28 marzo, 2024

Jorge Juan, un James Bond en contra de su Graciosa Majestad

Retrato de Jorge Juan en el Museo Naval de Madrid.
Retrato de Jorge Juan en el Museo Naval de Madrid.

El alicantino Jorge Juan, nacido en Novelda en 1713, perteneció a una generación de marinos ilustrados. Todos ellos habían obtenido su formación científica en la

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El alicantino Jorge Juan, nacido en Novelda en 1713, perteneció a una generación de marinos ilustrados. Todos ellos habían obtenido su formación científica en la Academia de Guardiamarinas, de la que salían los oficiales de la Armada Real.

Jorge Juan había formado parte, junto a Antonio de Ulloa, de la expedición hispano-francesa que midió el arco del meridiano terrestre en las zonas ecuatoriales. Ello les permitió demostrar que la Tierra era redonda, pero distaba de ser una esfera, al estar achatada por los polos.

Dejó constancia de ello en el libro Observaciones astronómicas y físicas hechas en los reinos del Perú. Pero cuando trató de publicar la obra topó con el rechazo de la Inquisición, porque presentaba como válida la tesis heliocéntrica (el Sol como centro del universo), formulada por Copérnico, frente a la geocéntrica (la Tierra como centro) sostenida por la Iglesia.

Solo con la ayuda del marqués de la Ensenada –que entonces desempeñaba, entre otras carteras, la de la Secretaría de Guerra, Marina e Indias– y admitiendo que la formulación copernicana era solo una hipótesis pudo imprimirse la obra.

Retrato del marqués de la Ensenada.

Retrato del marqués de la Ensenada.

Dominio público

El caso es que la reputación científica de Jorge Juan tenía un mayor reconocimiento más allá de nuestras fronteras. La Royal Society londinense, que hasta hacía pocos años había tenido a Isaac Newton como presidente, invitó al marino español a viajar a Londres para que expusiera sus ideas e intercambiase opiniones con los hombres de ciencia ingleses. Incluso se llegó a proponer su nombramiento como socio de honor.

El quid de la misión

El marqués de la Ensenada, partidario del acercamiento a Francia, sostenía que la rivalidad con Gran Bretaña era uno de los ejes sobre los que había de girar la política española. Para el ministro de Fernando VI, el afán de los ingleses por labrarse un imperio colonial les llevaba a poner sus ojos en las Indias.

Por ello, uno de sus principales proyectos era reforzar la Armada Real y ponerla en condiciones de hacer frente a la poderosa marina británica, cuyo número de navíos de línea y fragatas de guerra multiplicaba por seis el de la flota española.

Retrato del rey Fernando VI de España (1713-1759).

Retrato del rey Fernando VI de España (1713-1759).

Dominio público

Este plan de rearme naval y el prestigio científico de Jorge Juan se cruzaron en el proyecto de Ensenada. Aprovechando la visita a Londres del marino, le encomendó una peligrosa misión: ejercer labores de espionaje.

Ensenada había tejido una importante red de espías en las principales capitales europeas. Lo que el ministro requería de Jorge Juan era hacerse con uno de los secretos de Estado más importantes de la época: las técnicas utilizadas en los astilleros ingleses para construir sus navíos de línea, que, sustituidos los galeones, se habían convertido en los colosos de los mares en el siglo XVIII.

No solo eso: Ensenada buscaba también hacerse con los hombres capaces de aplicar las fórmulas inglesas en los arsenales españoles. Se trataba de reclutar a maestros de jarcia para confeccionar los cabos y cuerdas necesarios para aparejar los buques; a expertos en tejer las lonas que constituían el velamen de los navíos; o a cualificados carpinteros que dominasen las técnicas de construcción de los cascos.

Los preparativos de la misión se hicieron al margen de la embajada española en Londres, a cuyo frente se encontraba Ricardo Wall, vástago de una familia irlandesa partidaria de los Estuardo que había tenido que huir. Tras recalar en España, Wall participó en acciones militares y diplomáticas hasta ser nombrado embajador en la capital británica, con el apoyo de Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, duque de Huéscar y futuro duque de Alba.

Retrato del político y militar de orígen irlandés Ricardo Wall (1694-1777).

Retrato del político y militar de orígen irlandés Ricardo Wall (1694-1777).

Dominio público

Para llevar a cabo su peligrosa misión, para la que se le proveyó de un código de cifrado con que encriptar su correspondencia, Jorge Juan recibió instrucciones precisas. Las claves no eran las mismas que utilizaba la embajada, porque Ensenada deseaba que actuara al margen la legación española, con la que debía mantener los contactos imprescindibles, principalmente los relacionados con su perfil de científico.

Le acompañaron en su cometido dos jóvenes guardiamarinas: José Solano y Pedro de Mora. Fueron escogidos, además de por los conocimientos de náutica, por su dominio del inglés. En el caso de Mora ayudó su aspecto físico: era rubio, con los ojos azules y la piel clara. Podía pasar por un inglés y no levantar demasiadas sospechas.

Entre disfraces

La guerra de Sucesión de Austria, que entre 1740 y 1748 había enfrentado a toda Europa y en la que españoles y británicos midieron también sus fuerzas, había interrumpido el comercio entre los dos países. Este se restablecería tras la firma de la Paz de Aquisgrán en 1748. En los últimos días de enero del año siguiente, Jorge Juan y los guardiamarinas pudieron embarcar hacia Londres. Arribaron a su destino el 1 de marzo.

Actuar como espía supuso para Jorge Juan tener que adoptar diferentes personalidades. Lucía el uniforme de capitán de navío de la armada española o la indumentaria propia de ilustre científico (peluca, casaca, chaleco, camisa de cuello y puños de encaje, corbatín o medias de seda) cuando asistía a las reuniones con algunos de los más relevantes hombres de ciencia ingleses, visitaba la Royal Society o se desplazaba hasta Greenwich, a las afueras de Londres, para conocer el observatorio astronómico. También lucía esa indumentaria cuando asistía a los bailes y fiestas a los que era invitado por la aristocracia londinense.

'Alegoría del Tratado de Aquisgrán', obra de Jacques Dumont (1761).

‘Alegoría del Tratado de Aquisgrán’, obra de Jacques Dumont (1761).

Dominio público

Cuando actuaba como espía tenía que olvidarse del uniforme y las galas. Su vestimenta era la propia de un comerciante. Jorge Juan se transformaba en un sujeto muy diferente y paseaba por los muelles o frecuentaba las tabernas de las riberas del Támesis. Tomaba notas o hacía dibujos de los buques que observaba, escrutándolo todo para facilitar información al marqués de la Ensenada.

Pasaba mucho tiempo en los arsenales. De hecho, las malsanas aguas del Támesis, que era un foco de infección, y la humedad de los muelles le acabaron provocando varias dolencias. Bajo ese disfraz, se transformaba en «míster Josues», un comerciante de vinos, y cuando esa identidad empezó a levantar sospechas adoptó la de «míster Sublevant», un librero cuyos conocimientos de náutica procedían de lo que había leído en manuales y textos publicados.

En busca de los candidatos

El padre Lynch, un sacerdote católico, le facilitó el contacto con los expertos que pretendía traer a España. Los peligros irían aumentando cuantos más estuviesen al corriente de su misión. Era necesario tantear el terreno antes de exponerse ante personas que podían rechazar su propuesta de entrar al servicio de una potencia extranjera. Se consideraba alta traición y suponía una condena inmediata a la pena capital.

La búsqueda se centró en los dos grupos con mayores posibilidades de éxito. Por un lado, los jacobitas, o partidarios de los Estuardo, que rechazaban la monarquía reinante. El otro grupo era el de los católicos, principalmente irlandeses, cuyas creencias los convertían en ciudadanos de segunda, al estar privados de muchos de los derechos de que gozaban los anglicanos.

La batalla de Culloden, pintada por David Morier, 1746.

La batalla de Culloden, derrota de los jacobitas en 1746, pintada por David Morier.

Dominio público

Jorge Juan y los guardiamarinas lograron enviar a España a más de medio centenar de expertos en las diferentes artes náuticas. Para los viajes se utilizaron distintos puertos de partida y de arribada, aunque la mayoría llegarían a España vía Portugal. Desplazarse a ese país, tradicional aliado de Gran Bretaña, despertaba menos sospechas que hacerlo a España.

Nos han descubierto

La presencia de Jorge Juan en Londres se prolongó durante quince meses, hasta mayo de 1750, cuando se detectó la actividad de los espías y el duque de Bedford inició su persecución. El padre Lynch fue arrestado y la policía empezó a pisar los talones de Jorge Juan y los guardiamarinas.

Los agentes de Bedford removieron cielo y tierra, pero Jorge Juan logró burlarlos y ordenó que Mora y Solano abandonasen Gran Bretaña. Él permaneció algunos días más para obtener una información acerca de ciertos planes ingleses para atacar las costas de Chile y para hacerse con algún instrumental náutico.

Su misión fue un éxito que despertó las iras británicas, al perder un importante grupo de maestros en construcciones náuticas

El marino español abandonaba Londres a bordo del Santa Ana, disfrazado de marinero y oculto bajo unas lonas. El 9 de junio lograba llegar a París. Unas semanas más tarde estaba en Madrid. Su misión en Londres se saldaba con un rotundo éxito que despertó las iras de los británicos, al perder un importante grupo de maestros en construcciones náuticas.

A partir de este momento, el embajador de su Graciosa Majestad en Madrid, Benjamin Keene, no cejaría en su empeño de promover la caída de Ensenada. Keene contó con la ayuda del círculo del duque de Huéscar, que concentraba a algunos de sus mayores enemigos políticos. Uno de ellos sería el embajador español en Londres, Ricardo Wall.

Monumento a Jorge Juan en Ferrol, La Coruña, España.

Monumento a Jorge Juan en Ferrol, La Coruña, España.

Terceros

También fue decisiva la colaboración de la reina Bárbara de Braganza, pues Ensenada se mostró contrario al Tratado de Límites con Portugal, impulsado en Madrid por el embajador luso. La reina, que nunca olvidó su origen portugués, veía con buenos ojos aquel acuerdo, que resultaba perjudicial para España y favorecía los intereses lusos al otro lado del Atlántico.

Se cuenta que, cuando en 1754 Ensenada cayó en desgracia y fue desterrado a Granada, el embajador inglés afirmó: “En España dejarán de construirse barcos”. Posiblemente no pronunció esta frase nunca, pero era cierta la preocupación que entre los británicos había despertado la construcción de navíos espoleada por el marqués para reforzar la armada española. Y parte de ese amenazador rearme se debió al éxito de la misión de Jorge Juan en Londres.

Origen: Jorge Juan, un James Bond en contra de su Graciosa Majestad

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