El tratado de estrategia militar que Inglaterra ignoró y Rommel devoró durante la Segunda Guerra Mundial
Arzalia reedita el libro fundamental del teórico militar Liddell Hart que el Papa Francisco tiene como de cabecera desde que otro jesuita se lo recomendó en los años setenta y que el presidente John F. Kennedy leyó durante la Crisis de los Misiles, el momento más caliente de la Guerra Fría
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Haz el amor y no la guerra, decían los pacifistas en los años setenta. A lo que hubiera añadido sir Basil Liddell Hart, que tanto una cosa como la otra la hicieras a través de la aproximación indirecta. Arzalia ediciones publica en español una nueva edición del estudio «Estrategia», con prólogo de Fernando Calvo González-Regueral, desarrollado a mediados del siglo XX por el reconocido militar y teórico británico Liddell Hart. Una obra considera junto a «El arte de la guerra», de Sun Tzu, y «De la guerra», de Carl von Clausewitz, uno de los grandes tratados de estrategia militar, con la distinción de que el texto del británico no solo formula la manera de conducir una campaña militar del siglo XXI, sino que también ofrece soluciones útiles para la vida cotidiana.
«Estrategia» analiza de forma exhaustiva la evolución de la guerra a lo largo de quince siglos y centenares de campañas y termina orbitando en torno a la idea de la aproximación indirecta, una doctrina que plantea que la mejor manera de abordar un conflicto es debilitar la resistencia ajena antes que quebrarla y, relacionado con lo anterior, que el camino más corto hacia el centro casi nunca es en línea recta sino rodeándolo, atacando desde la periferia. Una forma de encarar las cosas trasladable no solo al ambito militar, sino a la vida cotidiana, las relaciones personales o el mundo profesional.
«Cuando tu tienes un problema delante tuyo, la aproximación indirecta es la que más garantías te permite el éxito definitivo», asegura Ricardo Artola, editor y creador de Arzalia. No solo se trata de ir hacia la retaguardia, sino el hecho de conocer bien la posición del enemigo, un esfuerzo por conocer el mejor lugar donde atacarlo.
Se sabe que el Papa Francisco tiene este libro como de cabecera desde que otro jesuita se lo recomendó en los años setenta y que el presidente John F. Kennedy lo estuvo leyendo durante la Crisis de los Misiles, el momento más caliente de la Guerra Fría. George Patton y otros generales a su manera revolucionarios también se sirvieron de la aproximación indirecta en su beneficio… Pero, sobre todo, se sabe que muchos mandos alemanes asimilaron la idea de la aproximación indirecta en el periodo de entreguerras y, a diferencia de los compatriotas de Hart, aplicaron con éxito sus enseñanzas durante la Segunda Guerra Mundial en lo que luego se llamó la «guerra relámpago». «Los británicos podrían haber evitado gran parte de sus derrotas si hubieran prestado atención a las novedosas teorías expuestas por Liddell Hart antes de la guerra», afirmó en su día el mariscal de campo Erwin Rommel sobre el vapuleo que sufrieron las mitificadas armas británicas.
La venganza de los derrotados
Liddell Hart combatió como oficial en la Primera Guerra Mundial, donde fue gaseado durante la batalla de Somme, y tras el conflicto continuó dentro del Ejército británico. El combate dejó cicatrices en su cuerpo y, sobre todo, le encaminó a desarrollar su teoría de cómo hacer la guerra. A lo largo de su vida publicaría una veintena de tratados sobre las dos guerras mundiales y biografías militares sobre figuras señeras como Escipión o Napoleón, pero ningún texto suyo adquirió tanta trascendencia como «The Strategy of Indirecto Approach» («La estrategia de la aproximación indirecta»), título original del libro que Hart publicó en el periodo de entreguerras.
«El libro tiene ya unos años, Hart murió en 1970, pero tiene la fuerza de un clásico y, a diferencia de los otros grandes tratados, es tan contemporáneo a nuestra forma de ver el mundo que incluso analiza guerras relativamente recientes. No se le puede pedir clarividencia, pero está claro que él supo ver lo relevante por encima de lo accesorio. Supo ver lo que era importante sin perderse en las anécdotas», apunta Artola. La última edición del texto original «The Strategy of Indirecto Approach» se publicó, en 1954, justo después de la explosión de la primera bomba de hidrógeno, lo que obligó al mundo a replantearse cómo sería las guerras a partir de entonces. «En la medida que reduce [la bomba H] la probabilidad de una guerra total, incrementa las posibilidades de “guerras limitadas” por medio de agresiones locales indirectas y generalizadas», vaticinó, con bastante acierto, Hart hace setenta años.
Fueron los derrotados en la Primera Guerra Mundial, los alemanes, los primeros en reparar en la potencia de la doctrina formulada por Hart. ¿Por qué ellos y no sus compatriotas? El Tratado de Versalles había dejado a esta potencia militar con un ejército minúsculo de 100.000 hombres, lo que obligó a sus mandos a agudizar el ingenio y a buscar soluciones tan audaces como las de Hart. «La paz debilita. La victoria como todo éxito en la vida lleva aparejado la desventaja de la acomodación, a no adoptar riesgos, mientras que la derrota obliga a planteartelo todo desde cero. Por eso los alemanes aprendieron más en ese periodo más que franceses o británicos, que siguieron pensando como en 1919», explica Ricardo Artola sobre la falta de aplicación que el tratado tuvo en su propio país.
«Estrategia» es también un repaso de quince siglos de historia militar, entre cuyos pliegos Liddell Hart encontró lecciones claves en un país tan belicoso como el español. «El gran historiador Miguel Artola, mi padre, me reconoció en su momento que su historia de la Guerra de Independencia, incluida en su libro sobre el reinado de Fernando VII, se basó en el análisis sobre las guerrillas de Hart. Y no hay que olvidar que mi padre formuló la potencia de las guerrillas en este conflicto cuando no estaba formulado en esa categoría y en esa entidad», señala el editor de Arzalia.
A pesar de su lugar de cuna, Hart, un inglés nacido en Francia, expuso en las páginas de «Estrategia» que las guerrillas españolas pesaron más que Wellington o cualquier aportación británica a la derrota napoleónica en la Península.