28 marzo, 2024

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Uno de los temas más complejos de abordar para los cristianos es el referido a los presuntos genocidios que habría ordenado Dios en el Antiguo Testamento, especialmente en relación a a la guerra que Dios parece ordenar a los israelitas como parte de la conquista de la Tierra Prometida, en algunos casos ordenando la destrucción de todos los habitantes de una ciudad.

El caso que se presenta al intérprete como más grave lo encontramos en Números 31:

9 Los israelitas tomaron cautivas a las mujeres y a los hijos de los madianitas, y se llevaron como botín todos sus animales, sus rebaños y sus bienes. 10 Además incendiaron las ciudades donde ellos habitaban y sus campamentos.11 Luego recogieron todo el botín –tanto hombres como animales–12 y se lo llevaron a Moisés, al sacerdote Eleazar y a toda la comunidad de los israelitas, que estaban acampados en las estepas de Moab, junto al Jordán, a la altura de Jericó.

13 Cuando Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los jefes de la comunidad salieron a recibirlos fuera del campamento,14 Moisés se irritó contra los comandantes del ejército y contra los oficiales de los regimientos de mil y cien soldados, que volvían de la expedición,15 y les dijo: «¿Por qué han perdonado la vida a todas las mujeres?16 Fueron ellas las que, por instigación de Balaam indujeron a los israelitas a ser infieles al Señor en el incidente de Peor, y por eso la comunidad del Señor fue azotada por la plaga.

17 Por lo tanto, maten a todos los niños varones y a todas las mujeres que hayan tenido relaciones con un hombre.18 Perdonen, en cambio, a las jóvenes que no hayan tenido relaciones con un hombre.

No negamos que estos son pasajes muy difíciles de entender, y no pretendemos tener una respuesta definitiva a ellos pero dan pie a que los escépticos hablen de un dios cruel y sanguinario, y tenemos que decir algo al respecto.

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Diferentes expertos han intentado explicar o justificar estos episodios. Por ejemplo el profesor Hans Van Wees sostiene que gran parte de los relatos de genocidio que aparecen en los textos israelitas serían ficticios, y que más bien estaríamos ante una expresión retórica, propia de una forma cultural de describir las conquistas de un rey, y que fue incorporada al texto por un escriba posterior, de excesivo celo patriótico.

Otros han intentado justificar la orden, destacando que en los territorios que Dios ordena conquistar se realizaban prácticas religiosas extremadamente pervertidas, que comprendían el bestialismo, el sacrificio ritual de niños y la prostitución sagrada, al punto que el exterminio ordenado por Dios no era más que la expresión de su justicia, y la muerte de inocentes, un producto inevitable de la guerra, como ocurre incluso hoy en día.

Relacionado con esto último, estaría la necesidad de evitar que los propios israelitas se mezclaran con los pueblos de la tierra, y la enorme debilidad que tenían por recaer en conductas de idolatría e inmoralidad sexual. Menos mal que hoy en día hemos superado esos problemas (ironía off)

Sin intentar una explicación definitiva, creo que al evaluar estos pasajes del Antiguo Testamento no debemos olvidar la distancia cultural que nos separa de los antiguos israelitas. Para nosotros, la guerra es una de las peores catástrofes imaginables, el epítome de todo lo que el hombre es capaz de hacer cuando pierde su humanidad, pero en la antigüedad, la guerra era un aspecto más la vida, como un invierno especialmente crudo o la siguiente crisis económica. Incluso había una temporada del año en que se entendía que los reyes y faraones de la antigüedad lideraran a sus ejércitos en la conquista de las riquezas de las naciones vecinas, por el solo hecho de estar ahí.

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En ese contexto cultural, es probable que los israelitas simplemente se hubieran negado a seguido a Dios, si se les hubiera exigido llevar a cabo una guerra limitada y conforme a las normas del Derecho Internacional moderno.

No es difícil encontrar evidencias que respalden esta afirmación, pues el Antiguo Testamento está plagado de ejemplos por la infidelidad de Israel, ante lo cual muchas veces es Dios quien tiene que ceder a las expectativas del Pueblo, aunque no sean conformes con Su voluntad perfecta. Por mencionar uno solo de ellos, recordemos el capítulo 8 del primer libro de Samuel, donde se nos relata que los israelitas exigieron al profeta que les designara un rey para guiarlos en las batallas, porque ya no confiaban en la asistencia divina. Dios accede a esta petición, no sin antes advertir el pesado yugo al que los someterán los reyes, todo lo cual se cumple a cabalidad.

Si todavía nos cuesta entender que Dios se rebajara a permitir que las costumbres bárbaras del Pueblo Elegido, como las guerras de aniquilación, se reflejaran en su ley divina, consideremos cuál sería la reacción de nuestras naciones modernas si se les pidiera renunciar a tener un ejército y confiar completamente en Dios para la defensa del territorio. Así de extraño habría sonado a los israelitas que Moisés les hubiera pedido no tomar esclavos o no matar a las mujeres y los niños de los pueblos que iban derrotando, y Dios prefirió adaptarse a eso, honrando la promesa que hizo a Abraham, que de este pueblo nacería la luz que alumbraría a todas las naciones.

En último término, incluso si la Divina Providencia permite que los inocentes soporten un sufrimiento desproporcionado en su vida, como ocurre con tantos niños que son muertos en el vientre de sus madres o que nacen con dolorosas enfermedades, sabemos que para Dios la muerte no es el fin de la historia, sino que tiene toda una eternidad para compensar cualquier injusticia que hayan sufrido.

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Addenda: Destaco el siguiente comentario del P. Bernardo Rodríguez

Me van a permitir que haga una serie de consideraciones generales y, por falta de tiempo, a ustedes les toca buscar las citas bíblicas que corroboran estas consideraciones. Ya sé. ¡qué cara tiene este cura!.

1.- Toda la Biblia es palabra de Dios. Y, según el Catecismo, la interpretación literal, que no fundamentalista, de la Biblia tiene que estar como base de cualquier otra interpretación.

2.- En la legislación del Exodo, la voluntad de Dios es que Israel sea un pueblo de sacerdotes que lidere a los pueblos con su ejemplo y servicio a Yahvéh. Dios les va a dar la tierra prometida, que les corresponde por herencia, sin desenvainar la espada.

2.- Tras el becerro de oro, el pueblo de sacerdotes queda reducido a los levitas. Y la legislación cambia a destruir los templos que encuentren en la tierra prometida y los lugares altos, pero respetar a las gentes.

3.- En el Deuteronomio, ley que da Moisés, no Yahvéh, tras el incidente de Baal Peor, Moisés da la concesión del “Herem», que así se llama el aniquilamiento en hebreo.

4.- ¿Por qué da Moisés esa concesión? El texto nos ofrece tres razones; es la tierra Set, prometida en herencia a Abraham y sus descendientes, que otros pueblos, descendientes de Cam (Caananitas) han usurpado; para evitar el contagio con la idolatría de esos pueblos; y tercero, el “número de sus pecados” habían llegado al límite tolerable.

Origen información : http://www.infocatolica.com

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