La chocolatina que salvaba vidas, pero sabía fatal, en la II Guerra Mundial
En La Jungla. Normalmente las historias de la II Guerra Mundial giran en torno a personajes heroicos. Esta, sin embargo, gira alrededor de una chocolatina.
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Debo reconocer que hay historias por las que siento una particular debilidad. De entre ellas, en un lugar especial y bastante alto, se encuentran las de la II Guerra Mundial. Tal vez por ser un momento crítico para la historia del planeta y de la humanidad donde dos ideologías claramente opuestas fueron capaces de sobreponerse a sus diferencias para derrotar al enemigo común. Y esto es algo que no deberíamos olvidar.
Como decía, las historias de la II Guerra Mundial me interesan especialmente y esta, tal vez por lo común de su protagonista, es realmente curiosa. Se trata, de una barrita de chocolate y como llegó a salvar la vida de miles de hombres.
En Abril de 1937, muchos años antes de que EE.UU. entrase de lleno en la guerra, el Coronel Paul Logan acudió a una reunión con la mayor productora de chocolate de norteamerica, Hershey. Tenía un encargo claro y conciso, crear una barrita de chocolate. Pero debía cumplir cuatro condiciones: su peso debía ser de 112gr, debía aportar un alto valor energético, debía ser capaz de soportar altas temperaturas y tener un sabor «algo mejor que el de una patata hervida» (así se reservaría para situaciones de vida o muerte).
Tres meses después la compañía ya tenía lista la primera remesa de 90.000 barritas que se probaron en Filipinas, Panamá o la frontera sur de Texas, siendo todo un éxito. La chocolatina podía sustituir una comida, de hecho 3 aportaban 1.800 Kcal; soportaba altas temperaturas de hasta 49º (necesario para evitar que se deshicieran al estar en contacto con el soldado en desiertos o junglas tropicales) y tenía un sabor tan malo que, ya en mitad de la guerra, los soldados la llamaba «El arma secreta de Hitler», además de por sus efectos intestinales.
Sin embargo, y a pesar de las quejas por el sabor, el total de la producción de las fábricas de Hershey se destinó al ejército norteamericano, convirtiéndose en una poderosa inyección de moral y un alimento salvavidas in extremis. Durante toda la guerra fue distribuida entre las tropas en todos los frentes y su popularidad fue reconocida por los soldados incluso años después de la guerra.
Por si esto fuera poco, una variante de esta chocolatina se convirtió en el único alimento que podían comer algunos soldados. En el frente del Pacífico era común que algunos militares contrajesen enfermedades, sobre todo disentería. Así pues, la «D ration» o barrita tropical era el único bocado tolerable por sus tripas y gracias a ella muchísimo soldados pudieron recuperarse de una enfermedad que, de ser de otro modo, los hubiese matado.
Origen: La chocolatina que salvaba vidas, pero sabía fatal, en la II Guerra Mundial