La amante francotiradora de Vassili Zaitsev que aniquiló a un centenar de alemanes en Stalingrado
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La historia de Tania Chernova, conocida por ser una de las mejores tiradores de élite del Ejército Rojo, guarda una gran incógnita: ¿Logró robarle el corazón a uno de los mejores soldados de la IIGM?
A pesar de que el héroe de la URSS Vassili Zaitsev (famoso por la conocida película «Enemigo a las puertas») publicó una biografía narrando sus aventuras, todavía son muchas las incógnitas que rodean su vida. Entre ellas destaca, precisamente, la que hace referencia a su romance con la también tiradora de élite Tania Chernova.
Una mujer rubia, menuda y sumamente guapa que logró abatir con su fusil nada menos que a 80 alemanes durante los tres meses que combatió en la defensa de Stalingrado. La leyenda más extendida dice que ambos fueron amantes durante la Segunda Guerra Mundial, pero que dejaron a un lado la relación cuando -como si de Romeo y Julieta se tratasen- creyeron que el otro había muerto en combate.
La historia de Tania Chernova mezcla una gran dosis de mito y una no menos importante cantidad de verdad. La realidad ineludible es que, por mucho que la leyenda afirme que fue la amante de Vassili Zaitsev mientras este combatió en la defensa de Stalingrado, pocos documentos corroboran esta teoría. Un ejemplo es que el mismo maestro de francotiradores omite que mantuviera una relación con esta bella rubia en su biografía («Memorias de un francotirador en Stalingrado»). No obstante, el que la propaganda soviética exagerara parte de las vivencias de esta mujer no implica que su existencia no fuese tangible.
De hecho, historiadores como Andrew Roberts confirman este hecho y adjudicaban a la chica casi un centenar de bajas durante la Segunda Guerra Mundial. «También las mujeres eran buenas francotiradoras. Tania Chernova, de la 294ª División Siberiana, se atribuía 80 muertos en tres meses», explica el experto en su libro «La tormenta de la guerra».
El escritor Paul Dowswell, por su parte, considera que la vida de esta mujer es «indudablemente cierta». Con todo, la mayoría de los autores que hacen referencia a sus peripecias de la mano del cazador de los Urales (Zaitsev) se basan en el libro «Enemigo a las puertas», del historiador William Craig. Una obra que cuenta (como él mismo señala) con entrevistas a la propia mujer, pero que ha sido también calificada de exagerada por sus críticos.
Primeros años
Siempre según explica en su obra Craig, nuestra protagonista (que había venido al mundo en Estados Unidos en 1920 y había partido posteriormente a la URSS) jamás deseó empuñar un fusil ni vestir la chaquetilla de soldado. Por el contrario, su gran afición siempre había sido la danza. «Desde niña había llevado zapatillas de baile y practicado piruetas», determina el autor. Durante su madurez estudió medicina. Aquello se sucedió antes de que Adolf Hitler rompiera el pacto de no agresión que había firmado con Stalin tras la conquista de Polonia y comenzara la invasión de Rusia en 1941. La llamada «Operación Barbarroja».
Para su desgracia, los soviéticos no tardaron en perder una ingente cantidad de territorio a manos de los panzer alemanes. Y no solo eso, sino que (en menos de un año -1942-) Hitler inició la denominada «Fall Blau» («Operación Azul»). Un gigantesco ataque cuyo objetivo era presionar hasta asfixiar a los rusos y conquistar, respectivamente, los ansiados pozos petrolíferos del Caúcaso y Stalingrado. Fue exactamente durante esa precaria situación cuando el Comité de Defensa del país (el encargado de organizar la resistencia frente a los germanos) llamó a las mujeres a defender a la Madre Patria.
Así explicaba la traductora e investigadora rusa Lyuba Vinográdova a ABC hace algunos meses la situación: «A mediados de 1942, después de que hubiera un número colosal de bajas, se hizo un llamamiento masivo a las mujeres para que entraran en el ejército».
La URSS reclutó entre 800.000 y 1.000.000 de mujeres para combatir contra los nazis.
En palabras de esta autora. La URSS reclutó entre 800.000 y 1.000.000 de mujeres para el combate efectivo contra los nazis. «En el ejército soviético las mujeres no trabajaban solo de enfermeras, sino que eran soldados a todos los efectos. Las podías encontrar de observadoras de artillería, o reparando cables en primera línea del frente», añadía a este diario.
Tania entró a formar parte del ejército en este contexto. «Tania olvidó su sueño de convertirse en doctora y se embarcó en una implacable guerra contra el enemigo», destaca el autor. Curiosamente, si algo caracterizó a esta mujer (de la que apenas se nos dice que era rubia y sumamente bella) fue la forma que tenía de llamar a sus enemigos. Y es que, siempre se refirió a ellos como «bastones» para evitar pensar que lo que realmente estaba matando eran personas. «Como guerrillera, había roto varios “bastones” en los bosques de Bielorrusia y de Ucrania. La experiencia endureció su modo de ver la vida y seguía adelante con entusiasmo», añade Craig.
Hacia Stalingrado
El 23 de septiembre, un día después de que su supuesto amado arribara a orillas del Volga (Vassili llegó junto con la 284 división de fusileros), Tania dio con sus huesos en la zona. A sus veinte años, recibió órdenes de cruzar el río en una barcaza, llegar hasta Stalingrado y expulsar en nombre del camarada Stalin a los invasores.
«Encontró sitio en el borde de una lancha y se sentó con las rodillas contra el pecho para realizar el difícil viaje», completa el historiador. Su bella figura no pasó desapercibida para los combatientes que había en el bote, y muchos la invitaron a tomar algo de vodka con ellos. Pero ella se negó y permaneció donde estaba.
Al poco, el bajel comenzó su travesía. Un camino que fue acompañado desde los cielos por una sinfonía de bombas lanzadas por la aviación alemana, que dominaba por entonces las nubes. El objetivo de la unidad era desembarcar cerca de la fábrica Octubre Rojo, donde se estaban sucediendo los combates más duros. «Tania había comenzado a hablar con dos hombres, uno como de 50 años y el otro de su edad», destaca el autor. El camino por el río discurría bien (dentro de lo aceptable que puede ser recibir una lluvia de disparos) cuando el infierno le cayó encima…. casi literalmente.
Y es que, un avión alemán dejó caer sobre la barca en la que viajaba una bomba que destrozó el vehículo. «Tania y sus dos camaradas cayeron al agua y empezaron a nadar en dirección a la orilla de Stalingrado. Mientras luchaban por permanecer a flote, la corriente se los llevó agua abajo», destaca Craig.
«Tania y sus camaradas cayeron al agua y empezaron a nadar en dirección a la orilla. Mientras luchaban por permanecer a flote, la corriente se los llevó agua abajo»
Los tres procuraron mantenerse juntos mientras buscaban tierra. Así hasta que, a los pocos minutos, se toparon con la orilla y, posteriormente, con la entrada a una cloaca que iba a parar a las aguas del Volga. Sin saber qué diantres hacer, el trío decidió arrastrarse por ella hasta encontrar una salida segura. Esa fue su primera mala decisión en la ciudad asediada de Stalignrado.
«Los tres prosiguieron por la ennegrecida cloaca. Sus pisadas resonaban gravemente mientras seguían caminando. El hedor les daba nauseas; los excrementos colgaban de sus zapatos y pantalones», destaca el historiador. El hedor era tan fuerte que el más mayor de los tres se desmayó. Tania y su compañero le arrastraron durante algún tiempo, pero al final le abandonaron a su suerte. Poco después lograron encontrar una boca de acceso y subieron por ella. Habían salvado el primer escollo. Pero… ¿Dónde estaban?
Un error fatal
Ya a la luz del sol de Stalingrado, Tania y su anónimo compañero observaron una extensa línea de soldados que, en mitad de la ciudad, portaban platos de hojalata. Se preparaban para comer. Esta parte de la historia parece algo extraña ya que, según Craig (y en base a una entrevista realizada a la mismísima francotiradora) se unieron a la cola sin saber que aquellos hombres… pertenecían al ejército alemán: «Un soldado se volvió, arrugando la nariz con desagrado. “Dios mio, ¿qué es ese olor?” Habló en alemán». Al parecer, la bella joven decidió entonces que ya era tarde para correr y que, a pesar de que lo más probable era acabar con un tiro en la cabeza, tan solo podía continuar con su farsa.
Así pues, y con más sangre fría que cabeza, continuó su sitio pensando en escapar en cuando le surgiera la mínima oportunidad. De forma increíble, nadie les reconoció y pudieron sentarse con su bandeja en el comedor. No obstante, su suerte se acabó cuando un oficial afirmó que eran rusos. «Antes de que pudiese reaccionar, un cocinero ruso llegó corriendo y le aseguró que ella trabajaba para el Ejército alemán. El oficial ordenó a los dos que saliesen, pero el amistoso cocinero los cogió y los condujo a la cocina donde les dio de comer», determina Craig.
Una vez en la cocina, el oficial se personó ante ellos y les ordenó que se fueran bien lejos a darse un baño por el olor extremadamente malo que desprendían. Aquella orden fue su salvación, pues pudieron escapar de aquella ratonera y partir en busca de las trincheras rusas. Llegaron junto a sus camaradas durante la noche, donde les recibieron con ropa limpia y con asombro por haberse salvado de tan curiosa situación. Así empezó Tania Chernova su andadura en Stalingrado: entre heces, mal olor, y una tensión que habría acabado con cualquiera.
Sus inicios como francotiradora
En sus siguientes semanas en Stalignrado, Tania demostró su buena puntería en una unidad de fusileros. Esto hizo que fuera ascendida a tiradora de élite y fuera destinada como alumna a la unidad del experto francotirador Vassili Zaitsev, un artista en lo que se refiere a aniquilar a alemanes desde la distancia. Para entonces, la rubia amaba ya su nueva vida como soldado. «Vivió en pozos de tirador, bebía vodka y comía con una cuchara que se guardaba en la bota. Dormía acurrucada al lado de hombres extraños y se bañaba en pozales de agua», determina el autor.
Según parece, tampoco le disgustó precisamente su nuevo empleo como francotiradora del Ejército Rojo. De hecho, no tardó en aprender a esconderse del enemigo, a escabullirse entre las trincheras, a descubrir enemigos camuflados en el terreno y, finalmente, lo más importante: a tener la paciencia necesaria como para saber el momento exacto en el que acabar con los nazis sin que el resto de sus compañeros se percatasen de nada. Además, esta etapa de su vida fue en la que encontró el amor, pues (como señalan varios autores en base a las entrevistas de Craig) se convirtió en la amante de su maestro, Vassili.
Una dura misión
A pesar de lo que pueda parecer, aquellos soldados que se formaban para ser francotiradores no solo tenían que quedarse en la retaguardia sabiéndose a salvo. Tania aprendió esto rápido. Y es que, mientras descubría los trucos de Vassili, tuvo que llevar a cabo una curiosa «misión especial» ordenada por el Cuartel general de la 284 División. Esta consistía en volar con dinamita un edificio ubicado entre la Escuela Aeronáutica de Stalingrado y la fábrica Octubre Rojo en el que los alemanes habían ubicado su base avanzada. Nuestra protagonista fue asignada a un grupo formado por cinco hombres para perpetrar el ataque.
A última hora de la noche (se desconoce de qué día o mes), abrigados por la oscuridad, dejaron atrás las trincheras soviéticas y se arrastraron hasta el edificio. Su sigilo fue extremo y no fueron descubiertos. «La patrulla subió de puntillas por una escalera intacta, mientras Tania cubría la retaguardia. Cuando los rusos llegaron al descansillo del segundo piso, los cinco hombres desaparecieron por la esquina. Un ruido la distrajo. Se estremeció al ver a un soldado alemán que salía de detrás de una columna», añade el experto. Con una pistola en la mano, el germano le ordenó que levantase las manos.
Lejos de amedrentarse, Tania cargó contra él, le propinó un puntapié con su bota en la entrepierna y le desarmó. Luego le agarró la cabeza y, tras aplastar esta contra sus rodillas, le retorció el brazo derecho. Finalizó juntando las manos alrededor de su cuello y ahogándole, pero el nazi no se daba por vencido.
El jaleo hizo que uno de sus compañeros bajara. «Viendo su difícil situación, el otro ruso la echó al suelo y aplastó la cabeza del hombre con la culata de su fusil», destaca Craig. Aniquilado el centinela, nuestro protagonista y sus compañeros colocaron la dinamita, encendieron la mecha… y se marcharon de allí a toda prisa. «El equipo de demolición oyó una atronadora explosión y el Cuartel general alemán situado detrás de ellos estalló en una roja bola de fuego», destaca Craig. .
Una alumna aventajada
Después de pasar esta curiosa prueba, Tania se convirtió en una de las alumnas más aventajadas de Vassili, quien (por su parte) ya se había un nombre en el Ejército Rojo acabando con más de un centenar de alemanes.
El maestro enseñó a su amada (así como al resto del pelotón) que debía disparar siempre con suma precisión, que siempre acabase primero con los oficiales de más alto rango, y lo más importante: que nunca, bajo ningún concepto, abriera fuego sin su aprobación, pues podía desvelar su posición y la de sus compañeros. Lo idóneo, según le decía siempre, era que observara al objetivo, se retirara al cuartel general (si él no estaba junto a ella) y allí solicitase la orden de atacar.
Esa norma molestaba especialmente a Tania, quien ya se sentía toda una francotiradora experta al haber acabado con la vida de 40 enemigos. Era impetuosa, y aquello le costó caro durante una misión junto a sus compañeros. «Un día, cuando una columna de infantes alemanes salió de repente al descubierto, Tania chilló: “¡Fuego!”. La habitación llameó con los disparos. Asestó un tiro tras otro en los uniformes verdigrises y contó hasta diecisiete hombres muertos tendidos en el pavimento», destaca el historiador. Después de aquella carnicería se supo victoriosa. Pero aquella sensación le duró poco. Concretamente, hasta que los germanos -que ya sabían su posición- ordenaron un ataque.
«Al cabo de unos minutos, una sucesión de cañonazos aplastó el edificio donde se encontraban los rusos», añade Craig. El resultado fue catastrófico. Todos sus compañeros murieron y ella, para su pesar, no pudo más que abandonar sus cadáveres y huir hacia el cuartel general. Allí recibió la reprimenda de Vassili, su amado, quien la abofeteó por lo ocurrido y le dijo que «solo ella era la responsable de sus muertes». «Afligida por su culpabilidad y espantada ante la ira de Zaitzev, Tania lloró durante horas», finaliza el autor.
¿Muerta en combate?
El paso por el combate de la supuesta amante de Vassili Zaitsev terminó repentinamente. Sus últimos disparos en Stalingrado los dio durante una misión secreta de extrema importancia. Aquel día había recibido órdenes de acompañar como apoyo a un grupo de soldados que debían acabar con la vida del general Friedrich Paulus (artífice de la invasión de Stalignrado). Al parecer, el alto mando soviético contaba con información exacta de dónde se encontraba este importante mando germano.
La misión comenzó como cualquier otra. No obstante, se tornó en desastre por culpa de una de las compañeras que iba en la unidad. Durante el camino al búnker los soldados avanzaban con extremo cuidado por las calles (y los escombros). Todos menos esta chica, a la que nuestra protagonista llamó «vaca» para sus adentros por su torpeza y el ruido que hacía.
Al final, como explicó Tania a Craig, ocurrió lo inevitable: la «vaca» pisó una mina y esta estalló cerca de la francotiradora. «Una violenta explosión precipitó a Tania contra el suelo. Inconsciente, la joven empezó a desangrarse en la cuneta por una herida abierta en el estómago», añade el historiador.
Cuando escuchó las noticias de lo sucedido, Vassili corrió al frente para socorrer a su amada. Poco pudo hacer, la verdad, salvo ayudar a transportarla hasta un hospital militar donde le informaron de que Tania necesitaba cirugía mayor de urgencia. Al final, el francotirador logró que fuera trasladada hacia la otra orilla del Volga, donde fue sometida a una operación a toda prisa en la que suturaron su herida en el vientre. Según la mayoría de fuentes, Vassili no volvió a saber jamás nada de ella.
Posteriormente se despertó… Sí, sobrevivió, pero no precisamente en buenas condiciones. «En un lecho de hospital, en Tashkent, la menuda francotiradora rubia, Tania Chernova, se recuperaba lentamente de una herida en el vientre, que estuvo a punto de costarle la vida. Había soportado bien la noticia de que la operación que había sufrido le impediría tener hijos. Obedeció las órdenes de los médicos al pie de la letra y empezó a contemplar la posibilidad de una rápida liberación de su confinamiento», destaca Craig.
Además, Tania todavía tuvo que superar un duro golpe días después cuando un soldado del 62º Ejército le informó de que su amante, Vassili, había muerto en combate durante una ofensiva en la fábrica Octubre Rojo. Aquella situación la sumió en una fuerte depresión y le quitó el interés por la vida. Lo que no sabía la bella rubia es que su amado no había muerto, pero que nunca se iba a molestar en buscarla porque estaba seguro de que ella había fallecido también. Ambos mantuvieron esta situación hasta 1969, cuando la mujer supo que el francotirador había sobrevivido. Para su desgracia, también se había casado con otra. Ambos nunca se reunieron.
Origen: La amante francotiradora de Vassili Zaitsev que aniquiló a un centenar de alemanes en Stalingrado