La atroz muerte de los verdaderos hermanos Dalton a manos de la ley: «La banda ha sido aniquilada»
A pesar de lo que nos han contado los dibujos animados, los bandidos eran tres y comenzaron su vida al servicio de la ley y el orden en pleno siglo XIX
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La pequeña pantalla puede llegar a ser una maldición gigantesca. Lejos me encuentro de querer dar un tirón de orejas al dibujante belga Maurice de Bévère por reinterpretar la historia de los hermanos Dalton e insertarlos en los famosos dibujos animados protagonizados por Lucky Luke. Para nada. Lo que no se puede negar, sin embargo, es que los bandidos bonachones que todos conocemos por su torpeza distan bastante de Bob, Grat y Emmett, los personajes históricos que formaron, hace siglo y medio, el núcleo principal de una de las bandas más conocidas del « Far West». Los Dalton reales, al menos desde el punto de vista de los diarios de la época y de los libros de historia, eran más bien unos letales forajidos a la altura de Jesse James y sus secuaces. Unos criminales que se hicieron tristemente famosos por sus continuos ataques a trenes cargados hasta los topes de oro y billetes.
Con todo, lo cierto es que en la actualidad es una tarea ardua conocer la verdadera historia de los Dalton. El relato más fidedigno son las memorias de Emmett, el único de los hermanos que logró evitar la muerte a manos de la justicia. Una fuente sin duda sesgada. Por otro lado, los diarios del siglo XIX también nos permiten averiguar cómo veían los ciudadanos del Lejano Oeste las actuaciones de estos forajidos y entender el pavor que causaban en los pueblos que pisaban. Bastan como ejemplo las palabras que publicó el «Galveston Daily News» el 6 de octubre de 1892, apenas una jornada después de que el grupo fuese atrapado y tiroteado en Coffeyville (Kansas) mientras intentaba llevar a cabo uno de los mayores robos del «Far West»: «La banda de los Dalton ha sido aniquilada, borrada de la faz de la Tierra». Hoy, por tanto, toca separar la leyenda blanca del pasado y cambiar un bello (aunque erróneo) recuerdo infantil.
Entre la ley y la villanía
La historia de estos hermanos no comenzó con muertes y robos. Ni mucho menos. En su caso no se cumplió el popular «de tal palo, tal astilla». Lewis Dalton, el padre, perdía las horas regentando un «Saloon» de sol a sol cuando conoció a su futura esposa, Adeline Younger. Si él ya era, de por sí, trabajador, a su mujer le sucedía otro tanto. De hecho, en un intento de ganar dinero se trasladaron en varias ocasiones hasta donde hubiera trabajo. Así pasaron (entre otras regiones) por Kansas o por las cercanías del territorio indio. Todo ello, con el objetivo de ofrecer un futuro a los -nada menos- que trece hijos que sobrevivieron a la dura infancia americana. Así lo confirma, entre otros, el divulgador histórico Gregorio Doval en su conocida obra « Breve historia del Salvaje Oeste», donde señala también que antes habían tenido que enterrar a dos de sus mozos. Aquellos eran años duros debido a la resaca de la Guerra Civil y a la profunda crisis económica que atravesaba la joven nación todavía a medio forjar.
Pero parece que la vida del agente de la ley (de gran peligro y corto salario) no estaba hecha para ellos. Así lo cree Doval, quien señala en su obra que -a sabiendas de que correrían los mismos riesgos, pero ganarían mucho más como bandidos- decidieron convertirse en bandoleros. En todo caso, lo cierto es que, para entonces, no llevaban una vida ejemplar. «De los Dalton, Bob fue siempre el más salvaje. Mató por primera vez cuando tenía diecinueve años. Por entonces era ayudante del marshal y arguyó que el asesinato era en acto de servicio. Algunos sospecharon, sin embargo, que la víctima había intentado quitarle a la novia. En marzo de 1890 fue acusado de contrabando de licor en el territorio Indio, pero contravino su libertad condicional y no apareció por el juicio. En septiembre de 1890, el arrestado fue su hermano Grat, en su caso por robar caballos, un delito capital, pero todos sus cargos fueron retirados y fue puesto en libertad», añade el autor.
Con ese currículum, los Dalton formaron una banda dispuesta a saquear, rapiñar, asaltar y, en definitiva, a hacer todas las maldades a su alcance para lograr enriquecerse. La vil plata, que pervierte a cualquiera. A ellos pronto se sumaron otros bandidos de la calaña de George Bitter Creek Newcomb, Charlie Bryant (llamado «Caranegra» por tener una quemadura de pólvora en la cara), Dick Broadwell o Bill Powers. El más famoso de sus seguidores, no obstante, fue Bill Doolin, a la postre popular tras crear su propia (y aterradora) banda. Esta caterva de criminales, a las órdenes de nuestros protagonistas, comenzó una campaña de atracos que se extendió entre los años 1891 y 1892.
Expertos ladrones de trenes
La banda de los Dalton comenzó sus andanzas criminales en un casino de Silver City, en Nuevo México. Pero aquello solo fue un aperitivo de lo que fue su verdadera vocación: el asalto de trenes al más puro estilo de las películas de Hollywood. Todos ellos están documentados gracias a la prensa de la época. Diarios que nos permiten saber, por ejemplo, que el primero de estos ataques fue perpetrado el 6 de febrero de 1891. Aquel día el objetivo fue el Atlantic Express. Los hermanos y sus secuaces lograron detener la locomotora haciendo a su maquinista señales falsas con una linterna roja. El responsable cayó en la trampa. Cuando se dio cuenta ya era tarde y los forajidos ya habían subido al ferrocarril ataviados con máscaras negras y armados con sus revólvers.
A punta de pistola le obligaron a abrir el vagón de cargas. Sin embargo, cuando estuvieron ante la caja fuerte cayeron en la cuenta de que habían olvidado la dinamita y que no podrían obtener su premio. Enfurecidos, hicieron varios disparos al aire y se marcharon. Según Doval, el desastre se completó cuando fueron detenidos (teoría que no comparten algunos autores). En sus palabras, la todos fueron liberados por falta de pruebas. Todos menos uno… «Grat fue condenado a veinte años de prisión. De acuerdo al relato legendario, durante su traslado en tren a la cárcel, Grat iba esposado a uno de los dos agentes. […] Hacía un día caluroso y todas las ventanas estaban abiertas. De repente, Grat se puso en pie de un salto y se tiró de cabeza por la ventanilla. Fue a parar al río San Joaquín, desapareció bajo el agua y fue arrastrado corriente abajo, sano y salvo. Los agentes se quedaron atónitos», añade el autor.
Más allá de la veracidad de este relato, los crímenes de la banda acababan de empezar. Y con la lección aprendida, en los siguientes asaltos les fue mucho mejor. Allá por mayo de 1891 perpetraron su segundo atraco en la estación de Wharton, en Oklahoma. El método fue el mismo. Esperaron de forma más que paciente en el andén hasta que su objetivo, el Texas Fast Express, se detuvo. Con calma, los Dalton subieron al ferrocarril ocultos tras sus máscaras negras y accedieron hasta el vagón de carga, hicieron saltar por los aires la caja fuerte y se marcharon a toda prisa. El «Dallas Morning News» dejó constancia de su actuación: «Eran unos expertos que hicieron su trabajo con frialdad y con éxito, sin necesidad de realizar un solo disparo. A pesar de que los pasajeros eran conscientes de la situación, ninguno hizo amago de intervenir».
Otro de sus grandes atracos fue el que llevaron a cabo el 2 de junio de 1892. Aquella jornada los Dalton asaltaron, de nuevo, un tren en Oklahoma. Según narró el periódico «Norman Transcript» en sus páginas, los miembros de la banda («seis atracadores enmascarados») lograron detener el ferrocarrill, obligaron al fogonero a «forzar la puerta del vagón de mercancías con su hacha», destruyeron la cerradura de la caja fuerte y se hicieron con un increíble botín. Aquella fue una gran victoria comparable a la que protagonizaron el 16 de julio de ese mismo año; «uno de los robos más aguerridos de los que se tengan constancia», en palabras de la prensa de la época (la cual recoge Nick Bulich en «Historia en bytes»).
Otro diario explicó con desazón lo sencillo que les resultaba conseguir su botín. El método era siempre el mismo: esperaban el tren en la estación, se subían con tranquilidad a la locomotara, arrastraban al fogonero hasta la estancia en la que se guardaban las riquezas, le extorsionaban hasta que forzaba la cerradura, reventaban la cámara acorazada y se marchaban por donde habían venido. Sencillo y eficaz. Aunque también solían dejar un reguero de agentes heridos y muertos a sus espaldas.
Atroz muerte
Quizá fueron los éxitos los que acabaron con los Dalton. O más bien sus ansias de figurar en la historia como unos criminales a la altura de la banda del afamado Jesse James. En todo caso, su fin comenzó allá por 1892 con un plan tan exagerado como absurdo orquestado por Bob. El más desquiciado de los hermanos se propuso conseguir un hueco en las portadas de los medios de la época con un robo doble en el mismo pueblo que les había visto crecer: Coffeyville (Kansas). Su idea era dividirse en dos grupos. El primero (formado por Grat, Bill Powers y Dick Broadwell) debía atracar las dependencias del C. M. London Bank. El segundo (en el que se incluían el propio Bob y Emmett) haría lo propio en el First National Bank. Una locura anunciada para la mayor parte de los integrantes del grupo. Pero un delirio febril que ninguno de ellos se atrevió a criticar por miedo a su vio lento líder.
Las campanas tocaban al muerto, a los futuros muertos más bien, cuando la banda de los Dalton llegó al pueblo. «Entre las 9:30 y las 10:00 de la mañana del miércoles, los atracadores, al parecer disfrazados y armados hasta los dientes, entraron sobre sus caballos», explicaba uno de los diarios de aquellos años. El grupo dejó sus caballos en una calle apartada y, al abrigo del supuesto desconocimiento de las autoridades, se dividieron y dirigieron sus pasos hacia sus respectivos objetivos. La mayoría estaban disfrazados con barbas postizas. Pensaron que con eso valdría. Sin embargo, para entonces ya eran famosos y, según la versión oficialísima de esta historia, fueron reconocidos por los ciudadanos, quienes no tardaron en armarse y llamar a las autoridades.
Los primeros en llegar a su destino fueron Grat, Bill y Dick. Los bandidos accedieron con celeridad al C. M. London Bank, desenfundaron sus armas y ordenaron a los presentes que les entregasen todo aquello de valor que tuvieran. Para el premio gordo hablaron con uno de los empleados, al que le exigieron abrir la caja fuerte a punta de Winchester.
La casualidad, no obstante, se puso en su contra. Y es que, la cerradura era de apertura retardada y hacían falta entre 3 y 10 minutos (atendiendo a la fuente a la que se acuda) para que dejara libre sus riquezas. No podían esperar tanto. Y más cuando escucharon silbabar las balas desde el exterior. Estaban atrapados y solo podían salir por piernas antes de ser tiroteados. A Bob y Emmett les sucedió otro tanto. Lograron hacerse con parte del botín, pero se asustaron cuando oyeron los disparos y decidieron poner pies en polvorosa antes de acabar en un ataúd de pino.
Así comenzó la desgracia. Tras salir de las sedes bancarias se dieron cuenta de que poco podían hacer ante la marabunta que se agolpaba en el exterior (dirigida, por cierto, por los agentes de la ley). «Cuando los atracadores salieron de ambos bancos, comenzó un fuerte tiroteo. Tres ciudadanos y el marshal Charles Connelly resultaron muertos», explica Doval. Poco más se puede decir. Todos los miembros del grupo murieron salvo Emmett quien, herido, fue recluido en uno de los negocios locales para, poco después, ser juzgado y encarcelado.
Así narró el tiroteo el «Galveston Daily News»: «La banda de los Dalton ha sido exterminada, borrada de la faz de la Tierra. Hoy fueron abatidos, pero no hasta que cuatro ciudadanos de este pueblo entregaron sus vidas. Seis de los pandilleros llegaron a la ciudad esta mañana y robaron dos bancos. La redada fue conocida por los oficiales de la ley, y cuando los bandidos intentaron escapar fueron atacados por los hombres del marshall. En la batalla que siguió, cuatro de los asaltantes fueron abatidos, y otro herido de muerte. El último [Emmett] escapó, pero está siendo perseguido acaloradamente». Así acabó la leyenda de los Dalton. Unos forajidos que, años después, se ganaron el cariño de los telespectadores gracias a un caricaturista y a la ayuda de una serie de dibujos animados.
Origen: La atroz muerte de los verdaderos hermanos Dalton a manos de la ley: «La banda ha sido aniquilada»