El sacrificio del rey Leovigildo para forjar España: «Ejecutó a su hijo para no romper el reino»
José Soto Chica sostiene que el monarca visigodo acabó con la vida de Hermenegildo, al que adoraba, con el objetivo de que no fuera utilizado por sus enemigos políticos
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Los interrogantes se alzan sobre Hermenegildo (564-585 d.C.), uno de esos mil nombres de la ya extinta lista de reyes godos. Sabemos que fue el hijo mayor de Leovigildo, el monarca que erigió las bases de nuestra España actual al fusionar gran parte de la península bajo su corona, y que le conocían por su osadía en el campo de batalla. Pero poco nos narran las fuentes originales de su vida y desventuras hasta el 580. A partir de entonces, las crónicas se cuentan por decenas. Normal, ya que ese fue el año en el que el mozalbete en cuestión se rebeló contra su padre en el corazón del reino de Toledo.
La historiografía posterior elevó a Hermegildo a la categoría de santo. Y es literal. El papa Sixto V le canonizó en 1585 a petición del monarca Felipe II. Sobre el papel, por haberse levantado contra su padre, que profesaba el arrianismo, para defender la fe católica. Aunque también le hizo sumar puntos haber sido ejecutado por ello en el 584, cuando vagaba en el exilio tras haber perdido la guerra de forma fulminante. A partir de entonces no hay dedos en la mano para enumerar las controversias y misterios históricos que rodean su figura: ¿quién diantres le mató?, ¿le movía tan solo la religión.
El doctor en Historia José Soto Chica está seguro de que su nueva obra, ‘Leovigildo. Rey de los hispanos’ (Desperta Ferro), pone luz sobre muchos de estos interrogantes. Para empezar, sostiene que el asesino de Hermenegildo fue su padre. «Lo hizo porque sabía que, si escapa del exilio al que le había condenado, sus enemigos podrían utilizarlo como arma contra él», explica a ABC. En sus palabras, fue una «decisión dura», pero que buscaba evitar una guerra futura y la posible ruptura del Reino visigodo de Toledo. Pero no se queda en ese punto. También confirma que las verdaderas motivaciones del chico eran políticas –hacerse con el trono antes que su hermano– y que la Iglesia se asió a su catolicismo para encumbrarle. Ahí es nada.
[ESTA ES LA SEGUNDA PARTE DE LA ENTREVISTA A JOSÉ SOTO CHICA. PUEDE LEER LA PRIMERA PARTE EN ESTE ENLACE]
-¿Se ha generado cierta leyenda negra sobre el levantamiento de Hermenegildo?
El problema del levantamiento de Hermenegildo es que lo vemos de forma retrospectiva, desde los ojos de la Iglesia. Si vas a las fuentes primarias, aquellos textos que escribieron personas que conocieron personalmente al hijo y al padre, te das cuenta de que la religión no tuvo ninguna importancia en su revuelta. Al leer a San Isidoro, por ejemplo, ves que es cierto que Hermenegildo era católico, sí, pero no le da crédito como mártir o como defensor del catolicismo porque sabe que su rebelión ha sido política, y nada más. Buscaba hacerse con el poder.
–Entonces, ¿usó la religión como una mera excusa?
Para él, la religión fue un instrumento, no una causa. En el contexto de la época se sabía que se había levantado contra su padre porque no quería esperar para hacerse con el trono, ni compartirlo con su hermano.
–En su libro, de hecho, afirma que el levantamiento fue impulsado por otros factores y personajes.
Gosuinda, su madre, hizo su jugada política. Quería que fuese su sangre la que reinase, y convenció a Hermenegildo de que debía levantarse en armas. Hermenegildo era un traidor, pero inteligente, y vio que el catolicismo podía ser una buena bandera a la que abrazarse para rebelarse. De hecho, quien lo bautizó fue San Leandro, hermano de San Isidoro. Y gracias a ello tuvo un gran apoyo de las élites episcopales de la bética.
–¿Por qué, entonces, lo hemos considerado un mártir?
Para empezar, reitero que, cuando fue aplastado, nadie lo señaló como mártir. Eso vino de fuera, lo hizo el papa Gregorio Magno. En principio no cuajó, pero, cuando murieron Leovigildo y Recaredo, se ensalzó a Hermenegildo y se le dio esa pátina de héroe que, por causa de su fe, se alzó contra su padre. La realidad es que montó una guerra civil que desangró durante cinco años al reino.
–Afirma que esta traición nunca se dio en la historia de los visigodos.
Había traiciones, pero nunca así. Si coges la historia de los godos, nunca vas a ver a un hijo levantarse contra su padre. La única ocasión fue esta. Puedes encontrarte con un general que traicionó a su rey, a un noble que dio una puñalada trapera a un monarca, luchas de una facción contra otra… Pero esto es totalmente inusual. Eso es lo llamativo de su rebelión.
–¿Por qué Leovigildo tardó tanto en aplastar la revuelta?
Siendo Leovigildo un guerrero nato, lo lógico sería que hubiera caído como un halcón sobre los rebeldes, pero se pegó dos años y medio mano sobre mano. Para mí solo hay una explicación: se quedó desconcertado porque, como padre, no se esperaba aquello. Militar y políticamente no tiene lógica que no acabara con el problema antes; solo se puede explicar a nivel humano. Me pongo en su piel como padre: es doloroso que tu gran fracaso sea tu hijo.
–Existen dos teorías sobre el final de Hermenegildo…
Sí. La primera afirma que su padre lo mató. Es la que yo sostengo. Y creo que lo hizo porque sabía que, si escapaba de su exilio, sus enemigos podrían usarlo como un arma contra él. Si hubiera querido matarlo desde el principio, lo habría hecho después de que se rindiera en el 584. La situación estaba caliente y sus súbditos lo habrían entendido. Pero le encerró en Valencia. Cuando vas a las fuentes primarias, te das cuenta de que tomó la decisión tiempo después, cuando sus enemigos eran más fuertes. Al final, Leovigildo echó cuentas: sabía que Hermenegildo era tan osado como él y que iba a ser un peligro para su hermano. Entendió que, o le ejecutaba, o le iba a hacer el reinado imposible a Recaredo, el retoño fiel. Se vio en esa tesitura y tomó la decisión.
–¿Y la otra hipótesis?
La otra hipótesis te dice que fue su hermano el que lo mató. Se apoya en que trasladaron a Hermenegildo de Valencia a Tarragona, y que Recaredo, que pasaba por allí camino de Francia para combatir contra los francos, acabó con él. El problema de esta tesis es que está en contra de un testimonio de un contemporáneo, Gregorio Magno, que era amigo íntimo de Leandro, confesor de Hermenegildo. Él dice que fue Leovigildo quien envió a uno de sus guardias de confianza para la tarea. Además de otras razones que argumento en mi libro. ¿Crees que Leovigildo, que era un rey autoritario al que no se podía replicar, iba a dejar a su hijo tomar una decisión política de esa trascendencia sin su consentimiento? No me cabe en la cabeza. Fue una decisión de su padre, pero una decisión que le quemó por dentro. Al fin y al cabo, tardó once meses en morir. Lo hizo en la cama, y con el corazón roto.
–La segunda, sin embargo, es la más extendida…
¡Claro, porque fue la que extendió la Iglesia! Si ves los primeros textos, los contemporáneos, son favorables a Leovigildo y culpan a Hermenegildo de la guerra. La segunda generación ya cambió. Exaltaron al mártir porque el reino se había convertido al catolicismo y habían muerto Leovigildo y Recaredo. Tocaba ensalzar a Hermenegildo y definirle como un héroe de la fe que se había alzado contra la religión de su padre. Lo convirtieron en un demonio, un dragón. Esa versión se ha perpetuado en el Renacimiento y se ha extendido hasta nuestros días. Al fin y al cabo,
–¿Por qué cree que este tipo de historias, relacionadas con los visigodos, están mal vistas por una parte de la sociedad?
España tiene un problema con su historia. Un problema reciente que no tuvimos en la República. Franco ensalzó el pasado visigodo como parte del nacional catolicismo. Así que la izquierda, que no lo hacía en los años treinta, entiende que es más progresista renegar de todo aquello que forma parte de la identidad.
La conclusión es que tenemos la manía de sacarnos los ojos los unos a los otros, pero todo este pasado forma parte de nuestra identidad. Esto no lo entienden ni los de un lado, ni los de otro. Y solo pasa en España. En Inglaterra sienten suyo el pasado romano, celta y anglosajón. Aquí siempre estamos eligiendo, y yo no elijo. Para mí, los godos son tan españoles como los romanos.
A partir del siglo XX empezamos a odiar nuestra riqueza. Desde ese momento, Al-Ándalus es progresista y los godos son retrógrados. Es un disparate detrás de otro. Si hablas de Reconquista eres un fascista; si hablas de invasión musulmana, también. Y yo no hago ideología, hago historia. Los políticos se han ocupado de apoderarse de la historia, y hay que abandonar esto. ¿Colón era un esclavista? Claro, diantre. ¡Qué esperas que fuera un tipo como él en 1492!
Origen: El sacrificio del rey Leovigildo para forjar España: «Ejecutó a su hijo para no romper el reino»