El tren de la muerte: el misterio del ferrocarril con 250 niños que desapareció el primer día de la IIGM
En ‘Los niños de Winton’, el escritor Fabiano Massimi se zambulle de lleno en una historia obviada durante décadas: la del Schindler británico, Nicholas Winton
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El 1 de septiembre de 1939 fue un día negro. El octavo tren que había llenado de refugiados Nicholas Winton desapareció sin dejar rastro en Praga. Según explica el escritor Fabiano Massimi a ABC, el posible destino de los 250 pequeños que iban en su interior traumatizó en parte al británico. «Estoy seguro de que fue por eso por lo que no contó nunca su historia, ni siquiera a su esposa», explica. No le falta razón. Durante más de cuatro décadas, este Schindler inglés guardó silencio sobre los 669 chiquillos que él y sus colaboradores salvaron de las garras de los nazis en Checoslovaquia a lo largo de 1938. Siete ferrocarriles en total. Su gesta fue descubierta en los años ochenta, en un programa de televisión, pero ha pasado desapercibida, en parte, por la locura de actualidad. Por ello, el escritor italiano presenta estos días ‘Los niños de Winton’ (Alfaguara). Porque, como él mismo desvela, es necesario dar ejemplo.
–¿Cómo conoció la historia de Winton y por qué le impresionó tanto como para hacer una novela de ella?
Fue durante el confinamiento, en 2020. Era un momento muy tenso en Italia porque se decía que la pandemia era culpa nuestra. Yo estaba encerrado con mi familia en una casa de montaña, en invierno. Todas las noches el telediario contaba las víctimas. Y en esas, un amigo me mandó un enlace con un vídeo de cuatro minutos en el que se explicaba la historia de Winton. Aquello te partía el corazón. En un momento terrorífico, en el que parecía que el mundo se iba a terminar, ese hombre de 80 años se redescubría como un gran héroe medio siglo después de haber salvado a esos pequeños. Lo más sorprendente es que nadie había hecho una película o un libro de él. Según avanzó el COVID, empecé a contar esto a mis allegados y vi que se sentían mejor, más aliviados. Pensé que era una historia que había que contar para devolvérsela a la sociedad.
–¿Era reticente Europa a acoger a los niños a los que salvaba Winton?
Si. Ningún país de Europa estaba dispuesto a acoger niños porque era algo muy difícil. Todos los estados habían cerrado sus fronteras. Era un poco como pasa ahora: los inmigrantes, si eran útiles, desde el punto de vista económico, eran bien recibidos. Si no, los políticos se negaban porque los interpretaban como un lastre. Solo el Reino Unido emitía una serie de visados con cuentagotas a mujeres y niños, y eran muy pocos. Así que Winton, además de conseguir o falsificar los documentos, tenía que convencer a los ingleses de que recibieran a los pequeños. A pesar de ello, la máxima siempre fue que no pesaran en las cuentas públicas. Hitler estaba encantado con que salieran de Checoslovaquia, pero los británicos querían que llegaran con 50 libras para garantizar que no pesaran en las cuentas. Era difícil. Las familias que les acogían no recibían ayudas del Estado, y los mantenían a su cargo.
–¿Quién era este personaje antes de comenzar con su labor humanitaria en 1938?
Nicholas Winton era un trabajador, un agente de bolsa de Londres y, en definitiva, un hombre de 30 años que tenía unos ingresos interesantes y vivía bastante bien. En 1938 iba a ir a esquiar a Davos con un amigo, pero le comunicaron que en Praga había un problema humanitario y acudió allí sin dudarlo. En parte es algo misterioso, porque nunca se había preocupado de estos temas antes y no tenía razones reales para involucrarse en ellos. No conocía a nadie en el país, no sabía quiénes eran estos niños… Tuvo una revelación que le llevó a salvar vidas de personas desconocidas.
–¿Cómo era su método para que los chicos escaparan de las garras de la Gestapo?
No había un método en realidad. La Gestapo estaba contenta si los niños se iban, especialmente si pagaba su manutención otra persona. Algo que no se dice es que los nazis, al menos en aquella región y antes de la Solución Final, no querían eliminar a los judíos. Buscaban desplazarlos a otra zona. Su objetivo era enviarlos a Madagascar en barco; 12 millones de hebreos. Abandonaron la idea porque no tenían el control del Canal de Suez. Si los judíos se iban de forma espontánea, no les ponían un obstáculo real.
–¿Por qué Winton ocultó su historia hasta los años ochenta?
No es que la ocultara, es que no habló nunca de ella. No hizo nada para esconderla, pero tampoco para difundirla. La desconocía incluso la mujer con la que vivió toda su vida. Se descubrió en 1988, y por casualidad. Él no pensaba que hubiera hecho algo extraordinario, no creía que tuviera nada que contar. Le parecía un acto de vanidad y no quería arrogarse el mérito. Su historia es poco conocida, pero menos todavía la red de personas que le ayudaron. Él siempre mantuvo que no había hecho nada extraordinario y que ni siquiera había estado solo.
–¿Qué le hubiera gustado preguntarle a Winton si le hubiera conocido?
Él salvó a 669 niños. Chiquillos de los que hoy hay miles y miles de descendientes. Llevó ocho trenes a Inglaterra, pero esperaba hacer llegar muchos más. El noveno tren estaba listo para salir con 250 niños el 1 de septiembre de 1939, pero ese día estalló la guerra y no viajó. Esos chicos desaparecieron. Le preguntaría por una intuición que tengo: ‘¿Tengo razón en pensar que no has contado nunca tu historia porque siempre has pensado en aquellos que nos has podido salvar?’.
–¿Por qué se escogieron trenes para que los niños escaparan?
En principio se utilizaron aviones, coches, carruajes… Pero eran muy pocos niños los que se podían salvar de esa forma y tenían poco tiempo. El congreso de Mónaco, en septiembre del 38, ganó un año. Así que Winton y Trevor tenían prisa y decidieron que esta era la mejor manera. Además, considerando lo que pasó con los trenes en el Holocausto, esta historia es doblemente extraordinaria.
–¿Qué recuerdos tienen de él aquellos niños?
Le adoran. El vídeo que me hizo descubrir la historia nos enseña toda la emoción de Winton. Le habían invitado a un estudio de televisión y no sabía para qué. El público entero eran sus niños, que se habían convertido en abuelos. Por el otro lado, los chicos tampoco conocían la identidad de quién les había salvado, y no pudieron contener la emoción. Winton vivió durante 106 años, y, en el cuarto de siglo siguiente, se ha relacionado mucho con aquellos pequeños a los que salvó. Se ha hecho fotos, visitado a sus familias…
–¿Cree que existe alguna relación entre su obra y el conflicto actual entre Palestina e Israel?, ¿quizá el sufrimiento de los más pequeños?
Todas las guerras son diferentes y todas las guerras son iguales. Hasta la Segunda Guerra Mundial, los niños, las mujeres etc. estaban bastante seguros. A partir de entonces se han convertido en los primeros objetivos. Y siempre se trata de guerras basadas en excusas, conflictos en los que se utiliza a los más débiles como rehenes, mercancía de intercambio. También estoy seguro de que hoy hay un centenar de Wintons en Ucrania, Israel, Gaza… que están protegiendo a los más débiles. De algunos sabemos sus nombres y apellidos: los cascos azules de la ONU, los voluntarios de ‘Save the Children’… Pero seguro que hay otros tantos anónimos. Estas historias ayudan además a generar ejemplo. Porque la guerra siempre vuelve, pero el bien también.
–¿Con qué documentos inéditos o fuentes primarias cuenta para su obra? Afirma que visitó varios lugares para informarse…
Praga es un personaje de la novela, como los personajes que la han atravesado. Conozco a esta ciudad de forma detallada. He querido visitar los lugares donde Winton y sus colaboradores trabajaban: el hotel donde se alojaba, el castillo… Existen también memorias, documentos publicados… He entrevistado a personajes que estuvieron allí… Hay memorias, documentales… Todo lo que existe se ha encontrado.
–¿Por qué el nombre de los Ángeles de Praga?
Los ‘Ángeles de Praga‘ es un sobrenombre que he utilizado para hablar de estas tres personas. Me encanta y me ha permitido abrir el camino a las novelas. Habla de personas que, arriesgando su vida, sin conseguir nada a cambio, y sin darlo a conocer después, fueron a un lugar peligroso para salvar niños. Si ellos no fueron ángeles… El mensaje es que siempre se puede hacer el bien.
–¿Qué debemos aprender de Winton?
Valor. Hacer lo que se debe. Él tenía un lema: ‘Si algo no es imposible, tiene que haber una forma de hacerlo’. Él fue el vivo ejemplo. Los políticos siempre nos dicen que el mundo es así y siempre va a ser así. Winton está ahí para recordarnos que se puede hacer algo. Cualquiera de nosotros puede seguir su ejemplo.
–¿Y qué busca con la novela?
Italia inventó el fascismo. Todo esto deriva de nosotros. Eso nos hace preguntarnos cómo ha sido posible. Y fue posible, como siempre lo es, porque hay mucho ruido, porque todos estamos ocupados, porque no vemos las señales, porque miramos para otro lado… Las novelas sirven para recordar y para que no pase una vez más.