29 marzo, 2024

Hanussen, el judío que quiso convertirse en nazi

Hanussen demostrando sus habilidades visionarias frente al púbico reunido en Potsdamer Platz, en Berlin, en 1932.
Hanussen demostrando sus habilidades visionarias frente al púbico reunido en Potsdamer Platz, en Berlin, en 1932.

En el Berlín de entreguerras, el vidente Erik Jan Hanussen predijo el incendio del Reichstag y fue protegido, y luego abandonado, por miembros del partido nazi

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Aquel 7 de abril de 1933, como tantos otros días, el leñador Mathias Hummel estaba trabajando en un bosque cerca de Stahnsdorf, a unos 19 km de Berlín, cuando tuvo la macabra sorpresa de encontrar el cuerpo semienterrado de un hombre muerto.

Estaba muy bien vestido, aunque sin documentación alguna, y presentaba varios orificios producidos por un arma de fuego. Dos de ellos habían impactado en el rostro, que, además, había sido mordisqueado por los animales, lo que dificultaría su identificación.

Trasladado al tanatorio de Zossen, pronto corrió la voz de que se trataba del cadáver del famoso vidente danés Erik Jan Hanussen, lo que sería corroborado después por su chófer y otros conocidos. Pero ¿quién era en realidad Hanussen?

De Viena a Berlín

Hijo de padres judíos, Herschsmann (Harry) Steinschneider nació, en realidad, el 2 de junio de 1899 en la cárcel del distrito vienés Ottakring, donde su madre, Julie Cohen, se hallaba momentáneamente recluida.

Moreno y bajito, de profunda mirada y capacidad de convicción, pronto se convirtió en un trotamundos, a quien no le importaba el cariz de sus actividades con tal de salir triunfante. Así, se hizo artista circense, cantante de ópera, empresario, periodista y estafador. Nada parecía importarle con tal de subsistir, más que de prosperar.

Fotografía de Hanussen en el año 1932.

Fotografía de Hanussen en el año 1933.

Imagno / Getty Images

Sería durante la Gran Guerra, en la que sirvió en el Ejército austrohúngaro, cuando este permanente embaucador se dio cuenta de sus dotes de sugestión y control sobre los demás. También advirtió que su apellido judío podía lastrar su futuro, por lo que, de la noche a la mañana, se convirtió en el noble danés Erik Jan Hanussen, nombre que ya nunca abandonaría.

De Viena a París, pasando por Budapest, Praga y Berlín, combinó, sabiamente, ilusionismo con espiritismo, mesmerismo con videncia, actuó en circos, cafés y teatros, y se convirtió en uno de los adivinos más famosos de Europa, hasta el punto de creer que poseía poderes.

Una estrella vanidosa

Siempre dio al público lo que quería, y este le correspondió con creces. Tal era su fama que llegó a colaborar con la Policía a fin de esclarecer algunos delitos, como los crímenes del llamado vampiro de Düsseldorf, aunque, en esa faceta, cosechó más fracasos que éxitos.

Personaje siempre controvertido, fue un asiduo de tribunales y visitador ocasional de calabozos, se enfrentó a sus competidores y pasó de la opulencia a la bancarrota en más de una ocasión.

Mujeriego impenitente, se casaría tres veces, sin dejar por ello de frecuentar a un sinfín de amantes fugaces, que hacía suyas aprovechando sus dotes de seducción, y a las que no solía tratar muy bien. Vendría a ser, utilizando una terminología muy en boga, la perfecta imagen de un depredador sexual.

Su otra debilidad era el lujo. Buenos coches, hermosos apartamentos y objetos de oro, desde anillos hasta encendedores y pulseras que le gustaba mostrar; la ostentación era, para él, consustancial a su forma de vida.

Última parada: Berlín

En la primavera de 1930, aclamado ya como el adivino europeo por excelencia, recaló en Berlín, convertida, por entonces, en una especie de capital mundial del esoterismo y de los espectáculos ocultistas, amén de las variedades y los cabarés.

En aquellos días, Alemania era un hervidero político y social, en el que se gobernaba por decreto, mientras la política deflacionista de Heinrich Brüning, rebautizado como el “canciller del hambre”, hacía estragos entre una población abocada a los extremos políticos: el comunista KPD y el nacionalsocialista NSDAP.

Erik Jan Hanussen en uno de sus espectáculos esotéricos.

Erik Jan Hanussen en uno de sus espectáculos esotéricos.

Dominio público

Con todo, las cosas iban bien para Hanussen. No solo actuaba en grandes salas, como la famosa Scala, sino que realizaba sesiones privadas a las que acudían nobles, empresarios, políticos y actores famosos, que le reportaban fama, dinero y una gran influencia.

Algunas de esas sesiones tenían lugar en su yate, el Ursel IV, mientras surcaba los canales que unían el río Havel con el Spree. Era de dominio público que los rituales que se celebraban allí solían acabar en orgías en las que el alcohol y las drogas corrían a raudales. Eso sí, dentro de una especial y mágica atmósfera.

Los negocios le iban viento en popa. No solo adquirió varias residencias, sino que creó un pequeño imperio periodístico de corte esotérico, en el que se publicaban profecías sobre acontecimientos y situaciones del momento, así como las cartas astrales de importantes líderes políticos.

Comenzó con Die Andere Welt (El otro mundo), pronto rebautizado como Die Hanussen Magazin, pero tampoco faltó una autobiografía, Meine Lebenslinie (Mi línea vital), y una novela futurista, Der Untergang von New York (El hundimiento de Nueva York).

La seducción del mal

Uno de los asiduos a sus sesiones, con el que trabó amistad, era el conde prusiano Wolf-Heinrich von Helldorf, un furibundo antisemita, jefe, a la sazón, de las SA berlinesas y diputado de la dieta prusiana.

Conocido por sus excesos, amagados por una fina educación y prestancia, Hanussen no solo cubrió algunas de sus deudas de juego, sino que, al parecer, contribuyó económicamente a las arcas de las SA y de un partido que, poco a poco, se iba aproximando al poder.

Graf Helldorff en primer plano, al lado de Wilhelm Brückner y Hitler en 1932.

Helldorff en primer plano, al lado de Wilhelm Brückner y Hitler en 1932.

Bundesarchiv, Bild 102-14271B / CC-BY-SA 3.0

¿Consideró el mago que, de esta forma, quedaba a cubierto su origen judío, en caso de descubrirse? No lo sabemos a ciencia cierta, pero a un personaje tan calculador es casi seguro que se le pasó por la mente. Lo que al parecer no vio es que estaba jugando con fuego.

Fuera por cálculo o por convicción, el adivino vienés se fue aproximando al Partido Nacionalsocialista. En 1932, vaticinó la subida de Adolf Hitler al poder, algo que no resultaba tan descabellado, habida cuenta de que el NSDAP era el primer partido del Reichstag.

Varios autores refieren, incluso, que dio clases de oratoria y lenguaje corporal al propio Führer. Algo que no ha podido ser confirmado, pese a la existencia de un informe del Office of Strategic Services (OSS), el antecedente de la CIA, al respecto.

Sea como fuere, en sus publicaciones aparecían recurrentes halagos y vaticinios en favor de los nazis, y, ante todos, se presentaba como un buen germano, dispuesto a colaborar en el renacer de Alemania.

Hanussen se afilió al NSDAP, aportando falsos documentos que certificaban su arianidad

Su posicionamiento encendió las iras de los medios de izquierdas, que, amparados en las declaraciones de su antiguo colaborador, Erich Juhn, airearon a los cuatro vientos el origen judío de Hanussen, que este intentó desmentir con mil y una historias, sin demasiado éxito.

La noticia provocó la incomodidad de ciertos gerifaltes nacionalsocialistas, tenidos hasta entonces como sus amigos. Para reforzar su posición, Hanussen no dudó en convertirse al catolicismo, tras lo cual se afilió al NSDAP, aportando falsos documentos que certificaban su arianidad.

El incendio del Reichstag

Convencido de que la tempestad había pasado, el adivino siguió su camino, sin darse cuenta de que el asunto sobre su origen y su creciente influencia le habían granjeado enemigos tan poderosos como Hermann Göring y Joseph Goebbels.

El 26 de febrero de 1933, llegaba a la cúspide de su carrera en el llamado palacio del Ocultismo, un palacete en el n.º 17 de Lietzenburger Strasse, acondicionado como sede permanente de sus actividades.

Goebbels (a la izquierda), junto a Hitler, en una reunión con la prensa extranjera en Berlín en el año 1933.

Goebbels (a la izquierda), junto a Hitler, en una reunión con la prensa extranjera en Berlín en el año 1933.

Terceros

Allí, conducidos por supuestos sacerdotes y sacerdotisas, vestidos con largos hábitos blancos y portando candelabros, los visitantes recorrían diversas salas bañadas con juegos de luces y sonido, que les transportaban a los más insospechados y misteriosos lugares.

Una de ellas, la denominada Habitación de Cristal, se reservaba para los clientes más selectos, doce de los cuales se sentaban en una mesa de cristal circular, decorada con los signos del zodíaco, de cuyo centro surgía la propia figura de Hanussen para realizar sus predicciones.

Aquel día, con su amigo, el conde Helldorf, presente, y utilizando a la actriz Maria Paudler como médium, el vidente predijo lo siguiente: “Se producirá un incendio, y un gran edificio se consumirá entre llamas, entonces, los enemigos de Alemania atacarán”.

Hubiera sido una predicción más, de no ser porque sobre las 21 horas del día siguiente, el Reichstag, en efecto, ardió. Hubo varios detenidos como autores del incendio, pero solo uno, el antiguo comunista holandés Marinus van der Lubbe, sería condenado.

El final de un oportunista

Pretextando un golpe de Estado comunista, Hitler aprovechó el suceso para arrancar del mariscal Paul von Hindenburg el Decreto del presidente del Reich para la defensa del Pueblo y del Estado, que le concedía plenos poderes.

Inmediatamente, sus oponentes políticos, en especial los comunistas y socialdemócratas, fueron perseguidos, y sus sedes asaltadas por miembros de las SS y SA, revestidos ahora de un estatus policial que les dejaba vía libre para hacer lo que quisieran.

Incendio del Reichstag en febrero de 1933

Incendio del Reichstag en febrero de 1933.

Terceros

Lo sucedido se relacionó con la predicción de Hanussen, en el sentido de que habían sido los nazis los responsables del incendio, algo que nunca se ha podido probar, y de que el vidente conocía de antemano su plan. Sin embargo, él siguió con su trabajo como si nada, desoyendo las advertencias para poner tierra de por medio.

Finalmente, el 24 de marzo, fue detenido por hombres de las SA en su propio apartamento y sometido a un duro interrogatorio, en el que se le acusó de colaborar con los comunistas y de haber escondido sus orígenes judíos al ingresar en el NSDAP.

Si había que eliminarlo, no había mejor momento que aquel, cuando las detenciones arbitrarias estaban a la orden del día

Sorpresivamente, fue puesto en libertad, para ser nuevamente detenido a la mañana siguiente, esta vez, para ser asesinado, al parecer por orden de Karl Ernst, sucesor del conde Helldorf al frente de las SA de Berlín-Brandeburgo, y en connivencia con aquel.

Suele aducirse, como causa del asesinato, el hecho de que, dada la conexión entre Hanussen y las SA, el vaticinio del adivino dejaba abierta la sospecha de que él sabía que sus miembros estaban preparando el incendio, y quiso adelantarse para mejorar su posición profesional.

Sin embargo, es posible que argumentos más profanos llevaran a su muerte. ¿Una supuesta película de índole homosexual grabada en su yate, que implicaba a cargos de las SA? ¿La amenaza de hacer efectivos los pagarés que tenía sobre Helldorf y otros jefes nazis? ¿O quizás su simple presencia, que empezaba a resultar molesta?

Las SA marchando en Spandau, 1932.

Las SA marchando en Spandau, 1932.

Bundesarchiv, B 145 Bild-P049500 / CC-BY-SA 3.0

Si había que eliminarlo, no había mejor momento que aquel, cuando las detenciones arbitrarias, las cárceles secretas y las desapariciones estaban a la orden del día. Y así ocurrió.

Curiosamente, los dos máximos implicados en su muerte tampoco acabarían bien. Ernst sería fusilado por sus compañeros a raíz de la Noche de los Cuchillos Largos, mientras Helldorf sería ahorcado por las SS por su participación en el golpe de Estado contra Hitler del 20 de julio de 1944. Pero estas son ya otras historias.

Origen: Hanussen, el judío que quiso convertirse en nazi

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