacerlo», declaró William Keegan, conservador del Museo de Historia Natural de Florida y uno de los autores del estudio, quien además explicó que dicha práctica no era algo insólito en el continente americano. Por ejemplo, entre los pieles rojas de Canadá, los patagones de Argentina, los chichimecas del norte de México o los mayas de Yucatán, entre otros.

Un médico de Sevilla

En los mismo términos se expresó un médico sevillano que acompañó a Colón en su segundo viaje y cuyo testimonio es mucho menos conocido. Su nombre, Diego Álvarez Chanca, viajó por disposición de los Reyes Católicos, fue una figura muy cercana al almirante y permaneció en América durante un año antes de regresar. En una carta dirigida al Cabildo de Sevilla dejó plasmadas sus observaciones sobre la travesía y se mostró sumamente desconfiado respecto de la capacidad de los indios para ser cristianizados.

El suyo, a diferencia del de Colón, es un relato que desmitifica al ‘buen salvaje’ descrito por el almirante y su hospitalidad, por lo que se centró precisamente en este canibalismo para desconfiar de ellos. Varios días después de llegar al Caribe, el doctor Chanca ya creía haber encontrado pistas relativas a la antropofagia. Unos hombres trajeron a bordo algunos huesos de brazos y piernas. Las osamentas hicieron sospechar que las islas «son habitadas de gente que come carne humana» y de las cuales, efectivamente, ya le habían hablado al almirante en su primer viaje.

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Las dudas se disiparon con abrumadoras evidencias que indicaban que los festines antropofágicos eran habituales porque, durante la primera semana de caminatas por las costas, hallaron «infinitos huesos de hombres». Según narra Chanca, las lugareñas de Marigalante y Dominica, que pronto se conocieron como las «islas de los caníbales», le dijeron que sus hombres habían partido en diez canoas para traer más víctimas. El médico, además, distinguía a los caníbales por tener el cabello muy largo, a diferencia de los indios aliados, que lo tenían corto, entre otros signos distintivos relativos a las cejas y a los adornos de la piel.

Chanca, el espía

«Es importante señalar que Chanca, al parecer, era un espía, aunque no se tiene claro a quién reportaba, pero lo cierto es que su testimonio, además de etnográfico, servía para contrastar con lo que Colón afirmaba», advierte Sofía Reding Blase en su artículo ‘Testimonios sobre canibalismo en la carta del doctor Chanca al cabildo de Sevilla’, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 2018. Y añade: «Aún así, a Chanca le interesa creer en la existencia de caníbales. Cuenta que las mujeres se comen a los pequeños de sus prisioneras, pero nunca a los propios. También que no consumen carne de mujeres y mucho menos de muchachos. A estos los castran y esclavizan para comérselos cuando alcanzan la madurez».

Tras el hallazgo en ruinas de lo que había sido el Fuerte de Navidad, edificado con los restos de la nao Santa María en el primer viaje de Colón, no encontraron rastro alguno de los 39 españoles que habían dejado allí. El médico tenía su propia teoría al respecto, según escribió en la carta: «Los teníamos por perdidos é comidos por aquellas gentes que se dicen caribes, porque no bastaba razón para creer que eran perdidos de otra manera, porque entre ellos iban pilotos, marineros que por la estrella saben ir é venir hasta España, y creíamos que en tan pequeño espacio no se podían perder».

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Hubo algunos testimonios más sobre la existencia de indios que devoraban personas, creándose un mito que no entusiasmó a los siguientes colonos que acudían a aquel paraíso prometido. Michele da Cuneo, el amigo italiano de Colón, relató igualmente: «Uno de esos días en que habíamos echado anclas vimos venir desde un cabo una canoa. Parecía un bergantín bien armado, y en [él] venían tres o cuatro caníbales, dos mujeres caníbales y dos indios que venían cautivos, a los cuales, como hacen siempre los caníbales con sus vecinos de las otras islas, les acababan de cortar el miembro generativo al ras del vientre. Aún estaban dolientes».

Origen: El relato olvidado sobre el canibalismo en América de un médico sevillano que acompañó a Colón

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