21 noviembre, 2024

El terremoto que estremeció al Imperio español: «Murieron hasta 2.500 personas»

Ilustración que recrea el terremoto de 1522 realizada un año después, en Colonia ABC
Ilustración que recrea el terremoto de 1522 realizada un año después, en Colonia ABC

El seísmo que se ha sentido en Portugal y Andalucía estos días no ha sido el único que ha acongojado a la Península: en 1522, durante el reinado de Carlos V, se sucedió uno que quedó grabado en las crónicas como el más devastador del territorio

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El cronista Martín de Salinas dejó sobre blanco aquel desaguisado acaecido en 1522. «El 22 de septiembre acaeció un terremoto en el reino de Granada, que Almería fue todo por tierra y la iglesia y castillo que estaba sobre una peña. Murieron hasta dos mil quinientas personas y no quedó casa ni cosa enhiesta. Además, la iglesia mayor de la ciudad se abrió». Aunque en aquellos años no existía forma de medir la destrucción, hoy los expertos calculan que la magnitud fue de 6,5 grados y que su epicentro fue a un kilómetro de la superficie. Algo más que los 5,5 del que, estas jornadas, se ha sentido en el sur de Portugal y parte de Andalucía.

Llovía ya sobre mojado aquellos días del siglo XVI. En 1518, dos violentas sacudidas de tierra habían destruido de forma virtual las ciudades de Vera y Mojácar y habían dañado sobremanera Cuevas de Almanzora y La Garrucha. Aquello quedó grabado a fuego en los andaluces, que ya hablaban de «un grandísimo terremoto» que se asemejaba a un castigo divino. «Estando acostados vino súbitamente un bramido muy espantable con un temblor de tierra muy grandioso, y antes que se pudiesen levantar de la cama les cayeron las casas encima», dejó escrito un testigo.

Almería y su entorno escaparon del terremoto de 1518, pero no tuvieron la misma suerte cuatro años después. Para colmo, la urbe había visto como decenas de sus habitantes morían por culpa de una epidemia que se había extendido entre junio y agosto. El año 1522 fue una auténtica maldición. Según afirma el doctor en Historia César Olivera Serrano en el ensayo ‘La actividad sísmica en el Reino de Granada (1487-1531)’, el miedo a la enfermedad provocó que parte de la población se marchara a los pueblos cercanos. Algo bueno por un lado, ya que redujo el número de víctimas por el seísmo, pero que, todavía hoy, impide conocer el alcance de los daños humanos.

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Los testimonios de la época permiten reconstruir los hechos. El escritor almeriense Alonso de Palenzuel, por ejemplo, dejó sobre blanco la hora aproximada en la que empezó a temblar la tierra: «Sea memoria que el lunes 22 días del mes de septiembre de 1522 años, a hora de las diez de las diez horas del día, vino un terremoto y tierra tremol a Almería y su ría». El cronista dejó constancia además de los tristes sucesos que se habían producido en su propia casa: «Murió mi mujer, Beatriz de Solís y mi amada hija Isabel de Palenzuela». Completó la lista con hasta seis nombres más, y en el mismo hogar.

Ese debió de ser el drama de muchos almerienses durante aquella triste jornada. Aunque resulta imposible conocer la cifra exacta de muertos más allá de los números que aparecen en las crónicas. El historiador Bernard Vincent afirma en sus ensayos sobre el tema que no se pueden dar estimaciones de la población total de la ciudad antes de 1560. Olivera es de la misma opinión. Es partidario de que, hacia 1500, los cálculos oscilan entre 65.000 y 75.000 habitantes para la actual provincia de Almería y unos 3.500 para la urbe en sí. Eso implicaría un 71 por ciento de fallecidos por el seísmo. Cifras escandalosas, pero que podrían ser reales.

Ilustración que recrea el terremoto de 1522 ABC

Los edificios destruidos no fueron menos, tanto viviendas civiles como construcciones con siglos de antigüedad. Cayeron la Alcanzaba, construida alrededor del 955 a.C. y con más de 43.000 metros cuadrados de extensión, y «la catedral», como quedó constancia en los textos. Este último edificio era, en concreto, la antigua mezquita mayor musulmana, consagrada a la postre, y tras la conquista cristiana, como la Iglesia de Santa María. Para más dolor de la sociedad, el gobierno local había iniciado una serie de trabajos para ampliarla. Lo único que se conserva hoy de todo aquel entramado es el mihrab original; nada más.

La destrucción quedó patente en multitud de crónicas; una de ellas, la de Pedro Mártir de Anglería. Este, en una misiva dirigida al arzobispo de Cosenza una semana después de los tristes sucesos, explicó las consecuencias:

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«El terremoto ha sacudido la ciudadela y su insigne templo catedral, juntamente con todos los conventos, derribándolos por tierra y lanzando en pedazos sus sillares. ¡Qué horror! ¡Qué desgracia inaudita! Al derrumbarse la mole de las iglesias cogió a muchos sacerdotes que celebraban los divinos oficios y el hundimiento de las casas aplastó a los padres con los hijos, a los señores con los criados y los sepultó vivos en sus propias moradas. ¿Cuándo ha sucedido un caso horrible semejante? De entre los edificios de la ciudad entera apenas si escaparon vivos dos; otros dicen que uno, supuesto que el otro ha quedado cuarteado. Cuanto mayor y más sólida era la estructura de las casas, con tanta más facilidad caían al ser sacudidas».

Además de todas estas desgracias, la destrucción de los edificios que garantizaban la defensa de la ciudad contra los musulmanes generaron una gran tensión en la sociedad. En este sentido la respuesta fue inmediata. Carlos V se puso manos a la obra y prometió una exención fiscal a la urbe de diez años y aprobó varias partidas de ayuda económica. El 27 de noviembre, por ejemplo, ordenó pagar 200.000 maravedís cada año para reparar la fortaleza. Y dos meses después, en enero, se liberó a todos los vecinos de hospedar o entregar ropajes a los soldados –algo obligatorio– para facilitar la reconstrucción de las viviendas. La lista es inmensa e incluye dinero para labores tan curiosas como sustituir las velas de los templos.

La guinda de este terrorífico pastel fueron una serie de réplicas sísmicas que sacudieron los alrededores de Almería durante toda la jornada. Entre los pueblos damnificados se contaron algunos ubicados en Granada. Diantre, si hasta la Alhambra vio como sus muros se rasgaban. Y, para colmo, se personó en la urbe un temporal que causó severos daños en el puerto. Una jornada negra. Después tocó reconstruir. La urbe; musulmana a nivel arquitectónico, se esfumó. Fue su final. A cambio, fue reedificada durante años con un estilo más típico del cristianismo de la época.

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Origen: El terremoto que estremeció al Imperio español: «Murieron hasta 2.500 personas»

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