La huella del mayor magnicidio de la historia: cinco lugares olvidados en Roma que definen a Julio César
Se da la paradoja de que Julio César, asesinado en los Idus de marzo del año 44 a.C., es probablemente el personaje más popular de la historia romana, el más buscado por los cientos de miles de turistas que visitan la ciudad
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Se ha cometido un asesinato en Roma, que dos mil años después sigue siendo un caso abierto. Se conocen los autores, un grupo de sesenta senadores, la causa de la muerte, 23 cortes y puñaladas, y hasta se sabe dónde cayó el cuerpo, que se defendió con un afilado estilo (un punzón) hasta su último aliento. Incluso es un secreto de dominio público la motivación de los asesinos, todos ellos amnistiados recientemente por la víctima y temerosos de que ésta, proclamada dictador de la ciudad, quisiera convertir la República Romana en una Monarquía. El vigente misterio está en la desvaneciente huella, aunque se intuya a simple vista gigantesca, que hay de aquel mundo en la actualidad.
Lo que se denomina Antigua Roma está formada por decenas y decenas de capas de historia y por monumentos que se conservan en razonable buen estado, pero que rara vez se pueden fechar en la República romana y que en la mayoría de casos sufrieron la mano embellecedora de los Papas.
Se da la paradoja de que Julio César, asesinado en los Idus de marzo del año 44 a.C., es probablemente el personaje más popular de la historia romana, el más buscado por los cientos de miles de turistas que visitan la ciudad cada año, y al mismo tiempo el que resulta más difícil rastrear su legado en piedra.
«Julio César sigue siendo muy amado; es un concepto recurrente ahora que, con las democracias en crisis, es más necesario que nunca pensar en personalidades fuertes», señala Andrea Frediani, autor de la trilogía de novelas ‘La sombra de Julio César’, cuya primera entrega ha salido a la venta esta semana en España y cuenta la infancia y juventud de este político y militar romano que cambió su tiempo.
Con motivo de la publicación por parte de Espasa de la primera parte de esta saga, ABC Historia visita de la mano de este historiador italiano algunos de los restos arqueológicos y rincones de Roma que más pueden acercar hoy la figura del dictador romano, el hombre que dejó la república tambaleando y a golpe de caramelo para que su sobrino Octavio Augusto la convirtiera en imperio.
1.º La Subura
A pesar de los lustrosos orígenes de su familia, Julio César se crió en la Subura, uno de los barrios más populosos de la ciudad que estaba situada entre las colinas de Viminal y Esquilino. Era un área ruidosa y sucia, en la que se ubicaban numerosos comercios, fábricas y viviendas construidas de forma caótica, casas muy juntas unas de las otras, creando entre ellas una imbricada red de callejones y callejas, cobijando a un buen puñado de criminales, prostitutas y pobres. La Roma de las tabernas y los prostíbulos, de los talleres humildes y los comercios baratos. «La familia de Julio César se jactaba de descender de los dioses, pero cuando él era un niño sufrían altibajos y hacía tiempo que no entraban en cargos públicos. César, que era orgulloso y decidido, se propuso sacar a su familia adelante a toda costa. Cien años antes hubiera fracasado, pero en medio del proceso de decadencia que vivía la República era el contexto ideal para que nacieran hombres ambiciosos y autoritarios como él», explica Frediani.
De aquel barrio se conservan apenas sombras y referencias remotas, pero sobre sus ruinas y de los foros imperiales surgieron en la Edad Media casas y torres de familias aristocráticas que se conservan hoy, muy modificadas, como la Torre de los Condes (Torre dei Conti) o la Torre del Grillo. La Subura es, además, un buen recuerdo de que la frase de Augusto de que encontró «una ciudad de ladrillo y la dejó de mármol» no es una exageración, sino una descripción exacta de los hechos. En la Roma donde creció Julio César predominan el ladrillo y la madera. «Era una ciudad de tola, con algo de travertino, menos monumental. El color que predominaba era el marrón, más sencillo en todos los sentido», recuerda Nestor F. Marques, arqueólogo y responsable de la web Antigua Roma al día, buen conocedor de la Ciudad Eterna.
2.º El Foro Romano
El Foro está ubicado en el lugar del primer asentamiento de Roma, que originalmente era un área pantanosa. Fue solo a finales del siglo VII a.C., tras la recuperación del valle, cuando el Foro Romano comenzó a tomar forma como centro de la vida pública de la república. Con el transcurso de los siglos, se fueron construyendo monumentos como las basílicas, los templos, la Curia del Senado, la Tribuna de oradores o la Casa de las Vestales que formaron parte de la carrera política de Julio César. Su mano como gobernante de la ciudad se puede ver en el lugar de la curia y los Rostri (la tribuna de la cual los magistrados hablaban al público) y haciendo construir la Basílica Julia frente a la Basílica Emilia.
A la muerte del dictador, se vio la necesidad de ampliar el antiguo Foro Romano debido a su pequeño tamaño, lo que devino en una carrera histórica entre los distintos emperadores por hacerse con espacios cada vez más monumentales alrededor de lo que hoy se conoce como el Foro de César.
«Era la sede de una Roma que ya tenía mucho poder, aunque estaba viciado. La república se estaba devorando a sí mismo», asegura F. Marques, también presente en el paseo con Frediani, sobe el paso de república a imperio. El área donde se encontraban el antiguo Foro quedó abandonado durante la Edad Media y fue usada como pastos para vacas. Muchos de los revestimientos de mármol que adornaban los monumentos fueron retirados por los Papas medievales para ser utilizados en iglesias y otras partes de la ciudad. El actual parque arqueológico es resultado de trabajos de excavación sorprendentemente recientes.
3.º Los escenarios del triunfo
La sede histórica de los Museos Capitolinos, conocidos por su enorme colección de esculturas clásicas, incluida la ecuestre en bronce de Marco Aurelio, está situada en la plaza del Campidoglio (‘Capitolio’), remodelada según el diseño de Miguel Ángel, una de las colinas más importantes de la ciudad. Desde lo alto de la Capitolinus Mons se puede contemplar el imponente recorrido entre el Campo Marcio o de Marte y el Foro que todo ejército tenía derecho a realizar tras su victoria en el extranjero y que Julio César celebró en cuatro ocasiones (la última de ellas, tras su victoria sobre otro ejército romano, está considerado una de las causas de su asesinato).
El ‘triumphus’ era una ceremonia civil y un rito religioso cuyo elemento central era el desfile del comandante victorioso junto a sus tropas, que recibían el privilegio de poder entrar armadas en la ciudad. La procesión empezaba en la parte más meridional del Campus Marti, donde hoy se encuentra el corazón monumental de Roma (Piazza Navona, Pantheon, Santa Maria sopra Minerva, san Luigi dei Francesi, Palazzo Madama, Fontana di Trevi, etc.), dirigiéndose luego hacia la antigua puerta Carmentalis y finalmente a lo que hoy es el Capitolio donde, según la tradición, Rómulo, tras celebrar el primer triunfo de la historia de Roma, fundó el templo de Júpiter Feretrio. Aquel edificio es hoy un recuerdo remoto, pero en la colina se conservan son restos de otro templo dedicado a este dios, el Templo de Júpiter Óptimo Máximo, donde se depositaban las spolia opima, las armas del enemigo derrotado, y se ofrecía la victoria a este dios.
El vínculo de Julio César con este templo va más allá de los cuatro triunfos que le dedicó a Júpiter, uno de los cuales, el del año 46 a.C., fue tan colosal que incluyó varios desfiles de galos, egipcios, asiáticos y africanos encadenados junto a jirafas, carros de guerra britanos y otros prodigios exóticos. No solo fue el Templo de Júpiter Óptimo Máximo donde Bruto y otros de los que tomaron parte en el asesinato de Julio César se refugiaron tras su crimen, sino también donde el propio dictador acudió de rodillas seis meses antes como muestra de sumisión a Júpiter tras sufrir un accidente que se entendió como un presagio de que el dios no aprobaba sus acciones en la guerra civil.
4.º La plaza olvidada donde fue asesinado
La imagen que está incrustada en el imaginario popular es la de Julio César siendo asesinado en medio del Senado, en el Foro. Sin embargo, ese 15 de marzo (día de buenos augurios según la tradición romana) el grupo de conspiradores interceptó a César justo al pasar por el Teatro de Pompeyo, donde se reunía la curia romana debido a unas obras, y lo condujo a una habitación anexa al pórtico donde se produjo el baño de sangre. Los conspiradores se apiñaron en torno al dictador fingiendo pedirle distintos favores. Lucio Tilio Címber, que había servido a las órdenes del César, le reclamó que perdonara a un hermano suyo que se encontraba en el exilio. Mientras el dictador romano trataba de calmar al grupo, Címber tiró de la toga de César y mostró su hombro desnudo: era la señal acordada. Casca sacó su daga y le apuñaló, pero solo fue capaz de arañar el cuello del dictador. Según algunas versiones, César agarró los brazos de Casca y forcejeó con él intentando desviar la daga.
El general romano no solo se defendió por unos segundos de los ataques, sino que fue capaz de sacar un afilado estilo (un punzón) y herir a varios hombres, al menos a dos, incluido a Bruto en un muslo. Tras el ataque de Casio, los otros conjurados se unieron a la lucha propinando a César numerosas estocadas y tajos. Con 23 cortes y puñaladas en su cuerpo (aunque solo una realmente mortal), Julio César se cubrió la cabeza con su túnica púrpura en un último esfuerzo por mantener la dignidad y cayó desplomado junto al pedestal de la estatua de Pompeyo, su otrora máximo rival.
El lugar donde fue asesinado Julio César está situado en la plaza Largo di Torre Argentina y permaneció olvidado durante siglos y siglos. Durante unas obras en 1927 para hacer una plaza extensa al gusto del fascismo italiano, aparecieron cuatro templos romanos republicanos y los restos del Teatro de Pompeyo. Augusto, hijo adoptivo y sucesor de Julio César, había señalado el lugar del asesinato mediante una estructura de hormigón de tres metros de ancho por más de dos de alto en un intento de que se olvidara el vínculo de este lugar maldito con su familia. «Augusto quiso borrar la memoria de algo tan tremendo y por eso del lugar de su asesinato se conservan tan pocos restos. En el lugar exacto de la muerte, construyó unas letrinas», apunta Néstor F. Marqués, autor de los libros ‘Un año en la antigua Roma’ y ‘¡Que los dioses nos ayuden’, entre otros.
5.º El templo de César
Una de las razones por las que Augusto, fundador del Imperio romano, quiso que se desvinculara la imagen de su familia de lo que hoy es la plaza Largo di Torre Argentina fue porque para glorificar a su tío abuelo ya tenía otros planes. El templo de César, situado en el corazón del Foro, es el resultado del proceso de deificación del dictador. Situado en el Foro entre la basílica Emilia y el templo de Cástor y Pólux, el edificio fue comenzado por Augusto en el año 42 a. C. para albergar los restos de su tío abuelo y dedicado originalmente al culto del cometa (bautizado sidus Iulium)que apareció poco después de su asesinato, manifestación del alma de César divinizado.
«En la gran lasaña que es Roma, hay piedras que hablan. Es el caso de este templo, que es la máxima representación de Julio César, aunque solo se conserva la base», apostilla Alessandra De Tata, arqueóloga y guía oficial de Roma. Durante el funeral, el pueblo de Roma empezó a tirar armas, joyas y hasta juguetes hacia los restos del dictador, que fue quemado y luego enterrado en este punto destacado del Foro.