La gran decepción de Miguel Ángel
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La realización del sepulcro del papa Julio II fue definida por el artista como la mayor tragedia de su vida
En marzo de 1505 el papa Julio della Rovere pidió a Miguel Ángel que acudiera a Roma para encargarle el que sería el proyecto de mayor envergadura de su carrera. En cinco años, y a cambio de 10.000 ducados, el florentino tenía que proyectar, construir y esculpir la tumba más monumental consagrada a un solo hombre desde la Antigüedad. El proyecto inicial incluía 40 estatuas de tamaño natural que debían rodear la tumba, que alcanzaría los 15 metros de altura. Son muchos los documentos que muestran el programa iconográfico que el mausoleo tuvo en sus distintas fases, así como el aspecto que éste fue adquiriendo en función de los cambios de presupuesto y la disponibilidad del artista.
Pero Julio II tenía en mente una obra aún más ambiciosa: la remodelación de la basílica de San Pedro, por la que tuvo que renunciar a los demás proyectos. Así, Miguel Ángel, que durante ocho meses seleccionó y preparó los bloques de mármol en Carrara, no recibió el pago de estos materiales. Irritado, intentó en vano conseguir una audiencia con el Papa llegando, incluso, a ser expulsado del palacio debido a su insistencia. Este proyecto le marcó profundamente, ya que lo concibió como la gran obra de su vida y se vio frustrado. Una larga lista de contratos con los herederos del pontífice, que modificaban los anteriores, y los compromisos del artista hicieron que la obra se dilatara 40 años, siendo, al final, un pálido reflejo de su idea original. De ella cabe destacar la magnífica estatua de Moisés.