La historia de la joven que murió el día de su boda
En 1927, una joven celebró su boda en Cadagua de Mena (Burgos) el mismo día que cumplía 18 años. Nadie pudo presagiar el trágico final de aquella jornada.
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En los años 90 conocimos a una señora nonagenaria que vivía sola en un pueblo del norte de Burgos. Se llamaba Rosario y todos sus días eran iguales. Se levantaba, arreglaba un poco la casa y esperaba a la furgoneta que vendía ultramarinos para hacer la compra del día. La edad ya no le permitía cuidar del jardín ni tener huerta, y su casa era tan vieja que no había ducha. No tenía familia, ni mascota, ni siquiera teléfono para hablar con alguna amistad cuando la movilidad fue insuficiente hasta para coger el autobús o el tren.
En aquella época, conscientes de la soledad de Rosario, comenzamos a visitarla una tarde por semana. Había gente que no entendía por qué tres quinceañeras preferían pasar la tarde escuchando las historias de una anciana en lugar de salir a divertirse, pero a nosotras nos conmovía aquella mujer débil e indefensa que veía pasar los últimos días de su vida en la más absoluta soledad.
Durante aquellas visitas sacaba una vieja caja de zapatos repleta de pequeñas fotografías en blanco y negro y comenzaba a desgranar diferentes anécdotas. Así supimos de sus tíos, de aquel novio que la dejó por su mejor amiga y de unos primos lejanos a los que visitaba en Sevilla. Se pasaba horas y horas hablando. Tenía una memoria prodigiosa, pero aún así repetía las historias, y nosotras las volvíamos a escuchar sin reproches…
Una vez a la semana visitábamos a aquella anciana nonagenaria que vivía sola y pasábamos la tarde escuchando sus relatos
Entre todos aquellos relatos, había uno que nunca nos cansábamos de oír. En él nos hablaba de una chica pudiente que había muerto el mismo día de su boda, celebrada en un caserón por entonces abandonado. Lo escuchábamos incrédulas, como si de una aventura fantástica se tratara, y luego lo reproducíamos en nuestras casas todavía impresionadas por su dramatismo.
Rosario aseguraba haber estado en la iglesia aquel día, y otras personas mayores de la zona recordaban la historia sin muchos detalles. Más de dos décadas después, la anécdota todavía resonaba en nuestra memoria, así que nos pusimos a investigar.
Entre todas las historias que nos contaba Rosario, siempre nos impactó la de una joven adinerada que murió el mismo día que cumplía años y contraía matrimonio
Al principio, solo teníamos un nombre: “Villa Daría”, una mansión indiana levantada en Cadagua de Mena (Burgos), a poca distancia del nacimiento del río Cadagua. Tirando de esta pista, buceamos en la hemeroteca, trasteamos por Internet, visitamos algunos archivos y preguntamos a gente de edad, y al final, aquella mujer nonagenaria y solitaria tenía razón: la historia de la chica rica que murió el mismo día de su boda, sucedió.
La investigación dio como resultado docenas de páginas con sorprendentes micro historias vinculadas al clan familiar de los Gómez-Mena, emigrantes burgaleses que hicieron fortuna en Cuba con diversos negocios, pero aquí solo daremos unos retazos de la tragedia que sufrió una de las jóvenes de la saga.
Según los periódicos de la época, el 24 de julio de 1927, Cristina Gómez-Mena celebraba su santo, cumplía 18 años y contraía matrimonio con José Ramón de la Sota, un farmacéutico militar madrileño de 24 años de edad. La boda se celebró en la iglesia San Andrés de Cadagua, a escasos metros de “Villa Daría”. Tras la ceremonia, un centenar de invitados de la alta sociedad procedentes de Madrid, Burgos, Bilbao y Santander, se trasladaron a los jardines de la mansión para celebrar el enlace entre plantas exóticas y árboles autóctonos, y con la música de una orquesta como fondo.
Antes de finalizar el convite, los recién casados se despidieron de los presentes para iniciar su viaje de novios hacia París. En el momento de su marcha, José de la Sota tomó el asiento del conductor de un vehículo de carrocería abierta regalo de su nuevo suegro, Cristina se sentó a su lado y el chófer detrás de ambos.
En Zalla (Bizkaia), el vehículo dio vuelta de campana y sus ocupantes salieron despedidos. José Ramón de la Sota apareció en el centro del camino, a siete metros del auto; el chófer yació de costado a unos cinco metros en sentido opuesto; y finalmente, Cristina quedó atrapada bajo la rueda trasera izquierda.
En el Hospital de Basurto (Bilbao), los médicos hicieron el siguiente diagnóstico: el chófer, fractura de la pierna derecha y desgarro de todos sus tendones; José Ramón de la Sota, hundimiento de la región frontal izquierda que exigió una trepanación; y por último, Cristina Gómez-Mena, desgarros interiores en el vientre, rotura de todas las costillas del lado derecho, fractura de ambos brazos y fuertes contusiones en la cabeza que le causaron la muerte poco después de su ingreso.
Alfonso Gómez-Mena, padre de la novia, recibió la noticia justo cuando los comensales se disponían a tomar café, la orquesta tocaba un “fox” y la fiesta comenzaba a adquirir su tono álgido. En pocos minutos las mesas quedaron vacías y el jardín desierto. En ese momento, siguiendo la misma ruta que los novios, comenzó a desfilar una caravana de más de treinta vehículos que se dirigió aceleradamente hacia el hospital.
Las graves heridas causaron la muerte de la joven a las pocas horas de ingresar en el Hospital de Basurto
Una vez allí, las mismas personas que poco antes habían asistido al enlace matrimonial se encontraron velando a Cristina. Días después, la joven fue embalsamada y trasladada hasta La Habana, su ciudad de nacimiento y residencia habitual de la familia, donde fue enterrada en el panteón familiar. Su esposo, José Ramón de la Sota, tan solo la sobrevivió una semana y falleció el 1 de agosto. Por deseo de su madre, sus restos fueron trasladados a la iglesia de La Concepción de Madrid para recibir sepultura.
La gente mayor de la zona decía que Alfonso Gómez-Mena y sus hijos no volvieron mucho por Cadagua. La mansión pasó a ser propiedad de la fábrica Valca y estuvo abandonada varias décadas. A finales de los 90 fue reformada para albergar un hotel y restaurante, pero hoy en día, “Villa Daría” permanece de nuevo en silencio.
¿Te ha impactado el relato? Realmente fue una tragedia en toda regla, pero no lo fue menos esta otra: Rosario, aquella mujer solitaria que nos descubrió la historia que acabas de leer, terminó sus días en una residencia de ancianos siendo casi centenaria, y en el momento de su muerte, seguía sola.
Dicen los expertos que las principales necesidades emocionales de las personas mayores son la estima y el reconocimiento. Y a menudo estos sentimientos vienen acompañados de soledad. Párate a pensar por un momento en cuántos de tus vecinos son ancianos y viven solos. Y luego, si puedes, piensa además en cuántas visitas reciben a la semana o al mes.
¿Y tú? ¿Escuchas a las personas mayores que te rodean? Deberías hacerlo, ya ves que en su memoria guardan historias sorprendentes y están deseando contarlas.