Iglesia, fascismo y represión (I). Curas armados.
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El traidor general Franco, ataviado cual heroico paladín a la búsqueda del Santo Grial y revestido de un aura artúrica, rodeado de sus simbólicos apoyos y sustentos: la Iglesia Católica, el ejército colonial africano, la Falange, el Tradicionalismo y ¿cómo no?, el inefable Santiago Apostol (y su blanco caballo).
La Iglesia católica no solo apoyó el golpe militar contra la República, sino que lo instigó y participó en él activamente cuando aún no se sabía que Franco sería el Caudillo. El Papa era profascista y estaba muy agradecido a Mussolini por haberle entregado el Vaticano entre otras cosas. La formación de partidos católicos fascistoides como la CEDA en España no se comprende sin su apoyo. La cúpula eclesiástica tenía un carácter fundamentalista enemigo de la democracia y la modernidad. Mucho tiene la Iglesia que ocultar ya que en la actualidad sigue sin dar permiso a los historiadores para investigar en sus archivos con el agravante de que es el Estado quien los mantiene.
A continuación un interesante artículo tomado del blog Todos los rostros al que he añadido alguna información e ilustraciones de mi cosecha y he eliminado algún párrafo. En el enlace anterior se puede acceder al original.
El sanguinario cardenal Gomá quería eliminar a todos sus adversarios físicamente. En un congreso eucarístico celebrado en Budapest dijo: “Paz, sí. Pero cuando no quede un adversario vivo”.
Ya desde el 14 de abril de 1931 la Iglesia Católica se manifestó abiertamente contraria a la II República Española. Las figuras de los cardenales Segura y Gomá se convirtieron en el eje del fundamentalismo católico español antirepublicano. Otras personalidades destacadas del clericalismo se significaron por su actividad contra la República. Eugenio Vegas Latapié, fundador de Acción Católica, estuvo implicado en varios intentos de atentados en el Parlamento y contra la figura del presidente de la República Manuel Azaña.
Con el golpe de Estado de los militares traidores en 1936, la Iglesia se declara a favor de los golpistas y les presta con entusiasmo todo su apoyo moral, ideológico, material y humano. El obispo de Teruel (beatificado en 1995) pedía el voto en febrero de 1936 para las derechas “por Dios y por España”, organizando y financiando al comienzo de la guerra un grupo de guerrilleros fascistas en las sierras de Albarracín. En la Carta colectiva de los Obispos españoles (subscrita por 43 obispos y 5 vicarios capitulares) a los obispos de todo el mundo con motivo de la Guerra de España, firmada el 1 de julio de 1937, por la que se confirmó el apoyo definitivo de la jerarquía de la Iglesia española al bando franquista, los obispos dicen tener consuelo de poder decir que “al morir sancionados por la Ley, en su inmensa mayoría nuestros comunistas se han reconciliado con el Dios de sus padres. En Mallorca han muerto impenitentes sólo un 2 por ciento, en las regiones del sur no más de un 20 por ciento. Es una prueba del engaño de que ha sido víctima nuestro pueblo”.
Y decía el Obispo Miralles de Mallorca: “Sólo un 10 por ciento de estos amados hijos nuestros han rehusado los santos sacramentos antes de ser fusilados por nuestros buenos oficiales“. El cardenal Gomá dijo en Budapest, durante el Congreso Eucarístico celebrado en aquella ciudad en mayo de 1938: “Paz, sí. Pero cuando no quede un adversario vivo“. Este apoyo continuó durante la ejecución de las terribles operaciones de represión de los sublevados contra los fieles al gobierno legal y dio cobertura ética y sirvió de justificación a las atrocidades cometidas en los campos de concentración, en las prisiones y en las cárceles por los franquistas y los en su campaña de exterminio de los contrarios. Estas actuaciones criminales de la Iglesia Católica figuran en textos de decenas de páginas web y en cientos de trabajos, investigaciones y tesis publicados en los últimos años. En muchos de ellos podemos leer, entre otros muchos ejemplos, los referidos a actuaciones de miembros de la Iglesia durante el desarrollo de la Guerra. Así:
“El cura de Valderas (León), con su pistola al cinto, marcaba los objetivos a eliminar por las escuadras de la muerte de los sublevados. En los tres primeros días del golpe y con la colaboración del sacerdote, la represión en este pueblo se llevó por delante a unas 120 personas”.
El cardenal Segura y el rey Alfonso XIII. Monarquía e Iglesia, instituciones sobre las que descansaba el régimen anterior a la República.
“El cura de Zafra (Badajoz), Juan Galán Bermejo, alcanzó fama de sanguinario. Cuenta Peter Wyden en su libro “La guerra apasionada”: ”Luciano Zainos, de once ańos,con sus padres y cinco hermanos estaba entre el centenar de aterrorizados ciudadanos que buscaron refugio en el sótano de la catedral. Al asomarse para echar un vistazo, Luciano vio cómo los legionarios entraban al asalto pasando las gruesas puertas tachonadas de gruesos clavos, iban a la caza de presa oculta en la iglesia. Juan Galán Bermejo, que había sido el cura de Zafra (Badajoz) y ahora capellán de la 11ª bandera del 2º Regimiento, estaba entre los asaltantes. Descubrió a un miliciano escondido en un confesionario y lo mató con su pistola, no era ésta la primera de las ejecuciones privadas del padre Galán, que estaba orgulloso de todas.
Pocos días más tarde, en el despacho del gobernador civil de Badajoz, Antonio Bahamonde, de la comandancia del general Queipo de LLano, le pidió al padre que le dejase ver la pistola que había usado en la catedral. Galán la mostró y dijo: “Aquí está. Esta pistola ha librado al mundo de más de un centenar de revolucionarios“. El cura de Zafra se encargó de marcar a quienes debían matar. A preguntas de Marcel Dany, de la Agencia Hava, el cura de Zafra respondía que“todavía no hemos tenido tiempo de legislar cómo y de qué manera será exterminado el marxismo en España; por eso, todos los procedimientos de exterminio de estas ratas son buenos. Y Dios, en su inmenso poder y sabiduría, los aplaudirá”. El cura Juan Galán siempre portaba una pistola de dotación sobre la sotana, y fue el ejecutor directo de unos 750 asesinatos”.
También en Badajoz, el cura Isidro Lombas (o Lomba) Méndez participó en la represión, pues elaboraba las listas de quienes aún vivían y había que detener para llevarlos a la Plaza de Toros. Según puede leerse en un artículo de investigación de Alfredo Disfeito, Andreu García Ribera y Federico Pérez-Galdós publicado en el periódico EL OTRO PAÍS, “aquellas ejecuciones (decía Yagüe), eran gratamente presenciadas por respetables y ‘piadosas’ damas”, según escribió Martínez Bande en La marcha sobre Madrid; también aplaudían “los jovencitos de San Luis, eclesiásticos, virtuosos frailes y monjas de alba-toca”. “Las ametralladoras no paraban. Hasta tal punto que, varias veces, fueron reemplazados los tiradores. Entre los que nunca faltaban, el cura Isidro Lombas Méndez un gran cazador de rojos…”.
En Navarra, según se recoge en el libro “Navarra 1936. De la esperanza al Horror” editado por Altafaylla, “muchos de los que iban a ser fusilados eran llevados ante el párroco Antonio Ona para ser confesados. Uno de ellos, Julio Pérez , concejal de UGT, resultó malherido tras una penosa huida. Mientras estaba en el hospital, su madre, asidua al confesionario de Antonio Ona , intercedió ante su hijo aunque sólo obtuvo unas palabras que el párroco solía emplear en otros casos: “Mira hija, si lo matan ahora irá al cielo. Si no lo matan, volverá a la andadas y se condenará. ¿Qué mejor momento para morir que ahora que está confesado?”. En ese mismo libro se cuenta cómo Ona partió al frente donde “anduvo luciendo pistola y uniforme de campaña“. Al poco tiempo fue nombrado canónigo de Pamplona y en 1956 ascendió a Obispo de Mondoñedo.
El cura de Obanos (Navarra), Santos Beguiristáin, participó activamente en la lucha contra los vecinos republicanos de Azagra y destacó por su afición a elaborar listas. Los fusilados (71) los catalogaba como “muertos por el peso de la justicia“.
El cura Fermín Izurdiaga (Pamplona, 1905 -1981), sacerdote, poeta, orador y periodista, fue falangista y fundador de “Arriba España” y de “Jerarquía. Revista negra de la Falange”. En su primer ejemplar quedaba claro el ideario del periódico: “¡Camarada! Tienes obligación de perseguir al judaísmo, a la masonería, al marxismo y al separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas. ¡Camarada! ¡Por Dios y por la Patria!”. Tras la Guerra Civil, el diario continuó como divulgador de las consignas del falangismo. Izurdiaga participó en muchos actos de exaltación fascista y era conocido por sus encendidas alocuciones.
Un capellán castrense entró en los barrios obreros sevillanos de La Macarena con la columna de legionarios y falangistas “a sangre y fuego”. También el cura de Rociana (Huelva) insistía repetidamente para que se fusilara a más gente en su pueblo, porque las 200 que ya habían asesinado le parecían pocas. Existen además numerosos testimonios de curas disparando ametralladoras desde los tejados en el libro “Historias orales de la guerra civil” de Bullón de Mendoza, A. y de Diego, A.
Y tampoco debemos olvidar el papel que voluntariamente se asignaron a sí mismos muchos sacerdotes durante la represión de postguerra. Por ejemplo:
“En la cárcel franquista de la isla de San Simón, Galicia, un cura con su pistola al cinto se encargaba de administrar justicia y ésta no era divina precisamente”.
Más conocido fue el caso del cura del penal de Ocaña era conocido como el “cura verdugo” porque era el encargado de dar los tiros de gracia. Así puede leerse en los versos de Miguel Hernández, escritos a hurtadillas en 1941 la cárcel de Ocaña poco antes de que lo dejaran morir:
Muy de mañana, aún de noche,
Antes de tocar diana,
Como presagio funesto
Cruzó el patio la sotana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Llegó al pabellón de celdas,
Allí oímos sus pisadas
Y los cerrojos lanzaron
Agudos gritos de alarma.
“¡Valor, hijos míos,
que así Dios lo manda!”
Cobarde y cínico al tiempo
Tras los civiles se guarda,
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Los civiles temblorosos
Les ataron por la espalda
Para no ver aquellos ojos
Que mordían, que abrasaban.
Camino de Yepes van,
Gigantes de un pueblo heroico,
Camino de Yepes van.
Su vida ofrendan a España,
Una canción en los labios
Con la que besan la Patria.
El cura marcha detrás,
Ensuciando la mañana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Diecisiete disparos
Taladraron la mañana
Y fueron en nuestros pechos
Otras tantas puñaladas.
Los pájaros lugareños
Que sus plumas alisaban,
Se escondieron en los nidos
Suspendiendo su alborada.
La Luna lo veía y se tapaba
Por no fijar su mirada
En el libro, en la cruz
Y en la “star” ya descargada.
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
En los libros ”¡Alerta los pueblos!” y “España heroica”, escritos ambos por Vicente Rojo puede leerse: “…cuando los presos estaban “en capilla”, esperando su ejecución para la madrugada, un sacerdote, se acercaba a los condenados con el fin de confesarles, hacerles besar la Cruz de Cristo y señalarles que con toda justicia iban a ser ejecutados, pero que Dios, en su infinita bondad, les perdonaría en el otro mundo; esto para los que aceptaban tal “receta”; para los que se negaban a ello les esperaba una sutil venganza por parte del cura y del oficial del pelotón de ejecución; parece ser que informado dicho “mando” por el representante religioso de la negativa del reo a confesar, comulgar y arrepentirse de sus pecados, se ordenaba al pelotón de fusilamiento lo siguiente: “A ése, no le matéis de primera, dejármelo a mí para el tiro de gracia. Y así se hacia. Cuando el capitán ó teniente, bien cargadito de alcohol, se acercaba al reo, que había recibido varios disparos no mortales de necesidad, se le miraba con ojos de “justiciero” y se le decía estas últimas palabras: “ahora te voy a dar el tiro de gracia, pero viviendo, para que así te des cuenta de que te vas al otro mundo”.
El padre Vendrell, sacerdote jesuita, diría a los republicanos prisioneros que iban a ser fusilados de madrugada: “No tened miedo, porque los moritos tienen muy buena puntería y no os harán ningún daño”, y agregaba con fervor: “Vosotros sí que sois bienaventurados, puesto que conocéis el momento exacto en que ha de veniros la muerte, y así podéis poneros en paz con Dios, que es lo único que debe importaros”.
Para el monje benedictino de la abadía de Montserrat Hilari Raguer “la Iglesia española, en la guerra civil, no fue pacífica ni pacificadora…atizó el fuego y se comportó en general de forma muy poco misericordiosa.”.
El padre Pérez del Pulgar, alma del franquista Patronato para la Redención de Penas por el Trabajo, en una imagen propagandística
El Padre jesuita Martín Colom en misión evangelizadora en la Prisión Especial de regeneración y reforma de Calzada de Oropesa, Toledo, 1941.
Misa en la galería de la Prisión de mujeres de Segovia, en 1954
Mujeres presas en la prisión de Segovia
Procesión del Corpus en la cárcel de mujeres de Ventas de Madrid. 1939
Esta imagen puede consultarse en el excelente trabajo “Cautivos” de Javier Rodrigo, Editorial Crítica, Barcelona 2005, con el siguiente pie de foto: “campo de de San Pedro de Cardeña [Burgos]. Celebración eucarística”.
Misa en el interio de la Cárcel Modelo de Barcelona, con ocasión de la fiesta de La Merced, patrona de los presos. 24 septiembre de 1955
Un preso ante la Junta de Libertad Vigilada de la Cárcel Modelo de Barcelona. Dos monjas, un militar, un falangista, el director de la prisión y algún civil más le escrutan atentamente. 3 de abril de 1944.