El vergonzoso secreto de EE.UU.: la esterilización de miles de discapacitados antes que los nazis
A principios del siglo XX, el país quiso evitar la «degeneración» social castrando químicamente desde ciegos hasta «deficientes mentales». Este programa de eugenesia fue en el que se basó Adolf Hitler tras su llegada al poder
Thank you for reading this post, don't forget to subscribe!
El 14 de julio de 1933. Irónicamente la misma jornada en la que -allá por 1789- los franceses tomaron la Bastilla por considerarla un símbolo de la represión y la barbarie. Un día como tal fue el elegido por la Alemania nazi para promulgar la «Ley para la prevención de descendencia con enfermedades hereditarias». Leída así, la norma no parecía más que otra de las que -a diario- veían la luz azuzadas por Adolf Hitler y su pléyade de bestias políticas. Sin embargo, lo que llevaba en sus tripas este escrito era más que una reglamentación sin importancia. En este caso se establecía que todos aquellos que fueran considerados discapacitados por un tribunal de expertos serían esterilizados «voluntariamente o por la fuerza» para evitar que la raza aria «degenerara».
Dicha crueldad, viniendo de los hombres de la esvástica, tiende a parecernos tristemente habitual. Sin embargo, lo que se suele obviar de las páginas de la historia es que los germanos no fueron los primeros en aprobar este tipo de normativas. De hecho, Hitler usó como base para darles forma una serie de leyes similares promulgadas en Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX.
Esas normas fueron elaboradas en pleno auge de la eugenesia (la filosofía partidaria de que es posible mejorar la sociedad -entre otras cosas- impidiendo a los «menos aptos» reproducirse) por una tierra que ahora se vanagloria de ser la cuna de la libertad. La misma que (hace poco más de un siglo y atendiendo a diferentes fuentes) esterilizó forzosamente hasta el año 1945 a un total de 45.000 personas con alguna discapacidad física o mental.
Aprovechando que el pasado 30 de marzo de 2007 se celebró el décimo aniversario de la ratificación por parte de España de los Derechos de las Personas con Discapacidad, y de que la cadena BBC ha publicado hace menos de dos semanas un reportaje sobre el tema que ha causado gran controversia en las redes sociales, hemos querido recordar este olvidado e infame episodio de la historia. Una infame práctica que se dio a ambos lados del Atlántico gracias a que se popularizaron una serie de ideas tristemente en auge.
Dos siglos de eugenesia
Tal y como afirma el profesor Diego Betancor Cubelo en su dossier «Leyes norteamericanas de esterilización eugenésica. Oliver Wendell Holmes y el caso Buck V. Bell», la eugenesia empezó a dar sus primeros como pseudociencia en la Inglaterra del siglo XIX. Su «padre» -por así decirlo- fue Francis Galton, un antropólogo amante del estudio de múltiples facetas del saber que, atendiendo a los cambios sociales de la época, tuvo la idea de que era posible «la mejora de la raza humana por medio de acciones sociales tendentes a seleccionar las cualidades hereditarias más deseables». Así lo afirma, al menos, el experto en su escrito. A este sujeto le cegaba la idea de aislar la genialidad humana y averiguar si era posible su transmisión de padres a hijos.
Con sus investigaciones iniciales sobre el tema comenzó el estudio de la eugenesia. Un término que -tal y como señala Carina Gómez Frode en su dossier «Eugenesia: moralidad o pragmatismo»- tiene su origen en el griego. «”Eu” significaba bueno o buena. “Génesis”, generación, origen o nacimiento. Es decir, el bien nacido o la buena reproducción», señala la autora. En favor de Galton cabría decir que, cuando se le pasaron por la mollera aquellas ideas, Darwin acababa de pegar bien fuerte con su teoría de la evolución. Según señala Betancor en su escrito, «Galton comenzó en 1864 una serie de análisis estadísticos sobre la transmisión hereditaria de la habilidad mental» tratando de cuantificar y dando un valor concreto a la misma y, en base a ello, fomentó la idea de una «eugenesia positiva» dirigida a producir «individuos mejores» mediante la unión de los seres humanos más aptos.
Sin embargo, el que apostara en principio por una «eugenesia positiva» no implica que Galton fuera un defensor de las personas con deficiencias. Así lo demostró allá por 1869 cuando manifestó lo siguiente: «muchas sociedades humanas buscan proteger a los desfavorecidos y a los débiles, dichas sociedades están reñidas con la selección natural responsable de la extinción de los más débiles. Solo cambiando estas políticas podrá la sociedad ser salvada de una “reversión hacia la mediocridad”». Por si fuera poco, este supuesto estudioso también llegó a la necia conclusión (en base a sus investigaciones, criticadas a día de hoy por decenas de expertos por ser demasiado subjetivas) de que las mujeres estaban menos dotadas que los hombres en absolutamente todos los ámbitos de la vida.
Autores como el español Manuel Moros Peña son partidarios, por ejemplo, de que Galton basó sus estudios en datos erróneos e interesados. Así lo afirma el experto en su obra «Los médicos de Hitler»: «Galton dio un gran ímpetu a la doctrina del racismo científico al aportar nuevas evidencias de aquellos considerados “no aptos”. Basándose en una colección de malas teorías científicas y datos médicos incorrectamente recogidos o no comprobados, llegó a la conclusión de que las leyes de la herencia eran las responsables de los niveles económicos, sociales, culturales, morales y de salud de la humanidad». El problema, según el autor hispano, es que mediante sus teorías dejaba a un lado la influencia en el ser humano de factores sociales y culturales externos.
Con todo, sus ideas no tardaron en calar en la sociedad. Y más gracias a argumentos tales como que los mismos espartanos abandonaban a los bebés con defectos físicos en las afueras de las ciudades. Si a eso le añadimos la explosión de las teorías de Darwin, podemos entender cómo lograron popularizarse con tanta rapidez.
Frente a frente
Esa cruel visión de los discapacitados todavía se expandió más cuando los primeros estudios desvelaron que, como determina Betancor, «las clases “inferiores” contaban con una mayor capacidad reproductiva que las clases “superiores”». La supuesta tendencia alarmó a los nuevos expertos, y pronto la idea de que había que fomentar la reproducción de los «más aptos» empezó a cautivar a varios países. «Se trazó un programa de medidas de eugenesia que incluía la intervención gubernamental para incentivar la procreación de “la mejor clase”», añade el experto.
Las «medidas» que buscaban aumentar la natalidad de los «eugenésicamente superiores» (la «eugenesia positiva», como se llamaba) fueron tan curiosas como devolver a las familias una buena cantidad de sus impuestos con el objetivo sufragar los gastos de sus pequeños u ofrecerles multitud de becas en educación. También se otorgaron, por ejemplo, premios a aquellos que criaban a los hijos más saludables.
Por desgracia, la generalización de las ideas de Galton masificó también la vertiente más oscura de la eugenesia, la «negativa». Esa que apostaba no solo por fomentar la unión de los «mejores», sino por impedir que los «menos aptos» (como empezaron a ser denominados) se reprodujeran. «Las medidas en el campo de la “eugenesia negativa” eran más fuertes con la idea de reducir la amenaza del deterioro de la raza humana, propuestas de leyes que [en diferentes países] prohibirían el matrimonio y las relaciones extramatrimoniales a los “eugenésicamente inadecuados”», determina el experto.
En todo caso, en lo que sí estaban de acuerdo todos los eugenistas era en que el estado debía ayudar a que la sociedad no acabase tomada por los hijos de los «menos válidos». Aunque los positivistas consideraban que lo mejor era fomentar la natalidad entre los ciudadanos «eugenésicamente aptos», y los segundos, evitar que se reprodujeran los «eugenésicamente inferiores». Y todo, según Betancor, porque creían que la «debilidad mental era un problema real» que se estaba generalizando cada vez más debido a que se transmitía de padres a hijos.
En EEUU
Entre los países que se sintieron atraídos por las ideas de Galton (expresadas en la obra «El genio hereditario») destacó Estados Unidos, la tierra de la libertad. En esta región, factores como el aumento de la inmigrantes (a los que se consideraba «eugenésicamente inferiores») y la llegada a las ciudades de personas «poco aptas» desde el campo provocaron la rápida expansión de esta mentalidad. La supuesta lógica de que apostar por estas ideas provocaría una mejora en la sociedad hizo que se creasen en Norteamérica asociaciones dedicadas a mostrar las bondades de la «selección artificial» de la raza. Algunas de ellas como la «American Eugenics Society».
Al amparo de estas asociaciones se fue cuajando (todavía más si cabe) una mentalidad eugenésica que cautivó ya no solo a algunos expertos y mentes pensantes, sino también a la población. De esta guisa no resultó raro que algunas regiones de Estados Unidos terminasen apostando por aprobar proyectos de ley para fomentar la «eugenesia negativa». Normas aberrantes que llegaron hasta el punto de favorecer la esterilización de los «menos aptos». «La primera de las leyes de esterilización obligatoria fue la del Estado de Indiana, de 1907», explica Betancor. Bajo su amparo se llevaron a cabo la friolera de hasta 120 operaciones hasta el momento en que (en un alarde de lógica humana) se declaró inconstitucional en 1921.
Con todo, para entonces las leyes de esterilización ya se habían generalizado en Estados Unidos. Ejemplo de ello es que, de 1907 hasta 1914, fueron aprobadas un total de 12 de ellas. Apenas 11 años después hasta un total de 28 estados tenían (o habían tenido) normas similares. En la primera década del siglo XX, de hecho, se entendió que era esencial evitar que estas personas engendrasen hijos, por lo que el país empezó a hacer uso de la vasectomía y de la sapingectomía como «un nuevo y prometedor agente del mejoramiento de la raza humana».
El sistema habitual para decidir quién era esterilizado y quién no es detallado por Betancor: «Una comisión médica, habiendo examinado el historial personal y familiar de tales personas (retrasados mentales, dementes, epilépticos…) determinaba si existía la posibilidad de producir progenie que, debido a rasgos anormales y antisociales heredados, podían convertirse en amenazas sociales o en pupilos dependientes del Estado». Este último punto fue uno de los más llamativos. Y es que, además de las discapacidades físicas, también se empezó a considerar la pobreza como una causa de castración química. La razón que se esgrimía era que aquellos pequeños sin oficio ni beneficio dependerían del Estado y le exprimirían a este hasta la última moneda a su disposición.
El caso que lo cambió todo
Hasta finales de los 20, no obstante, los no partidarios de la eugenesia protagonizaron una batalla encarnizada con las leyes locales para evitar la esterilización de seres humanos en Estados Unidos. De esta guisa lograron que algunos casos fuesen elevados hasta el Tribunal Supremo. A pesar de que la sentencia de este solía tardar unos meses (y para entonces ya se habían llevado a cabo decenas de operaciones) en la mayoría de ocasiones los jueces terminaban mandando a la papelera estas normas por considerarlas demasiado bárbaras.
Así fue, al menos, hasta 1927. Ese fue el año en que el juez del Tribunal Constitucional O.W. Holmes cambió la historia de Estados Unidos al apoyar la sentencia del superintendente de Virginia, John Bell. Este era partidario de que había que esterilizar a Carrie Buck, una joven blanca internada en una colonia para «débiles mentales» que, a su vez, era hija de una «débil mental» y madre de otra «débil mental». La joven contaba 18 años cuando se exigió que fuese castrada químicamente.
La sentencia fue más que tajante: «Es mejor para todo el mundo si, en vez de esperar para ejecutar a los descendientes degenerados por algún crimen o dejarlos que se mueran de hambre por su imbecilidad, la sociedad puede prevenir que aquellos que son manifiestamente ineptos se reproduzcan». Si antes la práctica era popular en Estados Unidos, a partir de entonces empezó a ser legal según la justicia más alta de los norteamericanos.
El resultado de esta legalización fue brutal. «Entre 1900 y 1918 se habían realizado un total de 9.000 operaciones de esterilización, habiendo subido el total, entre 1918 y 1933, a 18.000 operaciones. En 1940 se había alcanzado la cifra de 38.000, de las cuales 15.000 habían sido realizadas en California y 4.000 en Virginia», completa Betancor. Gómez Frode eleva este número hasta 45.000 enfermos mentales en 1945. Todos ellos, por obligación y sin su consentimiento. En el caso de la BBC, esta cifra aumenta hasta 70.000. Y es que, este diario añade también aquellas intervenciones que estados como el de Virginia estuvieron llevando a cabo hasta 1979.
La mayoría de ellas, para desgracia de la historia, han caído en el olvido debido a que, posteriormente, este número fue sobrepasado ampliamente por los nazis.
Origen: El vergonzoso secreto de EE.UU.: la esterilización de miles de discapacitados antes que los nazis