21 noviembre, 2024

La batalla de Creta, demasiado cara para Hitler y Churchill

Paracaidistas alemanes durante su lanzamiento en Creta, el primer día del asalto. Arthur Conry - Wiki-Ed / CC-BY-SA 3.0
Paracaidistas alemanes durante su lanzamiento en Creta, el primer día del asalto. Arthur Conry – Wiki-Ed / CC-BY-SA 3.0

En abril de 1941, la Wehrmacht ocupó rápidamente Yugoslavia y luego Grecia. En los últimos días del mes, unos cincuenta y siete mil ingleses, australianos y

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En abril de 1941, la Wehrmacht ocupó rápidamente Yugoslavia y luego Grecia. En los últimos días del mes, unos cincuenta y siete mil ingleses, australianos y neozelandeses, estos últimos conocidos como el cuerpo de ejército Anzac, junto con diversas unidades del ejército griego, abandonaron la Grecia continental. Llevaban allí desde noviembre de 1940, con el beneplácito del gobierno del país y el objetivo fallido de evitar su ocupación por las fuerzas del Eje.

De aquellos hombres, cerca de veinticinco mil desembarcaron en la isla de Creta, situada a unos ciento sesenta kilómetros al sur de la península griega, para incorporarse a la guarnición existente, mientras que el resto continuó su marcha hasta Egipto.

Los jefes de la Wehrmacht dirimieron entonces si convenía destinar fuerzas y material para ocupar Creta, ya que aquella isla, en manos inglesas, ofrecía bases desde las que la Marina Real podía montar operaciones en el Mediterráneo oriental.

Y quizá aún más importante: desde Creta, la aviación británica podía bombardear los yacimientos petrolíferos de Ploiești, en Rumanía, fuente indispensable de combustible para las fuerzas mecanizadas alemanas, que estaban ultimando los preparativos para la invasión de la URSS. Por tanto, la jefatura alemana resolvió ocupar Creta en una operación que llamaron Unternehmen Merkur, Operación Mercurio.

La decisión alemana

Ante la amenazadora presencia de la Royal Navy, que impedía el desembarco en las playas de la isla, los alemanes resolvieron llevar a cabo una operación con ataques a los campos de aviación de Creta, empleando bombarderos en picado Junkers 87 o Stukas.

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A los Stukas les seguirían los paracaidistas, cuya misión sería ocupar los aeródromos, donde debían aterrizar unas fuerzas más cuantiosas, aerotransportadas en aviones Junkers 52. Eran los aparatos que, cinco años antes, en la guerra de España, habían llevado a los moros y legionarios de Franco desde Marruecos a la península.

Paracaidistas alemanes en Creta.

Paracaidistas alemanes en Creta.

Dominio público

Aunque los paracaidistas alemanes ya habían participado en las invasiones de Noruega y los Países Bajos, la invasión de Creta, dirigida por el general Kurt Student, sería la primera efectuada a tan gran escala desde el aire, con unos treinta mil efectivos entre paracaidistas y tropas aerotransportadas.

Tampoco escaseaban las tropas aliadas en Creta. Bajo el mando del general neozelandés Bernard Freyburg había, aproximadamente, treinta mil efectivos ingleses y del Anzac, además de unos diez mil soldados griegos.

Gracias al descifrado de los mensajes enemigos, Freyberg sabía que el ataque alemán sería inminente. Sin embargo, el jefe aliado no se había enterado de que el asalto se concentraría en los campos de aviación, ubicados en el norte de Creta, y la equivocada distribución de sus fuerzas en otras partes de la isla mermó la defensa del punto más importante, el campo de aviación de Maleme.

Desafortunadamente, a Freyberg le faltaba material pesado, gran parte del cual había sido abandonado durante la retirada desde Grecia. A las tropas alemanas, por el contrario, les acompañaba una nueva arma artillera, el cañón Leichgeschütze, que pesaba solo 150 kilos y era capaz de lanzar un misil hasta una distancia de más de cuatro kilómetros. Además, las unidades menores alemanas iban armadas con metralletas. Es decir, que la potencia de fuego alemana igualaba, o incluso superaba, la de sus oponentes.

La batalla

Sobre las ocho de la mañana del 20 de mayo llegaron los Junkers con planeadores a remolque. Al aterrizar, la infantería alemana ocupó rápidamente la zona alrededor de Maleme. Por la tarde descendieron miles de paracaidistas en los campos de aviación de Rétino y Heraclión.

No obstante, las pérdidas alemanas fueron muy cuantiosas. Muchos paracaidistas murieron antes de tocar tierra, y otros quedaron fuera de combate mientras se esforzaban por liberarse del paracaídas. En algunas zonas los alemanes consiguieron establecer posiciones defensivas, pero al final de la jornada resultó evidente que los paracaidistas no habían logrado sus objetivos. Al día siguiente, el mando alemán decidió realizar un último gran esfuerzo para tomar el campo de aviación de Maleme, sin el cual los refuerzos no podrían aterrizar.

Soldados en tierra antes de atacar.

Avance de paracaidistas alemanes en Creta.

Bundesarchiv, Bild 101I-166-0508-31 / Weixler, Franz Peter / CC-BY-SA 3.0

El general Freyberg no disponía de buena información táctica. A la defensa de Creta le faltaban, además, comunicaciones adecuadas y la necesaria coordinación. Al día siguiente, 21 de mayo, los alemanes descubrieron que los dos batallones que defendían el aeródromo y la tierra montañosa alrededor habían sido retirados, posiblemente, para reforzar otras zonas, ya que la información que poseía el mando aliado no descartaba la posibilidad de un asalto anfibio.

Como resultado de este error, los aliados perdieron Maleme. Nada impedía ahora la llegada de tropas frescas alemanas. Los defensores llevaban ya las de perder.

Unos doce mil hombres, así como la mitad de las fuerzas griegas, fueron hechos prisioneros

Siguieron, sin embargo, seis días de lucha intensiva, antes de que el general Freyberg recibiera la orden de evacuar sus fuerzas. Durante ese intervalo, los alemanes reforzaron sus tropas, llevando material militar pesado por barco. La Royal Navy trató de rechazar esas acciones, pero la aviación alemana empleó sus Stukas para hostigar a los barcos ingleses.

En concreto, el 23 de mayo, los aviones en picado hundieron los destructores Kashmir y Kelly. Al mando de este último estaba lord Louis Mountbatten, cuyo sobrino, Felipe, sería más tarde duque de Edimburgo y consorte de la reina de Inglaterra. Sobre aquel episodio Noël Coward y David Lean dirigieron la película Sangre, sudor y lágrimas (In Which We Serve), de 1942.

La retirada

Durante cuatro noches consecutivas, protegidos por la Royal Navy, la mayor parte de los aliados lograron abandonar la isla en barcos hostigados por la aviación enemiga. Pero unos doce mil hombres, así como la mitad de las fuerzas griegas, fueron hechos prisioneros. Varios centenares, a su vez, hicieron causa común con los cretenses que continuaron la lucha y fueron víctimas, con ellos, de bárbaras represalias por parte de los alemanes, por las que el general Student tendría que responder ante un tribunal en la posguerra.

La pérdida de Creta ha sido objeto de una dilatada discusión. ¿Quién tuvo la culpa de los errores que permitieron a los paracaidistas alemanes apoderarse del campo de aviación de Maleme, llave de su éxito? Se ha culpado a los mandos de los batallones destinados a proteger el aeródromo, ya que retiraron sus unidades debido a una confusión en las comunicaciones.

Soldados británicos capturados.

Soldados británicos capturados.

Bundesarchiv, Bild 101I-166-0509-16 / Weixler, Franz Peter / CC-BY-SA 3.0

De igual modo, se ha criticado a sus jefes inmediatamente superiores, por no enterarse bien de la situación táctica y no lanzar contraataques con suficiente rapidez para desalojar a los alemanes. Algunos de los subordinados inmediatos del general Freyberg se mostraron críticos con sus acciones.

En este sentido, el general de brigada Hargest, por ejemplo, se quejó ante el jefe del gobierno de Nueva Zelanda de que Freyberg no consultara con sus jefes subordinados, no mantuviera el control sobre las operaciones y no informara de sus intenciones con la claridad necesaria. Por su parte, el jefe de otra brigada, de vuelta a Londres, se quejó en términos similares ante el mismo primer ministro, Winston Churchill.

Tratándose de una derrota, es natural que, en aquel momento, se echara la culpa a los jefes, pero las críticas han encontrado eco en los trabajos recientes de historiadores militares británicos, entre ellos, sir Antony Beevor, a la luz de la información que Freyberg poseía de las comunicaciones alemanas descifradas.

Los historiadores actuales atribuyen al general varios errores tácticos y le acusan de comprender mal las comunicaciones enemigas. De acuerdo con su valoración, Freyberg destinó tropas, sin justificación, para hacer frente a un asalto anfibio por parte de los alemanes, lo que le llevó a demorar, con desastrosas consecuencias, un contraataque que, el 21 de mayo, hubiera cambiado completamente la situación.

El general Freyberg durante la batalla de Creta.

El general Freyberg durante la batalla de Creta.

Dominio público

No obstante, según otros expertos, es posible que ese contraataque, ejecutado por solo dos batallones, no hubiera tenido éxito, frente a la calidad y el número de las tropas enemigas.

¿Éxito o fracaso?

Creta resultó para Alemania una victoria pírrica, ya que, además de las graves pérdidas que sufrieron sus tropas, la épica resistencia de la población civil durante los siguientes años obligó a la Wehrmacht a destinar importantes recursos, muy necesarios en otras campañas.

Soldados británicos evacuados a Alejandría.

Soldados británicos evacuados a Alejandría.

Dominio público

La pérdida de tantos paracaidistas de élite, que cayeron a menudo sin haber disparado siquiera sus armas, espantó a la jefatura de la aviación alemana. Para el general Student, el desastre significaba que había que suspender las operaciones con fuerzas aerotransportadas, y Hitler ordenó que no se llevaran a cabo más operaciones desde el aire empleando paracaidistas.

Es interesante reseñar que, en una situación diferente, ya en 1944, los paracaidistas británicos protagonizaron una operación en Arnhem, Holanda, de mucha mayor envergadura que la de Creta. Su acción terminó mal, aunque hay teóricos militares que insisten en que el riesgo de fracasar aquí estaba justificado, ya que un éxito hubiera acortado la guerra varios meses.

Origen: La batalla de Creta, demasiado cara para Hitler y Churchill

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