21 noviembre, 2024

El sensacional crimen del dentista asesino – Archivo ABC

Figura de cera del doctor Crippen en el Museo Madame Tussauds de Londres
Figura de cera del doctor Crippen en el Museo Madame Tussauds de Londres

El hallazgo del cadáver descuartizado de «la Bella Elmore» fue solo el primer capítulo de todo un folletín que se siguió en 1910 con gran interés

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Un «crimen misterioso» saltó a las páginas de ABC el viernes 15 de julio de 1910. La «Bella Elmore», una cupletista que había desaparecido repentinamente en febrero, había sido hallada muerta en el sótano de su casa en Londres, donde vivía con su marido, un dentista norteamericano llamado Harvey Hawley Crippen. «La Policía le busca, porque recaen sobre él graves sospechas», decía la primera de las más de 60 notas que publicó ABC sobre el caso del doctor asesino.

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Crippen había llegado a Londres cinco años atrás y en poco tiempo había logrado reunir a una numerosa clientela en la clínica dental que abrió en Oxford Street, según se dijo entonces. En abril había hecho correr la noticia de que su mujer se había escapado a América con un conde extranjero y pasado un tiempo, ante las insistentes preguntas de sus amistades, afirmó que había fallecido en San Francisco (California).

Al poco, instaló en su casa a su mecanógrafa, una joven inglesa llamada Ethel Le Neve, aunque él la presentó como francesa y como su nueva esposa. Sus vecinos y los amigos de la «Bella Elmore», que ya dudaban de él, sospecharon aún más, al observar que Le Neve lucía joyas de la anterior esposa, y sus peores temores se confirmaron cuando desde San Francisco llegaron noticias de que allí no se había registrado ninguna defunción de ninguna mujer que coincidiera con las características de la «Bella Elmore».

El 9 de julio, el dentista Crippen desapareció con miss Le Neve y ocho días después la Policía encontró el cuerpo mutilado de la infeliz artista en el sótano del 39 de la calle de Hilldrop Crescent. Había sido envenenada y su cadáver descuartizado. «El cuerpo de la víctima, horriblemente mutilado, es más bien un amasijo de arcilla y cal, en el que de cuando en cuando aparece una piltrafa de carne o un diente», describía este periódico.

Una joven que había estado al servicio de Crippen, Valentina Lecoq, contó posteriormente que ella había bajado muchas veces al sótano donde se descubrió el cadáver y nunca advirtió nada extraño. Incluso un día bajó Crippen con ella para ayudarla a partir leña y en todo momento se mostró de buen humor. Valentina contó que el 8 de julio se presentaron en la casa dos detectives que solicitaron hablar con el doctor, pero al hallarse ausente, conversaron con miss Le Neve. Cuando se marcharon, la mujer subió a acostarse diciendo que se sentía enferma y al día siguiente Valentina observó que había llorado mucho. Crippen se mostraba, sin embargo, impasible.

Al día siguiente, ambos se ausentaron sin decir nada. A las siete y media de la tarde, Valentina recibió una carta de la señora. «No se alarme usted -le decía- Vamos al teatro y no volveremos a casa hasta muy tarde»». Nunca volvieron.

Comenzó entonces una intensa búsqueda del dentista asesino en la que se involucraron voluntarios de toda índole y lugar. En Nueva York, cuatro señoras que conocían a Crippen y a su amante acordaron vengar la muerte de la «Bella Elmore» vigilando minuciosamente a todos los pasajeros que llegaban a la ciudad desde Europa.

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En la prensa se difundieron varios retratos de Crippen, tanto con bigote y barba, como afeitado, con o sin gafas, y también de la señorita Le Neve, así como autógrafos de ambos por si alguien los podía identificar. La Policía de Londres ofrecía una recompensa de 250 libras esterlinas (unas 6.750 pesetas de entonces) a quien descubriera el paradero de la pareja y lograra su captura.

¿Crippen en España?

Se llegó a considerar la hipótesis de que el dentista norteamericano había pasado una noche en la localidad francesa de Vernet-les Bains y que desde allí «el sujeto en cuestión se trasladó a Villefrance, en donde tomó un billete para Cerbere, se cree que con el propósito de internarse en España», informaban los periódicos.

Se decía que se había hecho pasar por un tal Henry Brabant y que al ver un gendarme en Villefrance, «se inmutó de tal modo, que huyó y se marchó sin pagar».

La noticia de que Crippen se hubiera refugiado aquí despertó gran interés. Scotland Yard envió una comunicación a la Jefatura Superior de Policía, como al resto de los países europeos, junto con imágenes de la pareja que se repartieron por todas las comisarías y que la prensa se encargó de difundir sin demora.

«Mucha gente, al olor de las libras esterlinas ofrecidas por la Policía inglesa al que capture al dentista Crippen, asesino de la bella Elmore, se echó a buscarle por esas calles de Dios. Hoy publicamos el retrato del criminal fugitivo. Están divertidos todos los que tengan ojos saltones, usen lentes y se dejen el bigote», advertía la sección de «Madrid al día» de ABC.

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Las supuestas pistas del paradero de Crippen se multiplicaban. Unos decían haberle visto en Canadá, otros que en Perpignán, otros apuntaban a que Le Neve se había suicidado en Bourges…

Capturado gracias al telégrafo

El rastro más fiable llegó el 29 de julio desde el vapor Montrose. El capitán del barco comunicó a Scotland Yard que la pareja se hallaba a bordo por medio de un radiograma (o «marconigrama», como se llamaba entonces a los mensajes de la telegrafía sin hilos, con el nombre de su inventor Marconi). Crippen se había afeitado el bigote y se había dejado crecer la barba. Decía ser el reverendo Robinson y viajaba con un acompañante del que no se separaba nunca, al que hacía pasar por su hijo al que conducía a California por motivos de salud.

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El capitán Kendall sospechó de ellos al poco de zarpar desde Amberes, por el apasionado apretón de manos que el supuesto hijo le había dado a su padre en el puente. A Le Neve le sentaba bastante mal el traje de hombre y en el bolsillo de Crippen se advertía continuamente el bulto de un revólver. Además, en la nariz del doctor se observaba todavía la huella de haber usado gafas habitualmente y tardaba en responder cuando se le llamaba por el nombre de Robinson, como si olvidara su falsa identidad.

Sin medio alguno de comunicación a bordo del barco, los sospechosos desconocían que su identidad había sido descubierta y el mundo entero conocía su paradero. Tampoco los pasajeros del Montrose sabían que viajaban con el presunto asesino y su amiga. Solo el capitán y algunos miembros de la tripulación estaban al tanto y vigilaban sus pasos.

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Mientras el barco navegaba lentamente siguiendo las órdenes recibidas, en Canadá se preparó el operativo para la captura de Crippen. El inspector Dew embarcaría en Father-Point junto con otros policías, haciéndose pasar por pasajeros particulares que se dirigían a Québec y una vez en el barco, tras darse a conocer al capitán, tratarían de confirmar si se trataba del dentista buscado. «Si Mr Robinson es en realidad el dentista Crippen, puede todo el mundo estar seguro de que el criminal entrará en Québec con sólidas esposas en las manos», aseguró el jefe de Policía a un corresponsal del Daily Telegraph.

Según relató ABC, «el dentista estaba paseando sobre cubierta con el médico de la embarcación cuando vio tres personajes que no había visto durante la travesía. Sobre esto llamó la atención del médico, quien se desentendió de la pregunta. Los tres desconocidos personajes eran el detective Dew y dos oficiales de Policía. Dew se dirigió a Crippen y le dijo:

-Usted es la persona que busco.

El dentista se entregó sin protestar.

Asimismo, la Policía notificó a miss Le Neve su detención, recibiendo esta la noticia con gran abatimiento».

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Eran las 6 de la tarde del 31 de julio. Crippen no estaba armado en ese momento y, según afirmó después, llevaba dos días convencido de que le capturarían al llegar a Canadá porque había oído el repiqueteo de los «marconigramas» y había advertido que le vigilaban.

Los detenidos declararon ante un juez de Québec que no habían participado en el asesinato de la «Bella Elmore». Esa sería su línea de defensa desde entonces. La impresión general, incluso de la Policía, era que Le Neve no mentía. Había creído sinceramente en Crippen, quien a partir de entonces adoptó una actitud de afectada resignación.

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Mientras, en Londres, la noticia de la captura de Crippen ocupaba las portadas de las ediciones especiales de los dominicales. «¡Cosa extraordinaria! Es quizá la primera vez que estas publicaciones lanzan una edición especial. Y esta edición especial no contiene más que estas dos palabras: «Crippen arrested», pero estas dos palabras resumen la historia de un crimen, de una atrocidad sin ejemplo, y contienen uno de los más profundos misterios de los anales de la criminalidad de los tiempos modernos», escribía en este periódico Albans Harmer, quien se preguntaba hasta qué punto Crippen hubiera conseguido que su crimen quedase impune con la científica mutilación de su infortunada víctima si no hubiera sido por el empeño y la perseverancia de los amigos de la cantante. Y cómo la misma ciencia que había facilitado el crimen, también había servido para esclarecerlo.

El doctor Crippen y Le Neve, al desembarcar en Liverpool
El doctor Crippen y Le Neve, al desembarcar en Liverpool

La pareja fue extraditada al Reino Unido a bordo del «Megantic» y juzgada en Londres, con gran expectación. A Crippen se le acusó de haber asesinado a su mujer, la «Bella Elmore», y a Ethel de haber sido cómplice del crimen.

Durante el juicio se conoció que aunque Crippen siempre se mostró bueno y dulce con su extravagante esposa, llevaba tres años manteniendo relaciones con la joven Le Neve en secreto y tenía grandes apuros de dinero. «La muerte de ésta podía significar para él el recoger su dinero y sus alhajas», esgrimió la acusación.

Los análisis confirmaron que la víctima había sido envenenada con hioscianina, que el dentista había adquirido unos días antes del crimen y que se le administró por vía oral. Según el doctor que examinó sus restos, la muerte debió de producirse dos horas después, tras padecer inconsciencia, parálisis completa y delirio furioso.

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Durante el proceso no faltaron incidentes, como cuando un jurado se puso enfermo y al preguntar el presidente de la sala si había algún doctor en la sala que pudiera atenderle, alguien gritó: «¡Crippen!», provocando sonoras carcajadas. O cuando los ujieres invitaron a marcharse a una elegantísima dama que jugueteaba con una primorosa bombonera que resultó ser una cámara fotográfica.

Le Neve fue finalmente absuelta y Crippen condenado a muerte. «Juzgamos al reo culpable del crimen de envenenamiento», dijo el juez antes de preguntarle al dentista si tenía algo que alegar en su defensa. «Soy inocente…», respondió Crippen tembloroso antes de que le pusieran el gorro negro de los sentenciados a la pena capital.

«Horrible, espeluznante, su crimen, pero los que opinamos que la muerte es de Dios, y a Él solo cabe darla, salimos hondamente impresionados», escribió Mayfair en ABC antes de añadir: «Dios tenga misericordia de su alma y permita que algún día los pueblos que se llaman civilizados substituyan con la cadena perpetua la pena de vida».

Antes de ser ejecutado, Crippen escribió unas memorias en las que relató su vida, su primer matrimonio en Nueva York con Charlotte Bell, su boda fatal con la «Bella Elmore» y su encuentro con Le Neve. Nada contaba sobre el crimen. El relato saltaba a la fuga y su posterior detención.

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Su ejecución se vio aplazada ante falsas noticias de que la «Bella Elmore» había sido vista en Chicago o en Canadá, pero fue finalmente ahorcado en la prisión de Pentonville el 23 de noviembre de 1910. Antes de morir, se despidió con una carta en la que declaraba su amor por Ethel Le Neve e insistía: «Mi condena es un error judicial, debido principalmente al ruido sensacional que se hizo sobre mi fuga y mi detención».

También Le Neve redactó unas memorias en las que describía su fuga de Inglaterra, pasando por Bruselas, y afirmaba: «Le he considerado y le considero todavía como un hombre excepcionalmente dulce y afectuoso. No he dejado un momento de pensar en él y creí morir cuando oí el terrible veredicto».

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¿Culpable o inocente? El escritor Luis de Castresana volvía a escribir en 1971 sobre este caso, que «se convirtió en el prototipo literario de esos maridos escurridizos, calmosos, que con tanta frecuencia se nos sirven en la novela y en la cinematografía británica como asesinos. Ya saben ustedes: el cottage solitario, con la chimenea encendida, mientras fuera la niebla se pega a las ventanas; la esposa enamorada, un poco bobalicona, no muy bella, con una pequeña fortuna personal, que firma un seguro de vida a favor de su marido y fallece poco después… o es encontrada al cabo del tiempo enterrada en el jardín de la casa…»

«Resulta chocante comprobar cómo abunda este tipo de «marido asesino» -aparentemente inofensivo, cachazudo y buena persona- en los argumentos policiales británicos», añadía el autor de «El otro árbol de Guernica».

El doctor Crippen había resucitado a la actualidad por aquel entonces, en forma de libro y de película, suscitando de nuevo aquel viejo interrogante: ¿se cometió un tremendo error judicial, como afirmó el ajusticiado antes de morir?

Origen: El sensacional crimen del dentista asesino – Archivo ABC

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