29 marzo, 2024

El terrible genocidio que nació del odio irracional entre hermanos (Ruanda)  – Cultura Colectiva

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Ruanda es un pequeño país con más de 10 millones de habitantes —a diferencia del resto de los países africanos que, por lo general, son multiculturales—, en el que existe un sólo pueblo, el Banyaruanda, que comparte la misma cultura y el mismo idioma, e históricamente estaba subdividido en los dos principales grupos étnicos: hutus y tutsis.

La categoría de hutu y tutsi se basaba en la ocupación: los tutsis se dedicaban a la ganadería y los hutus a la agricultura. Estas categorías llegaban a ser flexibles según a lo que se dedicara la persona; a pesar de que la monarquía estaba en manos de los tutsis, las relaciones entre los grupos era pacífica.

En 1923, Ruanda se convirtió en colonia belga, quienes consideraban que podrían gobernar mejor si dividían al pueblo, y así ejercer su dominio a través de la minoría tutsi. De manera que cambiaron la forma de ver y entender a la sociedad de Ruanda para crear personas adecuadas que mandaran y otros que sólo obedecieran. De acuerdo a esa visión, los tutsis eran una raza “superior, más civilizada y más cercana a los europeos” —mito camítico apoyado por la Iglesia Católica—.

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Incluso llegó a decirse que los tutsis eran “europeos bajo una piel negra” y que eran “más aptos y más inteligentes” para gobernar. Así, con la influencia de Bélgica, y la introducción de estas diferencias raciales, se agravó el odio entre los distintos grupos que conformaban el país. Las políticas de discriminación realizadas por los colonizadores hicieron estallar una bomba social dentro de Ruanda.

Los tutsis, a pesar de ubicarse en una posición privilegiada de mando, se sumaron a la corriente anticolonialista que afloraba en todo el continente africano. En consecuencia, los colonizadores belgas, con el apoyo de la Iglesia Católica, impulsaron a los hutus para conformar una nueva élite social. De esta manera, los colonizadores evitaron que el resentimiento se dirigiera a ellos y lo desviaron hacia la minoría tutsi.

A finales de los años 50, la situación política y social en Ruanda era sumamente tensa y se estima que entre 1959 y 1963, a consecuencia de violentas confrontaciones étnicas, fueron asesinados más de 20 mil tutsis y alrededor de 130 mil tuvieron que refugiarse en otros países. El 1 de julio de 1962, se consumó la independencia de la República de Ruanda y los hutus se alzaron con la victoria en las elecciones y quedaron al mando del país.

La propaganda y el odio racial

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En 1973, en medio de una deteriorada situación económica y de graves divisiones regionales en el país, el ministro de Defensa, General Juvénal Habyarimana, encabezó un golpe de estado y asumió la presidencia de Ruanda, e instauró un régimen de partido único y continuó con la violencia en contra de los tutsis.

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Habyarimana creó milicias civiles llamadas Interahamwe —los que pelean juntos— conformadas por jóvenes hutu radicales, con el fin de perpetrar atrocidades contra los tutsis. Además, fomentó una campaña propagandística, ideada por intelectuales, profesores universitarios y científicos, para persuadir a la población de que los tutsis eran enemigos peligrosos.

Decenas de periódicos y revistas alimentaban el mito de que los tutsis planeaban una guerra para aniquilar a los hutus. Es por ello que los medios promovían, a manera de solución, la eliminación total de la etnia tutsi; éstos jugaron un papel clave para persuadir, manipular y adoctrinar a los ruandeses en contra la minoría tutsi, incitando al odio y a la violencia.

La guerra civil y los Acuerdos de Arusha

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En 1990, el Frente Patriótico Ruandés (FPR), un ejército conformado por seis mil tutsis que habían huido a Uganda, comenzó una guerra contra el gobierno de Habyarimana por el retorno de los refugiados tutsis a Ruanda. Tras dos años de guerra civil, se concertó una negociación entre las partes que, en agosto de 1993, derivó en los Acuerdos de Arusha; éstos contemplaban el retorno de los refugiados, así como la inclusión de los tutsis en el gobierno y el ejército.

Además, la Organización de las Naciones Unidas desplegó una fuerza de paz, denominada Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda (UNAMIR), ya que, a pesar de los acuerdos, continuaba la violencia contra los tutsis a manos de extremistas hutus en Ruanda.

En las tarjetas de identidad era posible ver marcada la raza; esta práctica llevada a cabo por los belgas en Ruanda significó una condena de muerte para aquellos con la leyenda tutsi.

El 6 de abril de 1994, el presidente Habyarimana murió junto con el presidente de Burundi en un accidente aéreo aún sin resolver. De inmediato, los hutus radicales acusaron a los tutsis de haber provocado el accidente y, a través de listas y la radio, llamaron a la población hutu a exterminarlos. Fue así como rompieron los acuerdos de paz y reiniciaron la guerra civil, por lo que se dio el comienzo de uno de los peores genocidios de la Historia.

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El mismo día en el que murió Habyarimana, inició el genocidio en Kigali, la capital de Ruanda, en la cual las milicias hutus montaron barricadas para detener a los tutsis, golpearlos, mutilarlos y asesinarlos; además de inspeccionar casa por casa y asesinar a familias enteras.

La Radio Televisión Libre de las Mil Colinas se convirtió en la “central del genocidio”, pues sus locutores incitaban a la población a enemistarse con los tutsis y a aniquilarlos. La población hutu, que durante años había sido adoctrinada con propaganda gubernamental e incitada por los medios de comunicación a odiar a los tutsis, influyó a que el odio y la violencia se incrementara hasta desbordarse.

La planificación y organización del genocidio en Ruanda corrió a cargo de un pequeño grupo que pertenecía a la élite política, económica y militar; generales, ministros de Estado y empresarios tomaron parte de ellas. Aquellos hutus moderados que rechazaban la política de exterminio o que trataban de proteger a los tutsis, eran igualmente perseguidos y aniquilados.

Los asesinos, que en su mayoría eran campesinos hutus, empleaban machetes, pistolas y cualquier arma que tuvieran a la mano para torturar y aniquilar a los tutsis, sin detenerse en la edad o el género de sus víctimas. El genocidio se extendió a toda Ruanda, convirtiéndose en un país atestado de asesinos brutales, ciudadanos comunes que mataban sin piedad incluso a sus conocidos, vecinos, amigos y familiares.

La huida de los Hutus y la entrada de los Tutsis

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El genocidio se prolongó hasta el 18 de julio de 1994, día en el que el Frente Patriótico Ruandés, al mando de Paul Kagame, actual presidente de Ruanda, finalmente entró a Kigali, proclamó su victoria y puso fin a la masacre. El saldo final de asesinados varía entre 800 mil y un millón de tutsis y hutus moderados. Es decir, bastaron menos de 100 días para que fuera exterminado el 80 % de los tutsis de Ruanda. Además, quedaron 400 mil niños huérfanos y dos de cada tres ruandeses fueron desplazados. El FPR estableció un gobierno de unidad nacional al que invitaron a participar a los refugiados que habían abandonado el país.

Por temor a represalias, más de un millón de hutus huyeron en menos de tres días, y provocaron una gran crisis humanitaria, pues el 30 % de la población estaba ya fuera de Ruanda. Además, al escapar a los países vecinos, terminaron refugiándose en los mismos campos en los que se encontraban los tutsis, y quedaron reunidas las víctimas del genocidio junto con sus perpetradores.

La actuación de la ONU durante los hechos ocurridos en 1994 en Ruanda es sumamente condenable, pues pudo haber evitado el genocidio. El comandante de UNAMIR, el General Roméo Dallaire, quien meses antes de desatarse la violencia, advirtió infructuosamente a la ONU en relación al peligro que se cernía sobre la población tutsi; estimó después de lo ocurrido que menos de cinco mil soldados con autorización de la ONU hubieran sido suficientes para detener el genocidio.

De hecho, las tropas extranjeras que ayudaron a los diplomáticos y trabajadores extranjeros a abandonar el país, también eran suficientes para detener a los extremistas hutus, pero no lo hicieron. En Kigali, durante los primeros días del genocidio, miles de civiles buscaron la protección de la ONU, y se congregaron en lugares donde estaban estacionadas las tropas de la UNAMIR; pero éstas se retiraron de las zonas que tenía bajo su protección y todos los refugiados quedaron a merced de sus asesinos. De no haber confiado en la UNAMIR, aquellos civiles habrían tenido mayores oportunidades de sobrevivir.

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No cabe duda que el genocidio en Ruanda pudo haberse evitado. La ONU sabía de los crímenes que se perpetuaban y disponía de los medios para detenerlos, pero le faltó voluntad política para actuar. También Francia tuvo una gran responsabilidad, ya que se ocupó de entrenar al ejército ruandés, de crear una policía y de venderle armamento. En junio de 1994, se llevó a cabo la “Operación Turquesa” para proteger a la población civil y establecer una zona segura que, si bien salvó vidas, fue aprovechada por hutus responsables del genocidio para huir del país.

Desde el  inicio del genocidio de Ruanda, la atención de la comunidad internacional se centró sólo en la provisión de comida, abrigo y servicios médicos y sanitarios para los refugiados y la población desplazada. El Tribunal Penal Internacional para Ruanda se estableció en noviembre de 1994, con base en Arusha, Tanzania; desde entonces, decenas de acusados han sido condenados por genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra.

Juicios locales

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La mayor parte de las acusaciones ha sido delegada al sistema nacional de justicia de Ruanda; debido al gran número de acusados, un sistema clásico de justicia no podría procesarlos. Para resolver esta situación, el gobierno recurrió a un sistema tradicional y más ágil llamado Gacaca —justicia en el pasto—, que fue modernizado para incorporar normas contemporáneas de jurisprudencia.

Hoy la reconciliación nacional forma parte de un proceso mucho más amplio que la justicia, en la cual se ve comprometida la creación y consolidación de un gobierno democrático; sin embargo, se trata de una sociedad muy dividida, en un país donde víctimas y perpetradores tienen que convivir día con día y en el que los enfrentamientos entre tutsis y hutus continúan dentro y fuera de Ruanda. Hasta ahora, el Tribunal ha inculpado a 93 personas: de todos ellos 61 han sido sentenciados; 14 han sido exonerados; 10 fueron referidos a autoridades nacionales; tres fallecieron antes o durante el juicio; tres fugitivos fueron referidos al Mecanismo para los Tribunales Penales Internacionales; y dos acusaciones fueron retiradas antes del juicio.

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Uno de los hechos que también marcaron la historia de la humanidad es el Holocausto; por ello, te compartimos estos datos que debes conocer para entenderlo. También te puede interesar los Genocidios que marcaron el siglo XX.

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El Museo Memoria y Tolerancia es un recinto dedicado a la concientización y memoria de los genocidios más terribles para que estos eventos no vuelvan a ocurrir.
Por lo que si deseas más información, visita su página oficial:
http://www.myt.org.mx

Origen: El terrible genocidio que nació del odio irracional entre hermanos  – Cultura Colectiva

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