25 noviembre, 2024
Fotos: Cordon Press

En 1990 se enterraron muestras cerebrales de cientos de miles de personas discapacitadas asesinadas por los nazis: científicos alemanes las habían conservado desde la Segunda Guerra Mundial para estudiarlas. Las sepultaron tarde. Y mal. Nuevos registros han descubierto muchos más restos. Por Conny Neumann

En una parcela del cementerio muniqués de Waldfriedhof, rodeada de hayas y tejos, se alza una losa de piedra. «En memoria de las víctimas del nacionalsocialismo y los abusos a los que fueron sometidas en nombre de la medicina», se lee en ella.

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La sociedad Max Planck colocó esta estela en 1990. Creían estar cerrando de una forma digna el capítulo más oscuro de la historia de la institución. Bajo la placa enterraron muestras cerebrales de las víctimas del programa nazi de eugenesia. Investigadores de las sedes del Instituto Max Planck en Fráncfort, Colonia y Múnich habían seguido trabajando con esos tejidos muchos años después de la caída del Tercer Reich.

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Se acaban de encontrar en clínicas y centros del país restos de víctimas de la eugenesia. En el sótano del Instituto Planck de Múnich había restos de víctimas de los macabros asesinatos del Tercer Reich: no estaban enterrados como se creía hasta ahora. Estaban arrumbados en almacenes 

Sin embargo, la cúpula directiva del Instituto Max Planck de Psiquiatría, con sede en Múnich, sabe que la mayor parte de aquel terrible legado nazi no yace bajo la tierra del cementerio de Waldfriedhof. Un equipo de científicos encontró en 2016 en el archivo y el museo del centro numerosas muestras de tejidos y cortes cerebrales procedentes de víctimas del nazismo. Entre esas muestras figuraban algunas que, supuestamente, habían sido enterradas en Waldfriedhof. También encontraron, metidos en baúles, armarios viejos y cajas de cartón, expedientes de pacientes internados en residencias y sanatorios nazis asesinados entre 1939 y 1945 bajo el programa de eugenesia.

“Material valioso”

Durante décadas, la investigación psiquiátrica en Alemania no mostró interés en cerrar el trágico episodio del asesinato sistemático de enfermos y discapacitados. Muy al contrario: en los años posteriores al final de la guerra, los científicos decidieron conservar, por considerarlas un valioso material de estudio, las muestras extraídas a aquellas víctimas asesinadas por sufrir trastornos de carácter hereditario.

Se calcula que 300.000 personas fueron víctimas de la eugenesia durante el régimen nazi

Más de 70.000 personas consideradas física o intelectualmente discapacitadas fueron ejecutadas en el marco del programa de ‘eliminación’ de lo que los nazis denominaban ‘vidas indignas de ser vividas’, llevado a cabo en sanatorios alemanes entre 1939 y 1941. Esta cruel tarea estaba dirigida desde una oficina en el número 4 de la Tiergartenstrasse de Berlín, por lo que tan terrible genocidio se denominó ‘Acción T4’. A pesar de que el programa se canceló oficialmente a mediados de 1941, los asesinatos prosiguieron hasta el final de la guerra.

La maquinaria de eugenesia nazi llevó a la muerte por gas, hambre o envenenamiento a unos 300.000 pacientes; entre ellos, muchos niños. A esa cifra habría que añadir las 400.000 personas que fueron sometidas a esterilizaciones forzadas, muchas de las cuales no consiguieron sobrevivir a la intervención.

Envío de tejidos

En un primer momento se estableció que los cadáveres fueran incinerados después de la ejecución. Pero los científicos protestaron. Entonces se decidió tomar muestras de tejidos de los enfermos congénitos y enviarlas a instituciones médicas del Reich para ser estudiadas. Los laboratorios del Centro Alemán de Investigación Psiquiátrica, predecesor del Instituto Max Planck de Psiquiatría de Múnich, recibieron tejidos cerebrales de unas 700 víctimas. En los archivos y almacenes científicos de todo el país se encuentran decenas de miles de cortes cerebrales.

En 2016 se encontraron restos metidos en baúles, armarios viejos y cajas de cartón

En los tiempos del Tercer Reich, los científicos escogían como objeto de estudio post mortem a los pacientes que más les convenían, por ejemplo, aquellos aquejados de una esclerosis tuberosa o cualquier otra dolencia hereditaria. Es decir, el sistema nazi permitía asesinar por encargo a los sujetos elegidos.

Hasta bien avanzada la década de los ochenta a los médicos alemanes les costó resistirse a la tentación de usar aquel material heredado de los nazis. En los años ochenta, el historiador berlinés Götz Aly descubrió que en Fráncfort todavía había bastantes muestras procedentes de tiempos de la Acción T4. La Conferencia de Ministros de Educación y Ciencia exigió que se pusiera fin al uso de esos materiales. El Instituto Max Planck decidió enterrar todas las muestras procedentes de la época en cuestión. Encargó a una de sus empleadas, Elisabeth Rothemund, la elaboración de una lista de casos en los que la sospecha de eugenesia estuviera más o menos sustentada y que los restos fueran inhumados en el cementerio de Waldfriedhof.

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Niños con trastornos mentales en la Alemania de 1930. Los nazis asesinaron a miles de menores y esterilizaron a 400.000 personas

Por mucho que ahora se insista en que la inhumación se realizó de una forma digna, la realidad fue otra. Los restos procedentes de Fráncfort, Colonia y Múnich fueron enterrados en una fosa doble, metidos dentro de cajas de metal y madera, poco antes del amanecer del 21 de febrero de 1990. Eligieron una hora tan temprana por miedo a llamar la atención de la prensa sensacionalista. Actualmente sigue sin conocerse a qué víctimas correspondían las muestras enterradas.

El programa eugenésico del Tercer Reich proclamaba la eliminación de «las vidas indignas de ser vividas»

A pesar de los avances en el esclarecimiento del asunto, los críticos no están satisfechos. En 2015 aparecieron en el archivo de la Sociedad Max Planck en Berlín más muestras cerebrales, muchas de las cuales se podían adscribir sin lugar a dudas a la Acción T4.

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Cartel nazi que denuncia lo costoso que resulta para la sociedad alemana el mantenimiento de los discapacitados

Un informe de octubre de 2015, encargado por la propia Sociedad, afirmaba que había indicios de que numerosos cortes cerebrales habrían sido apartados para evitar su inhumación, probablemente debido a que alguien quería preservarlos para sus investigaciones. Pero hay más. de las muestras apartadas -alrededor de un centenar- han desaparecido algunas.

Hasta los años 80, algunos médicos alemanes estudiaron el material heredado de los nazis

Aquel informe resultó tan incómodo para la Sociedad Max Planck que su presidente, Martin Stratmann, ordenó revisar de nuevo todos los centros adscritos al organismo que dispusiesen de muestras humanas en sus archivos. Transparencia total fue la directriz de la comisión creada a tal efecto. En febrero de 2016, Martin Keck -médico jefe del Instituto Max Planck en Múnich- accedió con otros cuatro investigadores al sótano del edificio muniqués. El archivo de muestras cerebrales parecía «un almacén de trastos». En su registro, los médicos encontraron tres envases con fragmentos de cerebro que se cree que proceden de víctimas de eugenesia, además de un fichero con los datos de los pacientes a quienes se les habían extraído las muestras húmedas conservadas en el archivo. En las fichas no solo estaba consignado el nombre y el diagnóstico, sino también en qué lugar del archivo se encontraba cada muestra cerebral, incluidos muchos casos procedentes del periodo comprendido entre 1939 y 1944.

Las víctimas

Si se hubiese abierto antes ese archivador, se habría podido comprobar que la inhumación en el cementerio de Múnich dejó mucho que desear. Y también se habría podido identificar a las víctimas. Por ejemplo, en un registro de entradas de los años 1939 a 1948 figura una muestra perteneciente a Kunigunde Schnell, asesinada en el sanatorio nazi de Kutzenberg, cerca de Bamberg.

Dentro de una caja de cartón apareció una colección de microfilmes con expedientes médicos de «casos retirados en 1990», además de un clasificador con anotaciones y la inscripción «Lista de cerebros, lista Eglfing», en la que las muestras estaban ordenadas en función de los distintos diagnósticos.

Se necesitan 1,5 millones de euros para catalogar las muestras conservadas en formol

Por otro lado, en una estantería grande se encontraron frascos de cristal con más de 50 muestras conservadas en formol, en los que figuraban la fecha de fallecimiento, la edad de los pacientes y la causa de su muerte. Algunas de las muestras procedían de eugenesias. ¿Por qué no se encontró antes este material? Varias muestras llevaban rótulos como «idiocia» o «mongolismo», unas cuantas contenían muestras con fechas comprendidas entre 1939 y 1945… En otro espacio, que la institución describe como museo, acumulaban polvo siete frascos más con muestras del año 1939. Algún empleado tuvo que haberse encargado de cuidar las muestras durante todo ese tiempo. En otra zona del archivo encontraron nueve armarios metálicos con historiales médicos y expedientes de los años 1936 a 1945.

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En el archivo del Instituto Max Planck en Múnich han hallado frascos con más de 50 muestras en formol con la edad, la causa y la fecha de la muerte de los pacientes

Después de la inspección de los sótanos realizada en 2016, el instituto destituyó a su director. Ahora, un equipo de especialistas externos trabaja en la reordenación de los fondos. Se calcula que serán necesarios 1,5 millones de euros para catalogar todos los cortes cerebrales y muestras conservadas en formol.

El capítulo final será la inhumación de todas las muestras, esta vez con la mayor transparencia posible. El instituto quiere inscribir los nombres de los pacientes en la lápida del cementerio de Waldfriedhof y añadir una placa en la sede de Múnich en recuerdo de aquellas víctimas olvidadas.

Origen: Eugenesia nazi: ¿qué hizo Alemania con los cadáveres? – XL Semanal

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