28 marzo, 2024

Iberia, los griegos en busca del fin del mundo

Ruinas de la colonia griega de Emporion, cerca de la actual Empúries, Girona iStock
Ruinas de la colonia griega de Emporion, cerca de la actual Empúries, Girona iStock

Griegos de Focea se instalaron en el occidente del mundo conocido y triunfaron comercialmente hasta que Cartago y Roma se disputaron el Mediterráneo

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La presencia griega en Iberia se remonta al siglo XIII a. C. Estos primeros visitantes helenos de la península fueron mercaderes de Micenas, ciudad situada en el noreste del Peloponeso. Buscaban a través del estrecho de Gibraltar una vía que desembocara en el Atlántico. Su cometido era encontrar un nexo marítimo ventajoso con las rutas del ámbar, ya explotadas por tierra entre el norte de Italia y el litoral báltico.

Aunque constituían expediciones a pequeña escala, los micénicos realizaban estos periplos comerciales asiduamente. Con todo, no llegaron a establecer asentamientos permanentes. Ni en las Baleares ni en las costas de Alicante y Andalucía, donde han quedado huellas de sus travesías. La colonización helena de la península tuvo lugar mucho después.

Colonias y factorías

Formó parte del proceso de expansión que, entre los siglos VIII y VI a. C., llevó a los griegos a crear ciudades en regiones cada vez más occidentales del Mediterráneo. En la península ibérica el número de colonias fundadas por los helenos se redujo únicamente a dos. Ambas se situaron en la actual provincia de Girona. Fueron Emporion (Empúries) y Rhode (Roses).

A estas localidades podría sumarse el enclave alicantino de Alonis (probablemente Alcudia de Elche, en la antigua isla de Illici y próximo a Santa Pola). Excavaciones recientes van revelando que pudo haber sido una colonia en toda regla. El resto de los lugares clasificados tradicionalmente como ciudades griegas, desde Hemeroskopeion en Alicante a la andaluza Mainake, no fueron sino factorías.

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Crátera griega encontrada en Ampurias.

Cratera griega encontrada en Empúries.

David Mateos García / CC BY 2.0

Las colonias propiamente dichas eran de planta a la helena. Contaban con defensas fortificadas, templos, ágora, viviendas y necrópolis, y se estructuraban en lo social y lo político a la manera de sus ancestros egeos.

Las factorías, en cambio, consistían en meros establecimientos comerciales. Su finalidad era sostener una ruta mercantil intercambiando importaciones y exportaciones con los navegantes y los locales. Además, suministraban a los primeros agua dulce, víveres y mantenimiento para sus barcos. En ocasiones incluían entre sus servicios pequeñas industrias (fabricación de recipientes de cerámica, elaboración de conservas saladas, confección de tejidos para velas e indumentaria).

La ruta occidental

Se han encontrado restos de cerámica helena del siglo VII a. C., quizá samia, en el litoral andaluz. Ahora bien, lo más probable es que los marinos griegos a quienes pertenecían estos objetos atracaran pacíficamente en factorías fenicias bajo el amparo de Tartessos, no que colonizaran espacios en la región.

Para encontrar a los primeros helenos que se afincaron realmente en la península hay que desplazarse al extremo oriental de Grecia. Allí, en el golfo de Esmirna, en la actual Anatolia turca, prosperó la polis de Focea. Los habitantes de esta ciudad-estado de Jonia se distinguían por su destreza en la navegación.

Hábiles pescadores, mercaderes consumados y también piratas temibles, vivieron bajo la presión ejercida sucesivamente por los asirios, los frigios, los cimerios, los lidios y finalmente los persas. La hostilidad que los rodeó secularmente los había fogueado en las artes bélicas y diplomáticas, por un lado, y por otro había dirigido su atención al mar, visto que sus tierras eran a menudo pasto de los invasores.

Estos hombres comenzaron a explorar la costa mediterránea por lo menos desde el siglo VII a. C. Buscaban clientes para su metrópoli y también, si se terciaba, lugares donde establecer sucursales o, en su caso, sitios alternativos a su ciudad madre. Así fundaron diversas colonias.

Restos del antiguo teatro de Focea.

Restos del antiguo teatro de Focea.

QuartierLatin1968 / CC BY-SA 3.0

La llegada a Iberia de los focenses formó parte de estas expediciones cada vez más alejadas de su patria. Massalia (Marsella) y más tarde Teliné (Arles), en el país galo, y Emporion y Rhode, en el litoral ampurdanés, nacieron de esta iniciativa, precedida por cautelosas travesías de reconocimiento territorial y comercial.

Una ciudad mercantil

La colonia más importante que los focenses abrieron en suelo ibérico fue Emporion. Del mismo modo que todos los helenos practicaban la navegación de cabotaje, con la costa siempre a la vista por seguridad y abastecimiento, los de Focea se tomaron un tiempo y varias precauciones para elegir la plaza definitiva de la fundación.

Primero recalaron en una isla cercana a la ribera continental, terminado el siglo VII a. C. Allí dieron origen a la Palaiápolis, o ciudad antigua, de Emporion (hoy Sant Martí d’Empúries, unida a tierra firme). Unas tres décadas después se animaron a residir en el vecino litoral. Este les ofrecía una menor protección que el refugio insular (los indígenas, temerosos, no frecuentaban el mar), pero como contrapartida les brindaba un espacio mayor en que asentarse, acceso a ríos y bosques y otras comodidades.

Imagen aérea de Sant Martí d'Empúries

Imagen aérea de Sant Martí d’Empúries

iStock

Los focenses habrían comprobado a esta altura que los habitantes locales, los indigetes, no eran del todo amistosos, pero tampoco especialmente agresivos. Al contrario, la Neápolis de Emporion, como se llamó la nueva ciudad, se erigió con la venia de los nativos, interesados en los productos de avanzada que podían obtener de los recién llegados.

La colonización griega de Iberia fue pacífica en sus orígenes, al revés que la emprendida al norte del Egeo o en Italia y Sicilia. Los griegos vinieron a la península a instalar puertos comerciales, no a ocupar territorios.

Con los años sí que se enfrentarían con armas a los aborígenes. Fue cuando buscaron ampliar su chora, el cinturón de campos en torno a la polis (en realidad una dipolis, una ciudad doble, dividida por una muralla interna que separaba a los unos y los otros).

En todo caso, la creación de Emporion obedeció a una intención mercantil. De hecho, su nombre no podía ser más claro. La palabra, en griego, significa mercado. Fue establecida con el fin de consolidar la ruta comercial de Occidente, amenazada por la competencia fenicia y cartaginesa y por correrías corsarias. El centro ampurdanés no pudo cumplir mejor este propósito.

Guerras y ganancias

Se transformó en un auténtico polo de influencia helena en la península. Habitualmente, las colonias griegas actuaban con independencia de sus ciudades matrices. Massalia y Emporion conocieron un grado incluso más intenso de autonomía. Fue gracias a un avatar histórico: el Imperio persa tomó Focea a mediados del siglo VI a. C.

Desde entonces, los enclaves del oeste mediterráneo enriquecieron su tejido socioeconómico con un flujo notable de exiliados. Filósofos, artistas, artesanos y comerciantes inmigraban en masa a sus costas. Además, cortado el nexo con la lejana capital, ambos asentamientos optimizaron sus instalaciones. Debían sobrevivir solos.

Pecio de antiguo navío mercante griego encontrado en Kyrenia (Chipre).

Pecio de antiguo navío mercante griego encontrado en Kyrenia (Chipre).

Mgiganteus1 / CC BY-SA 3.0

Massalia sembró el litoral francés y el noroeste italiano de factorías, como Teliné o Nikaia, el germen de la Niza contemporánea. Emporion, por su parte, se hizo cargo del litoral levantino y meridional de Iberia. Rhode, Salauris (¿Salou?), Sagunto, Hemeroskopeion (Dianium, Denia), Akra Leuke (Lucentum, Alicante), Alonis, Villaricos, Abdera (Adra), Almuñécar, Toscanos, Mainake, Guadalhorce, Calpe (San Roque) y Huelva fueron los puntos escogidos por la Neápolis española para instalar sus caladeros mercantiles. Toda una red de sucursales.

Tanto iban creciendo los tentáculos focenses en Occidente, a veces mediante incursiones de piratería, que sus adversarios decidieron cortarlos de cuajo. Los púnicos, aliados con los etruscos, se lanzaron sobre la opulenta Alalia de Córcega. Lograron destruir este relevante puerto griego, lo mismo que su inquietante flota. Pero con ello beneficiaron a Emporion, Massalia y otros lugares, que acogieron a los supervivientes y pudieron incrementar su peso tanto en mar como en tierra.

Tiempos de esplendor

Paralelamente, Tartessos, el próspero reino ibérico del valle del Guadalquivir, parecía entrar en declive. Su monarca, el semilegendario Argantonio, había muerto tras mantener espléndidas relaciones comerciales con Focea y sus filiales de Occidente. Puede que el fallecimiento del soberano, o en cualquier caso una crisis aguda en la economía tartésica –quizá la extenuación de las vetas argentíferas de Huelva–, mermara el interés de Emporion en el sur peninsular.

Entre mediados del siglo VI a. C. y comienzos del siguiente, las actividades emporitanas tendieron a centrarse en la zona levantina. Era abundante en lino, esparto, sal y plata. Factorías como Akra Leuke y Hemeroskopeion experimentaron un auge. También Alonis.

Bronce tartésico conocido como 'Bronce Carriazo', que representa a la diosa fenicia Astarté como diosa de las marismas y los esteros.

Bronce tartésico conocido como ‘Bronce Carriazo’, que representa a la diosa fenicia Astarté como diosa de las marismas y los esteros.

José Luiz Bernardes Ribeiro / CC BY-SA 3.0

Sin embargo, la decadencia de Tartessos fue un paréntesis. Los intercambios griegos con Cádiz y Huelva se reactivaron en el siglo V a. C. y el posterior. En esta época, dorada para Emporion, adquirió relevancia la otra colonia helena en Iberia, Rhode, ciudad focense generada por Emporion o Massalia probablemente hacia el año 500 a. C.

El hecho es que, en los siglos V y IV a. C., ambos núcleos españoles experimentaron un apogeo. Por un lado, habían reforzado sus lazos comerciales con los ibéricos. Por otro, los conflictos internos y externos de Grecia los condujeron a aumentar su capacidad mercantil y de producción.

El oeste del Mediterráneo se abarrotó en estas fechas, por ejemplo, de cerámica fabricada en España, Francia e Italia, que vino a reemplazar a la importada tradicionalmente desde la Hélade y el Egeo.

Emporion y Rhode arribaron al cénit en los siglos III y II a. C., antes de las guerras púnicas y durante ellas. Se edificaron monumentos en su seno, desde santuarios hasta, en el caso de la Neápolis emporitana, un pórtico doble para el ágora o dos torres inmensas para flanquear la entrada a la ciudad. Incluso llegaron a acuñar moneda propia.

Hacia Hispania

Pese a todo, su autonomía política era relativa. Dos nuevas potencias se disputaban la hegemonía mediterránea en ese momento: Roma y Cartago. A partir de mediados del siglo IV a. C., Emporion, y con ella Rhode, se situó bajo la égida de Massalia, y las tres al amparo de Roma.

En las guerras púnicas, los helenos peninsulares lucharon del lado latino. Estaban comprometidos con este bando por afinidad cultural, por tratados estratégicos y también por conveniencia comercial. Los púnicos, herederos de los intereses fenicios en Iberia, presionaban constantemente a las bases helenas.

La Iberia griega fue absorbida por Roma. Se convirtió, con los territorios a su alrededor, en la Hispania Citerior, una provincia

Dispuestas a defender lo suyo, estas protagonizaron diversos momentos estelares de las contiendas que decidieron el destino del Occidente antiguo. Sagunto se quejó a la república del Tíber del acoso cartaginés poco antes de que Aníbal cruzara el Ebro y desatara la segunda guerra púnica, la de mayores consecuencias geopolíticas.

El magnífico puerto de Emporion, por su parte, fue el escogido durante esta conflagración por Cneo Cornelio Escipión para interrumpir con sus legiones la línea de suministros cartaginesa. Corría 218 a. C.

Pocos años después, la Iberia griega fue absorbida oficialmente por Roma. Se convirtió, con los territorios a su alrededor, en la Hispania Citerior, una provincia. Hubo un levantamiento generalizado. El Capitolio envió un ejército comandado por Marco Porcio Catón que aplastó la revuelta sin miramientos.

Supuesta representación de Marco Porcio Catón.

Supuesta representación de Marco Porcio Catón.

Dominio público

También desplazó el núcleo emporitano a una elevación desde la que los latinos podían controlar la antigua Neápolis, su atracadero y los campos circundantes. Catón fijó la capitalidad de la región en un asentamiento más al sur. Lo llamó Tarraco (Tarragona). Iberia había mudado definitivamente en Hispania. Los griegos se fueron romanizando junto con los otros pueblos de la península.

Su influencia, no obstante, pervivió mejor que la de estos. Fue asimilada por los conquistadores romanos, hasta cierto punto sus descendientes culturales.

Origen: Iberia, los griegos en busca del fin del mundo

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